Versos
de Adela Ayala a La Nueva Vizcaya
Por
Héctor Palencia Alonso
Hace aproximadamente
cuarenta años, la poetisa Adela Ayala, escribió un poema dedicado al joven
Capitán vascongado Francisco de Ibarra y a su noble conducta como fundador de
la Provincia de la Nueva Vizcaya. De aquel poema conservo en la memoria,
algunas estrofas que reproduzco a continuación:
Fue
don Francisco Capitán señero,
mas si en la lid pecó de valeroso
con la vencida indiada generoso
el corazón cedió, grande y sincero.
De voluntad tan firme como acero,
fue gran señor, Gobernador famoso
en la paz noble, con ideal glorioso
franco al mirar y recto al derrotero.
¡Ocho de Julio! Su estandarte ufano
De voluntad tan firme como acero,
fue gran señor, Gobernador famoso
en la paz noble, con ideal glorioso
franco al mirar y recto al derrotero.
¡Ocho de Julio! Su estandarte ufano
las rectas calles de la nueva Villa
cruzó orgulloso, dándole a Castilla
Nueva Vizcaya su enguantada mano.
No hay prueba alguna de que fue inhumano;
su azul enseña flota sin mancilla
y en aquel tiempo cruel, su nombre brilla,
pues en cada indio se ganó un hermano.
El Virrey
Luis de Velasco nombró Gobernador de la Provincia de la Nueva Vizcaya al
Capitán Francisco de Ibarra y Arandia, el día veinticuatro de junio de 1563,
esto es, antes de la fundación en acto solemne de la ciudad de Durango el ocho
de julio de 1563. Ibarra escogió el Valle de Guadiana para fundar la Villa,
cabecera de su fundación, antecedente de nuestra ciudad.
Uno de sus capitanes, Alonso de Pacheco, esposo de la primera mujer de raza blanca que arribó a nuestra ciudad, doña Ana de Leiva, fue el encargado de hacer la traza de la nueva Villa. La fundación consistía en un acto solemne que se ajustaba a las ordenanzas de 1524.
Alonso de Pacheco procedió a señalar el sitio donde debía quedar la Plaza de Armas, centro de la nueva Villa como era costumbre de los urbanistas europeos. Al norte, señaló el lugar para la primera iglesia, que se llamó de la Asunción, y se levantó en el mismo sitio que hoy ocupa nuestra Catedral. Al oriente y al poniente, los solares fueron repartidos entre los primeros vecinos. El mismo que señaló el ocho de julio de 1563 como el día de la fundación de Durango, el sabio historiador y abogado José Fernando Ramírez nos da los nombres de los primeros vecinos de la Villa: Pedro Raymundo, Agustín Camello, Pedro Morcillo, Juan de Heredia, Juan Sánchez de Alanís, Domingo Hernández, Lope Fernández, Alonso González, Clemente Requena, Gonzalo Martínez de Lerma, Gonzalo Corona y Esteban Alonso.
Francisco de Ibarra, siempre conciliador, ayudó a los naturales dándoles ropa y alimentos, y los invitó a levantar las casas de la nueva Villa, así como a construir una acequia para llevar el agua a la naciente población.
Para fijar la fecha del ocho de julio de 1563 como la de la fundación, el gran historiador José Fernando Ramírez tuvo a la vista el primer libro de cabildos de Durango que comenzaba el día ocho de julio de ese año. El mismo Ramírez cita algunas mercedes hechas por el Capitán Ibarra ese mismo día. Desafortunadamente, este libro de Cabildos se ha perdido, al igual que muchos otros documentos oficiales de la historia durangueña.
Peculiaridad de la historia de Durango es que en la Nueva Vizcaya no hubo encomiendas, porque la inmensidad del territorio y la rebeldía de los indios evitaban la retención de éstos. Todos aquellos primeros ocupantes del territorio de la Nueva Vizcaya eran feroces combatientes. Los indios zacatécos, pertenecientes a la temible "Gran Chichimeca" eran lo que más al sur habitaban y limitaban con los tepehuanes en las inmediaciones del Valle de Guadiana. Los tepehuanes, mortales enemigos de los demás indios y de los españoles, se extendían desde la sierra de los tarahumaras en lo que hoy es Parral, comprendiendo en su territorio lo que actualmente es la ciudad de Durango, las de Canatlán, Santiago Papasquiaro, Guanaceví y otras, y por el rumbo de Santa Bárbara, llegaban a lindar con los llama¬dos conchos, al otro lado del río del mismo nombre, y por la parte de Topia, hasta los dominios de los temibles acaxes que ocuparon desde tiempo inmemorial la región de las Quebradas (así llamada esta región por Pastor Rouaix), con sus vecinos los xiximes que al igual que los acaxes según la información del gran historiador Atanasio González Saravia, comían carne humana, y tenían algunos ritos semejantes a los de la cultura nahua, aunque su estado de atraso era tal, que al igual que otras tribus que poblaron el territorio de la Nueva Vizcaya, carecían de signos o jeroglíficos para conservar el recuerdo de los sucesos de su vida.
Las tribus que ocuparon lo que actualmente es el Estado de Durango, no tienen algún sistema de escritura, y por esta razón, vivían en la prehistoria. Del paso de las tribus nahuas por territorio de Durango, quedan numerosos nombres nahuas en los municipios durangueños de Canatlán, Nombre de Dios Poanas. Vicente Guerrero, Súchil, al igual que en municipios del Estado de Zacatecas.
También hay que considerar sobre el territorio de la Nueva Vizcaya a los furiosos apaches, que venían cabalgando en "mesteños" o "mustangos", desde lo que actualmente es el territorio de los Estados de Arizona y Nuevo México en el sur de los Estados Unidos. Apache es una palabra que significa "enemigo" y servía para designar a tribus con semejanzas étnicas y culturales. De extraordinaria fortaleza, los caballos que montaban los apaches eran descendentes de los caballos españoles Es que los caballos se reproducían salvajes en la vastedad del territorio norteño, y los que tenían valor para apoderarse de esta ciudad de Durango, y en una ocasión lograron ocupar la ciudad de Guadalajara según el historiador José López Portillo y Weber.
Uno de sus capitanes, Alonso de Pacheco, esposo de la primera mujer de raza blanca que arribó a nuestra ciudad, doña Ana de Leiva, fue el encargado de hacer la traza de la nueva Villa. La fundación consistía en un acto solemne que se ajustaba a las ordenanzas de 1524.
Alonso de Pacheco procedió a señalar el sitio donde debía quedar la Plaza de Armas, centro de la nueva Villa como era costumbre de los urbanistas europeos. Al norte, señaló el lugar para la primera iglesia, que se llamó de la Asunción, y se levantó en el mismo sitio que hoy ocupa nuestra Catedral. Al oriente y al poniente, los solares fueron repartidos entre los primeros vecinos. El mismo que señaló el ocho de julio de 1563 como el día de la fundación de Durango, el sabio historiador y abogado José Fernando Ramírez nos da los nombres de los primeros vecinos de la Villa: Pedro Raymundo, Agustín Camello, Pedro Morcillo, Juan de Heredia, Juan Sánchez de Alanís, Domingo Hernández, Lope Fernández, Alonso González, Clemente Requena, Gonzalo Martínez de Lerma, Gonzalo Corona y Esteban Alonso.
Francisco de Ibarra, siempre conciliador, ayudó a los naturales dándoles ropa y alimentos, y los invitó a levantar las casas de la nueva Villa, así como a construir una acequia para llevar el agua a la naciente población.
Para fijar la fecha del ocho de julio de 1563 como la de la fundación, el gran historiador José Fernando Ramírez tuvo a la vista el primer libro de cabildos de Durango que comenzaba el día ocho de julio de ese año. El mismo Ramírez cita algunas mercedes hechas por el Capitán Ibarra ese mismo día. Desafortunadamente, este libro de Cabildos se ha perdido, al igual que muchos otros documentos oficiales de la historia durangueña.
Peculiaridad de la historia de Durango es que en la Nueva Vizcaya no hubo encomiendas, porque la inmensidad del territorio y la rebeldía de los indios evitaban la retención de éstos. Todos aquellos primeros ocupantes del territorio de la Nueva Vizcaya eran feroces combatientes. Los indios zacatécos, pertenecientes a la temible "Gran Chichimeca" eran lo que más al sur habitaban y limitaban con los tepehuanes en las inmediaciones del Valle de Guadiana. Los tepehuanes, mortales enemigos de los demás indios y de los españoles, se extendían desde la sierra de los tarahumaras en lo que hoy es Parral, comprendiendo en su territorio lo que actualmente es la ciudad de Durango, las de Canatlán, Santiago Papasquiaro, Guanaceví y otras, y por el rumbo de Santa Bárbara, llegaban a lindar con los llama¬dos conchos, al otro lado del río del mismo nombre, y por la parte de Topia, hasta los dominios de los temibles acaxes que ocuparon desde tiempo inmemorial la región de las Quebradas (así llamada esta región por Pastor Rouaix), con sus vecinos los xiximes que al igual que los acaxes según la información del gran historiador Atanasio González Saravia, comían carne humana, y tenían algunos ritos semejantes a los de la cultura nahua, aunque su estado de atraso era tal, que al igual que otras tribus que poblaron el territorio de la Nueva Vizcaya, carecían de signos o jeroglíficos para conservar el recuerdo de los sucesos de su vida.
Las tribus que ocuparon lo que actualmente es el Estado de Durango, no tienen algún sistema de escritura, y por esta razón, vivían en la prehistoria. Del paso de las tribus nahuas por territorio de Durango, quedan numerosos nombres nahuas en los municipios durangueños de Canatlán, Nombre de Dios Poanas. Vicente Guerrero, Súchil, al igual que en municipios del Estado de Zacatecas.
También hay que considerar sobre el territorio de la Nueva Vizcaya a los furiosos apaches, que venían cabalgando en "mesteños" o "mustangos", desde lo que actualmente es el territorio de los Estados de Arizona y Nuevo México en el sur de los Estados Unidos. Apache es una palabra que significa "enemigo" y servía para designar a tribus con semejanzas étnicas y culturales. De extraordinaria fortaleza, los caballos que montaban los apaches eran descendentes de los caballos españoles Es que los caballos se reproducían salvajes en la vastedad del territorio norteño, y los que tenían valor para apoderarse de esta ciudad de Durango, y en una ocasión lograron ocupar la ciudad de Guadalajara según el historiador José López Portillo y Weber.
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