domingo, 4 de abril de 2021

SAN JUAN BAUTISTA DE ATOTONILCO DE CAMPA Por Pedro Núñez López

 SAN JUAN BAUTISTA DE ATOTONILCO

 DE CAMPA

Por Pedro Núñez López


Esta hacienda se halla en la región limítrofe de los valles centrales de Durango y la región semidesértica que baja lentamente hacia La Laguna. Es una región de ricos pastos con algunos aguajes naturales aptos para la cría de ganados.

Varias mercedes fueron conformando la hacienda; entre ellas, la otorgada en 1569 a Pedro de Heredia con derecho a la encomienda de los indígenas del pueblo de Atotonilco, la otorgada en 1574 a Bernardo de Luna en el puesto de Atotonilco y la mercedada, en 1589, a Pedro Hernández Caro. Este vendió la estancia a Rodrigo de Río de la Lossa, quien la agregó a sus numerosas propiedades. A su muerte, pasó a su esposa María de Aguilar ya suprimo Juan de Gordejuela e Ibargüen.

Entre 1638 y 1657, perteneció al capitán Juan de Nava de Sugasti, minero de Cuencamé, quien dio a Atotonilco el nombre de su santo patrono.

Por otro lado, las tierras de Sombreretillos, que también formaron parte de la hacienda, fueron mercedadas en 1639 a Lucas de Medina, rico propietario de los alrededores.

A principios del siglo XVIII era de Antonio de la Campa y Cos y después de su hijo Juan, quien estuvo casado con Andrea Menéndez. Los hijos de este matrimonio: Antonio, Juan, Agustín, Fernando y Ana María, quedaron bajo la tutela de su tío, el bachiller Juan Bartolomé de Menéndez. El bachiller sostuvo un largo pleito con los habitantes del cercano poblado de Ocuila para lograr obtener el agua del manantial que surtía al poblado. Después al no querer renunciar al manejo de la hacienda, sus sobrinos encabezados por Agustín, tuvieron otro largo litigio con él hasta que lograron que les fuera devuelta su tierra en 1749.

Pedro Cazal y Zuloaga, un vasco que se dedicó a la minería en la región de Cuencamé, compró Atotonilco a los Menéndez. A su muerte en 1803 dejó como herederos a su esposa Ana Chamorro, a su hija Gabina y a su yerno el santanderino Juan de la Pedriza. Al fallecer de la Pedriza y su esposa sin sucesión la hacienda fue rematada a su sobrino José María de la Pedriza, que después la traspaso a su hijo Rodrigo.

Como siguientes propietarios de la hacienda aparecen, sucesivamente, Antonio Pámanes y el licenciado José María Barrios. Como ambos debían fuertes cantidades, fue rematada en 1854 y en 1871. Fue entonces adquirida por el licenciado Ladislao López Negrete y Buenaventura G. Saravia, quienes formaron la sociedad agrícola López Saravia para su explotación.

Al partirse la sociedad. Atotonilco quedó para Saravia y Sombreretillos de Campa para los herederos del Lic. López Negrete, quien había fallecido en 1897.

La capilla presenta una sencilla portada con las jambas prolongadas, lo que le da mayor altura. Sobre ella, a media pared, está la ventana coral y, más arriba con una imagen del santo patrono.

La torre es de dos cuerpos con pilastras que tienen figuras geométricas y que terminan con remates flamígeros sobre las comisas.

Es interesante la historia de la puerta principal, que es una buena copia de la que tiene la sala de la casa del conde de Súchil en la ciudad de Durango. En un costado de la casa se conserva un pequeño torreón para defenderse de los apaches. Hay también en la hacienda un rebote.

Fue reconstruida por Raymond Beli después de la Revolución.

Información e imagen obtenidas del Libro Las Haciendas de Durango, Dr. Miguel Vallebueno G. Página 144.


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sábado, 3 de abril de 2021

Eros Malvado Por Alberto Espinosa Orozco


Eros Malvado 
Por Alberto Espinosa Orozco

Eros malvado con flechas
me atraviesa el corazón
-hay un trompo en mi cabeza 
bailando dentro un jarrón.





Alberto Espinosa Orozco Octavio Paz, 107 Aniversario de su Natalicio

 

Octavio Paz, 107 Aniversario de su Natalicio

Celebramos su legado
Comentarios
Alberto Espinosa Orozco
Mi madre querida, Mercedes Orozco, fue su secretaria al final de su vida, pues lo atendió estrechamente los últimos 8 años de la vida del poeta: ya antes había sido secretaria del también poeta estridentista Luis Quintanilla; aquello fue una cosa extraña, porque la usaron también como secretaria del poeta estéril Aurelio Asian, hijo del arquitecto, de Durango, en la revista Vuelta... por el impoluto Krauze; hay muchas cosas que no se saben y que tal vez no se sabrán nunca, no digamos de esa relación entre el Nobel y mi madre adorada, o de Octavio y su penosa enfermedad, como el que se mandó hacer una especie de sarcófago surrealista, para estar de pie en su penosa convalecencia, con abrazaderas, porque pensó que así descansaríaatendido por un enfermero que le tomaba la mano, porque regresó mal de Washington, donde le pusieron un jeringaso, y regresó mal, con la cabeza un poco ida; lo cierto es que le escribió un largo poema a mi madre un poco antes, publicado en Vuelta ciertamente, donde la describe con todas las virtudes de su pluma visionaria, La Marea se llama según recuerdo -no tengo ese poema (está en el Tomo II de Poesía O.C. de O.P. FCE) porque entre el Jimy Hérnandez, la Humaran de la UJED, aquí, y Porfirio Muñoz Ledo, allá, le dieron en la madre a toda mi biblioteca; es el penúltimo poema que publicó en vida... porque efectivamente mi inestimable Madre era una marea, un movimiento perpetuo... debatida en ese entonces entre dos fieras, Marie Jo y Elena Garro... persona de un trato refinadísimo fue mi madre, abnegada al grado de la beatitud por lo demás porque le pagaban poquito... con Octavio descubrí otra dimensión de ella que no le conocía, y luego en la Fundación Octavio Paz, de la que fue secretaria bajo el descabellado Scheridan... las últimas palabras de Paz fueron para ella: "Cuiden a Mercedes, cuiden a Mercedes"... y entregó su alma al creador... es ocioso decir que la cuidaron poco y mal ... que no la cuidaron... pero si estuvo luego en la Casa de Alvarado, el increíble conquistador y capitán principal de Hernan Cortes a quien los indios mexicas llamaban Tonatiu (quien por cierto murió en la Guerra del Mixtón, en Zacatecas, y tiene su sangre en Durango, yo tomo café con un descendeinte suyo, el señor Alvarado, por cierto, que es su viva imagen), un tiempo colaboró en esa fallida empresa, cuando yo me vine a Durango estaba ahí trabajando y duró algún tiempo, algunos pocos años, en una casa prefabricada que habían construido para el poeta, el genial Zedillo, pero pero Paz no quiso y con toda razón vivir ahí, sino en la casa misma de Alvarado, el conquistador, en Coyoacan, donde finalmente murió... una propiedad enorme con un gigantesco jardín sembrado de ardillas... no le platiquen de esto a S. Soto porque se pone furiosa... no se porqué pero se pone furibunda como ya pasó una vez que di una plática en un rincón que dificilmente me dieron, el señor Shamir, en un festival revueltas o algo así, con 6 gatos de publico y espiado con cámaras por la susodicha ingeniero.... 
De hecho... y de pecho... Octavio no se como dio con mi mamá, porque supo tal vez por Tomás Segovia que estábamos estrechos materialmente, yo con un un sueldito miserable de Salmerón por editar a José Gaos y luego otro miserable por enseñar a las "jitomatas" de la escuela para maestras de jardines de niños, por lo que Mercedes buscó trabajo, pues era brillante secretaria tquimecanógrafa parlamentaria bilingue, junto con Eloisa Sama, su gran y vieja amiga, la mamá de Alex Lora, un rocanrrolero, el del Tri Sous in my Maind, el Tri, porque mi madre fue su madrina del famoso roker mexicano (creo que le dio a él toda la fama, porque ella era así de espléndida), que no se como le hacia pero trabajó en Notimex, en el Hilo en Ingles... simultáneamente ya era secretaria de Octavio, porque él se entero de nuestras penurias materiales y acudió en nuestra ayuda, así fue, ella se preocupaba mucho por el poeta, porque, pensaba yo, no tiene mi pobre madre idea de lo que es un poeta modero... y en realidad el que no tenía idea era yo, porque ella convivió muchos años con el genial escritor... me sorprendía que poco decía, y por mi parte nada le preguntaba yo, por ser discreto, por tacto, por elemental discreción... pero si la veía muy afanosa y preocupada por el poeta, porque estaba acosado por sus dos mujeres... y luego mi madre que entro a su rescate en tercera instancia... ya me imagino... todas las noches se quedaba dormida con la televisión prendida, y yo iba a apagársela cuando zumbaba ya sin señal horriblemente a las dos o tres de la mañana, porque soy noctívago por naturaleza, un búho podría tal vez decirse, animal de hábitos nocturnos mejor dicho, o al contrario, ella entraba a mi estudio y me decía "ya vete a dormir, no te mates trabajando".... y luego, me decía "no sabía que la filosofía fuera tan difícil"... porque como el tercer cochinito quería ayudarla en lo económico con mi doctorado... y yo pensaba "no sabía que la vida de Octavio fuera tan complicada", pero tampoco me la imaginaba puntualmente... por razones obvias, sino como entre entre brumas... Krauze, y lo ha confesado públicamenter, no le daba un peso a Octavio por la revista Vuelta... así que el poeta con su jubilación y las regalías de sus libros no era rico ni mucho menos... pero tampoco supe nunca ni cuando ni cuanto le pagaba a ella... su casa era un departamento en desniveles, de tipo modernista, a una cuadra del Ángel de la Independencia, sobre Reforma.... un laberinto pequeño, una suit elaborada con recovecos y un jardín interior tipo invernadero con una gran mesa donde vivía un ejército de cuando menos 30 felinos... una especie de orquideario zoológico de bolsillo, más allá estaba su estudio que evidentemente magnetizaba el polvo de los muertos, constelaciones de átomos brillaban al atardecer en ese estudio... imantados por el magnetismo espiritual del autor... general supremo de las letras mexicanas ... figurillas prehispánicas de barro negro, máscaras africanas, un Tamayo, algún cuevas, un Rodolfo Mata, un Moderwell.... había algo de hippie en ese departamento... algo de hindú tal vez... sencillo y funcional... la servidumbre, dos mujeres mejicanas sonrientes que atendían la casa en las labores domésticas...... la biblioteca que le quemaron no la conocí, ni el archivo o fichero, al que entraba y del que salía mi madre, como un péndulo, con contenido apuro una y otra vez para ordenar y traer o llevar no se que documentos, Octavio tomaba su libreta de direcciones y se la llevaba a las narices porque hasta allá quería llegar el espíritu de servicio de Mercedes, pero el tigre se defendía bravamente, último reducto de su intimidad y de su poder.






jueves, 1 de abril de 2021

Mientras mi Espíritu Por Alberto Espinosa Orozco

                              Mientras mi Espíritu

Por Alberto Espinosa Orozco


Mientras mi espíritu madura
recorriendo las múltiples estancias
por donde, morosa, ha paseado el alma minuciosa
inspeccionando los amplios galerones
de altos torreones y escarpadas bibliotecas
habitados por ángeles, por monstruos y gigantes
o caminando por entre diminutas rendijas donde habitan
los dulces tréboles de cítricos sabores,
las estampas, los dedales, las oxidadas corcholatas,
los peces de colores, las algas, las nubes
y las aves y las redondas cochinillas,
o distraído en el dédalo de espejos de la mente,
mi querido cuerpo, adolorido, en cambio,
lentamente al tiempo cede y envejece
y'el animal que habito así se desvanece.





domingo, 28 de marzo de 2021

Gary Allan - Lovin' You Against My Will

Gary Allan - Smoke Rings In The Dark

Cuando Llegaste con Los Dos Durangueños

Decepción con Erik Castillo

Que se acabe la Sabana por Elisa Guerrero

El 007 y las Tortugas Ninya contra Cerebro

Erik Castillo en Durango

SAN JERONIMO DE LA SAUCEDA Por Pedro Núñez López

 SAN JERONIMO DE LA SAUCEDA   

Por Pedro Núñez López


Un día, en la Historia de Durango: en el año de 1900 existían 256 haciendas en todo el Estado.

En el valle de Canatlán, al sur de la laguna de Guatimapé, los españoles encontraron varios poblados tepehuanes; entre ellos: Berros, Canatlán, Capinamaiz, Gogojito y Ocotán. Los franciscanos y los jesuitas trataron de evangelizarlos desde la misión de San Francisco de la Sauceda y, después del alzamiento tepehuana de 1616,  los primeros fundaron el convento de San Diego de Canatlán para continuar esta labor.

Varios vecinos españoles de Durango recibieron mercedes de tierras en los alrededores donde formaron estancias aprovecharon la mano indígena. Entre ellos estaban Pedro Paredes, Juan de la Torre, Lucas Medina, el factor real Juan de Heredia su esposa Beatriz de Angulo. Tiempo después estas mercedes, junto con las que formaron las haciendas de Cacaria, Labor de Guadalupe, San Salvador y el Chorro, pasaron a manos de Pedro de Heredia.

En 1611, Heredia denunció las tierras de Gogojito donde probablemente vivía el cacique Francisco Gogojito, uno de los principales jefes de la rebelión de 1616. Años más tarde las tierras pasaron al bachiller Pedro de Heredia quien, a su muerte, las legó a las monjas de la Encarnación de la ciudad México donde Beatriz de Angulo quedó como monja profesa en su viudez. El convento vendió las tierras, el 8 de mayo de 1637, a Juan de Orduña, regidor de México. A la muerte de éste, en 1667, las fincas estaban despobladas e inhabitables debido al difícil estado por el que atravesaba la región de Durango entonces.

Como siguientes propietarios de las fincas aparecen Mateo Frías de Santacruz, marqués de Buenavista y contador mayor del tribunal de Cuentas de la Ciudad de México, y su esposa María Teresa de Cantabrana; posteriormente, fueron de Francisca de Lazcano viuda de Quezada.

El licenciado Francisco de Quezada, hijo de Francisca, vendió el 3 de junio de 1687 estas haciendas a Francisco de Inunígarro, vecino de la ciudad de Durango. Inunígarro separó la Sauceda del resto de sus propiedades y la vendió a Juan de Ayala Ureña, quien compró las estancias de Amanquitole, Berros, Capinamaiz y Cocinas. Además, denunció realengos en la sierra para engrandecerla. A la muerte de Ayala, en 1711, la hacienda quedó en manos de su viuda Jerónima de Egazqui, de quien tomó el nombre en adelante. A su fallecimiento, en 1726, su hijo Domingo de Ayala compró a sus hermanos los derechos que sobre ellos recaían.

Domingo de Ayala estuvo casado con Juana María Ruiz de Guadiana y, a su fallecimiento en 1747, ella volvió a contraer matrimonio, esta vez con el vasco Francisco Antonio de Antuñano y Zornoza quien se hizo cargo de la hacienda hasta su fallecimiento en 1756. Quedó entonces como su propietario Bartolomé Ruiz de Guadiana, cuñado y albacea de Antuñano, quien después la vendió a José Martín de Chávez, un adinerado comerciante de la Ciudad de México.

Durante el tiempo en que Chávez fue propietario de la hacienda volvió a florecer el real de San Lucas que, después de haber sido explotado en el siglo XVI, volvió a tener importancia en el siglo XVIII. Como los mineros de ese lugar necesitaban tierras donde alimentar sus animales, así como para hacer algunas siembras, Chávez vendió a los mineros encabezados por Rafael Fernández de Castro tres cuartas partes de sitio de ganado mayor para ese fin. 

En esa época la Sauceda contaba con las estancias de Gogojito, Ocotán, Santa y Sauz Bendito, además del rancho de ovejas de San Agustín establecido junto a los ojos de agua caliente de ese nombre.

En 1809 los herederos de Chávez vendieron la Sauceda al chantre de la catedral Manuel Esquivel, quien la traspaso en 1813 por no haberla podido sanear, al madrileño Juan Manuel Pescador Rodríguez. Tiempo después la hacienda fue adquirida por los hermanos Juan, Antonia y Leandro Sánchez Manzanera Salas. En 1828, con motivo del fallecimiento del primero, la hacienda fue dividida entre los hermanos sobrevivientes.

El prebendado Leandro Sánchez Manzanera heredó la Sauceda poco antes fallecimiento, en 1863, a su sobrino Manuel Pérez Gavilán. Pasó en herencia a su Petra, Nicolasa e Isabel. Esta última separó la parte correspondiente a Berros y Gogojito donde formó la hacienda de Santa Isabel de Berros (Donato Guerra). 

CAPILLA Y CASA

La capilla tiene una portada de dos cuerpos donde se maneja con gran originalidad las formas redondeadas del barroco. El primer cuerpo tiene doble cornisa que juega con varios capiteles que, en forma ascendente están sobre las columnas pareadas que se encuentran a los lados de la puerta y entre las esquinas. ¡El segundo cuerpo es más sencillo debido al adelgazamiento de las columnas y al empequeñecimiento de los capiteles. En él se encuentra la ventana coral muy moldurada que es sostenida por una base de la que pende una guardamalleta. A los lados de ella están dos roleos en forma de interrogación.

Latorre es de un cuerpo y tanto en sus bases como en los capiteles de las columnas que se encuentran junto a las esquinas se repite la misma solución de la portada.

El templo está techado de bóveda. Tiene tres altares, el principales neoclásico con la imagen de San Jerónimo. En el templo se venera un Cristo llamado el Divino Pastor, de gran popularidad en la región.

La casa es de dos plantas, y se encuentra deteriorada. Los altos descansan sobre un portal de recias pilastras. Tiene un balcón corrido que le da prestancia señorial con varias ventanas lobuladas y cajeadas. Las ventanas que continúan la casa después del portal son posteriores ya que tienen triglifos sobre las jambas.

La puerta principal de acceso tiene un sencillo pero elegante almohadillado. El corredor del patio, que está ya incompleto, tiene pilastras en la arcada del primer cuerpo y sencillos pilares en el segundo.

Fuente e imagen: Libro Las Haciendas de Durango, Dr. Miguel Vallebueno Garcinava







martes, 23 de marzo de 2021

Pedro Nuñez Lopez HACIENDAS DEL VALLE DE RAMOS DURANGO SAN JOSE DE RAMOS


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Un día en la Historia de Durango
HACIENDAS DEL VALLE DE RAMOS DURANGO
SAN JOSE DE RAMOS


Los primeros españoles que llegaron al valle de Ramos fueron los de la expedición de Francisco de Ibarra que arribaron al lugar un Domingo de Ramos por lo que en adelante tomó ese nombre. Algunas de las primeras mercedes que se concedieron en el valle de Ramos fueron para Juan de Ontiveros, en 1599, en el calichal que está al sur de Indé. Así mismo su hermano Cristóbal recibió, en 1598, las tierras de Mojitome. Otras mercedes en la boca del río Ramos y en el arroyo de San Julián fueron otorgadas a Ana Monje en 15 80, a María Monje, en 1594, ya, María Benítez ya su hermano Juan Muñoz en 1598. Estos últimos eran vecinos del valle de Santiago Papasquiaro.
El valle de Ramos sirvió durante los trescientos años siguientes de refugio para los diversos pueblos indígenas que pelearon contra los españoles, por lo que su historia es de un continuo estado de guerra. Con la rebelión de 1616 estas tierras quedaron despobladas. Fue apenas el 24 de abril de 1634 cuando Cristóbal de Ontiveros, homónimo e hijo del anterior, pidió otra vez merced de los terrenos para ganado situados entre la sierra de Coneto y Boca de San Julián, llamados Paraje de Mojitome, que estaban yermos y despoblados desde hacía diecisiete años.
En 1645, los salineros, encabezados por Nicolás Baliari, antiguo sirviente de Ramos, volvieron a atacar el asentamiento español que pertenecía a María Sáenz de Chávez, viuda de Cristóbal de Ontiveros. En agosto de 1670 la estancia quedó en manos del bachiller Juan de Levario Jáuregui, cura de Indé, que trató de repoblarla sin éxito, ya que durante la gran rebelión de los pueblos de Nuevo México en 1680, que tuvo eco en la Nueva Vizcaya, los indígenas destruyeron la Labor del Ojo de Ramos, como se le denominaba entonces. Posteriormente, los treinta y cuatro sitios de ganado mayor y menor y veintiséis caballerías de tierra que conformaban Ramos fueron vendidos en 1710 por el bachiller Juan de Azuaga Levario a Antonio de la Campa y Cos, minero de Sombrerete, quien ya era propietario de extensas tierras en Poanas y Cuencamé.
Durante esos años el gobierno español pudo controlar a los indígenas, por lo que en el asentamiento renació la esperanza. Pasó después a José García de Arriba, yerno de ¨De la Campa¨, quien le puso a la hacienda el nombre de San José de Ramos, en honor de su santo patrón. En 1738, García confirmó los 370 sitios de ganado mayor con que contaba la hacienda de Ramos y sus estancias de San Francisco del Río, San Antonio de Mojitome y Nuestra Señora de las Caldas de la Casita, así como la hacienda de Santa Bárbara de Buenavista, situada en el mismo valle. José Andrés de Velasco y Restan, minero de Mapimí, en compañía de Marcelina de Bustamante e Iturmendi, dueña de la hacienda de Guadalupe de la Peña, ahora en Coahuila, lograron reunir a partir de 1751 uno de los más formidables latifundios de la Nueva Vizcaya. Para poder aviarlos, contrajeron un crédito por 69,000 pesos con José de Lanzagorta, vecino de la ciudad de México.
Con motivo de los ataques que sufrieron las haciendas, durante la segunda mitad del siglo XVIIl, Velasco no pudo cumplir con los compromisos adquiridos y, a su muerte, sus bienes fueron concursados. Como tenedores del concurso estuvieron Juan Navarro y Olea y Juan José Zambrano y, en 1836, el concurso fue adquirido por Juan Nepomuceno Flores quien lo saneó. Flores, que tenía el grado de coronel, defendió la hacienda contra los comanches, que fueron los enemigos en turno durante el siglo XIX. A su muerte, en 1886, fue adjudicada a su hijo Juan Francisco, quien fue su propietario hasta el 18 de noviembre de 1906, día en que murió.
Debido al fallecimiento de Flores, la hacienda fue dividida en dos partes: San Francisco de Asís, en Indé, con 171,400 hectáreas, que quedó en propiedad de su hermana Angela Flores de Flores y Ramos, con 210,000 hectáreas que Juan Francisco heredó a la mitra zacatecana por medio de los canónigos Jesús Alba Lara, Rafael López de Lara y Refugio Delgado. Como este traspaso violaba las Leyes de Reforma, el gobierno intervino adjudicándosela propiedad.
CASA Y CAPILLA
La casa, que presenta la imagen de un sólido fuerte, se encuentra actualmente muy deteriorada. La inscripción sobre la entrada da cuenta de su construcción y de su origen: "Dios de bondad protégenos edificada esta casa en 1846 por disposición del señor Juan Nepomuceno Flores". Tiene un gran portal entre solado con diecisiete arcos que descansan en unas sobrias pilastras cuadradas.
La capilla es muy sencilla y ha sido muy renovada; se encuentra en la parte de atrás de la casa. Llama la atención una puerta con jambas onduladas y una granada sobre el dintel que data del siglo XVIII, y que se encuentra sobre el cuerpo del templo.


Fuentes; Las Haciendas de Durango, Gobierno del Estado de Durango, Miguel Vallebueno Garcinava, pág. 113-114. Imagen obtenida del mismo libro. 







lunes, 22 de marzo de 2021

Gary Allan Crying For Nothing



Cryin 'For Nothin letra de Gary Allan lyrics

Soy un tonto y debería haberlo sabido mejor
Pero lo intenté y lo intenté y no pude olvidarla
Volvería a ella una y otra vez
Hombre, debo haber estado loco
Todo ese llanto por nada
Todo eso intentando por nada
¿Qué me ha dado alguna vez?
¿Qué me ha enseñado?
Tengo que seguir creyendo
En algo bebe
En lugar de intentar por nada
Llorando por nada en absoluto
Bueno, luchamos por el amor y luchamos por la confianza
Y todo el bendito tiempo estuvo justo frente a nosotros
No pudimos alcanzarlo y no sé por qué
Tomó tanto tiempo solo para decir adiós
Todo ese llanto por nada
Todo eso intentando por nada
¿Qué me ha dado alguna vez?
¿Qué me ha enseñado?
Tengo que seguir creyendo
En algo bebe
En lugar de intentar por nada
Llorando por nada en absoluto
Bueno, todos sus amigos le dijeron, los míos me dijeron
Pero no escuchábamos, no podíamos ver
Yo y mi orgullo, ella y sus sueños
Parece que nunca tuvimos una oportunidad
Todo ese llanto por nada
Todo eso intentando por nada
¿Qué me ha dado alguna vez?
¿Qué me ha enseñado?
Tengo que seguir creyendo
En algo bebe
En lugar de intentar por nada
Llorando por nada en absoluto
En lugar de intentar por nada
Llorando por nada en absoluto


Cryin' For Nothin letra de Gary Allan lyrics

I am a full grown fool and I shoulda known better
But I tried and I tried and I could not forget her
I would go back to her time after time
Man I must have been out of my mind
All of that cryin' for nothing
All of that tryin' for nothing
What has it ever got me
What has it ever taught me
I've got to keep believing
In somethin' baby
'Stead of just tryin' for nothing
Cryin' for nothin' at all
Well we fought for love and we fought for trust
And the whole blessed time it was right there in front of us
We could not reach it and I don't know why
It took so long just to say goodbye
All of that cryin' for nothing
All of that tryin' for nothing
What has it ever got me
What has it ever taught me
I've got to keep believing
In somethin' baby
'Stead of just tryin' for nothing
Cryin' for nothin' at all
Well her friends all told her, mine told me
But we would not listen, could not see
Me and my pride, her and her dreams
We never ever stood a chance it seems
All of that cryin' for nothing
All of that tryin' for nothing
What has it ever got me
What has it ever taught me
I've got to keep believing
In somethin' baby
'Stead of just tryin' for nothing
Cryin' for nothin' at all
'Stead of just tryin' for nothing
Cryin' for nothin' at all

Gary Allan - I'm The One

Gary Allan - Bourbon Borderline (Whiskey Wednesdays)

Pedro Nuñez Lopez Un día en la historia de Durango. LAS HACIENDAS, ORIGENES

Un día en la historia de Durango.
LAS HACIENDAS, ORIGENES
Las continuas expediciones organizadas por el gobierno de la Nueva España, establecido a la caída del imperio azteca, tenían como objeto explorar, conocer y ampliar el territorio y básicamente descubrir yacimientos minerales, especialmente los de oro y de plata, poniéndolos en explotación una vez descubiertos, como sucedió con los de Avino y de Arzate, en el actual municipio de Pánuco de Coronado. Y aunque la población aborigen disminuía por las continuas luchas y persecuciones por parte de los conquistadores, la población de mestizos, criollos y mulatos aumentaba y no era posible seguir buscando solamente oro y plata, sino que era necesario producir alimentos y así con el tiempo, fue necesaria la explotación de las tierras descubiertas para dedicarlas a la agricultura, a la ganadería o a ambas. El gobierno colonial comenzó entonces a otorgar concesiones para la explotación de tierras, siendo así como nacieron las grandes extensiones propiedad de una sola familia, conocidas como haciendas.
A este respecto el historiador Efrén Núñez Mata, en su interesante obra "México en la Historia", dice: "El derecho de propiedad europea fue distinto en la Nueva España. Subsistieron algunas formas indígenas de la propiedad, como tierras comunales, pero los conquistadores españoles introdujeron modalidades" Los nuevos pueblos debían poseer, para su servicio, tierras, agua, entradas Y salidas, lugares en que pudieran pastar los ganados y conservaban su independencia con respecto a otros pueblos vecinos. (Ley cuatro, título 1 Libro II de la recopilación de las Indias, Corona Española). "La Corona española concedió a indios y españoles mercedes de tierras laborables por cédulas del 28 de abril de 1526. Los soberanos concedieron a Don Martín y a Don Rodrigo la Primera Real Merced en la Nueva España. La merced fue la forma o el documento mediante el cual, la ley otorga la propiedad de un pedazo de tierra. Esta propiedad individual, pudo, sin embargo, agrandarse por nuevas mercedes, por compra, por cesión o por despojo a los indios. Fue el verdadero antecedente de la hacienda mexicana. El dueño de la hacienda retenía por deudas o por otros medios a los gañanes, cuyos descendientes continuaban pegados a la propiedad". "La merced de tierras dio lugar a latifundios. Se acrecentó esté por herencias, compras o despojos. De hecho, la propiedad indígena fue destruida por los españoles y se formaron los grandes mayorazgos". Entre éstos, en esta región, se mencionan los de los Condes de San Pedro del Álamo, propietarios de la hacienda de Santa Catalina del Álamo y anexas, con superficie de 42,000-00 has. la cual comprendía los actuales municipios de Peñón Blanco, Guadalupe Victoria, parte de Cuencamé y Nazas, así como el Mayorazgo de los Marqueses del Jaral de Berrio, que comprendían la
 otra parte del actual municipio de Cuencamé y otra parte de Guadalupe Victoria, con el nombre de la hacienda de Juan Pérez, en el primero de los municipios y de San Pedro Tapona en el segundo, comparte también en los actuales municipios de Panuco y San Juan del Río, con superficie de 288,000-00 has. Grandes latifundios fueron también la Hacienda del Ojo, que fue propiedad de la Sra. Concepción Viuda de Blanco, quien luego casó con Don Julio Cúrvelo, propietario de la hacienda del Saucillo, que se fusionó con aquella, dando una superficie total de 119,600-00 has. La hacienda de la Purísima, al sur de la hacienda de Juan Pérez, con superficie de 64,300-00 has. la hacienda de la Estanzuela, al sur de la anterior, también dentro del actual municipio de Cuencamé, con superficie de 33,400-00 has., y las de Santa Bárbara y de San Gerónimo, dentro del actual municipio de Guadalupe Victoria.

Fuente; Monografía de Guadalupe Victoria, imagen de la iglesia de San Pedro de Tapona, los últimos restos de la hacienda, imagen tomada por Pedro Núñez López.




lunes, 15 de marzo de 2021

guardianes del amor-el perro el gato y yo

Ramón López Velarde DUEÑA DEL ALMA

 Ramón López Velarde 

DUEÑA DEL ALMA

Cuando contemplo a veces
que plegando los labios enmudeces,
mi adoración pretende en su locura
bajar hasta tu alma a paso lento
y sorprender, en su mansión oscura,
como nota de luz tu pensamiento.

Cuando me miran, oh mujer, tus ojos
luminosos cual sol de primavera,
por oír anhelante
las pulsaciones de tus nervios flojos
y el rumor de tu pecho palpitante,
en mi pasión quisiera
el misterioso oído de los magos
que en las nocturnas sombras escondidos
escuchan, a la orilla de los lagos,
hasta sus más recónditos murmullos,
de las ramas los débiles crujidos
y la reventazón de los capullos.

Y al sospechar que los recuerdos llenas
de otro amor ya pasado con la historia,
me muerden el espíritu los celos
y quieren mis anhelos
extender con la sombra de mis penas
la noche del olvido en tu memoria.

autógrafo


Ramón López Velarde







El 007 Vs Cleopatra

Ramón López Velarde Memorias del Circo

Ramón López Velarde

Memorias del Circo 

                                         

                                                   A Carlos González Peña



Los circos trashumantes,
de lamido perrillo enciclopédico
y desacreditados elefantes,
me enseñaron la cómica friolera
y las magnas tragedias hilarantes.

El aeronauta previo,
colgado de los dedos de los pies,
era un bravo cosmógrafo al revés
que, si subía hasta asomarse al Polo
Norte, o al Polo Sur, también tenía
cuestiones personales con Eolo.

Irrumpía el payaso
como una estridencia
ambigua, y era a un tiempo
manicomio, niñez, golpe contuso,
pesadilla y licencia.

Amábanlo los niños
porque salía de una bodega mágica
de azúcares. Su faz sólo era trágica
por dos lágrimas sendas de carmín.
Su polvorosa apariencia toleraba
tenerlo por muy limpio o por muy sucio,
y un cónico bonete era la gloria
inestable y procaz de su occipucio.

El payaso tocaba a la amazona
y la hallaba de almendra,
a juzgar por la mímica fehaciente
de toda su persona
cuando llevaba el dedo temerario
hasta la lengua cínica y glotona.
Un día en que el payaso dio a probar
su rastro de amazona al ejemplar
señor Gobernador de aquel Estado,
comprendí lo que es
Poder Ejecutivo aturrullado.

¡Oh remoto payaso: en el umbral
de mi infancia derecha
y de mis virtudes recién nacidas
yo no puedo tener una sospecha
de amazonas y almendras prohibidas!

Estas almendras raudas
hechas de terciopelos y de trinos
que no nos dejan ni tocar sus caudas...

Los adioses baldíos
a las augustas Evas redivivas
que niegan la migaja, pero inculcan
en nuestra sangre briosa una patética
mendicidad de almendras fugitivas...

Había una menuda cuadrumana
de enagüilla de céfiro
que, cabalgando por el redondel
con azoros de humana,
vencía los obstáculos de inquina
y los aviesos aros de papel.

Y cuando a la erudita
cavilación de Darwin
se le montaba la enagüilla obscena,
la avisada monita
se quedaba serena.
como ante un espejismo,
despreocupada lastimosamente
de su desmantelado transformismo.

La niña Bell cantaba:
«Soy la paloma errante»;
y de botellas y de cascabeles
surtía un abundante
surtidor de sonidos
acuáticos, para la sed acuática
de papás aburridos,
nodriza inverecunda
y prole gemebunda.

¡Oh memoria del circo! Tú te vas
adelgazando en el frecuente síncope
del latón sin compás;
en la apesadumbrada
somnolencia del gas;
en el talento necio
del domador aquel que molestaba
a los leones hartos, y en el viudo
oscilar del trapecio...