miércoles, 30 de abril de 2014

La Triple Regla del Nous Por Alberto Espinosa Orozco

La Triple Regla del Nous
Por Alberto Espinosa Orozco


Servir a los otros;
reflexionar sobre nuestra propia conducta;
participar en la creación y;
 orar en Dios.







Periodistas y Casas de Imprenta de Zacatecas en el Siglo XIX Por Alberto Espinosa Orozco

 Periodistas y Casas de Imprenta de Zacatecas en el Siglo XIX
Por Alberto Espinosa Orozco






I
   El primer taller litográfico del que se tiene noticia en la ciudad de Zacatecas fue el de Don Aniceto Villagrana (1803-1850), quien puso un pequeño taller tipográfico en 1838, el cual fue mejorando poco a poco. Sin embargo, no fue sino hasta 10 años después, en junio de 1848, que se asoció con el francés Mr. A. Baudouin, introduciendo en su taller la primera prensa de litografía, forjando con el paso del tiempo toda una tradición y una estirpe de impresores litográficos en la entidad.
   El Señor Aniceto Villagrana se había iniciado en el arte tipográfico a los 23 años de edad, en la primera imprenta que tubo Zacatecas, controlada por el gobierno, cuando fue tomado como meritorio por el Sr. Don José Ramón Irigoyen, de Guadalajara, quien regenteaba el taller desde el 4 de junio de 1825, luego de la renuncia del tipógrafo Juan Pérez. [1] El gobernador del estado, Lic. José López Pérez de Nava, ordenó entonces la impresión de mil novenas de la Purísima, al tiempo que la imprenta se cambiada del Convento de Santo Domingo a los bajos de la Casa del Estado, que luego fuera cede del Poder Legislativo.   La primera imprenta contralada por el gobierno fue traída de Guadalajara en 1824 por su propietario, el Señor Don José María Ramos Palomera, por  órdenes del gobernador interino de Zacatecas Coronel Juan Peredo, originario de Aguascalientes, instalándose en 4 piezas del Convento de Santo Domingo. El primer impreso que se publicó ahí fue una circular para Secretaría del Congreso local, el 6 de enero de 1824. Sin embargo, en agosto de ese mismo año, el Señor Ramos Palomera se vio forzado a renunciar a su puesto debido a lo raquítico de los sueldos, vendiendo su taller al gobierno por la cantidad de 3 mil 500 pesos. Tres meses antes, en mayo de 1824, el Gobierno de Estado había establecido una Junta de Censura y Libertad de Prensa, compuesta por el Presbítero José Ramón Jiménez, Rector del Colegio de San Luis Gonzaga, Fray Antonio Gálvez, Marcelino Gamboa y José María Sánchez Pareja. Vino de Guadalajara para sustituirlo el Señor Juan Ordorica, llegando de la Ciudad de México los oficiales impresores Juan Nepomuceno Cabrera, Mauricio Monroy y Francisco Rangel –quienes sucesivamente también fueron renunciando a sus puestos por la misma razón de los precarios sueldos. Ordorica, en efecto, sólo resistió ocho meses como regente del negocio, pues el sueldo de 12 pesos semanales se redujo a 10, y luego a 8 pesos, por lo que no tuvo otra opción que separarse, quedando en su lugar por breve tiempo el maestro Juan Pérez y luego Don José Ramón Irigoyen.





   A la renuncia de Irigoyen de ese empleo, ocupó su lugar desde el 25 de septiembre de 1826 el Señor Pedro Piña, que a su vez fue sustituido nueve años más tarde por Don Aniceto Villagrana en 1835, el cual había casado un par de años atrás con María Jesús Beltrán. El señor Villagrana dirigió el taller del gobierno hasta su muerte, acaecida el 19 de septiembre de 1850 a los 47 años de edad –habiendo sido separado del cargo entre 1836 y 37 en que fue Regente del Ayuntamiento. Asumió entonces la dirección de la imprenta oficial su hermano, el Señor José Inés Villagrana siendo relevado del cargo un par de años más tarde, en 1853, quedando al frente Telésforo Macías, hasta junio de 1859, cuando fue nombrado como regente el Sr. Mariano Mariscal (1836-1909), sobrino de Don Aniceto, quien a su vez dejó el taller, en julio de 1863, en manos del Sr. Francisco Villagrana. En 1865, durante la Intervención Francesa y el gobierno del 2º Imperio de Maximiliano a Habsburgo, la imprenta fue puesta a cargo  del Sr. Néstor de la Riva, entregándolo en 1867 a los Sres. Francisco Villagrana y José María Inés Villagrana, volviéndolo a tomar el Sr. Néstor de la Riva de 1869 a 1875 –trasladándose la imprenta ése último año al Hospicio de Niños de Guadalupe, haciéndose cargo de ella por segunda vez el Sr, Mariano Mariscado, quien radicaba ya en Guadalupe, donde murió el 16 de octubre de 1909.
    Fueron luego directores de la imprenta del gobierno: el Sr. Juan Luján, Félix Benjamín Echeverría, Irineo Ruiz y Feliz T. Pérez, quien introdujo en 1908 introdujo una prensa automática Optimus movida por electricidad, contando entonces la imprenta en ese tiempo y con 8 oficiales y 4 alumnos en aprendizaje. Siendo gobernador del estado el Lic. Eduardo G. Pankhurst y gracias al director de Hospicio Sr Francisco Linares, se dotó a la imprenta de una prensa Chandler con accesorios. La prensa fue fluctuando su estado en cuanto a mejoras, empero, a partir de la Toma de Zacatecas en 1914, en la que las fuerzas revolucionarias de la División del Norte comandadas por Felipe Ángeles y Pancho Villa irrumpieron en Hospicio de Guadalupe, el taller acusó severas deficiencias pues se perdieron muchos tipos, estando al frente de la dirección primero Juan Muro, y luego sucesivamente: Jesús F. Sánchez, Jonás Sánchez Rivera, Gilberto Arciniaga, Alfonso Iracheta y, ya para 1948, Juan Valdez, estando la imprenta todo ese periodo en franca decadencia.
   Los tipógrafos más distinguidos que se formaron en la Imprenta del Gobierno, muchos de ellos radicados luego en la Ciudad de México, fueron: Ezequiel Salcedo, Higinio G. García, Filiberto C. Reza, Esteban Luévano, José López Doñez, Arturo Valdezpino, Eduardo Limón, Manuel Pérez, Fernando Amozorrutia y Joaquín Saucedo. El Periódico Oficial publicado por esa casa impresora cambió muchas veces de nombre, siendo: Gaceta del Gobierno Supremo de Zacatecas de 1829 a 44; Observatorio Zacatecano y  Zacatecano en 1844; La Concordia en 1851; Registro Oficial y El Regenerador en 1855; El Constitucional Zacatecano en 1857; La Sombra de Robespiere en 1859; La Restauración del Orden, Boletín Oficial del Estado Libre de Zacatecas y Defensor de la reforma en 1860; Periódico Oficial en 1864; otra vez El Defensor de la Reforma en 1866; El Periódico Oficial de 1870 a 1874; Defensor de la Constitución de 1877 a 1899; y finalmente Periódico Oficial de 1900 hasta mediados de Siglo XX.[2] De entre los periodistas relacionados con la redacción del Periódico Oficial se pueden mencionar a: Luis de la Rosa Oteiza, Fernando Calderón, Teodosio Lares, Vicente Hoyos, Mariano Fernández Sansalvador, Julio María Márquez, Edmundo G. Pankhurst, Luciano Cuevas, Fernando Vega, Severo Cosío, M. Amador Bejarano, Jesús González Ortega, Manuel M. Urrutia, Miguel López, Manuel G. Solana, Marcos Esparza, Francisco Conchos, Octaviano Pérez, Jesús Valdez, Patricio F. Arellano, Víctor Rosales, Sotero de la Torre, Agustín G. González, José María Celaya, Trinidad García, Anastacio J, Muñana, F. Acosta, Fernando Calderón Jr., Raúl G. Ferniza, Juan B. Rousset y Josefa Letechipía de González.



   La imprenta particular de Don Aniceto Villagrana fue la primera en Zacatecas en contar con piedras y prensa litográfica, desde 1848. Luego de la muerte de Don Aniceto Villagrana la imprenta quedó a cargo de Francisco Villagrna, quien en el año de 1863 formó sociedad con el Sr, Canuto Álvarez Tostado, llamándose la imprenta desde entonces “Imprenta de Tostado y Villagrana”, la cual para 1887 se llamó “Tipografía de la Viuda de Villagrana” siendo su única propietaria Tomasa Serra de Villagrana.
   Otras imprentas  que surgieron en ese tiempo fueron: la imprenta y litográfica de Nazario Espinosa Araujo. La “Imprenta y Litografía de Nazario Espinosa”; estuvo primero en la esquina del Callejón de la Moneda y Dr. Hierro, después a espaldas del Teatro Calderón, luego se trasladó a al Callejón del Chepinque y más tarde el maestro grabador mandó construir un lujoso edificio de dos pisos en el Callejón del Cobre y el Callejón del Borrego don­de instaló sus talleres, teniendo sus oficinas en el Callejón de la Caja #20. Publicó decenas de revistas e innumerables folletos, carteles, anuncios y libros. Abrió también un taller de encuadernación y de sellos de goma, el cual se encontraba frente al justamente célebre Instituto de Ciencias de la bizarra capital. Debido al notable esfuerzo, laboriosidad y capital invertido, los talleres de Nazario Espinosa se levantaron a envidiable altu­ra, anexándose a los talleres tipográficos y de encuadernación, una fábrica de libros en blanco, grabados al aguafuerte, sellos de goma, clichés  y el taller de fotograbado –aunque éstos últimos no alcanzaron a inaugurarse como consecuencia de los movimientos revolucionarios de la revuelta armada de 1910 y la toma de Zacatecas en 1914 por las fuerzas leales a Felipe Ángeles y Pancho Villa.
   La imprenta del Sr. Néstor de la Riva, cuyo impresor fue Joaquín Lorenzana, de 1864 a 1878; la “Imprenta Económica”, del Presbítero Mariano Ruíz de Esparza, primero en la Calle del Correo # 2 (Avenida Juárez) en 1869, luego en la Plaza Principal #7, y finalmente en el Callejón del Mono Prieto desde 1880, estando activa hasta 1911; en el año de 1869 se fundó otra imprenta en la Plazuela de San Juan de Dios, de los Sres. Juan Amador, padre del historiador zacatecano Juan Elías Amador, y Severo Cosío, los que luego se asociaron a los reformadores sociales norteamericanos Maxivell Philips y Enrique Thompson de la corriente evangelista. Estos últimos colaboraron desde 1876 en la revista “La Antorcha Evangélica” de los mismos Severo Cosío y Juan Amador, sosteniendo el órgano evangélico apasionadas controversias con el periódico “El Centinela” del Presbítero Florentino Sánchez.
   La “Imprenta de Tomas Lorck”, fundada por Tomás y su hermano Enrique, que primero se estableció en la casa paterna, en la Calle de Arriba, y luego frente al Hotel Krauss, pasando posteriormente a instalarse en el Callejón del Tenorio, asociándose con los hermanos Enrique, Alfredo y Dagoberto García, trasladándose el taller a la Plaza de San Agustín #21 (Miguel Auza) donde se imprimieron periódicos combativos y revistas científico-artísticas y literarias, destacando las poesías de Luis G, Ledesma y Juan B, Rousset; Lorck vendió la imprenta a Enrique García en 1909, llamándose “Imprenta de Enrique García y Cía.”, instalándose en el Callejón de Rosales y Avenida Hidalgo #30, 32 y 36, ya como único propietario, levantando sus talleres a gran altura por su atingencia y dinamismo en el trabajo. A la muerte de Don Enrique García, el 25 de febrero de 1932, sus hijos heredaron la empresa, introduciendo Ramiro García, para 1949, el linotipo, editando libros de texto y códigos civiles, ya en la Calle de Allende #7.
   La Imprenta “La Económica”, de Telésforo Macías, se abrió en la Calle de la Merced Nueva (Av. Hidalgo) y fue dirigida por Macedonio Palomino y Oscar Aguilar; la tipografía “La Rosa”, del durangueño católico Rafael Ceniceros Villareal, que trabajó de 1881 a 1901, en la Calle de los Gallos #17 (Fernando Villalpando) y luego en la Calle de la Merced Nueva #60. En los bajos del edificio el Hotel Zacatecano, en la Antigua Plaza de San Agustín (Plaza Miguel Auza), estuvo la “Imprenta Literaria”, propiedad del Sr. Domiciano Hurtado, donde se publicó el “Correo Zacatecano”, estando dirigida por el Sr. Mariano Elías, quien se separó en 1905 para abrir la “Tipografía Moderna” de su propiedad; dicho establecimiento se cambió primero a un local contiguo a la Presidencia Municipal y finalmente fue trasladada a la Calle de Gorrero #35 (Avenida Juárez) estando al frente de ella los Sres. Manuel Parra y Jesús F. Sánchez, hasta la muerte del Sr. Hurtado el 21 de septiembre de 1916; la imprenta fue vendida al Sr. Jaime Talancón, cambiando de nombre a “Imprenta Artística”, estableciéndose en Avenida Hidalgo, en un local que luego fue el “Salón Princesa”, aunque su propietario se fue con ella a vivir a Torreón donde pasó a manos de otros dueños.
   Para el año de 1923 un discípulo del Sr, Manuel Parra, quien había sido regente de la “Imprenta Literaria”, el ameritado y experto tipógrafo Sr. Jesús F. Sánchez, fundó la “Imprenta Sánchez”, situada en la Calle de Arriba (luego Avenida Guerrero) y luego en Avenida Rayón #31, la cual sobrevivió hasta mediados de siglo debido a la constancia, cuidado y dedicación de su dueño; el Sr. Sánchez había sido también regente de la “Imprenta Literaria”, dirigiendo posteriormente la imprenta de Enrique García, y luego la del Hospital de Niños en Guadalupe y la imprenta del Hospicio González Echeverría, de Fresnillo, Zacatecas, la cual funcionaba desde 1892.
   Un discípulo de los expertos tipógrafos Sres. Mariano Elías y José Reveles, el experimentado tipógrafo Sebastián Arciniaga, había regenteado “La Editorial Zacatecana” por un par de años, de 1931 a 33, pudiendo montar para 1934 su propio taller en la Calle de Miguel Auza #34, destacándose por su dedicación y honradez, habiendo sobreviviendo su empresa hasta mediados de siglo.


II
   En el periodo comprendido de la promulgación de la Constitución de 1857 a la Toma de Zacatecas en 1914, lapso cronológico de 57 años en que Nazario Espinosa desarrolló el proceso educativo de familiarización, asimilación y recreación de la nueva técnica litográfica, estuvieron vigentes en la ciudad de Zacatecas las siguientes publicaciones y periodistas: en 1858 editaba la Imprenta del Gobierno su periódico oficial, llamado “El Constitucional Zacatecano”, cambiando de nombre al año siguiente a “La Sombra de Robespiere”, transformándose tan fabulosa denominación por “La Restauración del Orden” en 1860, con la entrada del gobierno clerical y monárquico del ala reaccionaria; un grupo de liberales zacatecanos defendieron valientemente la causa democrática a partir de los acontecimientos políticos de 1857, distinguiéndose en este grupo las plumas de grupo Severo Cosío, Jesús González Ortega, el editor Mariano Mariscal, el Lic. Ramón Talancón, Julio García Márquez y José María Castro, reforzados por los Presbíteros Ramón Valenzuela y Francisco P. Campa, quienes fundaron varios órganos de prensa: “El Guardia Nacional”, “La Lámpara”, “La Opinión” y “La Organización”. En ese mismo año el Lic. Vicente Hoyos sostenía un periódico de filiación totalmente conservadora: “La Verdad Católica”.
   En Tlaltenango circulaban los periódicos animados con brío patriótico por Don Jesús González Ortega llamado “La Sombra de García”, y junto con el Lic. Juan F. Román colabora en: “El Espectro” y “El Pobre Diablo”; en Jerez circulaba el periódico “Ariete” del Instituto Literario de García Salinas y para 1895 “El Turista” y “La Unión Jerezana”  de Aniceto Fuentes y Darío Dena en 1895 y 96; y en 1909 “El Bastión” de variedades e información. Durante la Intervención francesa de octubre de 1865 a noviembre de 1866 en Fresnillo se publicó: “El Pabellón Nacional”, editado por Rafael Zavala e impreso por Feliciano Guerra; tres años después circulaba en esa misma ciudad “El Relámpago”, para 1873 “La Reforma”, “La Crónica Local de Fresnillo” y “La Crisálida” para 1895, sumándose a ellos de 1901 a 1902 “El Boletín Oficial”, y ”El Filomático de Fresnillo” en 1907, de Luis G. Ledesma, y; en 1909 “El Pensamiento Libre; en Pinos apareció en 1869 “El Amigo del Pueblo”; en Guadalupe “La Unión”, de literatura, variedades e información, de Ezequiel A. Dueñas.
   Para 1869 la ciudad de Zacatecas contaba con las siguientes publicaciones: “El Centinela”, periódico religioso, social, de literatura y variedades redactado por el Pbro. Florentino Sánchez; “La Antorcha Evangélica” comenzó a editarse en Villa de Cos, siendo luego reforzada con los misioneros evangelistas Maxivell Phillips y Enrique Thomson, editado por Román Castillo; otras publicaciones menores fueron “La República”, “El Católico”, “El Cometa”, “La Discusión” y “La Convención” –el cual cambio luego de nombre a “El Demócrata”.  En 1870, sin embargo, salen a la luz tres órganos de los liberales progresistas: “El Tribuno del Pueblo”, “El Jornalero de la Prensa” y “El Boquiflojo”.
   Entre 1872 y 1875 existió en Zacatecas una interesante revista de Literatura, Ciencias y Artes llamada “El Filograma” en la que participó en pleno el Ágora entera de los ingenios regionales: Francisco Linares, Luis de la Rosa Oteiza, Vicente Hoyos, Esteban Ávila, Fernando Sansalvador, Octaviano Pérez, Pbro. Francisco Sotomayor, Felipe Avalos, Fernando Calderón Jr., Severo Cosío, Thomas Lorck, Juan B. Rousset, Macedonio Palomino, Severo Cosío, Lázaro Negrete, Luis G, Ledesma, Manuel R. Ibarrola, Victoriano Márquez, Anselmo Pérez Maldonado, Florentino López, Francisco Macías y las poetizas María Guadalupe Calderón y Antonia Vallejo. Hubo otra revista de Literatura, Ciencia y Artes llamada “El Celaje”, que apareció a partir de 1877, siendo su editor el Sr. Juan B. Rousset, editándose en la Imprenta de Tostado y Villagrana, colaborando en ella, además de los escritores de “El Filograma”, el Lic. Jenaro Raigosa, Francisco Aranda, Carlos Galindo, Bartolomé Ballesteros, José Leal, José Árbol y Bonilla, Fidencio Días de la Vega, Francisco Santini, y las poetizas Isabel Elías de Ramírez y Tomasa Serra de Villagrana.
   Entre 1873 y 75 aparecieron los periódicos de política: “La Verdad”, “El Deber Patrio”, “El Radical”, “La Página del Pueblo”, de carácter instructivo, “La Reforma”, que incluía variedades, y el “Semanario Municipal”, el órgano del Ayuntamiento y de la Jefatura Política, el cual se llamó de 1884 a 1903 “La Crónica Municipal”.



   Alfonso Toro del Instituto de Ciencias dirigió en 1882 el órgano estudiantil “El Tribuno”, circulando un año antes la hoja periodística “La Paz” y un poco más tarde el periódico de variedades y anuncios “Los Cinco” del Sr. F. Arámburo. En 1884 salió “La “Prensa Libre” del Partido Liberal Zacatecano, redactado por el Sr. José Enciso Ulloa; “La Unión Zacatecana”, publicación política dirigida por el Sr. Alberto Muñoz; “La Razón”, también de política; “Sin Razón”, redactado por José María Zepeda González, y;  “La Murga” de Francisco Linares y Santiago Kimball.
   Una interesante publicación apareció en marzo de 1885: “El Perfume de la Religión”, del Pbro. Fray Ángel de los Dolores Tiscareño; en ese mismo año “El Máscara”, de oposición, de Bernardo Romo. El periódico religioso “La Palanca Social” del Pbro. Pedro G. González apareció en 1888 y un año después una publicación festiva llamada “La Chancla” del Sr. J. Esparza, junto con “La Época”, de información y política. Otro semanario religioso, científico y literario de interés fue “La Rosa del Tepeyac”, del Lic. Rafael ceniceros Villareal, nativo de Durango, el cual circuló de 1891 a 1895. Tomás Lorck también publicó un semanario, llamado “El Liberal”, de 1891 a 93. En 1894 existía “La Enseñanza en el Hogar”, periódico político y literario de Guadalupe.
   La prensa zacatecana empezaba su lapso más fecundo con la aparición de dos periódicos semanarios, que fueron los principales de 1895: “El Obrero Zacatecano”, de política, variedades y agricultura, minas, comercio e industria, y “El Eco de la Opinión”, publicación independiente porfirista que postulaba para Gobernador del Estado al Gral. Aréchinga. Circulaban también “El Factor”; “El Tribuno”; “El Arte”, de literatura e información, y; “La Juventud”; para 1897 “El Progreso”; “Don Fulano”; “La Instrucción del Pueblo” de carácter católico; “Martín Garatuza”, anticlerical; “El Vale Coyote” y “El Barretero”, y; “El Observador Zacatecano”, de literatura y variadas hasta 1900. A ellos hay que sumar las publicaciones políticas: “El Municipio” y “El Amigo del Pueblo” del Club General Bernardo Reyes, que postulaba para Gobernador del estado a Sr. Lic. José María Echeverría.
   Para arrancar el Siglo XX se publicaron “El Hijo del Trabajo”, dedicado a la clase obrera; “El Centinela”, liberal;  “La Bandera Católica” de José María Esparza; “La Juventud” en 1902 a 1911¸ de literatura y variedades; el mejor periódico de información que tubo Zacatecas por mucho tiempo “El Correo Zacatecano”, dirigida por J. Manuel Villa y administrada por Mariano Elías y José Guadiana; “El Eco de Zacatecas”, religioso, de 1903 a 1904; “La Regeneración” y “La Libertad”, políticos, postulando el último para Gobernador al Sr, Lic. Eduardo G. Panhurst, dirigido por Julián Torres; “El Renacimiento” de la Sociedad Científico, Artístico y Literaria, del Sr. Aurelio Elías. En 1905 apareció una curiosa revista literaria llamada “La Flor de Loto” de José N. Orozco. 



   El “Boletín de Educación”, de la Dirección General de Educación, de 1906 a 1922, y luego salió en 1944 para dejar de circular en 1945; “Boletín Mensual del Observatorio Astronómico del Estado”, de 1906 a 1913; “El Jococón” de Enrique Gracida que se publicó con enorme popularidad de 1906 a 1913; y en 1907 “El Diablito Travieso”; “La Academia” de 1908, semanario católico que sobrevivió hasta 1915;  en 1910 apareció “El Estudiante de Salamanca”, la “Revista Literaria”, del Instituto de Ciencias; y EN 1911 “El Diario de Zacatecas”, “El Anti-Reeleccionsita”, políticas, y “El Clarín” de Enrique Tenorio; salió a la luz el semanario religioso “El Grano de Arena” del Pbro. Don Manuel Calvillo Guerra. En 1912 la “Revista de Zacatecas” y “El Boletín de la Revista de Zacatecas”; “Revista de Zacatecas Ilustrada”; “La Palanca”, “El Escorpión”, órgano del Partido Católico y el semanario “El Ilustrador Católico”; “El Pueblo Libre” del Partido Liberal; “Justicia” de carácter independiente; “El Pregonero” y “El Patriota”, de política; “El Demócrata”, órgano del Partido Católico junto con “A.B.C.” del mismo partido en Fresnillo.
  En medio de la primera toma de Zacatecas por las tropas de Pánfilo Natera en su lucha contra los huertistas aparecieron en 1913 los periódicos “El Estado”, del Partido Liberal; “La Verdad” del Partido Democrático; “El Rabo Verde” y “El Chimborazo”, semanarios de combate; “El Diablo Rojo” y “La Voz del Pueblo”, junto con “La Voz de un Sastre”; “La Época”, “La Regeneración”, órgano del Centro Anti-Reeleccionista José Luis Moya, que postulaban para Gobernador a Sr. Fernando Cabral, y “Municipio Libre”, órgano de la Jefatura de la Policía, que se publicó hasta 1932.
   El fatídico año de 1914 salió a la luz “Siglo XX”; “El Correo de la Tarde”; “El Noticiario”, el diario católico “Patria” y “La Revista de Zacatecas”, segunda época. En 1915 existió “La Voz de Zacatecas” que duró hasta 1916, dirigido por Teodoro R. Guerrero, año en que surgieron a la arena periodística “Ideal” de los estudiantes normalistas; “Reconstrucción”, “Sagitario” y “Helios” de la Liga Pedagógica Zacatecana, siendo su director Salvador Vidal.[3]








[1] En el año de 1822 el jefe político de la Provincia de Nueva Galicia, Don José Monter, propuso al gobierno del Primer Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide, el establecimiento de la primera imprenta en la región, a presupuesto del impresor de la Ciudad de México Alejandro Valdez, por 790 pesos, iniciativa que quedó en suspenso por el derrocamiento republicano del Primer Imperio Mexicano de Iturbide.  Salvador Vidal, “La Imprenta y el Periodismo en Zacatecas”. Ed. Imprenta del Sr. Arciniegas. Zacatecas, 24 de mayo de 1949. Pág. 4. Trabajo leído en el Congreso Mexicano de Historia, que se verificó en la Ciudad de Zacatecas del 8 al 17 de septiembre de 1948, en la IX Sesión, Primera Asamblea de Mesa Redonda, el 17 de septiembre de 1948. Trabajo inserto en el libro de Federico del Real Espinosa, Álbum de Familia. Ocho Lustros de Vida Zacatecana. México. 1ª Ed. Del Autor. 1991.  
[2] Además del texto de Salvador Vidal puede verse: Luis Medina Lizalde, “Breve itinerario histórico de la Prensa Zacatecana”.
[3] Salvador Vidal, “La Imprenta y el Periodismo en Zacatecas”. Ed. Imprenta del Sr. Arciniegas. Zacatecas, 24 de mayo de 1949. Pág. 4.












martes, 29 de abril de 2014

Francisco Montoya de la Cruz: los Cuatro Tableros de la Normal Superior de Durango Por Alberto Espinosa Orozco

Francisco Montoya de la Cruz:
los Cuatro Tableros de la Normal Superior de Durango
Por Alberto Espinosa Orozco 





I
   En la vetusta casona que se encuentra entre las calles de Negrete y Bruno Martínez, que fuera la magnífica residencia del historiador José Fernando Ramírez (1804-1871), se encuentran cuatro magníficos tableros murales pintados por Francisco Montoya de Cruz en el año de1939, cuando era representante en Durango de la LEAR.
La residencia tiene una larga historia: en ella se fundó el Colegio Civil, que desde el 15 de agosto de 1856 ocupó el edificio, tomando el nombre en 1860 las instalaciones de Edificio Central del Instituto del Estado, adoptando el lema “Virtud et Merito” -siendo posteriormente el local del Instituto de Niñas, de la Preparatoria de Durango y de la Facultad de Derecho. En el año de 1869 fueron creadas las carreras de artes, jurisprudencia, ingeniería y medicina. Al morir Benito Juárez en 1872 el Instituto del Estado cambió su nombre al de Instituto Juárez, el cual contaba en sus instalaciones con las carreras de escribano, afinador de metales, farmacéutico, agrimensor, ensayador, comercio y corredor de bienes. Antecedentes directos, pues, del Instituto Juárez, que con el tiempo sería la Universidad Juárez del Estado de Durango. El edificio sirvió de sede desde 1936 a la Normal Superior del Estado y posteriormente albergó a la Escuela Superior de Música. 
   El 21 de marzo del año de 1957 el Instituto del Estado adquirió el rango de Universidad Juárez del Estado de Durango,  siendo gobernador de Durango Francisco González de la Vega, teniendo su sede en ex-Convento de  los Jesuitas, quien cedió el inmueble de José Fernando Ramírez, el 15 de agosto de 1961, a la Universidad Juárez, amparando luego y hasta el año de 2013 a uno de los tres sindicatos con que cuenta  la Universidad: el Sindicato de los Trabajadores de la UJED (STAUJED), conocido el edificio localmente como “El Centralito”.


   Por su parte, el abogado José Fernando Ramírez nació en la ciudad de Parral, cuando esa población pertenecía al estado de Durango. Fue universalmente  considerado uno de los hombres más cultos del siglo XIX.  Dejó a la posteridad una obra colosal, por lo que es considerado regionalmente el “Padre de la Historia Antigua de México”, siendo recordado regionalmente por su libro Noticias Históricas y Estadísticas de Durango, y por haber sido el pionero de la investigación metódica de la historiografía de México. Sus estudios sobre el México Antiguo, en efecto, sirvieron de base a las obras de Alfredo Chavero y de Manuel Orozco y Berra.[1] José Fernando Ramírez fue miembro destacado del Partido Liberal, sin embargo debido a la insistente petición de la emperatriz Carlota colaboró en el Imperio de Maximiliano, con el nombramiento de Ministro de Asuntos Extranjeros. Con el triunfo de la Republica y de Benito Juárez, se retiró a vivir a la ciudad de Bonn, Alemania, donde era respetado como científico eminente y fue en esa ciudad que vio la muerte el día 4 de marzo de 1871.



   Su biblioteca personal, notable por las joyas con las que cuenta, fue adquirida por las autoridades de Durango, junto con su casa, las cuales no le fueron pagadas en su totalidad, cobrándose así los republicanos lo que consideraron un grave error político del ilustre historiador.[2] La fuente original de la Biblioteca Central Pública de Estado de Durango no es otra qua fabulosa “Colección Especial” de José Fernando Ramírez, ahora depositada en los Fondos Reservados, y que está compuesta por más de 7 mil 477 volúmenes de los Siglos XVI al XIX –estando el día de hoy resguardadas las obras, algunas de ellas elaboradas en pergamino, en un flamante edificio especialmente acondicionado para su perfecta conservación, localizado en lo más ato del Cerro del Calvario, sobre la calle de Florida. Como historiador Ramírez es uno de los más importantes de nuestro país, pues son fundamentales sus contribuciones al recuento del México prehispánico, no sólo por escribir historia, sino también por compilarla, editarla y difundirla, pues a su empeño por recuperar los documentos históricos se debe una parte de la historia nacional, pues gracias a él se salvó la documentación del México prehispánico.[3]







   Hay que agregar aquí que a Juan de Tovar se le conoce, por su amplia erudición y dones oratorias, como el "Cicerón Mexicano". [4] 

  

II
   Aunque Francisco Montoya de la Cruz formó parte de la LEAR, para el año de 1939,  tiempo en el que pintó los murales para la Normal Superior del estado de Durango, la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios se encontraba ya prácticamente disuelta. Sin embargo en el primer tablero pintado por Montoya quedó impresa su doble posición contra el fascismo y contra el imperialismo, que en ese mismo año habrían de conducir al estallido de la 2a guerra mundial.
   La obra mural de Francisco Montoya de la Cruz tiene su primer desarrollo cabal en la década de los 30s –tiempo marcado por el gobierno del general Lázaro Cárdenas y del apogeo de las corrientes comunistas en el país. El pintor durangueño Francisco Montoya de la Cruz se había comprometido con el movimiento muralista mexicano, pues creía en la necesidad de establecer un arte al servicio del pueblo basado en las tradiciones estéticas mexicanas. Desde que estudió en la Escuela de San Carlos, Montoya de la Cruz estableció fuertes ligas con la LEAR, tanto con Fermín Revueltas, de quien fue su ayudante en su obra vitral, como con Silvestre, que era miembro de la liga y después dirigente.
   En efecto, tanto Montoya de la Cruz como el poeta durangueño Alexandro Martínez Camberos pertenecían a la LEAR, los cuales fueron nombrados como representantes permanentes para la delegación durangueña. Los miembros de la LEAR en Durango respaldaron la labor del gobernador cardenista Enrique Calderón a lo largo de sus años de gobierno, el cual explícitamente declaraba en su “Ideario de Gobierno” la importancia de “crear y fomentar arte de agitación social útil”  Luego de la disgregación del famoso Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores organizado y dirigido por Siqueiros, un grupo de artistas que compartían las inquietudes por la injusticia social se adhirieron a los fundadores de la LEAR,  surgida en 1934 con la intención de unifica a la clase obrera y combatir el fascismo –al que siguió, en 1937, la creación del Taller de la Gráfica Popular, en mucho como un intento de repetir las experiencias graficas de la Liga.  Los dos primeros tableros de Montoya de la Cruz pintados, casi se diría que esculpidos en color, representan, efectivamente, una brillante síntesis de las posiciones fundamentales de la LEAR contra las amenazas del imperialismo y el fascismo internacional.
   El año de 1933 resultó una fecha histórica para el socialismo nacional, por la vinculación de grupos de intelectuales de izquierda con dirigentes del movimiento obrero. Los socialistas se dividirían así en dos grupos: los que fundaron la Liga de Escritores y Aristas Revolucionarios (LEAR) y aquellos que fundaron el Partido Popular y posteriormente la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM), es decir, el grupo en torno a Vicente Lombardo Toledano. La vida cultural de México en los años 30s estaría determinada por la presencia de la LEAR, junto con el grupo de los Estridentistas y de Contemporáneos.  Época ciertamente de gran complejidad, no exenta de confusión ideológica, impuesta por una retórica socialista, que a veces era confusa y poco precisa, pero que tuvo la virtud de integrar una serie de elementos estéticos y filosóficos para precisar su dirección y contenido, alternando esos con los grupos socialistas que tenían, empero, un carácter oscurantista, pues sus esquemas verbales eran igualmente usados por elementos fascistas del gobernó, quienes daban un sentido diferente a las palabras pueblo, compromiso o educación socialista –mientras que en la vieja Europa las mismas nociones servían a los partidos socialistas, donde surgieron los temibles movimientos fascistas, nazis y falangistas.   Así, en el año de 1933 se funda la LEAR, versión mexicana de la Unión Internacional de Escritores y Artistas Revolucionarios –la cual fue fundada en 1930 en la Unión Soviética por Jorkov, organización que, sin embargo, fue disuelta en 1935 durante el 7º Congreso Mundial de la Internacional Comunista. Su propósito fue luchar, con los medios al alcance del arte, para lograr la vinculación con la clase obrera y articular su posible unidad, fundamental en el apoyo contra las insidias e intervenciones del imperialismo  y del fascismo internacionales en su declarado apoyo a la guerra. Su ideal era definir una política cultural mexicana y proyectar ésta como un arma de lucha social -estando por tanto ligada estrechamente con el Partido Comunista Mexicano, el que pugnaba por una transformación en la estructura económica del país y se encontraba directamente vinculado con la 3ª Internacional.
   La LEAR fue una notable agrupación de artistas e intelectuales mexicanos, ligados a figuras internacionales de la talladle Pablo Neruda, Rafael Alberti y Nicolás Guillen. Sus líderes y primeros directores fueron Juan de la Cabada, José Mancicidor y Silvestre Revueltas. La asociación se fundó en 1933 en la casa del grabador Leopoldo Méndez, siendo sus principales integrantes: Juan de la Cabada, Pablo O´Higgins, Luis Arenal, Xavier Guerrero, Emilo Abreu Gómez, Clara Purcet, Fernando Gamboa, Julio Bracho, Juan Marinello, Edit Kaplan, y grupo de los pintores vinculados con la Escuela Nacional de Bellas Artes: Santos Balmori, Alfredo Zalce y José Chávez Morado, destacándose el grupo de Durango integrado por Francisco Montoya de la Cruz, Alexandro Martínez Camberos y Silvestre Revueltas. Otros aristas que participaron en la liga fueron: Manuel Álvarez Bravo, María Izquierdo, Rufino Tamayo, Octavio Paz, Juan Soriano, Carlos Guerreo Romero, Julio Castellanos, Gabriel Fernández Ledesma, Amelia Guevara y Feliciano Peña.



   El grupo se caracterizó, en efecto, por su lucha contra el fascismo y el imperialismo, la cual fue larga e intensa, destacando sobre todos ellos la actividad de los creadores muralistas, quienes buscaban renovar la función social del arte y que programáticamente habían tomado una posición comprometida con las causas proletarias, obreras  y campesinas. Su órgano de información y propaganda fue legendario: la revista “Frente a Frente”, publicación ligada a los grupos comunistas norteamericanos, especialmente a John Reed, Clouse y Joseph Freeman, pero también al Partido Comunista Francés y a la Casa de la Cultura de Francia. La revista tenía un tono crítico saludable, arremetiendo contra los impostores del socialismo: criticando incluso a Carlos Chávez y su Sinfonía Proletaria, lanzándose contra el troskista-hegeliano de Diego Rivera y el atildado Carlos Riva Palacio, quienes abiertamente dragoneaban asumiendo posiciones de izquierda.
   En una primera  etapa de compromiso con las propuestas éticas del grupo las críticas más virulentas de la LEAR estaban dirigidas contra la prensa burguesa vendida y contra el rollizo Diego Rivera, acusado de ser el pintor de cámara del gobierno. Sus críticas ponían en entredicho la retórica demagógica del gobierno en favor de las masas proletarias, considerando que era una cultura dirigida, cuyo carácter manipulador se ponía en evidencia en las marchas y las manifestaciones a favor de la educación socialista, pues resultaba imposible que las fuerzas retrógradas y retardatarias del PNR pudieran efectivamente impulsar una educación con carácter social. También señalaron la paradoja de la campaña cardenista y su plan sexenal, al llamar socialista a un país re
   Para 1934 la LEAR constaba de 30 miembros y empieza a dividirse por sectores de pintores, músicos y actores, sumándose más tarde los gremios de arquitectos, educadores y teatreros, los cuales tomaron como bandera el asesinato del líder cubano comunista Julio Antonio Mella. Las propuestas de la LEAR  resultaban revolucionarias para una clase proletaria esquilmada, siendo sus ideales: libros y útiles escolares gratuitos, escuela gratuita, apertura de nuevas escuelas primarias en todo el país, aumento del profesorado y de sus condiciones de vida. El propósito declarado de la LEAR era impulsar la lucha de clases mediante una campaña intelectual, basta y profunda, a favor de las masas de obreros y campesinos desheredados.
   La guerra civil española consolidaría la coherencia moral de los intelectuales dentro del grupo de la LEAR, que abiertamente apoyaron la causa republicana, cuando España entera se volvió el campo de experimento para ensayar el poder las fuerzas agresivas del fascismo. Es entonces cuando se da una política de frente amplio popular, que integra a intelectuales y artistas, aceptando la LEAR a otros grupos revolucionarios cercanos al gobierno, como Vicente Lombardo Toledano, o a miembros del grupo de solitarios, el grupo sin grupo de Contemporáneos, especialmente con José Gorostiza, Carlos Pellicer y Xavier Villaurrutia, simpatizando con ellos a la distancia y trabando relaciones con Haya de la Torre el poeta sinaloense Gilberto Owen. Se establecieron también  relaciones internacionales, especialmente con los futuristas italianos. Una de las propuestas del grupo dirigente, comandado por Silvestre Revueltas, fue la defensa de la libertad de creación, pues no es posible hacer un arte acrítico o militante y ciegamente ortodoxo o por asignación.
   En el importante Congreso de Guadalajara de 1937 se reunieron para rechazar el fascismo y apoyar  la causa republicana una serie de intelectuales y artistas, entre los que figuraron Silvestre Revueltas, quien presentó su homenaje a García Lorca, Juan Marinello, José Mancicidor, Nicolás Guillen, quien leyó su poema Setsemayá, José Chávez Morado, Octavio Paz, Elena Garro, Guerrero Galván y María Lusa Vera.  Algunos de ellos asistieron al Congreso de Artistas y Escritores revolucionarios de Valencia y de ahí fueron a Madrid, destacando la presencia de Silvestre Revueltas, Octavio Paz, Federico Gamboa, José Mancicidor y Elena Garro. A su regreso a México, sin embargo, la LEAR desapareció, junto con su órgano de difusión “Frente a Frente”, cuyo último número, el 13, apareció hasta enero de 1938 –todo ello debido a que fuerzas gubernamentales había penetrado en la organización, enturbiando permanentemente la mística revolucionaria de la Liga.


III
   En medio de ese ambiente nacional, el edificio de la Normal del Estado de Durango es decorado por el muralista Francisco Montoya de la Cruz, en el año de 1939. Se trata de cuatro impresionantes tableros en las cuatro esquinas de patio central, con los temas de: “La creación”; “La conquista y el Sistema Feudal”; “El Imperialismo”, y;  “La Defensa del Derecho y de la Tierra y la Emancipación de la Mujer (La Educación de los Pueblos)”. Los tableros se encuentran en los muros dispuestos de acuerdo a los cuatro puntos cardinales.
   En el tablero del ala este se encuentra, a manera de una doble hoja abierta, el mural “El Imperialismo”. Por un lado, en la primera hoja, destacan  las presencias de la maquinaria y de la mano humana, no como símbolos de la técnica y del progreso o del dominio del hombre sobre la naturaleza, sino como emblema de la enajenación y del dominio de la maquina sobre el hombre mismo. Una mano dorada encrespada, metálica ella misma, se  yergue al centro del panel, habiendo en ella algo de inhumana, de robótica, de maquinal, encontrándose acordonada a la estructura de poleas y bandas, subsumida en una especie de inmensa bobina mecánica. Mano vanguardista, en cierto modo, que recuerda vivamente las estructuraras androides de la película de Metrópoli de Fritz Lang. Por debajo de ella los tanques de combustible, que se elevan en dirección a dos gigantescos riñones inhumanos, pone de manifiesto el espíritu bélico que hay en el fondo del maquinismo contemporáneo. El tablero es coronado con la bandera roja del Nacional Socialismo Alemán y la cruz gamada, la cruz quebrada de la suástica hitleriana. Mural que refleja el clima internacional de aquellos tiempos, pues la carrera mundial del armamentismo daba lugar precisamente en 1939 al estallido de la 2ª Guerra Mundial.
   En la siguiente hoja de la esquina este el artista representó al temible imperialismo internacional, con la heráldica del capital: el símbolo del ahorro entendió bajo la forma de la inexpugnable acumulación blindad por la caja fuerte. Se trata de la entronización del sistema financiero, del poder del capital elevado a máxima deidad, que es el signo del materialista de nuestro tiempo: en cierto modo el del dominio de la naturaleza por la máquina y la ciencia, por la técnica, y junto con la naturaleza, el dominio del hombre mismo, resolviéndose así todo en su contrapartida necesaria: la guarida del espeso ahorro.
   Así, en la alegoría del pintor dos manos monumentales sostienen la pesada caja de caudales, que secretamente encierra, bajo la forma de papel moneda o de acciones bursátiles, el tesoro conquistado a costa del sacrifico de la fuerza de trabajo humana, de la sangre y el sudor del prójimo, elevando la acumulación de dinero en el principio económico que rige la vida toda del materialismo, y cuya fórmula económica no sería otra que la revelada por el filósofo mexicano Antonio Caso: a un mínimo de esfuerzo un máximo de provecho.



  Por un lado, el emblema del imperialismo aparece bajo la forma del ahorro, de la acumulación del capital financiero: es la caja fuerte, emblema de la banca, que da al capitalista el poder y la fuerza  para especular en el mercado y de contratar la mano de obra barata, o bien de controlar o los hombres carentes del aceite financiero o excluidos del ciclo económico. Por el otro, por debajo de las dos manos aparece una poderosa tobera hidráulica, cuyo mecanismo advierte sobre la estrecha alianza y los compromisos esenciales e irrenunciables entre el capital financiero y la industria energética y de transformación.
   Así, los tableros conjuntos significan las dos potencias que llevaron al mundo entero, a escala planetaria, a un conflicto bélico que costaría millones de vidas humanas. Por una parte, la obsesión del capital financiero del imperialismo por acaparar la riqueza y la acumulación en unas cuantas manos, acaparando el producto del esfuerzo colectivo; por el otro, se representa también el nacionalismo feroz, que poseído por el espíritu de lo maquinal trama la destrucción del mismo género humano bajo la forma de la conquista a cualquier precio del orbe mundial entero.


IV
   En el mural del ala sur el artista cifra el drama de “La Conquista, representada bajo la forma  de una fabulosa arquitectura gótica, en que se anida y despliega sus alas el cuervo del oscurantismo. Más que tratarse de una alegoría del proceso de la conquista en la Nueva Vizcaya, la cual logró triunfar con los instrumentos de la fe y con la fuerza de las armas, con la fuerza del dogma y la tecnología metálica para la protección y ataque de los guerreros españoles, el artista quiso representar el culto a lo oscuro enquistado en las instituciones eclesiásticas cristianas. 
   El primer tablero, pintado en la dificilísima posición de la contra esquina del muro occidental, se dibuja la entronización de la espada, en medio de delirantes construcciones góticas coloniales, siendo también un emblema de la temida época del reino fuerte como el hierro, de la que  habla el profeta Daniel (2.41), reino dividido, al ser fuerte y débil al mismo tiempo, por estar constituido a la vez de hierro y barro.
      Sobre uno de los muros es notable un rayón en la pared, que ha durado por muchos años, en donde están los signos de la dos SS de la zigzagueante suástica del Nacional Socialismo alemán -afirmación soez que nadie en Durango ha querido denunciar, y que tampoco nadie ha podido hasta la fecha enmendar o limpiar, ni dentro de las autoridades universitarias o sindicales, ni fuera de ellas.


V
  El tablero del ala norte corresponde a “La Defensa del Derecho y de la Tierra y la Emancipación de la Mujer”. Obra donde el artista representa la lucha de emancipación del pueblo mediante una serie de poderosas rostros, de gestos hieráticos, siendo su carácter monumental y heroico. Figuras que tienen algo más que humano, de una grandeza sin duda mitológica encarnando, como si de ángeles se tratara, las fuerzas supremas del Derecho, de la Ley  y de la Justicia.
   En este doble mural Montoya de la Cruz logró algunas de las imágenes más poderosas y de mayor contundencia plástica y volumétrica de todo el muralismo en el noreste la república mexicana. Al igual que en algunos cuadros de José Clemente Orozco, Montoya de la Cruz logró que el espacio arquitectónico mismo responda de formas inusitadas, que se curve o se prolongue en direcciones encontradas. La fuerza expresiva de los rostros de los combatientes resulta un verdadero prodigio: en particular los ojos fijos de la mujer poseída por el espíritu de la defensa de los principios, la cual que podría calificarse de hipnótica, son de una de fijeza prácticamente visionaria.



VI
   Por último, en el mural oeste se titula “La Creación”. Imagen en que se relata la bíblica expulsión del Paraíso terrenal de la pareja primordial, sumando las imaginas reduplicadas de la cabra de Amaltea en clara alusión a los ideales eróticos de su maestro Diego Rivera. En efecto, el mural sobresale una especie de estalactita, cuya forma fálica es una exultación de la naturaleza  y del poder fecundador, propiamente viril y sexual, en la que el artista hace una analogía biológica con la vida vegetal e incluso mineralógica, relacionando la energía engendradora con el árbol y con el musgo, con la floración de las estaciones y también con los elementos.



   Pero en Montoya de la Cruz, a diferencia de Rivera, no se trata de la maduración, un poco pútrida, del evolucionismo positivista de Spencer, sino de una especie de alquimia evolucionista, en la  que describe claramente la prehistoria de la humanidad, su infancia podría decirse, antes de la aparición de la ley moral y del bautismo. Se trata así de una especie de adopción del positivismo evolucionista, que en esos años alcanzó a tomar en México una forma pictórica perfectamente codificada bajo los pinceles riverianos, pero que el pintor regional sitúa en su propio contexto cronológico, en cierto modo adánico, de primer día del surgimiento del mundo, donde el hombre se encuentra todavía un poco inconsciente de la situación de su alma, anonadado por su expulsión del paraíso terrenal, donde aparece el rostro estupefacto de Eva, su pareja primordial llevando entre los brazos al producto cainíta del pecado.


VII
   Por último, sólo cabe destacar que sobre las esquinas de los arcos del corredor central se encuentran una serie de motivos ornamentales, que refuerzan, por decirlo así, con nuevos elementos, las ideas que Montoya de la Cruz presenta a los espectadores, a manera de puntos de transición entre unos murales y otros. Aparece así el casco del guerrero metálico, que al estilo de las armaduras medievales volvían invulnerables a los guerreros conquistadores, frente a las rudimentarias armas de los naturales del lugar, quienes peleaban con hondas y rudimentarios arcos. Aparecen también escudos, pesadas espadas de hierro y poderosas, por un lado, mientras que por otro exhibe los primitivos instrumentos de trabajo y de guerra de los indios autóctonos, hachas hechas de piedras labradas, amarradas con listones de carnaza u ollas artesanales de barro de sugerentes decoraciones. En otras ocasiones, aparecen extraños objetos utilitarios o de guerra, o bien solios pontificios y en alguna ocasión las tablas de la ley cristianas, con los números romanos que indican los mandamientos de Dios para con la iglesia. 
   En otras ocasiones sobre las trabes de los arcos apareen decoraciones más modernas, como la cruz de cinco puntas, envuelta en unas nubes, como símbolo del comunismo, en cuyo emblema tenia por aquel entonces Montoya, como gran parte de su generación, puestas algunas de sus esperanzas. Aquí una lámpara de minero rustica y de edad indeterminada nos alumbra con su chispa de luz por un momento con su presencia. Más allá, motivos estéticos, al parecer de intención puramente ornamental, a manera de rayos o saetas, dando continuidad al tema de alguno de los murales. Acullá, un libro que no tiene escrito signo alguno, acaso como emblema de la creación y del estudio o como visión de un arcano, del libro donde estarán escritos los nombres de los justos para la bienaventuranza eterna. También se encuentran ruedas neumáticas y émbolos pertenecientes a la industria moderna –siendo necesario agregar que tales motivos ornamentales se encuentran seriamente dañados por el paso del tiempo, el descuido y la humedad, siendo varios de ellos ya de todo irrecuperables.







[1] José Fernando Ramírez , Noticias Históricas y Estadísticas de Durango. Impreso por Ignacio Cumplido,  Ciudad de México, 1851.
[2] Héctor Palencia Alonso, Apuntes de Cultura Durangueña, 1ª ed. Durango, México, 1991, Págs. 28-29.
[3] Tres grandes historiadores del siglo XIX se dieron a la tarea de reconstruir el pasado prehispánico, la Conquista y el Virreinato: Carlos María de Bustamante (1774-1848), Joaquín García Icazbalceta (1825-1894) y José Fernando Ramírez (1804-1871). Fernando Ramírez fue además político destacado y un jurista cuya obra desembocó en el Código Civil Mexicano. Enrique Krauze La Presencia del Pasado. FCE-Bancomer. 2005 (Letras Libres, num.77, mayo de 2005).   
 [4]   Juan de Tovar (1543-1623) fue un sacerdote jesuita y escritor mexicano, uno de los hijos numerosos del capitán Juan de Tovar, quien llegó junto con Pánfilo de Narváez durante la conquista de México. Su madre fue una mestiza, nieta del conquistador Diego de Colio. De su madre aprendió varias lenguas indígenas en especial el náhuatl, el otomí y el mazahua, llegó a hablarlas con gran fluidez, siendo considerado como el «Cicerón mexicano». En 1573 ingresó a la Compañía de Jesús y recorrió varias zonas de México recogiendo diversos testimonios de los indígenas hasta su muerte.
   Como sacerdote jesuita impulsó el cultivo de las lenguas mexicanas entre los seminaristas, ya que junto el latín y el griego debían aprender primero el nahuátl antes de estudiar la filosofía y teología. Como escritor plasmó una visión indigenista, describiendo las tradiciones indígenas y el enfrentamiento entre el imperio español y el imperio azteca desde el punto de vista de los vencidos y con una crítica al comportamiento de los vencedores. Su principal obra fue la Historia de la venida de los indios a poblar a Mexico de las partes remotas de Occidente los sucesos y perigrinaciones del camino a su gobierno, idolos y templos de ellos, ritos, ceremonias y calendarios de los tiempos, conocido también como el «Manuscrito Tovar» o «Códice Ramírez», realizado en 1585. Este códice compila de manera detallada las ceremonias, gobernantes y dioses aztecas del período precolombino.
   En 1572, el rey Felipe II ordena al virrey de Nueva España la elaboración de un informe exhaustivo sobre la conquista de México y la historia y cultura de sus habitantes. El virrey recurre al jesuita Juan de Tovar, nacido en Texcoco, México, y que dominaba varias lenguas nativas.
Tovar recorrió numerosas comarcas, entrevisto a nativos, a quienes también encargó pictografías. Su obra conocida como el "Manuscrito de Tovar", se realizó alrededor del año 1585, y consiste de tres secciones principales: 1. De la primera migración de los aztecas en el valle central de México, hasta la conquista de los españoles. 2. Una historia ilustrada de los Aztecas. 3. El calendario de Tovar, una tentativa de combinar el calendario Náhuatl con el santoral cristiano.
   En 1856, Fernando Ramírez comisonado a rescatar los objetos de valor y los documentos del convento grande de San Francisco, México, que iba a ser destruído, encontró un manuscrito anónimo realizado a mediados del siglo XVI, que era el fundamento primordial de la obra de Tovar. Este documento pasa a llamarse "Códice Ramírez", y está constituido en tres partes:
1. "Relación del origen de los indios que habitan en la Nueva España según sus historias", narra los principales sucesos del pueblo Mexica, desde su origen hasta los momentos de mayor esplendor de su gran capital Tenochtitlán.
2. "Tratado de los ritos y ceremonias y dioses que en su gentilidad usaban los indios de esta Nueva España", ofrece importantes informes en relación con las prácticas religiosas de nuestras sociedades indígenas.
3. "Fragmentos" proporciona una serie de datos del reinado de Moctezuma II y de la conquista española sobre aquellas tierras.
   En la Biblioteca John Carter Brown, de Rhode Island (USA), se conserva el original del Manuscrito Tovar; y en la Nacional de Antropología e Historia (México), el Códice Ramírez, con doscientas sesenta y nueve fojas, distribuida cada una en dos columnas, solamente está escrita la de la derecha. Le falta la parte del calendario.
   El Códice Ramírez (o códice Tovar) es el nombre que se le da a dos manuscritos independientes de México central posteriores a la conquista. El documento es una copia incompleta del Códice Tovar, del cual sólo toma la segunda parte y fue descubierto por José Fernando Ramírez en 1856, el famoso historiador de Durango. por quien es nombrado. En realidad son dos versiones manuscritas de un mismo texto: una se conserva en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia; la otra, en la Biblioteca John Carter Brown, de Rhode Island, y contiene algunas láminas ilustradas. En general, cuando se habla del «Códice Ramírez» la referencia es el manuscrito de 1587 de Juan de Tovar. El nombre completo del documento es Códice Ramírez. Relación del origen de los indios que habitan en la Nueva España según sus historias.
   Es una variante con discordantes temporales, pues maneja una cronología diferente a la «oficial». Primeramente ubica a la ciudad de Aztlán en Nuevo México (Estados Unidos). Marca la salida en el año de 820 y llegan a la región central en 902. Las siete tribus que menciona son éstas: tepaneca, tlaxcalteca, xochimilca, chalca, colhua, tlalhuica (sic) y la mexicana. De esta última aclara que su nombre proviene de su «caudillo-guía» Mexi; además sobresale la mención de que lo primero que hacían al llegar a cada población nueva era construir. Salen de Tula en 1168 para desplazarse a Coatepec, movimiento contrario al mencionado en la mayoría de las fuentes. Menciona el capítulo de la represa mágica en Coatepec y la muerte de los opositores (variante del mito del nacimiento de Huitzilopochtli). Menciona la estancia en Chapoltepec, siendo ambigua y poco clara la participación de Copil y la posterior muerte de Huehue Huitzilihuitl. Otros datos interesantes son la entronización de Acamapichtli y la fundación de México al mismo tiempo en 1318. También dice que Huitzilíhuitl comenzó a reinar en 1359.
   A pesar de su cronología es un documento importante, pues algunos datos contribuyen a entender y establecer la verdadera historia del origen de los mexicas. A partir del folio 85r., inicia una serie de bellas láminas que de manera sumaria narra tanto la historia como los rituales y describe el calendario. En composición y contenido es muy parecido a la historia de Fray Diego Durán, las láminas claramente se ven que son copias unas de otras, teniendo el Códice Tovar mayor congruencia en la secuencia narrativa.