Apariciones San Jorge y el Simbolismo del Dragón
Por Alberto Espinosa orozco
“No hay en la tierra nada que se
le parezca;
fue hecho para no sentir miedo
jamás.
Hace frente aún a los más
arrogantes
y es el rey de todas las
fieras.”
Job 41, 34
“Del agua estancada,
esperad veneno.”
William Blake
I.- La Imagen Regional
En la sala de la Sacristía de
Catedral Basílica Menor de Durango, junto a cuatro magníficas pinturas del
Redentor de gran formato, se encuentra una bella imagen de San Jorge, patrono
de la ciudad. El lienzo, pintado por un artista anónimo del siglo XVIII, fue
adquirido en Guadalajara por el obispo Pedro Anselmo Sánchez de Tagle, quien
juró a San Jorge como patrono de la ciudad de Durango en el año de 1749. En una de las capillas de la Catedral se
encuentra, además de un escudo labrado en cantera que consigna el hecho y al
lado derecho de la famosa escultura en estofado de San Jorge niño, una
reproducción de la pintura, de fecha reciente y de factura notoriamente menor,
pero que añade al dragón una especie de casulla verde olivo que le arrastra
hasta el suelo.
Por su parte la imagen
original de San Jorge preservada en la Sacristía de la Catedral Basílica Menor
de Durango, a más de dar cuenta del arte de un pintor maduro en pleno dominio
de su paleta y de sus formas, da razón también de la gravedad del tema y de su
altura espiritual. El cuadro, de características neoclásicas, espejea la
juvenil figura del santo enfundado en recia armadura metálica que montado en
perlado corcel fustiga al dragón malhechor con tremenda lanza que hiende en la
boca del monstruo con la mano derecha, el cual abre las fauces en maligno gesto
de aflicción y amenazante, mostrando la caverna interna del hocico y la largura
de la lengua retorcidamente aguda cual dardo de fuego en la agonía de los
estertores finales.
II.- La Historia Mítica y sus Fuentes
San Jorge en su lucha contra
el dragón encarna históricamente un arquetipo mítico: el del personaje sauróctono (matador de dragones),
símbolo del combate divino contra las fuerzas del mal absoluto. Aunque en la
antigüedad Jasón y Perseo son los héroes matadores de monstruos por excelencia,
no son sino prefiguraciones de los santos sauróctonos o vencedores de la bestia
en el cristianismo en enfrentamientos guerreros, entre los que figuran:
Armentario en Draguignan; San Agrícola en Aviñón; San Bertrando en Comminges;
San Marcial en Burdeos; San Donato en Sisterón; San Marcel en París y San
Hilario en Potiers –a los que se debe añadir Santa Martha, quien derrota a la
Tarasca mediante el conjuro de un encantamiento.
La hagiografía (historia de los santos) consigna que venerado desde
el siglo IV, la pasión del mártir Jorge fue redactada por vez primera en el
siglo V, siendo mencionada en el siglo VI por Gregorio de Tours en El
Libro de la Gloria de los Mártires. Posteriormente la historia fue
recogida integra en el siglo XIII por
Giacopo la Voraine en La Leyenda Dorada, quien ya avanzada
la alta Edad Media la transforma en leyenda, pasando San Jorge de mega mártir a
vencedor del dragón (tropaiphoros).
En efecto, la historia del
nacimiento (año 280 en Siria o Capadocia, Turquía) y la pasión de San Jorge,
cuyo martirio tuvo lugar en 303 en la Ciudad de Lydda o Diospolis (hoy Lod,
Israel), por órdenes de emperador romano Dioclesiano y Maximiano, y cuya
lectura fue desaconsejada al pueblo de Dios por el papa Gelasio en año 494, se
transforma paulatinamente por intermedio de la imaginación colectiva, empezando
a ser representado en el siglo X en Oriente y en el XI en Occidente como héroe
sauróctono o matador de dragones –destacándose en la historia el capítulo
caballeresco de la fantástica salvación de la hija del rey de Lidia por San
Jorge, amenazada por el monstruo en la ciudad de Silena donde robaba y
aterrorizaba a la población, asegurando su victoria la prosperidad y
estabilidad del país.
Hijo de padres labradores
ricos el joven Jorge recibió una buena instrucción y esmerada educación
cristiana y siguiendo los pasos del padre en la milicia sirvió en el ejército
romano llegando a ser guardia del palacio de Dioclesiano en la ciudad de
Nicomedia quien adopta, a mediados del siglo IV, medidas para eliminar en el
ejército de Oriente todo lo referente al cristianismo, publicando un edicto en
aquella ciudad ordenando la demolición de las iglesias y la expulsión de los
cristianos de todos los cargos administrativos, endureciéndose las represalias
y crueldades contra éstos y extendiéndose la persecución al Asia menor. El
capitán Jorge, indignado contra la tiranía, defiende públicamente su religión
afirmando de viva voz que es la única y verdadera y negándose a rendir culto a
los ídolos, defendiendo con valentía la causa de los perseguidos ante el
consejo de dignatarios y jefes militares de Dioclesiano y repartiendo sus
bienes y dejando en libertad los que a su servicio tenía. Al presentarse ante
el emperador declara su convicción de no adorar sino a Cristo. El emperador
romano Dioclesiano intenta entonces convencerlo de adorar a los ídolos
prometiéndole por ello grandes distinciones y dignidades, amenazándolo luego
con durísimas penas si no se doblegaba a su mandato para por fin decretar la
pena de muerte. El imberbe soldado sufrió el martirio de los azotes, de los
garfios de hierro sobre la carne desnuda, los baños con cal viva, la
introducción en un tonel repleto de clavos, viendo con admiración como se
curaban sus heridas milagrosamente al tiempo que se las inflingían, hasta que
por último el santo fue amarrado a un caballo, arrastrado por las calles de la
ciudad y finalmente decapitado. Su cadáver fue trasladado con el tiempo a
Lydda, población de Tierra Santa.
A partir del siglo XIII
aparece San Jorge junto a San Miguel como santo militar, sacralizando a la
caballería andante y abanderando la militarización de la fe y las acciones
armadas, siendo así patrono de la caballería en general y de las órdenes
militares en particular. Se trata de un singular proceso histórico de
transformación, por medio del cual San Jorge es recuperado por la ideología
caballeresca militar como soldado y ciervo de Cristo, sacralizando de tal
suerte el mismo emblema iconográfico de los templarios, cuya enseña enarbola
exhibiendo una cruz roja empicada en el pecho sobre un fondo de plata
-sobresaliendo en tal renglón la orden alemana por su ferviente culto a San
Jorge. En el siglo XIII destaca asimismo San Mauricio, santo guerrero y jefe de
la legión tebana que se convierte en protector del imperio germánico de la
cristiandad. Transformado en referente de la caballería, San Jorge se convierte
en patrón en Inglaterra, Aragón, Cataluña, Portugal y Génova –a partir de 1749
es también adoptado en México como patrono de Durango, protegiendo a la
población contra la temible picadura de los alacranes a los que con un cordón
amarra por la cola.
En lo que respecta al ciclo
artúrico del mundo celta en el siglo IV, el santo Jorge aparece en dos
ocasiones: en la Historia del Santo Grial el héroe Evalach, en medio de su
conversión al cristianismo, lucha contra las tropas del rey Tholomer y es
ayudado por un misterioso caballero parecido a un ángel que desaparece de forma
maravillosa al final del combate; por otra parte en la Búsqueda del Santo Grial
el rey Baudemagu es perseguido y derribado por un caballero blanco que se dice
enviado por Dios.
III.- La Leyenda: las Apariciones Milagrosas
Han llegado hasta nuestros días
numerosas narraciones de las apariciones milagrosas de San Jorge durante las
Cruzadas en medio de combates entre cristianos y sarracenos, sobre todo las que
tuvieron lugar en la época de Cataluña medieval, conservándose viva la leyenda
en Barcelona, donde todavía se cuenta que venció a los moros en varias
ocasiones.
Sin embargo, el primer gran
salto a la universalidad del santo en el mundo cristiano se produjo durante el
enésimo asalto cruzado a la hasta entonces inexpugnable ciudad de Antioquia el 3
de junio de 1098, habiéndose visto San Jorge sobre las murallas abriendo camino
con su incontenible empuje a Godofredo de Bouillon y sus huestes francas para
culminar felizmente el asedio a la ciudad. La providencia se hizo presente
también bajo su figura cuando Pedro I toma el castillo de Alcoraz en fecha
aproximada, llave de la Huesca musulmana. Cuenta Diego de Aínsa en los albores
del siglo XVII que invocando el rey Pedro I el auxilio de Dios Nuestro Señor
apareció el glorioso caballero San Jorge con armas blancas y resplandecientes
en muy poderoso caballo enjaezado con paramentes plateados con un caballero en
las ancas y ambos con cruces rojas en los pechos. Apeándose el caballero a una
señal comenzaron a combatir ambos a dos contra los Moros, tan denodada y
fuertemente y dándoles tan mortales golpes, el uno a pie, el otro a caballo,
que abrieron camino por do quiera que fueran acaudillando a los Cristianos. En
la historia de San Juan de la Peña alegada por Curita se dice que el caballero
traído por San Jorge era alemán, el cual en aquel mismo día y hora peleaba en
Antioquia con los demás cruzados, matando los Moros su caballo y rodeándolo
para matarle; punto en el que glorioso San Jorge se aparece para ayudarle a
subir en las ancas de su caballo, sin entender ni saber el caballero alemán
quien era, sacándole así del peligro y trasportándolo a la batalla de Aragón
comandada por el rey Pedro I contra los Moros, señalándole que se apease y
pelease. Viendo los enemigos de la fe aquellos dos caballeros cruzados se
espantaron al ver que Dios los perseguía y empezaron de huir quien más podía,
maravillándose los Cristianos de la nueva divisa de la cruz y alegrándose,
cobrando nuevo esfuerzo e hiriendo a los Moros y así los arrancaron del campo y
acabaron de vencer.
Más recientemente en México,
en el estado de Durango, por el año de 1926, se suscitó un conflicto religioso,
llamado la “Guerra de los Cristeros”, pues el gobierno de Plutarco Elías Calles
decreto cerrar los templos cristianos en
toda la República Mexicana y que los sacerdotes fueran expulsados al
extranjero. As+i, aunque el Gobierno está para que se le respete, eso no
convino a los hombres de buena fe, levantándose en armas un grupo de creyentes,
acaudillados y teniendo al frente a Trinidad Mora y al grito de “¡Viva Cristo
Rey!” se defendieron con las armas en el pueblo de Santiago Bayacora. Francisco
Campos narra en su escrito “Memorias de Santiago Bayacora, Durango” que repetidamente,
en los enfrentamientos armados, Dios les ayudó a ganar en varios combates,
atribuyendo tal apoyo al Santo Santiago el Mayor Apóstol. Los soldados del
gobierno consignaron que los indios levantados en armas contra el gobierno eran
todos hechiceros, porque traían un General muy valiente, que andaba en un
caballo blanco, con una mujer vestida de color café, que andaban con los
levantados, y que cuando hacían fuego contra ellos, los brazos se les caían por
completo, de tal manera que no les podían tirar, y que además se ponía un nublinazo,
y que cuando se quitaba pues ya no había nada de los indios, de tal manera que
ganaban ellos. Por eso los Cristeros creían, sabiendo que no había en su
ejército ningún caballo blanco ni ninguna mujer, que se trataba en verdad de Santo
Santiaguito y de la Santísima Virgen los que andaban con ellos en persona,
aunque no los podían ver, porque no lo merecían.[1]
[1] Jean Meyer. El
Coraje Cristero. La Rebelión de Bayacora. Ed. UJED. Durango, México, 2007. Págs. 23 y 33.
IV.- Aragón
En 1201 Pedro II de Aragón
funda la orden de San Jorge, teniendo esta como cometido defender la costa
entre Cambrils y Tortosa de las incursiones de piratas sarracenos, anexándose
así a las ordenes militares de los Templarios y Hospitalarios fundadas para
proteger a los peregrinos de Tierra Santa y los reinos latinos de Jerusalén. En
el Libre
dels Feits ( o Crónica d´En Jaume I), redactado
ente 1244 y 1274, relata el propio rey Jaime I de Aragón que un desconocido, a
quien identifica con San Jorge, apareció en su caballo blanco junto con la
armada catalana durante la conquista de Mallorca, aunque advierte que la isla
fue tomada mediante los esfuerzos militares. También en la campaña contra
Valencia, donde algunos caballeros catalanes y aragoneses explican que cuando
estuvieron en un monte ahora llamado Santa María de Puig y contra ellos viniese
toda la morisca se apareció San Jorge con muchos caballeros del paraíso que
ayudaron a vencer en la batalla en que no murió cristiano alguno.
Las reliquias del santo son
así trasportadas a Cataluña por mandato de los reyes de Aragón, debido a su
gran carga simbólica. Posteriormente Pedro IV crea la orden laica de caballeros
dedicada a San Jorge a quien toman por modelo y protector y abanderado de
Aragón, ordenando las Cortes de Aragón en 1461 que la fiesta de San Jorge sea
celebrada el día 23 de abril con carácter perpetuo e inviolable en todo el
reino. Sin embargo, desde la época de Pedro el Ceremonioso, todos los monarcas
catalano-aragoneses titulares de la Corona de Aragón llevan un dragón dorado
como cimera –llevándolo también la rama mallorquina, siciliana y napolitana de
la dinastía aragonesa, por lo que con tal razón se dirá: D´Aragó es el Dragó.
Y es justamente en Cataluña,
donde fue popular el grito de guerra ¡Aragó i San Jordi!, que el santo
Jorge se transforma paulatinamente en las representaciones, desmilitarizándose
progresivamente, terminada la obra de la reconquista, para dejar las armas y
volver sus ojos al culto agrícola, solidarizándose de esta suerte al periodo de
transición entre el invierno y la primavera y con la luz de la fertilidad en la
naturaleza, que se prolonga hasta los inicios de otoño. De tal manera forma
parte de una cuadriga de santos, llamados los “Cuatro Caballeros”. En efecto,
la Canción
de Antioquia, donde Suliman menciona las apariciones de San Jorge,
también lo alía a San Dionisio (obispo con fiesta el 8 de abril), San Demetrio
(mártir con fiesta el 9 de abril) y a
San Miguel señor de todos ellos (arcángel, con fiesta el 29 de septiembre).
En la tradición catalana el
día consagrado al santo es costumbre que los hombres ofrezcan una rosa a las
mujeres (en Tárrega las mujeres regalan por lo contrario un ramo de rosas a los
varones) –ello debido al culto de San Jorge, pues cuenta la leyenda que cuando
abatió al dragón la sangre derramada por la bestia hizo nacer en la tierra un
rosa de Siria. También es costumbre que todo el mundo se intercambie libros e
incluso que regrese los obtenidos en calidad de préstamo Por razones análogas
es uso en algunas regiones que los maridos carnudos se reúnan con salientes en
la frente en forma de cuernos para exponerse a la risa del mundo.
En México, en la Ciudad de
Durango, es tradición que el pueblo de la fe venere a San Jorge en la Catedral
Basílica Menor el mismo día, depositando en el presbiterio frescas flores y
velas, luego de besar el cordón de la leyenda, y cuando velas y flores forman
ya un monte, alrededor de la media noche, los campesinos durangueños las recogen
para esparcirlas por los campos labrantíos, pues al haber estado en contacto
con el Santo ayudan a que las plagas no dañen los cultivos –culto derivado de
la creencia religiosa en una poesía superior al hombre, cuya acción se
despliega tras el telón de la naturaleza.
Costumbres que nos hablan,
pues, de la homologación del hombre en el Cosmos, del mito del ser del hombre
en relación orgánica con la naturaleza como un todo y de la solidaridad de la
persona con la vida total que le rodea, que le precede y que le sigue, pues
todas las cosas de la naturaleza están en relación unas con otras (holismo). En
efecto, la fiesta de San Jorge tiene como motivo medular, mediante la
experiencia biológica de la muerte y el renacimiento de la naturaleza, despertar
las maravillas aletargadas que se encuentran en nuestro interior. Intento,
pues, de reintegrar nuevamente al hombre en el Cosmos mediante la solidaridad
con los ritmos de la naturaleza y la conciencia del misterio del gran despertar
vegetal traído por la primavera vista como realidad trascendente y sagrada -no
sólo como fenómeno que experimentamos biológica y sentimentalmente, al azar y
oscuramente, sino mirando directamente sus símbolos y practicando algunas
ceremonias como fuentes de energía y contemplación, para desarrollar por medio
de imágenes místicas las potencias anímicas al ponerlas en armonía con las
estaciones y sus profundas reverberaciones, destacando de tal forma en alto
relieve la posición espiritual del hombre en el Cosmos como un ingrediente
fundamental de la dignidad humana.
VI.- El Dragón y sus Símbolos
El dragón es uno de los
símbolos más antiguos, permanentes y universales de la humanidad. Se trata de
un género de reptil que tiene su propia constelación sideral (Draco)
y que está asociado a brujas y demonios, siendo su valor simbólico
tradicional el de los enemigos del
cristianismo, representando así el paganismo y las herejías, especialmente el
arrianismo. Su imagen es la del monstruoso reptil que anida en las aguas de un
pozo emponzoñando el aire con su pestilente aliento –representando así el
pantano las aguas añubladas y decadentes del estancamiento moral y la
corrupción de las costumbres. El combate entre el santo y el dragón viene a ser
entonces una escenificación del saneamiento del maléfico pantano en que anida
el reptil y la llegada del agua clara y de los aires transparentes del espíritu
–punto en el que traer a cuenta la imagen de la victoria de Cristo sobre el
dragón de la idolatría romana impresa en una moneda del siglo IV por
Constantino, pero también la victoria sobre el animal por Donato, obispo de
Epiro en tiempos de los emperadores Arcadio y Honorio, quien combatió
exitosamente contra el dragón cuyo pestífero aliento envenenaba el aire
circundante.
De acuerdo con las tradiciones
especializadas medievales se trata de un animal a la vez subterráneo y aéreo
asociado a la vez al agua y cuya fuerza reside en la cola (chirrión del diablo
o flagelo del espíritu maligno). En
efecto, “nuestro antiguo enemigo” (San Agustín) es el animal más grande que
existe sobre la tierra y está ligado al mar por los textos bíblicos bajo la
forma del temible Leviatán y de Rahab. El dragón es así un monstruo acuático
relacionado a la inmensidad caótica y estéril del mar y a las inundaciones
catastróficas que desafían el ritmo pluvial y la estabilidad de las estaciones.
Se trata de un hibrido monstruoso compuesto por la serpiente que se arrastra
sobre la tierra, por el dragón que vuela por el aire (ingens draco) y por el draco marino (anguis), el cual al ser
derrotado huye al pavoroso ponto en lo más profundo del mar o es finalmente
atrapado en una cisterna de plomo herméticamente sellada.
El emperador Dioclesiano es
así visto en la imagen mítica como un dragón, traslación metafórica a la que
califica por el atributo de la maldad y tiranía con la que gobierna, siendo San
Jorge la imagen de la guerra declarada a la naturaleza débil y corrompida del
hombre, teniendo su combate por misión levantarla de nuevo, para que renazca y
se regenere por medio del carácter imperturbable de la ley moral establecida
irrecusablemente por medio del cristianismo y cuya infracción conlleva
parejamente al desorden social una turbación profunda en el fondo de la
conciencia. Sus armas contra el rojo error de la verde herejía no son entones
otras que la espada de la ley y la lanza del fuego original, que fustigan el
cuerpo espeso, la envoltura cada vez más pesada del alma envuelta en la
pecaminosidad y al corazón endurecido como el diamante negro de la impiedad. Porque
el dragón es también emblema del extravío del camino y la confusión de los
órdenes, cuyo sitio en el psiquismo indica la retorcedura donde se revuelve lo
más puro con lo más lamentable, trastocando así los símbolos de transformación
por imágenes de apetitos impuros y grotescas figuras donde el alma pierde el
recuerdo de su origen celeste al estar cada vez más prisionera en el amor
desenfrenado por la materia y más y más embriagada por la voluptuosidad de los
equívocos placeres mundanos de la vida.
Porque característica del mal es la
particularidad, el capricho que liga lo común a lo vulgar, lo fantasioso e
infantil a lo contingente y equívoco, pues el dragón es símbolo del hombre
apresado por el “yo” egoísta y vanidoso, codicioso de la apariencia superficial
de las cosas, que gusta atesorar sin beneficio alguno objetos brillantes para
sepultarlos en el antro tenebroso de la avaricia, viviendo así sin conciencia
de las profundas raíces del ser ni relación con el hombre interior.
La figura del dragón
representa entonces un estado de conciencia arcaico: el del alma por completo
ajena a la divinidad, que ni participa de la cualidad divina, ni reconoce su
majestad, ni la inmortalidad del alma, ni pertenece propiamente a nada. Alma
alienada, huérfana e inconsciente, arcaica y sin evolucionar, falta de
educación anímica y estancada en un sombrío paganismo cuya falta de desarrollo
espiritual la lleva a la indiferenciación de los órdenes y al aplanamiento y
deformaciones de la conciencia, encontrándose aislada, escindida de los ritmos
y rimas de la naturaleza, con la que ni se solidariza y de la que no participa,
siendo por todo ello figura de lo artificial; también de lo furioso y violento
que conlleva la imagen del Caos, del orden natural del universo roto por el
hombre. Bostezo cavernícola de la gran boca vacía que todo lo succiona
engullendo al hombre y haciendo perder el sentido a toda actividad humana al
invitar a la orgía del antiguo desorden original. Así, el dragón simbólicamente
personifica también a la idolatría, en cuya debilidad y pereza moral se
extingue el alma humana presa en tinieblas, siendo por tanto emblema del mal
absoluto (el Diablo o Satanás).
Así, el género de reptil que
es el dragón, en lo que tiene de degradación del hombre, de acercamiento a los
niveles ínfimos de la creación, de participación en los niveles profanos y
meramente biológicos de la condición humana carentes en absoluto de valor
metafísico y trascendencia, nos habla no
sólo de la cobardía de la maldad, que tiene en si misma el testigo que la
condena, también de su inconciencia insensata, que no quiere servirse de la
ayuda de la razón, de donde surge el carácter colérico, violento e irracional,
el cual acaba en el extremismo narcisista de alzarse a la categoría de arbiter
mundi –pero que en realidad son los postulados decadentes de lo contra
natura o de los procesos psíquicos impropios.
El dragón, dibujado como
glotón y sin inteligencia, simboliza la indiferencia e indistinción de los
periodos caóticos que ponen en peligro las fuerzas mismas de la vida por medio
de la “virtualidad” y la oscuridad, la sequía, la suspensión de las leyes y la
muerte. Imagen que revela asimismo la suerte de los malvados que oprimen al
pueblo consagrado, los cuales quedarán finalmente aprisionados por la oscuridad
de la mirada y cautivos en la noche interminable de la materia, aterrados por
ruidos y figuras que aparecen con pavor de insomnio y de horribles fantasmas
-cárcel sin rejas que los acompañará a todas partes, abrazados a los sueños
atormentadores del reino impotente de la muerte que de tal forma los reclamará
como hijos suyos.
San Jorge representa así la
lucha abierta contra la idolatría, pues, que conduce a las almas al camino del
mar y su estela sin destino, donde
pierden el recuerdo de su origen hasta ser succionadas por las aguas en
que las almas mas bajas y malvadas quedan prisioneras en el barro de los sueños
oscuros, desgarradas por los fantasmas nocturnos de monstruos y animales que
toman el lugar del espíritu, hasta llegar a la pérdida total de la conciencia y
su final destrucción en las tinieblas de la noche, en la involución del alma
humana en la animal para su disolución final en la materia.
Por su parte la lanza blandida
por el santo es la ley y la palabra encarnada, el agua viva que brota de la
fuente metafísica cual guía de luz para la humanidad y que las tinieblas no
podrán nunca apagar. Porque el alma humana tiene de suyo una naturaleza
religiosa, siendo las alegorías ad Christum specta arquetipos
psíquicos, sellos que se graban en la conciencias despiertas como tipos
interiores, cuyo efecto es indefinido y polifacético, poniendo en obra la
personificación de la individualidad en el juego libre y espontáneo de las
asociaciones y contenidos arquetípicos de la conciencia. Porque el alma, lejos
de ser el pobre humo de un “ser arrojado ahí” (Dasein) como quisiera el
psicologismo existencialista, es el reino esencial donde subsisten los valores sumos
como bienes inmutables, prontos a ser despertados y activarse mediante el golpe
e impresión de las imágenes eidéticas que buscan el desarrollo de la
individualidad en la diferenciación infinita de la especie.
Porque el alma es un ojo y una
escucha al que le es dado ver la luz del espíritu y seguir la voz de la
conciencia –siendo la tarea más noble de la educación trasmitir las
experiencias interiores propias del alma. Porque ni la Ciencia Moderna de la
Naturaleza, ni sus Filosofías instrumentales y analíticas, afectadas de ciego
paganismo y lastradas de materialismo sordo, han podido matar el sentido del
mito que alimenta espiritualmente al hombre sencillo; tampoco el mensaje
religioso de Cristo ha muerto, ni sepultada la vida simbólica del Renacimiento,
ni vencida la imagen poderosa de San Jorge. Porque en virtud de expresiones
verbales e imágenes perdurables, articuladoras de situaciones de convivencia
formativas del alma individual y del espíritu colectivo de una comunidad,
seguimos aún hoy reverberando con las armonías de su leyenda, saciando en el
río del tiempo la sed de nuestras almas y llenando con su luz los ojos al
contemplar en el decurso del devenir universal las hermosas joyas cristalinas,
brillantes cual zafiros y
esmeraldas, cuyos emblemas de fe en el
ciclo de cada año vuelven a rodar a nuestros pies para ponerse al alcance de
las manos y ser abrazadas en el pecho por los abiertos corazones.
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