Cara
de Todos
Por
Alberto Espinosa Orozco
Lo
otro, el otro, los otros: nosotros, realidad ajena,
reprimida,
amaestrada, amonestada, vuelta otra,
de
la que hablan no los otros todos que nosotros somos
-donde
está Juan con su cara de Juan, cara de Antonio
y
de José, de Octavio, y Pedro y Pablo, de tú y de mí:
cara
de todos-; realidad de la que no hablan otros
que
nos sean ya sino los mismos, siempre los mismos,
repetidos,
como el espejo de Narciso encantado
con su propia semejanza; sin nadie que poder se mire
en
el estanque helado que repite, en esquirlas rotas,
su
propio pensamiento estéril, ausente, enajenado
en
una misma tradición aletargada, movido por un viento
delirante
que dice una vez, y otra, y otra vez más
siempre
lo mismo, cercenado de raíz, como el marmóreo río
donde no pasa nada que no sea sino el tiempo, vacío,
donde no están los otros, donde no está Antonio, ni José,
ni Octavio, ni Juan, ni Pedro y Pablo, ni tú, ni yo, ni el rostro
donde no pasa nada que no sea sino el tiempo, vacío,
donde no están los otros, donde no está Antonio, ni José,
ni Octavio, ni Juan, ni Pedro y Pablo, ni tú, ni yo, ni el rostro
en
que estaremos todos juntos en donde nosotros somos.
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