miércoles, 23 de abril de 2014

Ángel Zárraga y San Jorge: Tradición, Historia y Mito Por Alberto Espinosa Orozco

Ángel Zárraga y San Jorge: Tradición, Historia y Mito
Por Alberto Espinosa Orozco 

   “Señor San Jorge Bendito
   por tu gloria celestial
   y tu poder especial
   líbranos de todo mal,
   de sabandijas y víboras,
   de todo bicho rabioso,
   de piquetes de alacrán
   y de animal ponzoñoso
   y de pecado mortal.”
Oración Popular de hace 250 años





I
   Uno de los cuadros más impresionantes y de mayor formato del pintor durangueño Ángel Zárraga es la famosa imagen de San Jorge (1925, 180 x180 cm), siendo para el pintor una de las figuras filosóficas o esenciales o paradigma en la historia de la humanidad, especialmente  para nuestra cultura patria y entrañable para la tradición popular de su tierra natal. Se trata de uno de los cuatro grandes oleos de difícil composición circular compuestos por el pintor durangueño bajo el título El Cielo de la Acción. -tétrada completada por Moctezuma Ilhuicamnina, el flechador del cielo, David, y El aviador.
   Oriundo de la tierra del arte y de la armonía  musical el gran artista pintó el cuadro de San Jorge, magníficamente flanqueado por otoas dos lienzos del autor de cuño religioso: San Miguel (1939) y Juana de Arco, la Doncella de Orleáns (1939) -telas de carácter metafísico que ponen de manifiesto la realidad histórica actuante de la moral y  fe cristiana.



  Sin embargo, no fue la única vez que el pintor se ocupara con la imagen del misterioso Santo, sino que volvería a él cuando menos una vez más, en un biombo de estilo modernista pintado en Paris en el año 1932 titulado San Jorge aniquilando al dragón (Saint Georgesd terrasant le dragon, tríptico cuyo panel central mide 160 x 79.7 cm y los laterales 160 x 39.7 cm). En el biombo dos paisajes flaquean la figura de San Jorge: a mano izquierda un alegre horizonte bucólico, campirano, y a mano derecha una perspectiva urbana, decididamente densa, incluso fabríl. 




   Hay que tomar en cuenta que la leyenda de San Jorge pertenece al fondo nativo de la cultura durangueña –mamándola el futuro pintor directamente por boca de su madre bajo la forma de la docena de rezos folklóricos tradicionales locales dedicados al santo, junto con aquellos otros que invocan al Ángel de la Guarda. A ello hay que sumar la existencia en la Capilla Basílica Menor de la Ciudad de Durango de tres imágenes dedicadas al héroe religioso: la venerada escultura de estofado de San Jorge Niño zahiriendo al negro dragón con su lanza montado en marfileño corcel; un cuadro de fecha improbable donde se muestra al Santo en plenitud y en que se repite la imagen en que el caballero Jorge fustiga a la bestia, pero ahora adornada ésta por un extraño faldón verde oliva. Por último, una hermosa talla en cantera verde-rosáceo de la región que se ostenta en la parte superior derecha de la cuadriga de la entrada lateral derecha del cuerpo principal de la Catedral de Durango.






II.- La Historia
   A pesar de las pocas noticias que sobreviven del mártir, se sabe sin embargo que Georgius fue hijo de un matrimonio de Capadocia (Turquía), que su padre era persa y se llamó Geroncio y su madre griega de nombre Policronía. El santo era un joven oficial, un caballero de incipiente carrera en el ejército romano de Palestina y fue decapitado en Diospolis, actual Lydda (o Lod), durante la persecución religiosa de Dioclesiano en el año 303 por haber roto un decreto y haberse proclamado abiertamente cristiano. Una década después del suceso se erigió una basílica en el lugar del martirio, en la época de Constantino el Grande (313-337). Sobre ese templo primitivo Justiniano (527-565) mandó posteriormente construir una catedral dedicada a San Jorge Mártir. La inmensa fama y devoción suscitada por el mártir llevaron a que Diospolis (Lydda) y después la región entera de la primera Palestina fuera conocida hasta el siglo XIII como Georgiópolis. Los peregrinos que desembarcaban en el puerto de Jaffa camino a Jerusalén, pasaban por Lydda para visitar la tumba del mártir Giorgius, difundiendo el nombre y las hazañas del santo desde el Mediterráneo hasta el Oriente Medio pasando por Asia Menor.
   En ese entonces Palestina formaba parte del imperio Bizantino, pero en el año de 614 fue invadida por Cosroes II de Persia, destruyendo los lugares de culto cristiano, aunque no mucho después, en el año 628, el emperador bizantino Heraclio recupera el territorio para la fe cristina, restituyendo inmediatamente el culto –aunque por poco tiempo, pues el Islam empieza a ocupar arrolladoramente la región y para el año de 637 el califa Omar toma Jerusalén dividiendo el territorio entre Jordania (Urdunn) con capital en Tiberiades y Filistea (Judea y Jordania) con capital en Lydda (Ludd). Cuando Lydda cae bajo su poder el culto a San Jorge estaba tan difundido que los nuevos gobernantes crearon a pocos kilómetros del santuario el centro administrativo de Rameleh, obligado el califa Suleyman Ben Add-el-Malik, para el año de 870, a trasladar a los habitantes de Lydda a Rameleh, demoliendo las casas de aquellos creyentes que se resistieron.
   Sin embargo el mártir cristiano San Jorge –en realidad Sant Jorditt infante-, es quien alcanza gran aprecio y difusión en la Palestina musulmana  Así, no desapareció ni el mito ni el culto a San Jorge en las tierras dominadas por el Islam, transformándose el santo por un proceso de sincretismo cultural y natural histórico en Al-Khader (el verde, el que da la vida), por aparecer el santo en toda Palestina y en los países de Oriente para brindar ayuda en los trances más peligrosos del camino –a la manera del profeta Elías. En Al-Khader musulmán se fusionan así, como en las capas del hojaldre de su cocina autóctona, varios mitos, tradiciones, leyendas y personajes: San Jorge, el profeta hebreo Elías y el mismo Pablo y sin faltar Salomón quienes quedan entonces como tocados por el manto y los emblemas de la perenne juventud, símbolo de la inmortalidad –refiriéndose el Corán a él como “uno de los nuestros servidores”, llamándolo Weli el-Khader (fuente de vida).
   Aunque momentáneamente borrado por el agnosticismo mítico desatado en el Concilio Vaticano II, el santo ha sido reinstituido en la lista del Martirologio Romano y su honor en los altares dado el peso de las evidencias históricas y documentos artísticos, aceptados finalmente por el Prefecto de la Congregación del Culto Divino (PCCD) a partir del 2001. El héroe San Jorge tiene su fiesta desde hace siglos el día 23 de abril –siendo que los cristianos ortodoxos lo celebran el 5 de mayo y el común de la gente por mero hábito. Fechas, empero, que nos hablan, adornadas por el culto vivo de la costumbre y veladas a su manera en la liturgia, del danzante reconciliación del sol con la naturaleza y de su renovación regenerada en el primer vigor sonriente del retorno de la Diosa o de la Primavera entrante.
III.- El Mito
   La fábula del matador del dragón, presente en traje de circunstancia por todo el mundo, tiene su estado embrionario en el mito griego de Perseo contra la Gorgona Medusa, quien después de decapitarla encuentra a Andrómeda encadenada a una roca presta para ser sacrificada a un dragón marino, al que mata para luego casarse con la princesa. Aunque San Miguel es el matador del dragón por excelencia (Apocalipsis, 12, 7-9), corresponde a San Jorge una fama aún mayor, habiendo sido representado prácticamente por todos los grandes maestros del Renacimiento italiano, siendo su iconografía abundante y en extremo maravillosa. En la literatura sus hazañas fueron consignadas por Jacobo da Vorágine en la Leyenda Aurea en 1270 y posteriormente en el Matador del Dragón escrita en el siglo XVI por Straparola y en el XVII refundida por Basile, para por último fijarse en las Fábulas de los Hermanos Grimm en el siglo XIX. 
   A la formación del mito hay que abonar la fantástica iconografía que se estabiliza en la Cultura Occidental al llegar las Cruzadas, alcanzando su universalidad bajo la forma de un caballero andante montado en pura cabalgadura de plata, armado de lanza, matador del dragón y salvador de la princesa. La universalidad simbólica de San Jorge, producto efectivamente de una larga absorción simbólica, se produce plenamente en el siglo XI, durante el enésimo asedio cristiano a la ciudad de Antioquia, en donde el mártir milagrosamente aparece sobre las murallas con incontenible empuje, abriendo el 3 de junio de 1098 el camino a Godofredo de Boullión para la toma de la ciudad por los francos.
   Cuenta el historiador Diego de Aínsa (XVII) que apareció el glorioso caballero y mártir San Jorge con sus blancas armas y resplandecientes en muy poderoso caballo enjaezado con paramentes plateados y con otro caballero en las ancas y ambos a dos con cruces rojas en los pechos y escudos, combatiendo ambos contra los moros, el uno a pie y el otro a caballo, habiendo carrera por do quiera que iban, recogiendo y acaudillando a los cristianos. Espantados los enemigos de la fe viendo aquellos dos caballeros cruzados empezaron a huir y los cristianos maravillados viendo la nueva divisa de la cruz cobraron fuerza contra los sarracenos y arrancaron a la morisma del campo y venciendo.
    La veneración y devoción a San Jorge  y la fe en sus intervenciones sobrenaturales tuvieron así una gran resonancia entre las tropas de la época. Conservándose en la actualidad en la Catedral de Valencia no sólo la Copa del Santo Cáliz o el Grial de la Última Cena y el mayor fragmento del Lignum Crucis, sino también las reliquias de dos brazos derechos del Santo Jorge. Simbólicamente reúne todos los elementos de un grandioso mito: al caballero puro de armas blancas y montado en níveo corcel se agrega así los ingredientes indispensables del dragón apertrechado en su cavernosa madriguera rodeado por repelentes bicharrajos de gordos sapos y alacranes y de arañas repugnantes, amenazadores de la indefensa ciudad y la princesa.  La universalidad del mito resulta así la del héroe salvando a la princesa y al pueblo de la fe del temible dragón de meliflua lengua y  lento aliento pestilente en que natura degenera para encarnar al mal. Porque el contenido psíquico del dañoso dragón es justamente el de representar a las fuerzas  primitivas incontroladas que engendran lo informe o la oscuridad en el desbordamiento de las fuerzas negadoras de la vida.
   El dragón se asemeja así a la bestia o al diablo, que es la vieja serpiente primitiva y por ello mismo el adversario, el enemigo que debe ser vencido por los caballeros santos y por los hombres buenos –siendo por ello alegorías de Santiago apóstol y de San Jorge, y el dragón el objeto a destruir por todo caballero que se precie de serlo.
   En otro registro, la lucha del caballero y el dragón representa el triunfo de la persona formada, que por la educación cultiva el doble huerto interior del  cuerpo, a un tiempo desnudo templo e interior jardín de ojos que besaran con haladas alas, en que las manos son cisnes o el oro de sol en el pecho y el rayo la espada de flamante agua.  Porque es en el desarrollo de la sensibilidad estética donde puede triunfar la belleza sobre las tendencias regresivas de la psique, cuyo ladera tenebrosa amenaza despeñar a la personalidad en el abismo sin fondo de las fieras bestiales del mundo irracional. Se trata entonces del desafío de las sombras escondidas y contenidas del inconsciente, bañadas de roja cólera y de negra y tumefacta muerte o de pálida violencia.



   Así, en la figura del caballero asistimos simbólicamente a la representación de su revelación bajo la figura del rompimiento de la cabeza del dragón vencido por la espada del espíritu, a la vez  filosa luz de cristal de agua dulce y sangre en las estrávicas fauces del chinesco monstruo hirsuto –emblema así de la victoria de Cristo, San Miguel o San Jorge sobre el mal.
   Por último hay que agregar que la imagen del caballero andante estabilizada en la Edad Media implica también el desdoblamiento de la figura imperial del caballero, la cual no es ya sólo la del administrador que cobra el tributo debido al Cesar, sino que se erige paralelamente como la del caballero de la fe y de la justa lucha contra las fuerzas del mal, a la vez que como héroe protector y civilizador a un tiempo.






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