Ángel Zárraga y San Jorge: Tradición, Historia
y Mito
Por Alberto Espinosa Orozco
“Señor San
Jorge Bendito
por tu
gloria celestial
y tu poder
especial
líbranos de
todo mal,
de
sabandijas y víboras,
de todo
bicho rabioso,
de piquetes
de alacrán
y de animal
ponzoñoso
y de pecado
mortal.”
Oración
Popular de hace 250 años
I
Uno de los cuadros más
impresionantes y de mayor formato del pintor durangueño Ángel Zárraga es la
famosa imagen de San Jorge (1925, 180 x180 cm), siendo para el pintor una de las
figuras filosóficas o esenciales o paradigma en la historia de la humanidad,
especialmente para nuestra cultura
patria y entrañable para la tradición popular de su tierra natal. Se trata de
uno de los cuatro grandes oleos de difícil composición circular compuestos por
el pintor durangueño bajo el título El Cielo de la Acción. -tétrada completada
por Moctezuma
Ilhuicamnina, el flechador del cielo, David, y El aviador.
Oriundo de la
tierra del arte y de la armonía musical
el gran artista pintó el cuadro de San Jorge, magníficamente flanqueado por otoas
dos lienzos del autor de cuño religioso: San Miguel (1939) y Juana de Arco, la
Doncella de Orleáns (1939) -telas de carácter metafísico que ponen de manifiesto
la realidad histórica actuante de la moral y
fe cristiana.
Sin embargo, no fue la única
vez que el pintor se ocupara con la imagen del misterioso Santo, sino que
volvería a él cuando menos una vez más, en un biombo de estilo modernista
pintado en Paris en el año 1932 titulado San Jorge aniquilando al dragón (Saint
Georgesd terrasant le dragon, tríptico cuyo panel central mide 160 x
79.7 cm y los laterales 160 x 39.7 cm). En el biombo dos paisajes flaquean la figura de San Jorge: a mano izquierda un alegre horizonte bucólico, campirano, y a mano derecha una perspectiva urbana, decididamente densa, incluso fabríl.
Hay que tomar en cuenta que la
leyenda de San Jorge pertenece al fondo nativo de la cultura durangueña
–mamándola el futuro pintor directamente por boca de su madre bajo la forma de
la docena de rezos folklóricos tradicionales locales dedicados al santo, junto
con aquellos otros que invocan al Ángel de la Guarda. A ello hay que sumar la
existencia en la Capilla Basílica Menor de la Ciudad de Durango de tres
imágenes dedicadas al héroe religioso: la venerada escultura de estofado de San
Jorge Niño zahiriendo al negro dragón con su lanza montado en marfileño corcel;
un cuadro de fecha improbable donde se muestra al Santo en plenitud y en que se
repite la imagen en que el caballero Jorge fustiga a la bestia, pero ahora
adornada ésta por un extraño faldón verde oliva. Por último, una hermosa talla
en cantera verde-rosáceo de la región que se ostenta en la parte superior
derecha de la cuadriga de la entrada lateral derecha del cuerpo principal de la
Catedral de Durango.
II.- La Historia
A pesar de las pocas noticias
que sobreviven del mártir, se sabe sin embargo que Georgius fue hijo de un
matrimonio de Capadocia (Turquía), que su padre era persa y se llamó Geroncio y
su madre griega de nombre Policronía. El santo era un joven oficial, un
caballero de incipiente carrera en el ejército romano de Palestina y fue
decapitado en Diospolis, actual Lydda (o Lod), durante la persecución religiosa
de Dioclesiano en el año 303 por haber roto un decreto y haberse proclamado
abiertamente cristiano. Una década después del suceso se erigió una basílica en
el lugar del martirio, en la época de Constantino el Grande (313-337). Sobre
ese templo primitivo Justiniano (527-565) mandó posteriormente construir una
catedral dedicada a San Jorge Mártir. La inmensa fama y devoción suscitada por
el mártir llevaron a que Diospolis (Lydda) y después la región entera de la
primera Palestina fuera conocida hasta el siglo XIII como Georgiópolis. Los
peregrinos que desembarcaban en el puerto de Jaffa camino a Jerusalén, pasaban
por Lydda para visitar la tumba del mártir Giorgius, difundiendo el nombre y
las hazañas del santo desde el Mediterráneo hasta el Oriente Medio pasando por
Asia Menor.
En ese entonces Palestina
formaba parte del imperio Bizantino, pero en el año de 614 fue invadida por
Cosroes II de Persia, destruyendo los lugares de culto cristiano, aunque no
mucho después, en el año 628, el emperador bizantino Heraclio recupera el
territorio para la fe cristina, restituyendo inmediatamente el culto –aunque
por poco tiempo, pues el Islam empieza a ocupar arrolladoramente la región y
para el año de 637 el califa Omar toma Jerusalén dividiendo el territorio entre
Jordania (Urdunn) con capital en Tiberiades y Filistea (Judea y Jordania) con
capital en Lydda (Ludd). Cuando Lydda cae bajo su poder el culto a San Jorge
estaba tan difundido que los nuevos gobernantes crearon a pocos kilómetros del
santuario el centro administrativo de Rameleh, obligado el califa Suleyman Ben
Add-el-Malik, para el año de 870, a trasladar a los habitantes de Lydda a
Rameleh, demoliendo las casas de aquellos creyentes que se resistieron.
Sin embargo el mártir
cristiano San Jorge –en realidad Sant Jorditt infante-, es quien alcanza gran
aprecio y difusión en la Palestina musulmana
Así, no desapareció ni el mito ni el culto a San Jorge en las tierras
dominadas por el Islam, transformándose el santo por un proceso de sincretismo
cultural y natural histórico en Al-Khader (el verde, el que da la vida), por
aparecer el santo en toda Palestina y en los países de Oriente para brindar
ayuda en los trances más peligrosos del camino –a la manera del profeta Elías.
En Al-Khader musulmán se fusionan así, como en las capas del hojaldre de su
cocina autóctona, varios mitos, tradiciones, leyendas y personajes: San Jorge,
el profeta hebreo Elías y el mismo Pablo y sin faltar Salomón quienes quedan
entonces como tocados por el manto y los emblemas de la perenne juventud,
símbolo de la inmortalidad –refiriéndose el Corán a él como “uno de los
nuestros servidores”, llamándolo Weli el-Khader (fuente de vida).
Aunque momentáneamente borrado
por el agnosticismo mítico desatado en el Concilio Vaticano II, el santo ha
sido reinstituido en la lista del Martirologio Romano y su honor en los altares
dado el peso de las evidencias históricas y documentos artísticos, aceptados
finalmente por el Prefecto de la Congregación del Culto Divino (PCCD) a partir
del 2001. El héroe San Jorge tiene su fiesta desde hace siglos el día 23 de
abril –siendo que los cristianos ortodoxos lo celebran el 5 de mayo y el común
de la gente por mero hábito. Fechas, empero, que nos hablan, adornadas por el
culto vivo de la costumbre y veladas a su manera en la liturgia, del danzante
reconciliación del sol con la naturaleza y de su renovación regenerada en el
primer vigor sonriente del retorno de la Diosa o de la Primavera entrante.
III.- El Mito
La fábula del matador del
dragón, presente en traje de circunstancia por todo el mundo, tiene su estado
embrionario en el mito griego de Perseo contra la Gorgona Medusa, quien después
de decapitarla encuentra a Andrómeda encadenada a una roca presta para ser
sacrificada a un dragón marino, al que mata para luego casarse con la princesa.
Aunque San Miguel es el matador del dragón por excelencia (Apocalipsis, 12,
7-9), corresponde a San Jorge una fama aún mayor, habiendo sido representado
prácticamente por todos los grandes maestros del Renacimiento italiano, siendo
su iconografía abundante y en extremo maravillosa. En la literatura sus hazañas
fueron consignadas por Jacobo da Vorágine en la Leyenda Aurea en 1270 y
posteriormente en el Matador del Dragón escrita en el siglo XVI por Straparola
y en el XVII refundida por Basile, para por último fijarse en las Fábulas de
los Hermanos Grimm en el siglo XIX.
A la formación del mito hay
que abonar la fantástica iconografía que se estabiliza en la Cultura Occidental
al llegar las Cruzadas, alcanzando su universalidad bajo la forma de un
caballero andante montado en pura cabalgadura de plata, armado de lanza,
matador del dragón y salvador de la princesa. La universalidad simbólica de San
Jorge, producto efectivamente de una larga absorción simbólica, se produce
plenamente en el siglo XI, durante el enésimo asedio cristiano a la ciudad de
Antioquia, en donde el mártir milagrosamente aparece sobre las murallas con
incontenible empuje, abriendo el 3 de junio de 1098 el camino a Godofredo de
Boullión para la toma de la ciudad por los francos.
Cuenta el historiador Diego de
Aínsa (XVII) que apareció el glorioso caballero y mártir San Jorge con sus
blancas armas y resplandecientes en muy poderoso caballo enjaezado con
paramentes plateados y con otro caballero en las ancas y ambos a dos con cruces
rojas en los pechos y escudos, combatiendo ambos contra los moros, el uno a pie
y el otro a caballo, habiendo carrera por do quiera que iban, recogiendo y
acaudillando a los cristianos. Espantados los enemigos de la fe viendo aquellos
dos caballeros cruzados empezaron a huir y los cristianos maravillados viendo
la nueva divisa de la cruz cobraron fuerza contra los sarracenos y arrancaron a
la morisma del campo y venciendo.
La veneración y devoción a
San Jorge y la fe en sus intervenciones
sobrenaturales tuvieron así una gran resonancia entre las tropas de la época.
Conservándose en la actualidad en la Catedral de Valencia no sólo la Copa del
Santo Cáliz o el Grial de la Última Cena y el mayor fragmento del Lignum
Crucis, sino también las reliquias de dos brazos derechos del Santo Jorge.
Simbólicamente reúne todos los elementos de un grandioso mito: al caballero puro
de armas blancas y montado en níveo corcel se agrega así los ingredientes
indispensables del dragón apertrechado en su cavernosa madriguera rodeado por
repelentes bicharrajos de gordos sapos y alacranes y de arañas repugnantes,
amenazadores de la indefensa ciudad y la princesa. La universalidad del mito resulta así la del
héroe salvando a la princesa y al pueblo de la fe del temible dragón de
meliflua lengua y lento aliento pestilente
en que natura degenera para encarnar al mal. Porque el contenido psíquico del
dañoso dragón es justamente el de representar a las fuerzas primitivas incontroladas que engendran lo
informe o la oscuridad en el desbordamiento de las fuerzas negadoras de la
vida.
El dragón se asemeja así a la
bestia o al diablo, que es la vieja serpiente primitiva y por ello mismo el
adversario, el enemigo que debe ser vencido por los caballeros santos y por los
hombres buenos –siendo por ello alegorías de Santiago apóstol y de San Jorge, y
el dragón el objeto a destruir por todo caballero que se precie de serlo.
En otro registro, la lucha del
caballero y el dragón representa el triunfo de la persona formada, que por la
educación cultiva el doble huerto interior del
cuerpo, a un tiempo desnudo templo e interior jardín de ojos que besaran
con haladas alas, en que las manos son cisnes o el oro de sol en el pecho y el
rayo la espada de flamante agua. Porque
es en el desarrollo de la sensibilidad estética donde puede triunfar la belleza
sobre las tendencias regresivas de la psique, cuyo ladera tenebrosa amenaza
despeñar a la personalidad en el abismo sin fondo de las fieras bestiales del
mundo irracional. Se trata entonces del desafío de las sombras escondidas y
contenidas del inconsciente, bañadas de roja cólera y de negra y tumefacta
muerte o de pálida violencia.
Así, en la
figura del caballero asistimos simbólicamente a la representación de su
revelación bajo la figura del rompimiento de la cabeza del dragón vencido por
la espada del espíritu, a la vez filosa
luz de cristal de agua dulce y sangre en las estrávicas fauces del chinesco
monstruo hirsuto –emblema así de la victoria de Cristo, San Miguel o San Jorge
sobre el mal.
Por último hay que agregar que
la imagen del caballero andante estabilizada en la Edad Media implica también
el desdoblamiento de la figura imperial del caballero, la cual no es ya sólo la
del administrador que cobra el tributo debido al Cesar, sino que se erige
paralelamente como la del caballero de la fe y de la justa lucha contra las
fuerzas del mal, a la vez que como héroe protector y civilizador a un tiempo.
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