viernes, 29 de agosto de 2014

Breve Historia de la Litografía en México: Don Nazario Espinosa Araujo, Litógrafo Zacatecano Por Alberto Espinosa Orozco

Breve Historia de la Litografía en México: 
Don Nazario Espinosa Araujo, Litógrafo Zacatecano
Por Alberto Espinosa Orozco



I
   Nazario Espinosa Araujo nació en la ciudad de Guanajuato, Guanajuato, el 28 de julio de 1839; murió en la ciudad de Zacatecas, Zacatecas, el 30 de marzo de 1919, unos meses antes de cumplir los 80 años de edad, dejando tras de sí una obra empresarial y artística en sus talleres, como editor, impresor y litógrafo, de gran envergadura.
   Hijo del comerciante Antonio Espinosa de la Barrera (1813-1860) y de Ramona Araujo (1817-1890), ambos oriundos de Guanajuato, sólo tuvo una hermana, un año menor que él, de nombre María del Refugio (1940-?), quien se casó con un fotógrafo, yendo con él vivir a la hermosa ciudad de San Miguel Allende, Guanajuato. Nazario Espinosa realizó sus primeros estudios y los de bachillerato en su natal Guanajuato, donde inició estudios de ingeniería, marchando a vivir a la Ciudad de México en 1857, a los 18 años de edad –mismo año en que moriría el litógrafo italiano Pedro Gualdi en la ciudad de Nuevo Orleans, pero cuyo famoso álbum  Monumentos de México tomados del natural, editado en 1841 por Massé y Decaen, se reeditaba con gran éxito en 1855 y 56. 

   Una vez instalado en la gran metrópoli Nazario Espinosa se inscribe en la Academia de San Carlos, en donde se sintió atraído por el arte litográfico, siendo apenas seis años más joven que un grabador, prácticamente legendario, que llegaría a gozar de amplio reconocimiento: Santiago Hernández (1832-1908), quien había sido de joven artillero y combatido en 1847 al lado de los niños que defendieron el Castillo de Chapultepec. Autodidacta, a la muerte de su padre comenzó a ganarse la vida pintando cuadros, naturalezas muertas, retratos a lápiz e impartiendo clases, empezando a destacar cuando pintó al óleo los retratos de los Niños Héroes.
   Santiago Hernández fue tribuno popular, ideólogo del civismo, intérprete de la Comisión de Cartografía Mexicana, excelente retratista y caricaturista satírico, colaborador de los periódicos, ya desde 1862 había participado en: La Pluma Roja La Jácara, luego en La Orquesta, El Rascatripas, El Máscara, El Palo de Ciego, El Espectro, Juan Diego, El Cascabel, Juan Diego, San Baltasar, El Ahuizote y El Hijo del Ahuizote, de un lápiz crítico, implacable y exacto, según lo describe Don Manuel Toussaint, el cual formaría sociedad más tarde con Hipólito Iriarte, colaborando ambos en el magnífico periódico El Artista (1874), realizando juntos obras notables como: La Llorona de J. M. Marroquín (1887), Los Ceros sobre textos de Vicente Riva Palacio (1882), la sorprendente colección de retratos El Episcopado Mexicano con texto de Francisco Sosa (1877) y firmados por Hernández, y el libro Poetizas Mexicanas, publicado por la Secretaría de Fomento (1893). Santiago Hernández murió a los 75 años de edad, el 8 de julio de 1908 como el último superviviente de los defensores de Chapultepec.  





II
   .Es el tiempo en que los obras realizadas con la técnica litográfica empiezan a abrir el mercado a partir de la ilustración de libros como: Gil Blas de Santillana (1843) editado por Masse y Decaen (1843);  Boletín de Geografía y Estadística del Conde de Cortina (1849), con grabados litográficos de Hipólito Salazar, el patriarca de la litografía en México, quien montó su taller  en el año de 1840; Pablo y Virginia (1843), con litografías trabajadas en el taller de Hipólito Salazar; Historias de Vida de Pantaleón Tovar (1851) y Los Ciento uno Roberto Macario, con texto de Manuel Alhoy y Luis Huart (1860) con reproducciones litográficas de pinturas de Daumier, editados por la casa editorial de Lara, donde se imprimieron las más bellas imágenes del Siglo XIX; Los Mexicanos vistos por sí mismos, con una serie de tipos populares (1853), editado por la casa de Manuel Murguía, con litograbados de Hesiquio Iriarte e Ignacio Cumplido; El diario de un testigo de la guerra de África de Don Pedro Antonio de Alarcón (1861), con litografías de Iriarte e impreso en el modesto taller de Inclán, establecido desde 1859 en la Calle de San José Del Real, y Gonzalo de Córdoba o la Conquista de Granada de Floiran, editado en el modesto taller de Inclán establecido en 1859 e ilustrado por él mismo.
   Los calendarios tuvieron también su auge en ese tiempo, floreciendo el de Juan N. Narro en 1848; El Impolítico y Justiciero de 1854 a 1857; El Caricato y Polvos de la Madre Celestina en 1857;  El Popular y El Reaccionario en 1860; El Burlesco de 1862; el de J.M. Rivera en 1863, y; el de Cuevas de 1865, señalándose todos ellos por el cuidado, cariño y gusto que tenían nuestros bisabuelos por hacer bien las cosas, aún las más pequeñas. Los periódicos ilustrados con litografía tenían en esa época a los feroces caricaturistas como los grandes animadores del momento, destacando por su sátira mordaz tanto los de Villasana como los de Escalante, a los que acompañaban textos de Vicente Riva Palacio. En el periodismo circulaban los diarios;  La Ilustración Mexicana (1850), editado en los talleres de Cumplido; La Cruz (1855-58), editado por Andrade y Escalante con litografías de Hipólito Salazar y A, Decaen, y El Renacimiento, de F. Díaz de León con litografías de Iriarte. Los litógrafos más destacados de ese tiempo son, además de Casimiro Castro, Hipólito Salazar, quien publica en su propio taller fundado en 1840 un extraño e importantísimo trabajo: Iconología o Tratado de Alegorías y Emblemas de Gravelot, traducido por Luis G. Pastor (1866); Plácido Blanco, quien terminaría como impresor en Toluca; Constantino Escalante, quien murió el 28 de octubre de 1868 al ser atropellado por el ferrocarril de Tacubaya; Luis Garcés, el litógrafo de Murgía; José María Villasana, quien tenía su taller en la calle de Capuchinas #9 y publicaría La Linterna Mágica de José T. Cuellar (1871).
   Pero sobre todo, Espinosa Araujo llega a México justo en el momento en que está empezando a circular una obra, sin duda histórica, no sólo para la litografía mexicana del Siglo XIX, sino para la historia del arte en general: las estampas sueltas y el famosísimo álbum que los colecciona publicado por Masse y Decaen, llamado México y sus Alrededores (1855 y 1856), ilustrado con litografías de Casimiro Castro, J, Campillo, L. Auda y C. Rodríguez, obra que apasionó a la época y del cual se hicieron varias ediciones, llamando poderosamente la atención las vistas aéreas de la Alameda tomadas desde un globo aerostáticos y siendo una de sus imágenes más memorables una bellísima y misteriosa estampa:  “El Paseo de las Cadenas en Noche de Luna”.  El influjo de dichas imágenes debió de resultar al joven aprendiz una especie de revelación y de poderosa atracción irresistible, haciendo volar su imaginación hacia horizontes en ese momento recién explorados. Cosa que seguramente no hiso sino confirmar un hermoso libro editado en 1858 por Decaen: el tratado de arquitectura y ebanistería El Viñolas de los propietarios y Artesanos, enriquecido con 80 láminas litográficas de gran nitidez en su estampa y de inmejorable precisión en la realización del dibujo. Fue en ese ambiente de libertad creativa y efervescencia política que el futuro editor zacatecano comenzó a dar sus primeros pasos como aprendiz y artista.



III
   Los más importantes talleres litográficos creados por mexicanos en ese tiempo fueron: los de Ignacio Cumplido, el de Hipólito Salazar, quien fuera discípulo de Ignacio Serrano, el de Manuel Murguía, el de Manuel C. Rivera y dos más, el de Hesiquio Iriarte, distinguido por su calidad, el de José María Villasana, quienes imprimieron en su obra un sello nacionalista, con tendencias hacia lo costumbrista, la sátira y lo caricaturesco. Los litógrafos más prominentes de ese tiempo fueron: Hipólito Salazar, Hesiquio Iriarte, Pedro Gualdi, Casimiro Castro y un discípulo suyo, Juan Bautista Urrutia (1871-1938), quien haciendo litografías, algunas de ellas en multicolor desarrolló un estilo humorístico muy personal en historietas y logogrifos. También desarrollaron el oficio Santiago Hernández, Plácido Blanco, Constantino Escalante, Joaquín Heredia, Altamirano Gaitán, Luis García Pimentel, José Guadalupe Posada, Daniel Thomas Egerton y Joaquín Giménez (el Tío Nonilla).  Las aportaciones más significativas de la nueva técnica litográfica consistió en el registro gráfico de oficios y costumbres, pero también de paisajes, retratos, ruinas arqueológicas, acontecimientos históricos y sátira política.









   Lo que se ha considerado la época de oro de la caricatura comienza con Constantino Escalante, consolidando y enriqueciendo esa corriente Santiago Hernández, Noe,  Alejandro Casarín, Jesús T. Alamilla y José María Villasana; en las décadas de los años 40 y 50 destacan las caricaturas publicadas en La Calavera (1847), El Tío Nonilla (1849-51),  el famoso libro El Gallo Pitagórico y La Pata de Cabra (1856-65); en los años 60 y 70, en los periódicos La Orquesta, El Cascabel, Juan Diego, San Baltasar, El Padre Cobos, El Palo de CiegoEl Ahuizote y El Hijo del Ahizote. En Mérida Vicente Gahona (Picheta,) ejerció la caricatura política a través de las páginas del Don Bulle Bulle y de La Burla. Durante el Porfiriato resalta la actividad crítica de dibujantes como Daniel Cabrera o Jesús Martínez Carrión y en los periódicos La Cantárida, El Quijote, La Patria Festiva; El Hijo del Ahuizote, El Ahuizote Jacobino (1904-05) y El Colmillo Público. Destaca la presencia del José Guadalupe Posada, quien desde 1871 hacia caricatura en su natal Aguascalientes.
   El arte tipográfico de los periódicos se vio así enriquecido con el nuevo proceso de ilustración, destacando en este renglón los diarios y semanarios: El Iris (1826), El Mosaico Mexicano (1837) y El Recreo de la Familia (1838) de Rocha y Fournier, El Semanario de las Señoritas Mexicanas (1841), La Cruz (1855), México y sus Costumbres (1872), El Artista (1873) de la Casa del Llano y Cía., y El Álbum de la Mujer (1883). Dentro de los periódicos musicales los más sobresalientes fueron: La Historia Danzante (1873), El Rascatripas (1882) y La Historia Cantante (1879). Por su parte, los periódicos de oposición más notables que usaron el nuevo arte fueron: La Orquesta (1861-75) en el que descollaron José María Villasana y Santiago Hernández, El Monarca (1863), El Ahuizote (1874) y el Hijo del Ahuizote (1897).
   El arte litográfico también se desarrollaría en los estados con excelente producción, especialmente en Puebla, San Luis Potosí, Michoacán, Toluca, Yucatán, Aguascalientes… y en la capital de  Zacatecas, que ha sido hasta el día hoy un caso, aunque notable, poco estudiado. En Puebla destacó la Litografía de J.M. Macías, publicando la novela Rafael de Lamartine en 1849, con litografías firmadas por R.S., y la Guía de Forasteros con un plano litográfico firmado por Rivera; destaca también otro pionero poblano de la estampa en piedra: el impresor Neve, quien en 1868 y con dibujos de Pacheco publica una curiosa novela: El Cazador Mexicano. El taller de Toluca inició sus actividades el 25 de julio de 1851, en el Instituto Literario, con la edición de las Cacetas Geográficas del Estado, levantadas por Tomás Ramón del Moral, incluyendo la práctica de la técnica litográfica una gran solución, pues debido a la imposibilidad de adquirir piedras de Baviera se usaron losas de mármol traídas de Tenancingo, siendo el grabador Don Pedro Riberoll, quien tuvo como discípulos a Tapia y a Trinidad Dávalos quienes estamparon la primeras vistas ferroviarias del camino el tren de México a Veracruz. Ese taller pasó luego a la Escuela de Artes, y fue dirigido por el mismo Trinidad Dávalos, al que se le sumó e l impresor Plácido Blanco.[1] En San Luis Potosí surgió la litografía asociada a un periódico político, El Monarca, con los litógrafos B. Oteiza y Melchor Álvarez. En las primeras litografías que llegaron a Mérida se imprimieron en la Habana, Cuba, pero pronto se editó un folleto, la Vida de Fray Manuel Martínez, con texto de Don Crescencio Carrillo y Arcona (1883) con una serie de litografías sin firma. En Michoacán se implementó un taller de litografía en la Escuela de Artes de Michoacán, donde se editaron las Memorias del Gobierno de Guanajuato con litografías firmadas por E. Villaseñor.[2] 

IV
  Especial mención merece el caso de Aguascalientes con la imprenta “El Esfuerzo”, del liberal José María Chávez (1812-1864), quien llegó a ser gobernador de la entidad y fue fusilado por las tropas de Napoleón III. Tuvo una producción constante de imágenes religiosas y novenas, de viñetas para cajas de cigarros y de caricatura política. Su sobrino José Trinidad Pedroza (1837-1920) se formó en esa imprenta y fue a su vez el maestro de José Guadalupe Posada (1852-1913) quien entró como aprendiz al establecimiento en 1868.
   En la imprenta Trinidad Pedroza organizó el Centro de Reunión Reformista, para luchar contra el cacique local Coronel Jesús Gómez Pedraza, por lo que tuvo que abandonar Aguascalientes en 1872 e instalar su taller el León, Guanajuato, regresando Pedroza al año y quedándose José Guadalupe Posada al frente del establecimiento por 3 años, hasta 1876, fecha en la que compra el taller con media docena de piedras litográficas, una prensa de mano hecha en Nueva York y dos rodillos.  Ilustra periódicos, hace viñetas y diplomas, anuncios comerciales e imágenes religiosas, litografías para cajas de cerillos y reproducciones de monumentos, edificios y paseos con abundancia de ornamentaciones y arabescos. De 1883 a 1889 imparte clases de litografía en la Escuela de Instrucción secundaria de León.
    Se relaciona con Irineo Paz, quien publicó infinidad de obra y un periódico, La Juventud Literaria (1887-1888), cuya imprenta y litográfica se localizaba en la calle de las Escalerillas #7 (República de Guatemala). Posada cambia su domicilio a la Ciudad de México donde establece su propio taller, primero en la Cerrada de Santa Teresa y luego en la Calle de Santa Inés (hoy Moneda). En 1890 se relaciona con el editor Antonio Vargas Arrollo e ilustra sucesos políticos en sus gacetas populares, pero también almanaques, calendarios, silabarios, novenarios, libros, cuentos y anuncios de corridas de toros. Muere unos días antes de la Decena Trágica en la Ciudad de México el 20 de enero de 1913 a los 61 años de edad.



V
   Luego de haber permanecido en la Ciudad de México por un lustro, el cual aprovechó para ilustrarse en el arte de la estampa calcográfica, Nazario Espinosa llegó a la ciudad de Zacatecas en el año de 1862, a los 23 años de edad, en donde puso su residencia, lleno de proyectos, sueños e ilusiones. Un par de años antes, sin embargo, había ido a la ciudad de Guanajuato debido al fallecimiento de su padre, Don Antonio Espinosa de la Barrera, acaecido en el año de 1860. Nazario Espinosa llegaba entonces a los 21 años de edad cuando recibió la fatal noticia, a la que Doña Ramona Araujo, su madre, sobreviviría 30 años más, pues murió en 1890. Una no despreciable herencia dejada por su padre quedó entonces en litigio por un cierto tiempo, en cuyo lapso su hermana María del Refugió casó con un artista de la fotografía y se fue a vivir a San Miguel de Allende, Guanajuato, encargándose de atender a Doña Ramona hasta el final de sus días y distanciándose en sus relaciones con el futuro impresor.
   El joven aprendiz volvió a la gran capital del país, pero en esta ocasión con otras miras en mente, enterándose en algún momento de que una década atrás en la ciudad de Zacatecas un antiguo socio del prestigioso impresor Antonio Decaen, el francés Mr. A. Baudouin, con quien por un tiempo imprimió ilustraciones religiosas y novenarios, había montado un par de talleres litográficos. En efecto, en la ciudad de Zacatecas funcionaban para ese tiempo dos talleres equipados con prensas litográficas y piedra de Baviera: tanto el taller particular de Don Aniceto Villagrana, fundado en 1848, como el taller de Juan Cantabrana, una céntrica y prestigiosa imprenta, localizada en el Callejón de la Moneda y Doctor Hierro, en la que laboraba como tipógrafo Francisco Flores.[3]
   El importante impresor francés José Antonio Decaen se distinguió, no sólo por la perfección y belleza de sus impresiones, sino también por haber establecido de 1838 a 1864 seis talleres litográficos diferentes. Luego del arranque de la litografía en México con los italianos Claudio Linati y su socio Franchini, en nuevo arte calcográfico fue promovido ampliamente por un grupo de artistas franceses, asociándose con litógrafos e impresores nacionales, destacando los nombres de Robert, Fournier, Decaen, Mealhe, Baudin, Massé, Michaud y Debray.[4] José Decaen, luego de asociarse por un breve tiempo con el litógrafo Federico Mealhe, estableció otro taller, asociándose para 1940 con Mr. A. Baudin, en el que trabajó el famoso litógrafo Hipólito Salazar, dedicándose el taller a imprimir viñetas para papelería y produciendo ilustraciones para calendarios religiosos y novenas. La sociedad no prosperó, sin embargo, debido a que a partir de ese tiempo empezaban a llegar las prensas de París, Hipólito Salazar pudo independizarse y fundar su propio taller. Decaen se asoció entonces a Agustín Masse, quien a su vez estaba relacionado con el exitoso empresario y polifacético fotógrafo Julio Michaud, emigrado a México en 1830 y quien se convertiría en uno de los más destacados editores del Siglo XIX, siendo famoso su álbum fotográfico sobre Panamá y las Antillas. Luego que la sociedad de Decaen y Masse establecieran su taller en el Callejón de Santa Clara, editando importantes libros ilustrados y el famoso álbum de Pedro Gualdo Monumentos de México tomados del natural, Decaen vendió el equipo al editor Ignacio Cumplido en 1945, entrando a trabajar a su taller como director litográfico, imprimiendo litografías del escenógrafo L.A. Pinsón, quien había llegado con su esposa Edemé Reine Schein a México en 1844. Por su parte Mr. A. Francois Baptiiste Baudouin, quien había emigrado a México en 1833 en calidad de escultor, teniendo relación con el litógrafo José María Villagrana, estableció dos talleres más en la ciudad de Zacatecas, asociándose primero con Don Aniceto Villagrana y luego con el impresor Juan Cantabrana, quienes montaron así sus talleres en la bizarra capital de la céntrica provincia.
     Un año antes de la llegada de Don Nazario Espinosa a Zacatecas, en 1861, comenzó a trabajar la tipografía de la Escuela de Artes y Oficios, situada en el Callejón del Cobre, a cargo del Sr. Mariano Mariscal, siendo impresor en ese taller desde 1871 el Sr. Juan Luján, empresa que estuvo en actividad hasta 1893. Contando con algunas recomendaciones debajo del brazo el joven impresor Nazario Espinosa Araujo llegó así en 1862 a Zacatecas para atender la imprenta de pequeña imprenta de Juan Cantabrana, donde laboró por un par de años. En 1864 marchó el litógrafo a su natal Guanajuato para contraer nupcias con Salomé Dávila (1843-?), oriunda de Sombrerete, atractiva y de no mala posición, de mediana estatura, rubia y de ojos azules, viuda y sin hijos, que moriría en Zacatecas. Con ella procrearía una familia de cinco hijos, la Espinosa-Araujo, que nacieron todos en Zacatecas: Enrique (1871-1928); Antonio, que murió de pequeño en la cuna (1872-1873); Aurora (1873-1942); Guadalupe (1874-?) y María Magdalena (1875-1963).[5]


  La “Litografía de Nazario Espinosa”  estuvo primero en la esquina del Callejón de la Moneda y Dr. Hierro, después a espaldas del Teatro Calderón, luego se trasladó a al Callejón del Chepinque y más tarde el maestro grabador mandó construir un lujoso edificio de dos pisos en el Callejón del Cobre y el Callejón del Borrego don­de instaló sus talleres, teniendo sus oficinas en el Callejón de la Caja #20. Abrió también un taller de encuadernación y de sellos de goma, el cual se encontraba frente al justamente célebre Instituto de Ciencias de la bizarra capital.
   Debido al notable esfuerzo, laboriosidad y capital invertido, los talleres de Nazario Espinosa se levantaron a envidiable altu­ra, anexándose a los talleres tipográficos y de encuadernación, una fábrica de libros en blanco, grabados al aguafuerte, sellos de goma, clichés  y el taller de fotograbado –aunque éstos últimos no alcanzaron a inaugurarse como consecuencia de los movimientos revolucionarios de la revuelta armada de 1910 y la toma de Zacatecas en 1914 por las fuerzas leales a Felipe Ángeles y Pancho Villa.
    El gran desarrollo alcanzado por la imprenta de Nazario Espinosa se debió en gran medida a sus trabajos litográficos. El edificio ostentó mucho tiempo en la fachada la inscripción: "Talleres de Nazario Espinosa movidos por vapor", a los que des­pués se aplicó la electricidad.  Algunos peritos llegaron a expre­sar que los talleres de Don Nazario, montados al estilo europeo, eran los primeros en toda la República.  En efecto, de esa acreditada casa salieron artísticos memorables, como la publici­dad impresa de la gran Fábrica de Cigarros del Buen Tono, acaso los más famosos de todos, pero también las atractivas marmotas multico­lores del gran Circo Orrin, una emisión de giros postales ordenada por la Secretaría General de Correos y los timbres postales usados en el norte del país, en 1914, cuando el general Francisco Villa imperaba en esas tierra, y los Billetes de Lotería de Zacatecas de 1922.  Los trabajos de la imprenta notables por su delicada ejecución y concepto, incluían también planos, croquis, mapas y aun trabajos en­ cargados por casas extranjeras. Para principios del Siglo XX Don Nazario Introdujo una atractiva modalidad de imágenes reproducidas por el método fotolitográfico: las tarjetas postales.  


VI
   En el periodo comprendido de la promulgación de la Constitución de 1857 a la Toma de Zacatecas en 1914, lapso cronológico de 57 años en que Nazario Espinosa desarrolló el proceso educativo de familiarización, asimilación y recreación de la nueva técnica litográfica, estuvieron vigentes en la ciudad de Zacatecas las siguientes publicaciones y periodistas: en 1858 editaba la Imprenta del Gobierno su periódico oficial, llamado “El Constitucional Zacatecano”, cambiando de nombre al año siguiente a “La Sombra de Robespiere”, transformándose tan fabulosa denominación por “La Restauración del Orden” en 1860, con la entrada del gobierno clerical y monárquico del ala reaccionaria; un grupo de liberales zacatecanos defendieron valientemente la causa democrática a partir de los acontecimientos políticos de 1857, distinguiéndose en este grupo las plumas de grupo Severo Cosío, Jesús González Ortega, el editor Mariano Mariscal, el Lic. Ramón Talancón, Julio García Márquez y José María Castro, reforzados por los Presbíteros Ramón Valenzuela y Francisco P. Campa, quienes fundaron varios órganos de prensa: “El Guardia Nacional”, “La Lámpara”, “La Opinión” y “La Organización”. En ese mismo año el Lic. Vicente Hoyos sostenía un periódico de filiación totalmente conservadora: “La Verdad Católica”.
   En Tlaltenango circulaban los periódicos animados con brío patriótico por Don Jesús González Ortega llamado “La Sombra de García”, y junto con el Lic. Juan F. Román colabora en: “El Espectro” y “El Pobre Diablo”; en Jerez circulaba el periódico “Ariete” del Instituto Literario de García Salinas y para 1895 “El Turista” y “La Unión Jerezana”  de Aniceto Fuentes y Darío Dena en 1895 y 96; y en 1909 “El Bastión” de variedades e información. Durante la Intervención francesa de octubre de 1865 a noviembre de 1866 en Fresnillo se publicó: “El Pabellón Nacional”, editado por Rafael Zavala e impreso por Feliciano Guerra; tres años después circulaba en esa misma ciudad “El Relámpago”, para 1873 “La Reforma”, “La Crónica Local de Fresnillo” y “La Crisálida” para 1895, sumándose a ellos de 1901 a 1902 “El Boletín Oficial”, y ”El Filomático de Fresnillo” en 1907, de Luis G. Ledesma, y; en 1909 “El Pensamiento Libre; en Pinos apareció en 1869 “El Amigo del Pueblo”; en Guadalupe “La Unión”, de literatura, variedades e información, de Ezequiel A. Dueñas.
   Para 1869 la ciudad de Zacatecas contaba con las siguientes publicaciones: “El Centinela”, periódico religioso, social, de literatura y variedades redactado por el Pbro. Florentino Sánchez; “La Antorcha Evangélica” comenzó a editarse en Villa de Cos, siendo luego reforzada con los misioneros evangelistas Maxivell Phillips y Enrique Thomson, editado por Román Castillo; otras publicaciones menores fueron “La República”, “El Católico”, “El Cometa”, “La Discusión” y “La Convención” –el cual cambio luego de nombre a “El Demócrata”.  En 1870, sin embargo, salen a la luz tres órganos de los liberales progresistas: “El Tribuno del Pueblo”, “El Jornalero de la Prensa” y “El Boquiflojo”.
   Entre 1872 y 1875 existió en Zacatecas una interesante revista de Literatura, Ciencias y Artes llamada “El Filograma” en la que participó en pleno el Ágora entera de los ingenios regionales: Francisco Linares, Luis de la Rosa Oteiza, Vicente Hoyos, Esteban Ávila, Fernando Sansalvador, Octaviano Pérez, Pbro. Francisco Sotomayor, Felipe Avalos, Fernando Calderón Jr., Severo Cosío, Thomas Lorck, Juan B. Rousset, Macedonio Palomino, Severo Cosío, Lázaro Negrete, Luis G, Ledesma, Manuel R. Ibarrola, Victoriano Márquez, Anselmo Pérez Maldonado, Florentino López, Francisco Macías y las poetizas María Guadalupe Calderón y Antonia Vallejo. Hubo otra revista de Literatura, Ciencia y Artes llamada “El Celaje”, que apareció a partir de 1877, siendo su editor el Sr. Juan B. Rousset, editándose en la Imprenta de Tostado y Villagrana, colaborando en ella, además de los escritores de “El Filograma”, el Lic. Jenaro Raigosa, Francisco Aranda, Carlos Galindo, Bartolomé Ballesteros, José Leal, José Árbol y Bonilla, Fidencio Días de la Vega, Francisco Santini, y las poetizas Isabel Elías de Ramírez y Tomasa Serra de Villagrana.
   Entre 1873 y 75 aparecieron los periódicos de política: “La Verdad”, “El Deber Patrio”, “El Radical”, “La Página del Pueblo”, de carácter instructivo, “La Reforma”, que incluía variedades, y el “Semanario Municipal”, el órgano del Ayuntamiento y de la Jefatura Política, el cual se llamó de 1884 a 1903 “La Crónica Municipal”.
   Alfonso Toro del Instituto de Ciencias dirigió en 1882 el órgano estudiantil “El Tribuno”, circulando un año antes la hoja periodística “La Paz” y un poco más tarde el periódico de variedades y anuncios “Los Cinco” del Sr. F. Arámburo. En 1884 salió “La “Prensa Libre” del Partido Liberal Zacatecano, redactado por el Sr. José Enciso Ulloa; “La Unión Zacatecana”, publicación política dirigida por el Sr. Alberto Muñoz; “La Razón”, también de política; “Sin Razón”, redactado por José María Zepeda González, y;  “La Murga” de Francisco Linares y Santiago Kimball.
   Una interesante publicación apareció en marzo de 1885: “El Perfume de la Religión”, del Pbro. Fray Ángel de los Dolores Tiscareño; en ese mismo año “El Máscara”, de oposición, de Bernardo Romo. El periódico religioso “La Palanca Social” del Pbro. Pedro G. González apareció en 1888 y un año después una publicación festiva llamada “La Chancla” del Sr. J. Esparza, junto con “La Época”, de información y política. Otro semanario religioso, científico y literario de interés fue “La Rosa del Tepeyac”, del Lic. Rafael ceniceros Villareal, nativo de Durango, el cual circuló de 1891 a 1895. Tomás Lorck también publicó un semanario, llamado “El Liberal”, de 1891 a 93. En 1894 existía “La Enseñanza en el Hogar”, periódico político y literario de Guadalupe.
   La prensa zacatecana empezaba su lapso más fecundo con la aparición de dos periódicos semanarios, que fueron los principales de 1895: “El Obrero Zacatecano”, de política, variedades y agricultura, minas, comercio e industria, y “El Eco de la Opinión”, publicación independiente porfirista que postulaba para Gobernador del Estado al Gral. Aréchinga. Circulaban también “El Factor”; “El Tribuno”; “El Arte”, de literatura e información, y; “La Juventud”; para 1897 “El Progreso”; “Don Fulano”; “La Instrucción del Pueblo” de carácter católico; “Martín Garatuza”, anticlerical; “El Vale Coyote” y “El Barretero”, y; “El Observador Zacatecano”, de literatura y variadas hasta 1900. A ellos hay que sumar las publicaciones políticas: “El Municipio” y “El Amigo del Pueblo” del Club General Bernardo reyes que postulaba para Gobernador del estado a Sr. Lic. José María Echeverría.
   Para arrancar el Siglo XX se publicaron “El Hijo del Trabajo”, dedicado a la clase obrera; “El Centinela”, liberal;  “La Bandera Católica” de José María Esparza; “La Juventud” en 1902 a 1911¸ de literatura y variedades; el mejor periódico de información que tubo Zacatecas por mucho tiempo “El Correo Zacatecano”, dirigida por J. Manuel Villa y administrada por Mariano Elías y José Guadiana; “El Eco de Zacatecas”, religioso, de 1903 a 1904; “La Regeneración” y “La Libertad”, políticos, postulando el último para Gobernador al Sr, Lic. Eduardo G. Panhurst, dirigido por Julián Torres; “El Renacimiento” de la Sociedad Científico, Artístico y Literaria, del Sr. Aurelio Elías. En 1905 apareció una curiosa revista literaria llamada “La Flor de Loto” de José N. Orozco.
   El “Boletín de Educación”, de la Dirección General de Educación, de 1906 a 1922, y luego salió en 1944 para dejar de circular en 1945; “Boletín Mensual del Observatorio Astronómico del Estado”, de 1906 a 1913; “El Jococón” de Enrique Gracida que se publicó con enorme popularidad de 1906 a 1913; y en 1907 “El Diablito Travieso”; “La Academia” de 1908, semanario católico que sobrevivió hasta 1915;  en 1910 apareció “El Estudiante de Salamanca”, la “Revista Literaria”, del Instituto de Ciencias; y EN 1911 “El Diario de Zacatecas”, “El Anti-Reeleccionsita”, políticas, y “El Clarín” de Enrique Tenorio; salió a la luz el semanario religioso “El Grano de Arena” del Pbro. Don Manuel Calvillo Guerra. En 1912 la “Revista de Zacatecas” y “El Boletín de la Revista de Zacatecas”; “Revista de Zacatecas Ilustrada”; “La Palanca”, “El Escorpión”, órgano del Partido Católico y el semanario “El Ilustrador Católico”; “El Pueblo Libre” del Partido Liberal; “Justicia” de carácter independiente; “El Pregonero” y “El Patriota”, de política; “El Demócrata”, órgano del Partido Católico junto con “A.B.C.” del mismo partido en Fresnillo.
  En medio de la primera toma de Zacatecas por las tropas de Pánfilo Natera en su lucha contra huetistas aparecieron en 1913 los periódicos “El Estado”, del Partido Liberal; “La Verdad” del Partido Democrático; “El Rabo Verde” y “El Chimborazo”, semanarios de combate; “El Diablo Rojo” y “La Voz del Pueblo”, junto con “La Voz de un Sastre”; “La Época”, “La Regeneración”, órgano del Centro Anti-Reeleccionista José Luis Moya, que postulaban para Gobernador a Sr. Fernando Cabral, y “Municipio Libre”, órgano de la Jefatura de la Policía, que se publicó hasta 1932.
   El fatídico año de 1914 salió a la luz “Siglo XX”; “El Correo de la Tarde”; “El Noticiario”, el diario católico “Patria” y “La Revista de Zacatecas”, segunda época. En 1915 existió “La Voz de Zacatecas” que duró hasta 1916, dirigido por Teodoro R. Guerrero, año en que surgieron a la arena periodística “Ideal” de los estudiantes normalistas; “Reconstrucción”, “Sagitario” y “Helios” de la Liga Pedagógica Zacatecana, siendo su director Salvador Vidal.[6]




VII
   El primer taller litográfico del que se tiene noticia en la ciudad de Zacatecas fue el de Don Aniceto Villagrana (1803-1850), quien puso un pequeño taller tipográfico en 1838, el cual fue mejorando poco a poco. Sin embargo, no fue sino hasta 10 años después, en junio de 1848, que se asoció con el francés Mr. A. Baudouin, introduciendo en su taller la primera prensa de litografía, forjando con el paso del tiempo toda una tradición y una estirpe de impresores litográficos en la entidad.
   El Señor Aniceto Villagrana se había iniciado en el arte tipográfico a los 23 años de edad, en la primera imprenta que tubo Zacatecas, controlada por el gobierno, cuando fue tomado como meritorio por el Sr. Don José Ramón Irigoyen, de Guadalajara, quien regenteaba el taller desde el 4 de junio de 1825, luego de la renuncia del tipógrafo Juan Pérez. [7] El gobernador del estado, Lic. José López Pérez de Nava, ordenó entonces la impresión de mil novenas de la Purísima, al tiempo que la imprenta se cambiada del Convento de Santo Domingo a los bajos de la Casa del Estado, que luego fuera cede del Poder Legislativo.   La primera imprenta contralada por el gobierno fue traída de Guadalajara en 1824 por su propietario, el Señor Don José María Ramos Palomera, por  órdenes del gobernador interino de Zacatecas Coronel Juan Peredo, originario de Aguascalientes, instalándose en 4 piezas del Convento de Santo Domingo. El primer impreso que se publicó ahí fue una circular para Secretaría del Congreso local, el 6 de enero de 1824. Sin embargo, en agosto de ese mismo año, el Señor Ramos Palomera se vio forzado a renunciar a su puesto debido a lo raquítico de los sueldos, vendiendo su taller al gobierno por la cantidad de 3 mil 500 pesos. Tres meses antes, en mayo de 1824, el Gobierno de Estado había establecido una Junta de Censura y Libertad de Prensa, compuesta por el Presbítero José Ramón Jiménez, Rector del Colegio de San Luis Gonzaga, Fray Antonio Gálvez, Marcelino Gamboa y José María Sánchez Pareja. Vino de Guadalajara para sustituirlo el Señor Juan Ordorica, llegando de la Ciudad de México los oficiales impresores Juan Nepomuceno Cabrera, Mauricio Monroy y Francisco Rangel –quienes sucesivamente también fueron renunciando a sus puestos por la misma razón de los precarios sueldos. Ordorica, en efecto, sólo resistió ocho meses como regente del negocio, pues el sueldo de 12 pesos semanales se redujo a 10, y luego a 8 pesos, por lo que no tuvo otra opción que separarse, quedando en su lugar por breve tiempo el maestro Juan Pérez y luego Don José Ramón Irigoyen.
   A la renuncia de Irigoyen de ese empleo, ocupó su lugar desde el 25 de septiembre de 1826 el Señor Pedro Piña, que a su vez fue sustituido nueve años más tarde por Don Aniceto Villagrana en 1835, el cual había casado un par de años atrás con María Jesús Beltrán. El señor Villagrana dirigió el taller del gobierno hasta su muerte, acaecida el 19 de septiembre de 1850 a los 47 años de edad –habiendo sido separado del cargo entre 1836 y 37 en que fue Regente del Ayuntamiento. Asumió entonces la dirección de la imprenta oficial su hermano, el Señor José Inés Villagrana siendo relevado del cargo un par de años más tarde, en 1853,, quedando al frente Telésforo Macías, hasta junio de 1859, cuando fue nombrado como regente el Sr. Mariano Mariscal (1836-1909), sobrino de Don Aniceto, quien a su vez dejó el taller, en julio de 1863, en manos del Sr. Francisco Villagrana. En 1865, durante la Intervención Francesa y el gobierno del 2º Imperio de Maximiliano a Habsburgo, la imprenta fue puesta a cargo  del Sr. Néstor de la Riva, entregándolo en 1867 a los Sres. Francisco Villagrana y José María Inés Villagrana, volviéndolo a tomar el Sr. Néstor de la Riva de 1869 a 1875 –trasladándose la imprenta ése último año al Hospicio de Niños de Guadalupe, haciéndose cargo de ella por segunda vez el Sr, Mariano Mariscado, quien radicaba ya en Guadalupe, donde murió el 16 de octubre de 1909.
    Fueron luego directores de la imprenta del gobierno: el Sr. Juan Luján, Félix Benjamín Echeverría, Irineo Ruiz y Feliz T. Pérez, quien introdujo en 1908 introdujo una prensa automática Optimus movida por electricidad, contando entonces la imprenta en ese tiempo y con 8 oficiales y 4 alumnos en aprendizaje. Siendo gobernador del estado el Lic. Eduardo G. Pankhurst y gracias al director de Hospicio Sr Francisco Linares, se dotó a la imprenta de una prensa Chandler con accesorios. La prensa fue fluctuando su estado en cuanto a mejoras, empero, a partir de la Toma de Zacatecas en 1914, en la que las fuerzas revolucionarias de la División del Norte comandadas por Felipe Ángeles y Pancho Villa irrumpieron en Hospicio de Guadalupe, el taller acusó severas deficiencias pues se perdieron muchos tipos, estando al frente de la dirección primero Juan Muro, y luego sucesivamente: Jesús F. Sánchez, Jonás Sánchez Rivera, Gilberto Arciniaga, Alfonso Iracheta y, ya para 1948, Juan Valdez, estando la imprenta todo ese periodo en franca decadencia.
   Los tipógrafos más distinguidos que se formaron en la Imprenta del Gobierno, muchos de ellos radicados luego en la Ciudad de México, fueron: Ezequiel Salcedo, Higinio G. García, Filiberto C. Reza, Esteban Luévano, José López Doñez, Arturo Valdezpino, Eduardo Limón, Manuel Pérez, Fernando Amozorrutia y Joaquín Saucedo. El Periódico Oficial publicado por esa casa impresora cambió muchas veces de nombre, siendo: Gaceta del Gobierno Supremo de Zacatecas de 1829 a 44; Observatorio Zacatecano y  Zacatecano en 1844; La Concordia en 1851; Registro Oficial y El Regenerador en 1855; El Constitucional Zacatecano en 1857; La Sombra de Robespiere en 1859; La Restauración del Orden, Boletín Oficial del Estado Libre de Zacatecas y Defensor de la reforma en 1860; Periódico Oficial en 1864; otra vez El Defensor de la Reforma en 1866; El Periódico Oficial de 1870 a 1874; Defensor de la Constitución de 1877 a 1899; y finalmente Periódico Oficial de 1900 hasta mediados de Siglo XX.[8] De entre los periodistas relacionados con la redacción del Periódico Oficial se pueden mencionar a: Luis de la Rosa Oteiza, Fernando Calderón, Teodosio Lares, Vicente Hoyos, Mariano Fernández Sansalvador, Julio María Márquez, Edmundo G. Pankhurst, Luciano Cuevas, Fernando Vega, Severo Cosío, M. Amador Bejarano, Jesús González Ortega, Manuel M. Urrutia, Miguel López, Manuel G. Solana, Marcos Esparza, Francisco Conchos, Octaviano Pérez, Jesús Valdez, Patricio F. Arellano, Víctor Rosales, Sotero de la Torre, Agustín G. González, José María Celaya, Trinidad García, Anastacio J, Muñana, F. Acosta, Fernando Calderón Jr., Raúl G. Ferniza, Juan B. Rousset y Josefa Letechipía de González.
   La imprenta particular de Don Aniceto Villagrana fue la primera en Zacatecas en contar con piedras y prensa litográfica, desde 1848. Luego de la muerte de Don Aniceto Villagrana la imprenta quedó a cargo de Francisco Villagrna, quien en el año de 1863 formó sociedad con el Sr, Canuto Álvarez Tostado, llamándose la imprenta desde entonces “Imprenta de Tostado y Villagrana”, la cual para 1887 se llamó “Tipografía de la Viuda de Villagrana” siendo su única propietaria Tomasa Serra de Villagrana.
   Otras imprentas  que surgieron en ese tiempo fueron: la imprenta del Sr. Néstor de la Riva, cuyo impresor fue Joaquín Lorenzana, de 1864 a 1878; la “Imprenta Económica”, del Presbítero Mariano Ruíz de Esparza, primero en la Calle del Correo # 2 (Avenida Juárez) en 1869, luego en la Plaza Principal #7, y finalmente en el Callejón del Mono Prieto desde 1880, estando activa hasta 1911; en el año de 1869 se fundó otra imprenta en la Plazuela de San Juan de Dios, de los Sres. Juan Amador, padre del historiador zacatecano Juan Elías Amador, y Severo Cosío, los que luego se asociaron a los reformadores sociales norteamericanos Maxivell Philips y Enrique Thompson de la corriente evangelista. Estos últimos colaboraron desde 1876 en la revista “La Antorcha Evangélica” de los mismos Severo Cosío y Juan Amador, sosteniendo el órgano evangélico apasionadas controversias con el periódico “El Centinela” del Presbítero Florentino Sánchez.
   La “Imprenta de Tomas Lorck”, fundada por Tomás y su hermano Enrique, que primero se estableció en la casa paterna, en la Calle de Arriba, y luego frente al Hotel Krauss, pasando posteriormente a instalarse en el Callejón del Tenorio, asociándose con los hermanos Enrique, Alfredo y Dagoberto García, trasladándose el taller a la Plaza de San Agustín #21 (Miguel Auza) donde se imprimieron periódicos combativos y revistas científico-artísticas y literarias, destacando las poesías de Luis G, Ledesma y Juan B, Rousset; Lorck vendió la imprenta a Enrique García en 1909, llamándose “Imprenta de Enrique García y Cía.”, instalándose en el Callejón de Rosales y Avenida Hidalgo #30, 32 y 36, ya como único propietario, levantando sus talleres a gran altura por su atingencia y dinamismo en el trabajo. A la muerte de Don Enrique García, el 25 de febrero de 1932, sus hijos heredaron la empresa, introduciendo Ramiro García, para 1949, el linotipo, editando libros de texto y códigos civiles, ya en la Calle de Allende #7.
   La Imprenta “La Económica”, de Telésforo Macías, se abrió en la Calle de la Merced Nueva (Av. Hidalgo) y fue dirigida por Macedonio Palomino y Oscar Aguilar; la tipografía “La Rosa”, del durangueño católico Rafael Ceniceros Villareal, que trabajó de 1881 a 1901, en la Calle de los Gallos #17 (Fernando Villalpando) y luego en la Calle de la Merced Nueva #60. En los bajos del edificio el Hotel Zacatecano, en la Antigua Plaza de San Agustín (Plaza Miguel Auza), estuvo la “Imprenta Literaria”, propiedad del Sr. Domiciano Hurtado, donde se publicó el “Correo Zacatecano”, estando dirigida por el Sr. Mariano Elías, quien se separó en 1905 para abrir la “Tipografía Moderna” de su propiedad; dicho establecimiento se cambió primero a un local contiguo a la Presidencia Municipal y finalmente fue trasladada a la Calle de Gorrero #35 (Avenida Juárez) estando al frente de ella los Sres. Manuel Parra y Jesús F. Sánchez, hasta la muerte del Sr. Hurtado el 21 de septiembre de 1916; la imprenta fue vendida al Sr. Jaime Talancón, cambiando de nombre a “Imprenta Artística”, estableciéndose en Avenida Hidalgo, en un local que luego fue el “Salón Princesa”, aunque su propietario se fue con ella a vivir a Torreón donde pasó a manos de otros dueños.
   Para el año de 1923 un discípulo del Sr, Manuel Parra, quien había sido regente de la “Imprenta Literaria”, el ameritado y experto tipógrafo Sr. Jesús F. Sánchez, fundó la “Imprenta Sánchez”, situada en la Calle de Arriba (luego Avenida Guerrero) y luego en Avenida Rayón #31, la cual sobrevivió hasta mediados de siglo debido a la constancia, cuidado y dedicación de su dueño; el Sr. Sánchez había sido también regente de la “Imprenta Literaria”, dirigiendo posteriormente la imprenta de Enrique García, y luego la del Hospital de Niños en Guadalupe y la imprenta del Hospicio González Echeverría, de Fresnillo, Zacatecas, la cual funcionaba desde 1892.
   Un discípulo de los expertos tipógrafos Sres. Mariano Elías y José Reveles, el experimentado tipógrafo Sebastián Arciniaga, había regenteado “La Editorial Zacatecana” por un par de años, de 1931 a 33, pudiendo montar para 1934 su propio taller en la Calle de Miguel Auza #34, destacándose por su dedicación y honradez, habiendo sobreviviendo su empresa hasta mediados de siglo.


VIII
   En el Archivo Histórico de Zacatecas, sorprendente por el nivel de conservación de los documentos de los siglos XVI, XVII, XVII y XIX y todos en perfecto estado. Existen ahí algunos libros de la impetra de Don Nazario Espinoza, pues su obra es amplia y diversificada, en temas y composiciones que varían en función de los pedidos que recibía el litógrafo. También se encuentran en etiquetas comerciales, anunciando todo tipo de productos y de empresas, y en símbolos patrios, representados tanto en los anuncios como en los informes gubernamentales, reflejando su temática diversas ideologías: progresista, republicana, nacionalista, tradicionalista o religiosa. La masa de imágenes puede dar una idea de las actividades productivas que existían en la región durante la segunda mitad del decimonoveno siglo y principios del vigésimo, pues la atmósfera misma que envolvía aquella época es perfectamente sintetizada a través de la iconografía, la temática y las técnicas empleadas. Una tendencia muy utilizada en las etiquetas es el marco horizontal alargado y una línea oblicua ascendente y ondulante atraviesa la imagen de un extremo al otro. Además se encuentra depositados en el mencionado Archivo ediciones de algunos libros editados y con litografías de Don Nazario Espinosa.
   En efecto, tanto en las bibliotecas públicas del estado como en las colecciones particulares de la capital abundan ejemplos de su prolija producción documental, cuyos documentos están aún por inventariar, entre los que hay que contar una vasta variedad de imágenes que ilustran partituras, cientos de libros, carteles, revistas, planos, boletos, etiquetas, esquelas, retratos, empaques, acciones, sellos, membretes, tarjetas y calendarios.
   Algunos peritos señalaron la importancia de la “Casa Impresora”, pues los “talleres para impresiones de todos géneros” eran los primeros de la República y los visitantes distinguidos de Zacatecas llegaban a ella para conocerla, siendo orgullo para las artes gráficas de México y un honor merecido para Zacatecas al irradiar la cultura a las tierras del norte.[9]






IX
   La obra de Don Nazario Espinosa, pionero y virtuoso del oficio litográfico contribuyó al esplendor zacatecano de la segunda mitad del siglo XIX, obteniendo el ilustre litógrafo reconocimientos locales, nacionales y extranjeros, entre los que destacan la “Medalla de Plata en la XVII exposición de Aguascalientes” mención honorífica al Sr. Nazario Espinosa en testimonio del interés que le inspiran la aplicación al trabajo y a la constancia, en abril 27 de 1874 y el Diploma de Miembro Fundador a Monsieur Nazario Espinosa de la “Academie Universalle des Sciencies et des Arts Industriels” de Brucelas, Bélgica, el 8 de Noviembre en 1891.
    Cabe mencionar el nombre y la obra de los magníficos dibujantes y litógrafos que enriquecieron el ta­ller con sus esmeradas y pulidas representaciones, igual de planos y portadas arquitectónicas que de tranvías o de carretas mortuorias, destacándose entre ellas la obra específica en el género caligráfico, en los sombreados y en los relieves ópticos, pero también las diestras representaciones de las incipientes compañías industriales o aquellas que atienden a las figuras humanas de personajes o comercios, en donde se puede ahora comprobar la filigrana estética en que culminó el arte plástico representativo de toda una cultura autónoma regional
   De acuerdo con Salvador Vidal el departamento de dibujo fue integrado por los dibujantes en piedras litográficas y grabadores en acero: Aurelio Corral, Juan Gar­cía Nava y Miguel Espinosa.  El Sr. José Reveles fue el maestro tipográfico, distinguido por su competencia en el ramo, quien se separó de la compañía en 1913 para radicarse en la capital de la República. En ese mismo año asumió la regencia tipográfica el maestro J. Dolores Delgado, abandonándola por falta de trabajo y volviéndola a tomar  en 1921 por poco tiempo, pues un tiempo después se hizo cargo  de la Presidencia Municipal de Zacatecas.
    Trabajaron también en la imprenta: Aureliano Barrón, Manuel Ra­mírez y Francisco Calderón en el taller litográfico, estando en las prensas litográficas el Sr. José López y Enrique Borda. En el taller de encuadernación figuraron como maestros Víctor R. Gonzá­lez, el gran rayador Cruz Rangel,  Florentino Corral y José Galindo, teniendo como ayudantes a las Señoritas. María Fidel Castro, María de Jesús Hernández y las hermanas María Guadalupe y Rita Díaz. Cuando la casa vivió tiempos de penuria por la precaria situación económica, colapsado el industrioso centro-norte mexicano por los acontecimientos revolucionarios los encargados tipográficos fueron  Gregorio Rivera, José Escobedo y Sebastián Arciniegas.  También trabajaron en la H Casa Impresora los señores Francisco Castañeda de la Torre, Moisés Torres, Francisco J. Salazar, Fernando Rodarte, Ezequiel Salcedo, Gabino Saucedo, Aureliano Corral, Moisés Torres, Miguel Arciniega, Rosendo Frausto, Fidel Guerrero, Rosendo Nava Trujillo y muchos más. Hay que agregar que la mayor parte de estos maestros del arte e industria litográfica, editorial e impresora, posteriormente, cuando se suscitó el éxodo masivo zacatecano a la capital del país, descollaron en la metrópoli en los diferentes ramos de su competencia.[10]









IX
   La obra de Nazario Espinosa se extendió así a la educación de sus paisanos, siendo recordado su magisterio por muchos zacatecanos con verdadero cariño, por sus lecciones austeras, pues aun cuando era severo en las enseñanzas y en la disciplina, siempre supo interpretar capacidades y hacer hombres de trabajo y responsabilidad. 
      Los talleres se situaban en amplios departamentos estilo europeo con grandes ventanales de vidrios esmerilados en el segundo piso.[11] Había también una pequeña huerta con árboles frutales, un aljibe y un patio de regulares dimensiones en donde sentaba sus reales la perra “Duquesa”, mascota de la familia que fue la centinela de la imprenta hasta su muerte, la cual era alimentada por Juan Medrano y un hijo de Nazario concebido fuera del matrimonio llamado Manuel Espinosa, que también trabajaba en la imprenta. En la parte baja había un gran salón que servía de bodega de papel, pues en aquella época no había en el país fábricas de papel y éste se importaba de Estados Unidos por carros enteros de ferrocarril.  En la parte alta del primer salón estaban la oficina y el almacén, tanto de productos terminados como de papel en cantidades más fáciles de manejar, así como de tintas y de artículos indispensables.


   De ahí se pasaba al taller de grabado y de impresión, a un salón de transporte y a otro salón de dibujo. El ala del frente tenía un taller de grabado de im­presión, así como el sistema de pruebas con un  rol. En el ala izquierda todos los "chivaletes" con los tipos, en el ala derecha, pegadas a la pared del patio, las máquinas de imprenta.  Estas eran: una máquina para pequeñas impresiones marca Liberty, había también una Chandler, una Cordón y una bronceadora.  En la sec­ción de litografía, que era la mayor, cuatro prensas: una pequeña, una media cuádru­ple, una cuádruple y una triple. Entre el salón de transporte y el final del salón estaban los molinos para la fabricación de tin­ta y mesas de limpieza de las piedras. En el ala trasera estaban las cortadoras, cizallas, perforadoras, máquinas dobladoras, engrapadoras, el departamento de encuadernación y una máquina raya­dora. Había también una caldera de vapor para mover las flechas de acero y las bandas que hacían funcionar todo el taller, al cual luego se le aplicó la fuerza de la electricidad. Por un documento de balance de capital hecho por Nazario Espinos en 1902 de su puño y letra, que se ha conservado hasta nuestros días, podemos darnos una idea del valor en metálico de aquellos bienes que se perdieron, el cual ascendía en ese año a 89 mil pesos.[12] Verdadero centro de activad, de trabajo y de cultura que esplendió en la ciudad de Zacatecas que tristemente terminó en la ruina. El edificio donde se encontraban los talleres, situados en el Callejón del Cobre #s30, 32-34, cerca del Callejón del Borrego, fue a la postre vendido y reducido con el pasar del tiempo y las vicisitudes revolucionarias a una vecindad, quedando el gran patio con aljibe transformado en pasto para vacas al ser transformado en un establo.
    Cuando la entrada de Pancho Villa en Zacatecas, sus tropas hicieron cuartel en la imprenta, destrozando las máquinas y robando todo lo que pudieron, volando la papelería de Don Nazario a consecuencia de la temible explosión que hubo en un edifico del gobierno, donde después estuvo el Cine Ilusión. Como suprema humillación a punta de pistola obligaron al orgulloso litógrafo, pasando la barbarie sobre sus ideales de tolerancia, racionalidad y buena fe, a barrer con una escoba los papeles quemados y los restos destrozados de las cajas tipográficas, cuyas letras habían quedado esparcidas por la calle, como si fuesen los ilegibles signos de un poema roto y mancillado. En la imprenta no se salvaron sino unas cuantas máqui­nas que, luego de la ausencia su dueño, fueron manejadas por su hijo Enrique Espinosa Dávila.
   Don Nazario Espinosa Araujo murió un lustro después de aquel incidente, el 30 de marzo de 1919, unos meses antes de cumplir los ochenta años de edad, en la casa donde vivía, situada la Plaza de Miguel Auza #29,  descansando sus restos fúnebres en una fosa del lote #7 del panteón de “La Purísima”, en la ciudad de Zacatecas que tanto amó.



X
   Con los exangües restos de todo aquello, su hijo Enrique pagó deudas y enfermó, agobiado por la falta de trabajo y que agravó lo extenso de su familia, malvendiendo el gran taller del Callejón del Cobre y Borrego, y descuidando decididamente la imprenta al entrar a trabajar a una agencia regenteada por Don Epigmenio Gonzáles Flores, donde se reportaban minas, las cuales eran en aquel entonces frecuentemente “envenenadas”. La imprenta siguió trabajando, aunque malamente, como a su pesar, y ya sin la originalidad creativa de otro tiempo, tal como lo revelan algunos documentos, como el folleto: “Coronita del Espíritu Santo para alcanzar el remedio de nuestras necesidades”, firmado simplemente con la fecha, 1922, y al calce simplemente la firma “Espinosa, Zac,”.
   A la muerte de Enrique Espinosa Dávila en 1928 ya se habían perdido muchas piedras y quedaban sólo unas cuantas máquinas impresoras de menores dimensiones, asumiendo su hijo Antonio Espinoza González el cargo de regente, llevándose después los maltrechos restos de aquella empresa a la Plaza de Miguel Ausa, a un local que resultaba comparativamente pequeño, cerca de la Iglesia de San Agustín, en 1937, quedando el resto de los Talleres en poder del Banco de Zacatecas por una acción judicial.[13] En ese local estuvo trabajando la imprenta hasta 1944, año en el cual Don Antonio Espinosa se separó de esposa y decidió marchar a vivir a la Ciudad de México,  vendiendo así todos los restos que quedaban del viejo taller –acontecimiento que cerraba el círculo de uno de los talleres de estampa más lustrosos, profesionales y singulares y de mayor calidad artística que han existido en el Norte del México.
   La trayectoria litográfica y como editor de Nazario Espinosa Araujo forma parte medular de la historia de la imprenta en Zacatecas, pero también es capitulo a considerar para la historia del arte en México, debido a la calidad de su obra gráfica y a la organización empresarial alcanzada en el desarrollo de una industria de reproducción mecánica que aunque moderna estaba hecha todavía a la medida humana. Se ha dicho, y con razón, que el estilo es el hombre.
   La historiadora del arte de origen belga Maestra Anne Leyniers ha sido la primera investigadora en ocuparse del estudio de iconológico de la obra de Nazario Espinosa, destacando que el gran caudal de imágenes del artista zacatecano da cuenta del impulso modernizador y de las actividades productivas de la región en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX. En efecto, la obra gráfica del ilustre litógrafo da cuenta de las invenciones revolucionarias de la modernidad, tales como la luz eléctrica, el telégrafo, la máquina de vapor, el ferrocarril y la fotografía.
   El estilo publicitario que desarrolló el maestro de la estampa y de la reproducción mecánica se caracteriza por sus elementos narrativos, que lo diferencia de la concepción actual, cuyo diseño es más compacto, centrado en la codificación de una idea o de una imagen seductora. El despliegue del simbolismo gráfico y del lenguaje ideográfico abunda en la representación de los símbolos patrios presentes en los informes gubernamentales, pero también en etiquetas comerciales y anuncios comerciales, entre cuya  s viñetas publicitarios  se revela un gusto por los emblemas de los diferentes oficios dominantes de la época, que son expresión de la pujanza y el progreso en la capital del  estado. Así, el arquitecto es representado junto con los emblemas de su oficio, los instrumentos de medición y dibujo; el médico por el caduceo; el boticario junto con su mortero y maja; el cartógrafo por su mapamundi; el minero por su martillo, pico y pala y el tipógrafo por la prensa, el rodillo y el busto de Gutemberg.
   El gusto por la combinación tipográfica, por los relieves y garigoleos tenía como sentido profundo el rescate del símbolo, inquietud que empezaba a despertar en aquella época.[14] La historiadora ha observado con acierto que la tendencia iconográfica de Nazario Espinosa constituye una especie de nuevo clasicismo de carácter ecléctico y universal y de profunda identidad mexicana. En efecto, las composiciones complicadas del artista, teniendo como esencia un estilo barroco sin voluntad barroquizante, incluye equilibradamente elementos de la antigüedad greco-romana, del renacimiento  y del neoclásico, del romanticismo, historicismo y del modernismo, más algunos rasgos de inspiración gótica, siendo en resumen una expresión de raro e inusitado tradicionalismo acorde al ritmo de los tiempos.[15]
   A ello hay que sumar el desarrollo, prácticamente ilimitado, del diseño tipográfico, encontrándose en la obra un sin fin de diseños para las formas alfabéticas, algunas de ellas de verdadera astucia contenida, siendo frecuentes los elaborados relieves así como la variedad, en una misma impresión, de tipos e intenciones gráficas, las cuales van de la caligrafía manual y de la letra palmer a las letras de molde, destacándose en este terreno una especial abundancia en la imaginación compositiva y en la creatividad formal.
   La fundación de ciudades, como la de pueblos y familias, está edificada con las piedras del mito. El mito estará siempre ahí, y es imposible borrarlo o reducirlo a cenizas. Algo de ello tienen también las estampas litográficas que se labraron en el Siglo XIX mexicano: están ahí como un fundamento, como un origen a la vez último e irrebasable circularidad. Porque la litografía suma a las artes gráficas una misteriosa dimensión, solo comparable al indefinible poder de los espejos. A medio camino del arte del dibujo y de la técnica de reproducción mecánica, el grabado en piedra resulta así una semilla intencional cuya potencia puede actualizarse y multiplicarse y crecer en extensión hasta alcanzar los miles de ejemplares.
   Hoy los eventos históricos en cuanto tales, vistos por el historicismo europeo en el Siglo XIX como hechos últimos, comienzan a perder el poder de su autonomía, siendo considerados ahora sobre marcos más generales: el de la cultura, el del destino de un pueblo, etc. Es decir, comienzan a ser mejor  considerados el lo que hay en ellos de símbolo, esto es de fuente y origen. Superado el historicismo, y el positivismo que le es anejo, con sus negativos corolariaos de individualismo y asimbolismo, la perspectiva histórica hoy en día aprecia los hechos pero ya no en sí mismos, ni siquiera para integraros a una serie de hechos humanos que le preceden, sino como la clave, la llave o el puente que nos permiten comprender a una época –porque el símbolo totaliza, globaliza y enmarca.  De la misma forma ya no interesa tanto la historia de un hombre en sí, ni su categoría social o económica, sino su destino: su símbolo. A ello hay que sumar que el pensamiento simbólico y su profunda tradición se refugió en ese siglo, más que en la iglesia o en la francmasonería, en las artes de la estampa, particularmente en el arte litográfico. Cuando menos el minucioso simbolismo filtrado en las piedras labradas por el lápiz de Don Nazario Espinosa así lo probaría. Es cierto también que están presentes los símbolos y signos de los tiempos, de un periodo problemático y de transición entre dos visiones del mundo y de la vida, que señala el paso de una atención en la vida trascendente y de la cercanía con lo sagrado a la distracción de la vida moderna en la inmanencia del ahora, de los servicios, de la multiplicación de las mercancías  y el consumo, así como de la misma aceleración del tiempo histórico.
   Existen escasamente tres retratos conservados de Nazario Espinosa: uno de joven, que lo muestra dispuesto a enfrentar la tarea de la vida con ilusión; vemos en él a un hombre discreto, soñador incluso, vestido a la usanza de los tiempos; otro de viejo, estragado por el tiempo, una mirada casi se diría que escéptica, un tanto desaliñado, pero en la que se conserva una especie de arrogancia, de orgullosa prestancia por la trayectoria lograda y por los logros de la obra realizada tras medio siglo de producción de estampas litográficas y editorial. Hay un tercer retrato, pero esta vez realizado con la palabra, por su hija menor, la Señorita María Magdalena, quien conservó por mucho tiempo una medalla y muchas distinciones honoríficas otorgadas a su padre.[16] Ella misma lo describió al artista lapidario de la siguiente manera: “Complexión mediana pero musculosa, erguido y de paso firme, cabello entrecano, ojos café, bigote a la inglesa, estricto y determinante en su trabajo; e actividad poco común a su edad, ponía a su persona el más elocuente ejemplo de laboriosidad. Afable y servicial para con sus amigos y caballeroso y cortés hasta con los contrarios a sus ideas formaban la característica del ilustre tipógrafo y grabador a la edad de 80 años, tal y como la generosidad de los zacatecanos que lo conocieron y trataron lo recuerdan.[17]
   Nazario Espinosa Araujo fue ejemplo sustantivo del nivel y desarrollo alcanzado por el arte litográfico y las profesiones liberales  en el centro del país, donde llegó a uno de sus puntos más altos y a una de las últimas flo­rescencias de su plenitud. A la manera de inventor de la estampa en piedra Alois Senefelder (1771-1834), Don Nazario Espinosa se retiró los últimos años de su vida a su estudio dedicándose al arte de la pintura al óleo; pocas obras  nos han quedado de ese tiempo, sobresaliendo sin embargo el retrato del Apóstol San Pablo, de ardiente rostro y desmadejados cabellos, cuyas proporciones clásicas no ocultan la piedad del evangélico semblante; figura que ostentando luengas barbas níveas se presenta leyendo en una moderna impresión el libro eterno -como símbolos todos ellos de las virtudes morales máximas: la Frónesis, (que es la prudencia); la Templanza, entendida como contención, pero sobre todo como don de la propia persona o el dar de sí; el Nous o inteligencia, que es el fuego penetrante de la intuición y de los arquetipos inamovibles o de las formas puras; la Sofía, entendida como desarrollo y amor por las cosas más sencillas y pequeñas, también por aquellas más grandes y que son propias del espíritu; y la Fortaleza, o resistencia, que interior, y que se sobrepone resignadamente a la adversidad.


   Nuestro pasado es ahora valorado no tanto por ser historia, sino por ser origen, dejando de tomar el primer plano el dato para ser relevado por el símbolo, por el emblema, por el signo, y porque ellos a la vez se engarzan y condensan una gran tradición espiritual. La obra y vida de Nazario Espinosa, como la de otros litógrafos de la época, se presenta así como un invaluable testimonio gráfico de todo un periodo promisorio y optimista del centro de la república, en donde puede leerse también toda una interpretación y recreación de la historia en la que se vislumbraba el centro axiológico de un esplendor futuro, hecho a tercias partes de emoción trascendente, de técnica de reproducción y del arte de la representación. Visión esencial de la tierra también, de la tierra roja con el sabor del cinabrio, en la que artista se trasplantó para crecer, echar raíces y prodigar sus frutos, dejando para nosotros como patrimonio intangible una visión de la cultura, cuyas temas y problemas calan hasta nuestro futuro, hoy presente, la cual él mismo artista dibujó, componiendo a manera de exhorto, de oración y de acción de gracias, como símbolo pues, una espléndida quinteta, a la vez bizarra y modernísima, que reza:  
“¡Zacatecas, tierra de Dios
y de María santísima,
futuro puerto de mar,
donde en las noches apagamos las luces
para que no nos confundan con Londres!”.



Apéndice

   A continuación se trascribe la ficha bibliográfica de algunos volúmenes, folletos y revistas editados en la Imprenta de Nazario espinosa Araujo:

Bibliografía:

·        Trídulo, Letanías y Gozos dedicados al Santo Niño de Atocha. 1886. Zacatecas, Imprenta y Litografía de Nazario Espinosa.
·        Trídulo en Obsequio de la Augusta y Santísima Trinidad. 1897. Zacatecas. Nazario Espinosa. Imprenta y Litografía.
·        Revista La libertad. 1904.
·        Revista de Zacatecas. Ilustrada. Julio de 1913. #1.
·        Revistad e Zacatecas. De Ignacio Flores Maciel. Causier. 1914.
·        Bouquet para el Bello Sexo. 2º Almanaque para 1889.
·        Memoria Minera que el Supremo Gobierno del Estado de Zacatecas presenta a la Exposición Mundial de París. 1889.
·        La novela de costumbres del licenciado Rafael Ceniceros y Villareal La Siega.
·        Instrucciones de Religión, Moral y Urbanidad. Escritos en verso castellano por el Presbítero José Francisco Sotomayor. 1895. Zacatecas, Nazario Espinosa.
·        Jesús Torres, Informe del Seminario Conciliar de la diócesis de Zacatecas. 1889-1890. Rector Jesús Torres. Imprenta y Litografía de Nazario Espinosa. 1890. 28 pp.
·        Julio M. Márquez. 14. O el Señor Lic. Rojas ante el público con la cuestión del “Mesón de Arrieta”. Tomo II, Zacatecas, Imprenta y Litografía de Nazario Espinosa, 1889. 21 pp.
·        Wistano Luis Orozco. Defensa producida por el Lic. Wistano Luis Orozco a favor de sí mismo ante el Sr. Juez #2 de lo general de Zacatecas, en el proceso seguido ante dicho funcionario, contra el mismo Orozco y contra el Sr. D. Francisco Avellaneda, administrador local de caminos por homicidio frustrado y portación de arma prohibida. Zacatecas. Imprenta y litografía de Nazario Espinosa, 1891. 33 pp. 
·        Manuel Pámanes. 2ª Defensa producida por el Li. Manuel Pámanes ante el Supremo Tribunal de Justicia del estado de Zacatecas en la causa instruida contra Enrique del Hoyo por homicidio. Zacatecas, Papelería y Talleres de Nazario Espinosa. 1899. 39 pp.
·        Ambrosio Romo Vega y E. Ramírez, Pretorismo, Plutocracia y Clericalismo. 1910. Imprenta Nazario Espinosa. Zacatecas.
·        Ambrosio Romo Vega, Fórmula barométrica de nuevo tipo y tablas para la nivelación de alta precisión. 1911. Taller de Nazario Espinosa. Zacatecas.
·        T. A. Tiscareño, Nuestra Señora del Refugio, patrona de las misiones del Colegio Apostólico de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas. 1901. Talleres de Nazario Espinosa. Zacatecas.
·           Alfonso Toro, Estudio sobre el origen del hombre en América y su vida en los tiempos prehistóricos. 1906. Talleres de Nazario Espinosa. Zacatecas. 22 pp.
·        Juan Brefa, “Estudios de climacología Médica de Zacatecas: Memoria presentada a la Academia Nacional de Medicina de México, por su socio correspondiente Juan Brefa en cumplimiento de la Fracción 1, artículo 38 del registro”. 1892. Imprenta y litografía de Nazario Espinosa. 91 pp.
·        La Última Epidemia de Tifo en Zacatecas. Memoria presentada en la Academia nacional de Medicina de México por Juan Brea. 10 de mayo de 1893. 1993. Impresor y litógrafo Nazario espinosa, 32 pp.
·        Eclesiástico Zacatecano. Poliantea histórico-zacatecana por un eclesiástico zacatecano. Zacatecas. Nazario Espinosa, Imprenta y Litografía. 42 pp. 
·        Luis Rey, Apuntes de un reportero. Zacatecas. Imprenta y Litografía de Nazario Espinosa. 15 pp.
·        José Espino Nava. 12 sermón. Predicado en la Santa Iglesia Catedral el 19 de marzo y mandado imprimir por el director de la asociación, Sr. San José, a quien el autor tubo la bondad de dedicarlo, 1887. Zacatecas. Imprenta y litografía de Nazario Espinosa.
·        Diego de la Trinidad Romero, 30 sermón. Predicado en la insigne y colegiada catedral de México con ocasión de la fiesta de Nuestra señora de Zacatecas, celebrada en honor de María santísima de Guadalupe el 12 de septiembre del presente año por el autor, Presbítero D. Diego de la Trinidad Romero. 1890. Zacatecas. Imprenta y Litográfica de Nazario Espinosa. 12 pp.
·        José de Jesús Alva y Franco, Sermón de María de Guadalupe predicado en el templo parroquial el día 12 de diciembre por el cura interino Guadalupe de J. Alva. Zacatecas, Imprenta y litografía de Nazario Espinosa. 17 pp.
·        La Caridad, Establecimiento Católico de educación Gratuita para Niños. 1887. Zacatecas. Imprenta y litográfica de Nazario Espinosa. 24 pp      


    Fuentes. Algunos de estos papeles están en: University of Illinois. Urbans Camping. Catálogo de Papeles México XIX. Fondo.




[1] Víctor Ruiz Meza: Apuntes para la Historia  de la Litografía en Toluca en el siglo XIX, México, 1948. Junta Mexicana de Investigaciones Históricas.
[2] Manuel Toussaint, La Litografía en México en el Siglo XIX. Sesenta facsimilares con las mejores obras. Estudios Neolitho, M. Quesada. B. México 1934. Con un Prólogo de Enrique Fernández Ledesma, Director de la Biblioteca Nacional. 
[3] Posteriormente José decaen se asoció con Agustín Massé, ubicando su taller en el Callejón de Santa Clara #8 (hoy Filomeno Mata) y publicando las novelas Don Quijote de la Mancha e Historia de Napoleón. La obra más importante editada en la imprenta de Massé y Decaen se realizó en 1841, reeditándose en 1855 y 56, con el álbum del artista italiano Pedro Gualdi: Monumentos de México tomados del natural, pieza notable de todos los tiempos por el detalle de su dibujo y la grandiosidad con que plasmo la arquitectura de la ciudad de México. El maravilloso álbum consta de 12 litografías en blanco y negro en las que desfilan las vistas del Palacio de Santo Domingo; el Interior de la Universidad; el Interior de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe; el Interior del Palacio de Minería; el Interior de Catedral; la Fuente de la Alameda; el Paseo de la Independencia; el Patio del Convento de la Merced; la Antigua Cámara de Diputados, y la Casa Municipal. En 1869 Victor Debray había adquirido el viejo taller de Antonio Decaen, quien quedó sin embargo al frente de la imprenta como regente, y editan, en el año de 1877, el Album del Ferrocarril Mexicano, con textos de Antonio García Cunas y 24 ilustraciones litográficas, casi todas ellas de Casimiro Castro, estampadas a color (cromolitografía). Unos años más tarde Debray publicaría el Álbum Mexicano, obra pequeña y apaisada con imágenes de diversas ciudades de la República, exacerbando sin embargo el espíritu mercantilista de su empresa, cuyo sentido francamente comercial degeneraría posteriormente en el cromo. En ese mismo año de 1877 el litógrafo y editor zacatecano Nazario Espinosa se trasladaría a la Ciudad de México no por tren, sino por diligencia, cuando el viaje duraba 19 días con escalas, con el objeto de enterarse de las nuevas estampaciones en fotolitografía y de comprar una prensa editorial. El poeta y letrado zacatecano Enrique Salinas Enriquez nos ha hecho notar un registro del viaje de Nazario Espinosa a la Ciudad de México en las Diligencias Generales, que se encuentra en la Enciclopedia de México, Edición Rosa, Tomo XII, pág. 526.
[4] Pedro Robert llegó a México en 1826, realizando en 1827 un importante trabajo litográfico, copiando los dibujos arqueológicos de Frederich Waldock , Colección de Antigüedades Mexicanas que se exhiben en el museo Nacional  (1827), encargadas por el propio Museo Nacional y de cuyo imponente proyecto de 600 planchas sólo se realizaron las 12 primeras. Carlos Fournier se asoció al empresario mexicano Severo Rocha, fundando el primer taller litográfico en forma en México, conocido como Rocha y Fournier. El segundo taller litográfico lo formaron José Decaen y Federico Mealhe, con una prensa litográfica traída de Paris en 1838. El litógrafo, impresor y dibujante Federico Mealhe  dejó constancia de su trabajo con una impresión sobre Chapultepec, pero rompió la sociedad don Decaen debido a una desavenencia. Marchó a París y en 1836 participó en el álbum de estampas de Carl Nebel, patrocinado por el Baron Alexander Von Humboldt, Voyage Pinttoresque et archeológique dans la parte la plus interesante du Mexico (1837), realizando las planchas litográficas junto con los artistas Jean Baptite Arnolut y Alexis Joly, estableciéndose en Cuba a partir de 1838 y donde trabajaría por 20 años.
[5] El hijo primogénito, Enrique Espinosa Dávila, casó con María de la Mercedes Gonzales Flores (1881-1946), de Guadalupe, Zacatecas, hermana del célebre literato y editor Don Jesús B. González (Bufalmaco). Tuvieron 12 hijos: Bertha, que murió de niña (1902-1907);  Antonio (1904-1970); Enrique (1905-1944); Consuelo (1907.1979); Bertha (1909-1985); José Luis, quien murió en la cuna (1910); José Nazario (1912-1995); Carlos (1915-1979); Mercedes (1917-1999); José Luis (1919-2002); Salvador (1922-1980), y; María Aurora (1923-2003). Su hija Guadalupe casó con Don Enrique Ibargüengoitia (1807-?) y tuvieron sólo un hijo, Joaquín Enrique (1913-?). Aurora casó con Don Agustín Álvarez (1870-1909), tuvieron sólo un hijo, el Arquitecto Roberto Álvarez Espinosa (1892-1984), quien casó a su vez con Consuelo del Valle Arispe (1893-1895), de Saltillo, hija del gobernador de Coahuila Jesús del Valle, y hermana menor del Bachiller Don Artemio del Valle Arispe. Se cuenta que Don Nazario acepto como hijo natural a Manuel Espinosa (1872-?), hijo de una mujer humilde, quien fue impresor en los taller y murió joven.
[6] Salvador Vidal, “La Imprenta y el Periodismo en Zacatecas”. Ed. Imprenta del Sr. Arciniegas. Zacatecas, 24 de mayo de 1949. Pág. 4.
[7] En el año de 1822 el jefe político de la Provincia de Nueva Galicia, Don José Monter, propuso al gobierno del Primer Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide, el establecimiento de la primera imprenta en la región, a presupuesto del impresor de la Ciudad de México Alejandro Valdez, por 790 pesos, iniciativa que quedó en suspenso por el derrocamiento republicano del Primer Imperio Mexicano de Iturbide.  Salvador Vidal, “La Imprenta y el Periodismo en Zacatecas”. Ed. Imprenta del Sr. Arciniegas. Zacatecas, 24 de mayo de 1949. Pág. 4. Trabajo leído en el Congreso Mexicano de Historia, que se verificó en la Ciudad de Zacatecas del 8 al 17 de septiembre de 1948, en la IX Sesión, Primera Asamblea de Mesa Redonda, el 17 de septiembre de 1948. Trabajo inserto en el libro de Federico del Real Espinosa, Álbum de Familia. Ocho Lustros de Vida Zacatecana. México. 1ª Ed. Del Autor. 1991.  
[8] Además del texto de Salvador Vidal puede verse: Luis Medina Lizalde, “Breve itinerario histórico de la Prensa Zacatecana”.
[9] En el libro de viajes del italiano  Alfonso Doleiro México al Día, Impresiones y Notas de Viaje (Librería de la Viuda de C. Bouret, Paris-México, 1911) el autor refiere que en su visita a la imprenta de Don NazarioNos causó maravilla la perfección de los trabajos que ejecutan en aquella Casa, Bornetti me hizo observar la perfecta imitación de un anuncio a colores que figuraba Tosca cunado pone el crucifijo sobre el pecho de Scarpia”. Por su parte  Juan A. Pérez, en su  Almanaque Estadístico (México, 1876, Pág. 679), consigna que Don Nazario no omitió esfuerzos para desempeñar al mejor su trabajo, adquiriendo en 1876 una magnífica prensa mecánica de las últimas, perfeccionada y fabricada en París en ese mismo año.
[10] De acuerdo al testimonio de Enrique Salines Enríquez correspondió a los maestros Ezequiel Saucedo, Fernando Rodarte y J. Guadalupe Escobedo ser protagonistas del nacimiento, en su estancia en la gran metrópoli,  de la Confederación Regional Obrera Mexicana  (CROM). Enrique Salinas, Miografía Litográfica Zacatecana, Fundación Roberto Ramos Dávila, A. C. Zacatecas, México. 1ª ED. Mayo de 2000, Pág. 23.
[11] Datos obtenidos de un escrito personal de uno de los nietos de Nazario Espinosa, Don  José Nazario Espinosa González, fechado en 1987, titulado “Pequeños datos que recuerdo sobre mis antepasados y que futuros sepan de donde proceden”.
[12] El costo estimado de bienes habría sido el siguiente: el valor de la finca donde se encontraban los taller ascendía a 19, 248 pesos; el de la imprenta con máquinas y útiles a 15, 644 pesos; el del taller de litografía con máquinas y útiles a 23, 584; la encuadernadora a 6 652 pesos; el de la caldera de vapor que proporcionaba la fuerza motriz a 5, 530 pesos; las mercancías a 12, 871 pesos; más los muebles y enseres de ambas imprentas a los que sumaba los útiles del fotograbado por cerca de 3, 000 pesos más.  Los adeudos diversos y documentos a pagar sumaban 32 mil pesos. Todo lo cual daba un resultado de más de 56 mil pesos libres de polvo y paja. 
[13] En la Plaza Miguel Auza, en los bajos del edificio que fuera el Hotel Zacatecano, estuvo en 1905 la “Imprenta Literaria” del Señor Domiciano Hurtado, quien publicaba ahí el periódico “El Correo Zacatecano”, dirigido por Mariano Elías. Otra imprenta que estuvo en esa calle hasta 1909 fue “La Imprenta de Thomas Lorck”, estando situada en la Antigua Plaza de San Agustín #21.
[14] Hipólito Salazar publicó en su propio taller fundado en 1840 un extraño e importantísimo trabajo: Iconología o Tratado de Alegorías y Emblemas de Gravelot, traducido por Luis G. Pastor (1866).
[15] Anne Leyniers, “Nazario Espinosa: Comentario Estilístico”, publicado por el Suplemento Trópico de Cáncer de El Sol de Zacatecas, Año 1, # 52, Domingo 8 de Abril del 2001.
[16] Enrique Salinas, Miografía Litográfica Zacatecana, Fundación Roberto Ramos Dávila, A. C. Zacatecas, México. 1ª ED. Mayo de 2000. Cabe destacar aquí el homenaje póstumo realizado a Don Nazario Espinosa por el singular poeta y extraordinario periodista zacatecano Don Enrique Salinas Enríquez, quien en el año de 2001 montó la muestra “Instantáneas del Alma” en el Museo Zacatecano, compilando  más de 60 imágenes originales datadas entre 1865 y 1910, armada como ofrenda del sabio literato al preclaro personaje, editando unos años antes, en 1999, un ensayo pionero de investigación sobre el artista titulado “Monografía Litográfica Zacatecana. Instantáneas del Alma.
[17] Actual, Periódico Zacatecano, Director Guillermo G. Rubio #16, Octubre 18 de 1941.