Manuel Guillermo de Lurdes en
Durango
Por Alberto Espinosa Orozco
Manuel
Guillermo de Lourdes, natural de Texcoco, fue estrictamente contemporáneo de
Antonio Ruiz “El Corcito” (1895-1964), incluso coterráneo suyo, pues ambos
habían nacido en la mismo centro del Estado de México. Habían estudiado con los
grandes maestros en aquel entonces de la Academia de San Carlos: Saturnino
Herrán y Germán Gedovius, cuando se impartía tímidamente un grandioso método
para la enseñanza del dibujo, creación de Alfonso Best Mougard, el cual
trascendería fronteras, siendo empleado en una época en algunas escuelas de los
Estados Unidos. Ambos cultivaron un estilo costumbrista –diametralmente
opuesto: Lourdes incursionó en los grandes espacio murales practicando una vena
más bien tradicionalista, historicista se puede agregar, en cierto sentido
refractaria los extremos de la
modernidad; “El Corcito” en cambio, habiendo sido escenógrafo en la década de
los 20´s par los Estudios Universal, y posteriormente el creador y director por
muchos de la Escuela de Pintura y Escultura “La Esmeralda”, desarrolló un
estilo sui generis de costumbrismo,
moderno y surrealista, siendo sus cuadros pequeños, escasos y de maravillosa
factura.
El
maestro Guillermo de Lurdes vivió durante cerca de dos lustros en la región
lagunera, teniendo su estudio en la ciudad de Gómez Palacio, en una casa que se
hallaba en el interior de la jabonera “La Esperanza” donde impartía a sus
discípulos clases de dibujo y daba lecciones sobre los secretos del óleo y la
acuarela, el fresco y el modelado. Tuvo una rica biblioteca de poetas,
arquitectos y músicos, pero sobre todo de pintores, desde Atenas a Roma, de los
flamencos al renacimiento, del Impresionismo a José Clemente Orozco -y donde
alternaban Sócrates con Fidias, Leonardo Da Vinci con Miguel Ángel, Rafael y
Tiépolo con Veronese, Tintoreto, Rembrandt, Rubens y Bernini. Gran artista de
esmerada cultura, Guillermo de Lourdes tocaba el piano y hablaba varios
idiomas, contando en su estudio de sus correrías por Europa y de la bohemia
madrileña. Estando en su madurez
artística escribió incluso una columna para el Siglo de Torreón, llamada “Glosario”, donde daba cuenta de su extensa
cultura y sus insólitos alcances intelectuales.[1]
A pesar de
su amistad con intelectuales y políticos de la época a Guillermo de Lourdes no
lo tomaron en cuenta ni lo llamaron a colaborar con
ellos, probablemente debido a los celos de despertó su elevado arte en otros
miembros del muralismo, especialmente del oportunista Diego Rivera, quien no
sólo codiciaba siempre la taja del león, sino que instrumentaba con insidias de
todo tipo el alejamiento geográfico de sus posibles competidores –como le sucedió,
el primero, a Jean Charlot. El inexplicable descuido de su figura y de su obra
se debe, como quiera que sea, a las circunstancias contingentes urdidas por los
irredentos, por los falsificadores de oficio y por los simuladores de toda laya
que, tan frecuentemente en nuestro medio, relegan al olvido a los verdaderos
maestros –que cuando no, frustran de cuajo y arrebatan de raíz el desarrollo y
el florecimiento de toda esencia.
Fue
entonces que el maestro Manuel Guillermo de Lourdes se refugió por muchos años
en la provincia mexicana, dando incontables muestras de su talento y disciplina
en el trabajo. Para 1944 marchó a vivir a Aguascalientes, luego vivió en San
Luís Potosí y en León, radicando sus últimos años en Naucalpan, en el estado de
México, en la calle de Zumpango número 4, donde vivió hasta sus últimos días,
que alcanzaron la estación postrera en el año de 1971.
La obra
artística del maestro Manuel Guillermo de Lourdes comprende, además de su
trabajo mural en Durango, una serie de trabajos murales en templos, además de
óleos, naturalezas muertas y dibujos.[2] Sabemos que también llegó a ilustrar con sus
viñetas algún libro de poemas.[3] Entre sus discípulos habría que contar en Durango a Horacio
Rentería, a las hermanas Mercedes y María de la Luz Burciaga, a Manuel Muñoz
Olivares, oriundo de Matamoros, y a Carmen Yolanda de Balandrano, de Gómez Palacio, puede agregarse la
influencia ejercida sobre el Francisco Montoya de la Cruz, tomado el maestro
durangueño del talento de Lourdes tanto la contundencia en los volúmenes
pictóricos, como un cierto gusto por el orden clásico, así como el gusto por
los paisajes costumbristas. El maestro Manuel Guillermo de Lourdes no sólo
daba grandes lecciones de técnica a sus alumnos, sino que también fue un maestro
de la vida, dedicado a la orientación en el sinuoso y escarpado camino de la
cultura, fundando su enseñanza en la
rica y compleja moral del oficio. Su trabajo, severamente
desatendido durante décadas, está empezando a ser revalorado por los galeristas
y despierta inquietud en la crítica de arte, debiéndose tal despertar tanto a
al imperativo de subsanar tan disonante injustica histórica como a la indudable
calidad plástica de su obra y a sus valores culturales de frescos acentos
nacionalistas.
En efecto,
en su obra es visible una revaloración de nuestra raza mestiza y de nuestra
cultura criolla e indígena, destacando en ella una serie de apuntes sobre de
temas y problemas, muchos de ellos aún sin resolver. En cuanto al estilo puede
decirse que, aunque incorpora los elementos definitivos del movimiento
muralista mexicano, como son los históricos, populares y realistas del paisaje
antropológico y geográfico, ello no es sino el marco dentro del cual desarrolló
el espíritu de escuela absorbido esencialmente en España, en la escuela de
Zuloaga. Su obra efectivamente abunda en escenas costumbristas, donde retrata a
una serie de personajes del pueblo, por completo excluidos del circuitos
socio-económicos dominantes, bajo la forma de tipos, personajes y paisajes
regionales, detectándose en ello un minucioso trabajo de familiarización y de
observación de campo, por decirlo así, y en una particular atención por el
retrato, una fina observación de los rasgos humanos y de las caracteres
fisonómicos de sus modelos. Se alejó instintivamente de las vanguardias post y
neoimpresionistas, procurando profundizar en una sabia paleta restringida, más
bien oscura y cálida, cuyo tono crepuscular convive armoniosamente con un fino
tratamiento de la luz. Su gusto por la composición esmerada nos habla de una
especie de predominio del dibujo de corte clasicista, muy atento al desarrollo
de los volúmenes y de las formas, pudiéndose considerarse su obra dentro de un
simbolismo muy atemperado por las costumbres –las cuales, dicho sea de paso,
contrarrestaron su tendencia a las escenas idílicas y mitológicas más
espectaculares. Podría decirse que, si bien es cierta la influencia esteticista
de Diego Rivera, que llega a marcar con su arte cívico el contenido ideológico
y el espíritu de ilustración de algunos de sus murales, Manuel Guillermo de
Lourdes fue mejor dicho el continuador de un gran talento que por su muerte
prematura no pudo desarrollar sus cualidades en el arte del gran formato; me
refiero al pinto r de Aguascalientes, Saturnino
Herrán (1887-1918), con quien guarda más de una correspondencia estética y electiva.
Lo cierto
es que el maestro pintor Manuel Guillermo de Lourdes, luego de una larga
permanencia es España, donde estudió y trabajó en el Taller de las Ventillas de
Ignacio Zuloaga, y de una corta estancia en la Ciudad de México, donde
participó como ayudante en los primeros pasos del Movimiento Muralista
Mexicano, continúo su labor como artista en las ciudades del altiplano,
especialmente en la ciudad de Durango, pero también de Torreón, Zacatecas y
Aguascalientes, dejando como legado una obra rica y de primera magnitud en
cierto modo solitaria el centro-norte de la república mexicana, llevando a su
árido territorio la semilla revolucionaria del nuevo nacimiento del arte mural,
plasmando entornos geográficos e históricos, no carentes ni de grandiosidad ni
de miseria –como corresponde a la naturaleza, dividida, del espíritu
humano.
[1] Manuel Muños Olivares (1925-2010), “Reflexiones de Atardecer: Don
Manuel Guillermo de Lourdes”, El Siglo de Torreón, 15 de febrero de 2004.
[2] Su obra pictórica empieza a ser muy apreciada por las galerías de
arte. La Galería Luis G. Morton tiene el cuadro: Jardines Flotantes; La Galería del Bosque de Guadalajara de Sylvia
Juárez los cuadros: Retrato de Mujer (40
x 50 cts.) y Matadero (36 x 52.5 cts.); la Galería Artenet los cuadros Arrieros de 1934 (54.6 x 69 cts.) y Cargadores s/f (144 x 10 cts.).
[3] Baltasar Izaguirre Rojo, Melodía
Interior. Poemas. Ed. “Las Carpeta”. Prólogo de Ignacio Lares. 1930.
México.
El trabajo artístico de Manuel Guillermo de Lourdes me parece sorprendente. Me gustaría saber más del tema y del pintor.
ResponderEliminarestá por estudiarse, es un enigma... ahí le va mi contribución
ResponderEliminarhttp://terranoca.blogspot.com/2016/05/biografia-de-manuel-guillermo-de.html