El Caballero Soldado Matador de Dragones
San Jorge:
Patrono de Durango
Por Alberto Espinosa Orozco
“Señor San Jorge
Bendito
por tu gloria celestial
y tu poder especial
líbranos de todo mal,
de sabandijas y víboras,
de todo bicho rabioso
de piquetes de alacrán
y de animal ponzoñoso
y de pecado mortal.”
I.-
La Escultura y la Pintura de San Jorge en Durango
La Catedral Basílica Menor de
Durango encierra celosamente
maravillosas reliquias y notables obras del Arte Sacro Virreinal. Entre ellas
destacan, en efecto, algunos huesos del evangelista San Mateo, un dedo de la
princesa polaca Santa Eduviges, la Sillería del Coro –cuyos santos labrados en
madera estofada están recubiertos de lámina de oro. También existen cuatro
imágenes de San Jorge: la conocida y venerada escultura de estofado, patrono
popular de Durango, a la que hay que agregar un singular lienzo al óleo el cual
versa asimismo sobre la leyenda de San Jorge y el Dragón, mas una talla en
cantera donde el caballero se encuentra de pie, desmontado, en el segundo
cuerpo de la portada lateral derecha y poniente, en uno de los cuatro nichos
(el superior izquierdo, reservados a los
santos protectores del templo) -y otro lienzo más resguardado en el Presbiterio
del mismo templo con el icono de San Jorge.
La famosa escultura de San
Jorge es una preciosa obra escultórica de arte virreinal en la que se
representa a San Jorge fustigando a un negro Dragón con el estilete de su
lanza. Tal obra de arte data del siglo XVIII, obedeciendo su manufactura a la
fiesta que en su honor se realizó en el año 1749 por los cabildos eclesiástico y
municipal para institucionalizar sus celebraciones. Agrega el maestro Manuel
Lozoya Cigarroa que antes de tomar el obispado justo al ser nombrado Obispo de
Durango el Señor Doctor don Pedro Anselmo Sánchez de Tagle fue quien mandó que
se jurara como patrono de Durango a San Jorge el día 23 de abril de 1749.
El Maestro Héctor Palencia la
describe no sin arrobo en sus escritos: “La escultura de San Jorge es de
estofado, con un metro de altura, con un bello rostro juvenil tocado con
reluciente yelmo de oro de muchos quilates, que fue obsequiado por un rico
minero durangueño a quien el santo salvó
de un piquete de un alacrán. Monta a caballo luciendo espléndidas espuelas de
plata y con lanza del mismo metal, que fueron donados por otro devoto
agradecido. San Jorge lancea feroz
dragón negro que yace a sus pies con las fauces abiertas, lanzando lenguas de
fuego.”
En la misma Sacristía de la
Catedral de Durango, al costado izquierdo de la escultura, se aprecia también
un óleo de gran tamaño donde se repite la imagen de San Jorge sobre el caballo
blanco, sólo que esta vez su aspecto es la de un hombre ya constituido en la
plenitud de la edad viril, fustigando con la lanza a un feroz reptil olanudo de color verde
oliva. Este caballero ataca con su lanza al legendario animal que abre sus
fauces en signo de dolor. La representación se subraya con la presencia de
negros alacranes que reptan en la parte baja del cuadro.
En la Misma Catedral Basílica
Menor de Durango hay un par más de imágenes de San Jorge. Por una parte, una
preciosa escultura del santo que se encuentra en el exterior del templo, en la
parte superior del costado izquierdo de la entrada de la nave, sobre la calle de
Constitución –y otra, informa el joven cronista de la capital Juan Manuel
Almonte, quien indica se encuentra en el seminario (o baptisterio), la cual
corresponde a una secreta pintura.
II.-
San Jorge en la Tradición Popular
La famosa escultura del
niño San Jorge tiene, así, dos centurias
y media de antigüedad. El día de la fiesta del santo, el veintitrés de
abril, la imagen es colocada durante en
el presbiterio de la Catedral, para que el pueblo de Dios venere a San Jorge. Aunque el patrono oficial de la ciudad de
Durango es San Ramón (con festividad el 30 agosto), las costumbres populares
consagran el 23 de abril como el día en que, desde temprana hora, infinidad de
familias llevan a los niños cargando frescas flores para que las depositen al santo,
y después de dejarlas besen el religioso cordón de la leyenda:
“San
Jorge bendito
amarra tu animalito
con tu cordón bendito,
para que no nos pique ni a mí
ni a mis hermanitos”.
Don Héctor Palencia Alonso
asienta en alguno de sus escritos: “El veintitrés de abril, alrededor de la
medianoche, cuando las flores y las velas ya forman un cerro, miles de
durangueños recogen las flores con reverencia, para esparcirlas después por los
campos de labranza, Esta costumbre es tan vieja como su imagen, y se basa en la
creencia que viene de siglos, de que las flores que estuvieron en contacto
directo con San Jorge, ayudan a que los cultivos no sean dañados por las
plagas”.
Así,
la leyenda de San Jorge y las tradiciones populares concretas que de esa
creencia se derivan debe considerarse por motivos suficientes como un
ingrediente más de la idiosincrasia de esta región geográfica y por tanto como
elemento clave del concepto de la “durangeñeidad”.
III.- La leyenda de San Jorge dada de baja
San Jorge, junto con San Cristóbal o Santa Bárbara, es uno de los santos
fabulosos que el Concilio Vaticano II presidido por Paulo VI en 1962 consideró,
acaso sin suficiente reflexión simbólica, como un mito apócrifo e inexistente
–dándolo por consecuencia de baja y expulsándolo del santoral y del panteón
cristiano. No por ello el Santo quedo despojado del todo del derecho a la
existencia por falta de fundamentación documental e histórica, pues es
inobjetable sin embargo el hecho de que los fieles le rezan con más devoción que
si se tratara de San Pedro o del mismísimo Jesús, el hijo de Dios. ¿Por qué?
Ello
se debe acaso a que el espíritu humano esta constituido de tal suerte que la
ficción le resulta más grata que la verdad histórica por acuñarse en ella la
estructura del valor: de lo deseable requerido en donde dar cuerpo a la
expectativa y el anhelo que satisfacería un carencia insoportable o urgente de
enmienda.
Porque San Jorge es una figura que se encuentra firmemente arraigada en
el trasfondo de la historia moderna. Este santo representa un notable fenómeno
de homologación de universos religiosos diversos y multiformes. En efecto, para
finales del Mundo Antiguo pero sobre todo en la Edad Media, ciertos dioses y
héroes mitológicos fueron transformados en santos cristianos. La
cristianización de las tradiciones religiosas constituye así la unificación
religiosa de la oikouméne. Por caso ejemplar, los innumerables héroes y
dioses matadores de dragones, desde Grecia hasta Irlanda, desde Portugal hasta
los Urales, se transformaron todos en un mismo santo: San Jorge. Ello se debe a
la vocación universalista de la religión, cuya vocación la impulsa a la
superación de cualquier provincialismo, cuya autarquía puede poner en riesgo la
unidad de la fe (Mircea Eliade). Es sabido que San Jorge es un santo respetado
por la Iglesia Ortodoxa, no menos que por la Anglicana de Inglaterra, donde
incluso se le consagra uno de sus máximos templos en el mundo, en que llegan a
celebrarse algunas bodas reales, siendo el sino de su divisa evangélica aquella
de: “Dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que de Dios es” –a manera de
principio, pues, de distinción, justicia y equidad. También se le relaciona con
el Papa Benedictus XIV, con Enrique IV de Inglaterra y con la leyenda rumana del
Conde Drácula (dragón).
Así
surgió la figura de un Santo: el caballero Jorge que engalanado con los
atributos de un héroe y vistiendo una brillante armadura plateada se enfrentó
al dragón y pudo vencerlo. Desde el siglo XIII la popularidad de San Jorge se
erigió como patrón de muchas comarcas y lugares: Gran Bretaña principalmente,
pero también fue adoptado por la Corona de Aragón, por Grecia y Barcelona; más
recientemente, en el siglo XVIII, por la Ciudad de Durango. Especialmente
potente para contener a invasores guerreros y las epidemias, San Jorge fue sin
embargo presa con el tiempo del escepticismo moderno, siendo incluso
considerado por el Concilio Vaticano II siglos después como un mito
inexistente. No por ello se le deja de venerar en algunas regiones del mundo,
junto con San Sebastián y San Miguel, como un “soldado de Cristo” y como
ejemplo a seguir por todo buen fiel.
IV.-
Universalidad de San Jorge
La
fiesta de San Jorge en abril suplantó así la antigua fiesta pagana de la Palia
(en que se celebraba a Juan Bautista en el mes de julio). Es, pues, la
sustitución de la fiesta gentilicia del agua en el solsticio estival, al igual
que la fiesta de la asunción de la Virgen en agosto desalojó a la fiesta de
Diana, en un proceso similar al que dio como nacimiento de Cristo el 25 de
diciembre en el cual los gentiles celebraban el nacimiento del sol o “Sol
Invictus”.
Se
trata, en efecto, de la traducción en términos cristianos de una vieja
costumbre europea, celebrada para abril o para mayo, de poner una rama verde
ante la casa propia o sobre la de la doncella, originada en la creencia del
poder fertilizante del “espíritu del árbol”. En la víspera de San Jorge, en
efecto, la mujer que desea ser madre coloca una camisa nueva sobre un árbol frutal
y a la mañana siguiente, antes de que amanezca, si encuentra que un bichito ha
trepado por ella, su deseo se cumplirá en un año y se pone la camisa confiada
de que será fructífera como el árbol. Se asocia también a la creencia que los
árboles o espíritus arbóreos traerán la lluvia o el buen tiempo. Costumbres
análogas se repiten entre los eslavos de Corintintia adornando los jóvenes un
árbol con flores y guirnaldas llevando ramas verdes de abedul y cantan en
procesión acompañados de música, siendo el personaje principal un joven engalanado como “Jorge el Verde”. En
otros sitios sacan fuera a los rebaños y adornados con flores los pasean
mientras cantan:
“A Jorge el Verde traemos,
a Jorge el Verde llevamos,
que alimente el ganado bien
y traiga el agua con él.”
Entre los gitanos de Transilvania y Rumania la fiesta de “Jorge el Verde”
es la principal celebración primaveral y cantan ante un sauce joven. En la
Pascua de Pentecostés. Por otra parte, es sabido que adorar a su caballo
adornado con guardaparras de los que penden bellotas doradas o jurar por el
casco de bronce de San Jorge es una costumbre propia de reyes (Sir James
Frazer).
V.-
El Mito del Dragón
Por su forma temible
la autoridad eclesiástica de la Edad Medio vio en el dragón un símbolo definitivamente
oscuro, identificando al animal con fuerzas infernales. Así, el mito
caballeresco lo imaginó como un descomunal lagarto dotado con alas de
murciélago y cola de aspecto diabólico que a la manera del Minotauro reclamaba
a jóvenes doncellas para continuar vivo por la vitalidad de su sangre. A cambio
de tal tributo dejaba vivir a los lugareños y respetaba sus poblados y
cosechas en cuyas lindes se apostaba.
De
acuerdo a antiquísimas tradiciones medievales el dragón se convirtió en
síntesis y resumen de todos los males contra los cuales el hombre era incapaz
de luchar o impotente en su pequeñez para vencer. Los fabulosos enemigos del
hombre y del mundo tomaron entonces la forma de monstruos y bestias
fantásticas, representando el dragón lo mismo las fuerzas desmedidas
descontarlas de la naturaleza y el submundo infernal que la esfera de lo oculto
y misterioso. Entre sus connotaciones benéficas y protectores se le considero
como un poderoso símbolo de fuerza, por lo que apreció en múltiples blasones y
escudos nobiliarios. En las islas británicas, por caso, se consideraba de que
si se los tenía convenientemente alimentados resultaban una eficiente fuerza
protectora contra las invasiones del continente. El dragón así, como los
demonios, tiene un rostro positivo cayendo bajo la categoría de los
“eudemonios”, empero en su otro aspecto se subsume bajo la categoría oscura de
lo “cacodemonológico”.
La verdad es que el dragón no
es, como la serpiente, sino una alegoría del componente reptílico agresivo y
ritualista en nuestro cerebro, el cerebro reptil (el cual se asentaría de
acuerdo a Artur Koetstleler en silla turca o hipófisis, considerada por el
moderno Descartes cede del alma humana), muy por debajo de la evolucionada neo-corteza
cerebral específicamente humana. El temor a los dragones es en realidad temor a
esa parte primitiva y violenta de nosotros mismos. En el Capítulo III del
Génesis, primer libro de la Biblia, Dios dispone que haya perpetua enemistad
entre los reptiles, la que data de la que las leyendas populares de muy
diversas culturas, contengan alusiones míticas a los dragones.
Recordemos, nos dice Héctor Palencia, lo que dice Carl Sagan:
“Seguramente no es un hecho casual y el hombre. El fenómeno tiene
carácter universal. ¿Es una rara coincidencia
que los sonidos onomatopéyicos que el hombre emite para reclamar silencio o
llamar la atención tenga extraño parecido con el silbido de los reptiles?
¿Puede pensarse que los dragones llegaran a constituir un gravísimo peligro
para nuestros antecesores protohumanos, de hace unos cuatro millones de años, y
que el temor que suscitaban, junto con las muertes que causaban, impulsaran la
evolución del intelecto humano? ¿O debemos considerar, quizás, que la alegoría
de la serpiente constituye una referencia a la utilización del componente
reptílico agresivo y ritualista en nuestro cerebro en la posterior evolución de
la neo-corteza? ¿No es posible que el temor a los dragones fuera en realidad
temor a una parte de nosotros mismos?
VI.-
Trascendencia de San Jorge
Contra la egolatría del individualismo moderno la fiesta de San Jorge
nos pone ante los ojos otro modelo de la sociedad, en donde la comunidad
llevada de la mano de la piedad religiosa y abrazada por el sentimiento de la
simpatía empática hacia los otros supera con mucho a la sociedad egoísta y su
angustiante soledad multitudinaria rebajada por el codeo y el exhibicionismo
público o por la angustiosa soledad masiva.
En efecto, el pecado y el escepticismo moderno causan no sólo la
discordancia entre el hombre y la naturaleza, también vuelve infecundas las
relaciones entre los hombres.
En
la fiesta de la veneración o en la consagración de los campos labrantíos se
vislumbra, es cierto, el ideal social de la comunidad realizada en donde quedan
de pronto abolidas las falsas desigualdades sociales y su ejercicio de
dominación, donde todos se ven como hermanos fieles unidos por el sentimiento
de pertenencia a una comunidad superior que los engloba sin enmarcarlos.
Momento de comunión o epifanía donde todos coexisten participando de las
emociones más puras y altas del amor: entrega, alegría y don de sí en donde
cada uno se recupera en una esfera superior por un mismo reconocimiento
universal. Participación, pues, en el fluido anímico que recorre como una
cálida corriente voltaica a la vegetación y al hombre común, al sabio, al héroe, al animal noble y al tiempo, que
sin distingos unifica también al modestísimo bichito y al innombrable dios.
Motivación del signo que permite fugarnos de la imagen al héroe y del
santo al tiempo para participar del todo ilimitado permeado de voluntad moral,
donde el orden social se trasforma también de un convenio convencional de
poderes esclerosados en un acuerdo tácito conforme a un valor suprior. Realidad
segunda de carácter ético que se engasta
de pronto como un diamante en el cíngulo de la montura de la realidad
histórica, y que al hacerlo así la trasciende.
Quede encantada de leer vida hechos y tradiciones y leyendas de San Jorge con lujo de detalles muchas gracias ...
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