La Provincia de
la Nueva Vizcaya
Por Héctor
Palencia Alonso
El fallecimiento de Hernán Cortés en España, en el año de 1547, dio fin
simbólicamente a la primera conquista de México. La segunda conquista
corresponde a la conquista de las inmensidades del norte de la Nueva España que
ensangrentó cuarenta años, de 1550 a 1590, y fue una guerra distinta de las
libradas por los conquistadores que acompañaron a Cortés. Este Capitán, astuto
y maquiavélico, pudo utilizar el arma de la diplomacia frente a los gobernantes
del Imperio Azteca, uno de los imperios más poderosos de aquel tiempo. Por su
parte, los conquistadores del norte tuvieron que luchar contra tribus nómadas o
seminómadas sin grandes jefes identificables.
"Gran Chichimeca" era
el nombre de la confederación de cuatro tribus del norte: las de los pames,
guamares, guachichiles y zacatécos, estos últimos de los primitivos pobladores
del hoy Estado de Durango. Los chichimecas tenían una cultura extremadamente
primitiva, pero eran extremadamente valerosos y maestros en la guerra de
guerrillas.
La "Guerra de los Chichimecas" inició la
historia de los presidios, ranchos ganaderos y misiones, como instituciones
básicas de la frontera, acompañados de poblados defensivos y por la
organización de una caballería de soldados-colonos que caracterizaron el avance
hacia el interior. La migración hacia una "tierra de guerra" con sus
imperativos de defensa, creó una nueva estirpe de gente. A la vanguardia de
estos inmigrantes del norte, estaban los vascongados, hombres fuertes y de
recio carácter, cuyo origen se localiza antes que en España, en la región de
Georgia, a orillas del Mar Negro, en lo que es hoy una república disgregada de
la otrora Unión Soviética. Y el gobierno virreinal no decidió enviar colonizadores
a territorios de lo que hoy son los Estados del sur de la Unión Americana, hasta
que la "Gran Chichimeca" dejó de ser "tierra de nadie".
"Chichimeca" es una palabra acuñada por los indios, sometida por Cortés, que quiere decir "perro sucio e incivil". El poder de estos indígenas era tanto que hasta 1546 ningún español había realizado una incursión provechosa en el norte de la Nueva España. El ocho de septiembre de ese año, los españoles provenientes de la Nueva Galicia, encabezados por el Capitán Juan de Tolosa, llegaron hasta las inmediaciones del cerro llamado "de la Bufa", en lo que es hoy la ciudad de Zacatecas. "Bufa" es palabra de origen vasco que significa "vejiga de cerdo".
"Chichimeca" es una palabra acuñada por los indios, sometida por Cortés, que quiere decir "perro sucio e incivil". El poder de estos indígenas era tanto que hasta 1546 ningún español había realizado una incursión provechosa en el norte de la Nueva España. El ocho de septiembre de ese año, los españoles provenientes de la Nueva Galicia, encabezados por el Capitán Juan de Tolosa, llegaron hasta las inmediaciones del cerro llamado "de la Bufa", en lo que es hoy la ciudad de Zacatecas. "Bufa" es palabra de origen vasco que significa "vejiga de cerdo".
Juan de Tolosa recogió muestras de plata de la mayor
calidad y se enteró de la localización de ricas minas de este metal. En este
momento los españoles decidieron avanzar hacia el norte. Diego de Ibarra, uno
de los cuatro iniciadores de la llamada "Aristocracia de la plata" y
primer Gobernador de Zacatecas, tío del joven fundador de Durango, Francisco de
Ibarra, fue el decidido impulsor de la conquista hacia el norte.
En defensa de las minas de Zacatecas y las de San Martín y Avino, el Gobernador Diego de Ibarra, envió al Capitán Pedro Ahumada Sámano en 1560 a combatir a los zacatéeos que eran los más temibles de los guerreros chichimecas. Las tierras de los zacatécos coincidían en parte con las de los guachichiles del oriente y el norte de Zacatecas, y llegaban hacia el poniente hasta limitar con los tepehuanes en el Valle de Guadiana, y por el norte hasta Cuencamé y Parras.
En defensa de las minas de Zacatecas y las de San Martín y Avino, el Gobernador Diego de Ibarra, envió al Capitán Pedro Ahumada Sámano en 1560 a combatir a los zacatéeos que eran los más temibles de los guerreros chichimecas. Las tierras de los zacatécos coincidían en parte con las de los guachichiles del oriente y el norte de Zacatecas, y llegaban hacia el poniente hasta limitar con los tepehuanes en el Valle de Guadiana, y por el norte hasta Cuencamé y Parras.
Pedro Ahumada Sámano logró derrotar a los zacatécos en
tres batallas, primero, en el Malparís, lugar cercano a Nombre de Dios; después
en las inmediaciones del Valle de Guadiana, y por último, en el "Peñol
Blanco”, hoy Peñón Blanco. Estas victorias en territorio de lo que hoy es el
Estado de Durango, las cuales constan en la "Información acerca de la
rebelión de los Indios Zacatécos", elaborada en 1562 por el Capitán
Ahumada, permitieron al joven capitán Francisco de Ibarra, la fundación de
Durango el ocho de julio de 1563, la creación de la inmensa Provincia de la
Nueva Vizcaya y el comienzo de su búsqueda de grandes riquezas de oro y plata.
El Capitán Francisco de Ibarra creía en la existencia de las Siete ciudades de
Oro de Cíbola, y no obstante el notorio fracaso de la expedición de Francisco
Vázquez de Coronado, Ibarra siguió por la misma ruta. El origen de la leyenda
de Cíbola se encuentra en la afirmación de un franciscano italiano de la Villa
de San Miguel de Culiacan quien aseguró al Virrey Antonio de Mendoza haber
visto “con sus propios ojos", las siete ciudades de oro y la expedición de
Vázquez de Coronado apoyada por el Virrey llegó hasta descubrir el Gran Cañón
de Colorado, pero del oro, nada.
Francisco de Ibarra fue un conquistador y un gobernante ejemplar. Nunca recibió una merced del Rey de España. "El Fénix de los Conquistadores" como llamó el Barón de Humboldt a Francisco de Ibarra, era todo un hombre que cruzó esforzado y honesto por una época de corrupción, violencia y desmedidas ambiciones. Ibarra puso con los cimientos de Durango el ejemplo vivificante del ejercicio del poder como servicio a la comunidad, y tuvo la emoción de identificarse con las gentes. Si el Capitán Francisco de Ibarra no tuviera, como los tiene, otros méritos, bastaría el de su intachable honradez para que nunca fuera arrojado simbólicamente a un osario del olvido. El gastó en su empresa de conquista y de fundación de Durango y en el hoy Estado de Sinaloa, de las ciudades de Concordia y el Fuerte, toda su fortuna personal que eran mas de trescientos mil pesos oro.
Hace poco menos de dos años, fui invitado por el Director del Instituto de Cultura del Estado de Sinaloa, mi amigo el talentoso investigador Ronaldo González Valdez, a inaugurar la Casa de la Cultura de la ciudad de Concordia, y mucho me emocionó la ceremonia junto a la estatua de Francisco de Ibarra. Sin embargo, no se puede asegurar que esta estatua corresponda realmente al conquistador, pues se sabe que no existe en México ni en España un retrato de Ibarra.
Francisco de Ibarra fue un conquistador y un gobernante ejemplar. Nunca recibió una merced del Rey de España. "El Fénix de los Conquistadores" como llamó el Barón de Humboldt a Francisco de Ibarra, era todo un hombre que cruzó esforzado y honesto por una época de corrupción, violencia y desmedidas ambiciones. Ibarra puso con los cimientos de Durango el ejemplo vivificante del ejercicio del poder como servicio a la comunidad, y tuvo la emoción de identificarse con las gentes. Si el Capitán Francisco de Ibarra no tuviera, como los tiene, otros méritos, bastaría el de su intachable honradez para que nunca fuera arrojado simbólicamente a un osario del olvido. El gastó en su empresa de conquista y de fundación de Durango y en el hoy Estado de Sinaloa, de las ciudades de Concordia y el Fuerte, toda su fortuna personal que eran mas de trescientos mil pesos oro.
Hace poco menos de dos años, fui invitado por el Director del Instituto de Cultura del Estado de Sinaloa, mi amigo el talentoso investigador Ronaldo González Valdez, a inaugurar la Casa de la Cultura de la ciudad de Concordia, y mucho me emocionó la ceremonia junto a la estatua de Francisco de Ibarra. Sin embargo, no se puede asegurar que esta estatua corresponda realmente al conquistador, pues se sabe que no existe en México ni en España un retrato de Ibarra.
Francisco de Ibarra murió en 1577
en el mineral de Panuco, del hoy Estado de Sinaloa, y sus restos mortales se
han perdido. Los únicos datos para encontrarlos son los que ofrece el mismo
Ibarra en su testamento. De este documento me ocuparé en otro artículo.
Gran figura la de Ibarra. "casi igual misionero
que soldado", muerto a los treinta y seis años de edad, hombre de ideales,
en su obra no hay tacha, y merece el reconocimiento de los durangueños por
haber dejado aquí el ejemplo de su vida y la semilla de la cultura y la
justicia..
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