lunes, 8 de julio de 2013

La Provincia de la Nueva Vizcaya De Héctor Palencia Alonso

La Provincia de la Nueva Vizcaya
Por Héctor Palencia Alonso




   El fallecimiento de Hernán Cortés en España, en el año de 1547, dio fin simbólicamente a la primera conquista de México. La segunda conquista corresponde a la conquista de las inmensidades del norte de la Nueva España que ensangrentó cuarenta años, de 1550 a 1590, y fue una guerra distinta de las libradas por los conquistadores que acompañaron a Cortés. Este Capitán, astuto y maquiavélico, pudo utilizar el arma de la diplomacia frente a los gobernantes del Imperio Azteca, uno de los imperios más poderosos de aquel tiempo. Por su parte, los conquistadores del norte tuvieron que luchar contra tribus nómadas o seminómadas sin grandes jefes identificables.
   "Gran Chichimeca" era el nombre de la confederación de cuatro tribus del norte: las de los pames, guamares, guachichiles y zacatécos, estos últimos de los primitivos pobladores del hoy Estado de Durango. Los chichimecas tenían una cultura extremadamente primitiva, pero eran extremadamente valerosos y maestros en la guerra de guerrillas.
   La "Guerra de los Chichimecas" inició la historia de los presidios, ranchos ganaderos y misiones, como instituciones básicas de la frontera, acompañados de poblados defensivos y por la organización de una caballería de soldados-colonos que caracterizaron el avance hacia el interior. La migración hacia una "tierra de guerra" con sus imperativos de defensa, creó una nueva estirpe de gente. A la vanguardia de estos inmigrantes del norte, estaban los vascongados, hombres fuertes y de recio carácter, cuyo origen se localiza antes que en España, en la región de Georgia, a orillas del Mar Negro, en lo que es hoy una república disgregada de la otrora Unión Soviética. Y el gobierno virreinal no decidió enviar colonizadores a territorios de lo que hoy son los Estados del sur de la Unión Americana, hasta que la "Gran Chichimeca" dejó de ser "tierra de nadie".
   "Chichimeca" es una palabra acuñada por los indios, sometida por Cortés, que quiere decir "perro sucio e incivil". El poder de estos indígenas era tanto que hasta 1546 ningún español había realizado una incursión provechosa en el norte de la Nueva España. El ocho de septiembre de ese año, los españoles provenientes de la Nueva Galicia, encabezados por el Capitán Juan de Tolosa, llegaron hasta las inmediaciones del cerro llamado "de la Bufa", en lo que es hoy la ciudad de Zacatecas. "Bufa" es palabra de origen vasco que significa "vejiga de cerdo".
   Juan de Tolosa recogió muestras de plata de la mayor calidad y se enteró de la localización de ricas minas de este metal. En este momento los españoles decidieron avanzar hacia el norte. Diego de Ibarra, uno de los cuatro iniciadores de la llamada "Aristocracia de la plata" y primer Gobernador de Zacatecas, tío del joven fundador de Durango, Francisco de Ibarra, fue el decidido impulsor de la conquista hacia el norte.
En defensa de las minas de Zacatecas y las de San Martín y Avino, el Gobernador Diego de Ibarra, envió al Capitán Pedro Ahumada Sámano en 1560 a combatir a los zacatéeos que eran los más temibles de los guerreros chichimecas. Las tierras de los zacatécos coincidían en parte con las de los guachichiles del oriente y el norte de Zacatecas, y llegaban hacia el poniente hasta limitar con los tepehuanes en el Valle de Guadiana, y por el norte hasta Cuencamé y Parras.
   Pedro Ahumada Sámano logró derrotar a los zacatécos en tres batallas, primero, en el Malparís, lugar cercano a Nombre de Dios; después en las inmediaciones del Valle de Guadiana, y por último, en el "Peñol Blanco”, hoy Peñón Blanco. Estas victorias en territorio de lo que hoy es el Estado de Durango, las cuales constan en la "Información acerca de la rebelión de los Indios Zacatécos", elaborada en 1562 por el Capitán Ahumada, permitieron al joven capitán Francisco de Ibarra, la fundación de Durango el ocho de julio de 1563, la creación de la inmensa Provincia de la Nueva Vizcaya y el comienzo de su búsqueda de grandes riquezas de oro y plata. El Capitán Francisco de Ibarra creía en la existencia de las Siete ciudades de Oro de Cíbola, y no obstante el notorio fracaso de la expedición de Francisco Vázquez de Coronado, Ibarra siguió por la misma ruta. El origen de la leyenda de Cíbola se encuentra en la afirmación de un franciscano italiano de la Villa de San Miguel de Culiacan quien aseguró al Virrey Antonio de Mendoza haber visto “con sus propios ojos", las siete ciudades de oro y la expedición de Vázquez de Coronado apoyada por el Virrey llegó hasta descubrir el Gran Cañón de Colorado, pero del oro, nada.
Francisco de Ibarra fue un conquistador y un gobernante ejemplar. Nunca recibió una merced del Rey de España. "El Fénix de los Conquistadores" como llamó el Barón de Humboldt a Francisco de Ibarra, era todo un hombre que cruzó esforzado y honesto por una época de corrupción, violencia y desmedidas ambiciones. Ibarra puso con los cimientos de Durango el ejemplo vivificante del ejercicio del poder como servicio a la comunidad, y tuvo la emoción de identificarse con las gentes. Si el Capitán Francisco de Ibarra no tuviera, como los tiene, otros méritos, bastaría el de su intachable honradez para que nunca fuera arrojado simbólicamente a un osario del olvido. El gastó en su empresa de conquista y de fundación de Durango y en el hoy Estado de Sinaloa, de las ciudades de Concordia y el Fuerte, toda su fortuna personal que eran mas de trescientos mil pesos oro. 
Hace poco menos de dos años, fui invitado por el Director del Instituto de Cultura del Estado de Sinaloa, mi amigo el talentoso investigador Ronaldo González Valdez, a inaugurar la Casa de la Cultura de la ciudad de Concordia, y mucho me emocionó la ceremonia junto a la estatua de Francisco de Ibarra. Sin embargo, no se puede asegurar que esta estatua corresponda realmente al conquistador, pues se sabe que no existe en México ni en España un retrato de Ibarra.
   Francisco de Ibarra murió en 1577 en el mineral de Panuco, del hoy Estado de Sinaloa, y sus restos mortales se han perdido. Los únicos datos para encontrarlos son los que ofrece el mismo Ibarra en su testamento. De este documento me ocuparé en otro artículo.
   Gran figura la de Ibarra. "casi igual misionero que soldado", muerto a los treinta y seis años de edad, hombre de ideales, en su obra no hay tacha, y merece el reconocimiento de los durangueños por haber dejado aquí el ejemplo de su vida y la semilla de la cultura y la justicia..









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