IV.-
Las Siete Ciudades de Cíbola
Vásquez
de Coronado: los Castillos de Cinabrio
Por Alberto Espinosa Orozco
“Como una
pintura
nos iremos borrando.
Como una flor
nos iremos secando,
aquí sobre la tierra.”
Netzahualcóyotl
I.-
La Expedición de Pánfilo de Narváez
La historia depararía un triste capítulo
para el conquistador Pánfilo de Narváez, un negro recuerdo y un destino oscuro.
Diego Velásquez, en gobernador de Cuba, envió a Pánfilo de Narváez con once
naos y siete bergantines con novecientos españoles y ochenta caballos al Nuevo
Mundo para prender a Hernán Cortés y destruyese. Llegando a las costas de San
Juan de Ulua en mayo de 1520. Narváez pensó que Cortés acataría sus órdenes
pues decía: “téngolo por hijo, respetarme ha como a padre, y cuando no hiciere
el deber, no serían tan necios los pocos que allá estén que querrán tomarse con
los muchos que vamos”. Para entonces el fabuloso hidalgo de Extremadura ya
había penetrado en la capital del imperio mexica, y en las entrañas mismas de
México-Tenochtitlan había hecho prisionero al monarca Moctecuhzoma. Narváez y
sus fuerzas desembarcaron en un sitio cercano al campamento de la Villa Rica en
la que se encontraba Gonzalo de Sandoval al mando de setenta soldados, fundando
un pueblo que después se llamó San Salvador
Pánfilo de Narváez, aliándose con los indios
totonacas de Cempollan y su señor Chicomecóatl se fortificó en aquella ciudad.
Hernán Cortés, dejando una buena guarnición de cien hombres en México al mando
de Pedro de Alvarado, salió con ochenta o cien de los suyos reuniéndose en
Cholula los contingentes de Velásquez de León y Rodrigo Rangel, avanzando con
ellos hacia Cempoallan donde se reunieron con las fuerzas de Sandoval, siendo
ya doscientos sesenta y seis y cinco caballos sin sumar a los guerreros
indígenas, los cuales eran superados cuatro a a uno por los de Narváez. Cuando
penetraron a Cempoallan los de Cortés
encontrando a su llegada al enemigo tan desorganizado que pronto se
apoderaron de sus cañones, desactivando también a la caballería de Narváez
cuyos jinetes cayeron al suelo pues simpatizantes del extremeño habían cortado
los cinchos. Las huestes Sandoval lograron llegar hasta los aposentos de
Narváez haciendo frente a cien fieros enemigos y prendiendo fuego a los techos
de paja y siendo reforzado por la retaguardia prendieron a Pánfilo de Narváez
herido en el ojo por una lanza, rindiendo al resto sus fuerzas.
La llegada de Narváez a Cempoallan dejó una
secuela trágica e inesperada. Entre sus hombres iba un negro con viruelas que
contagia a los totonacas de Cempoallan los cuales, careciendo de anticuerpos
para resistirla por su inexistencia en el continente americano, pronto la
extendieron en todas direcciones, causando una terrible mortandad. Dice Bernal
Díaz del Castillo refiriéndose a la infausta compañía de conquistador que:
“harto fue para la Nueva España.., por manera que la negra ventura de Narváez y
más prieta la muerte de tanta gente sin ser cristianos”.
Lo cierto es que la epidemia de viruela
llevada por los españoles y trasmitida sin darse cuenta, llamada por los indios
tos, fiebre ardiente o “gran lepra”, acabó a la postre con la cuarta parte de
la gente de indios que había en toda esa tierra, lo cual mucho les ayudó a los
españoles para hacer la guerra y fue causa de que más pronto acabase.
Pánfilo de Narváez permanecería preso en la
Villa Rica hasta que en febrero de 1522 fue puesto en libertad presentándose en
España para reclamar sus derechos al Emperador Carlos V, quien lo compensó
nombrándolo adelantado de Florida. Llegó en febrero de 1528 a la bahía de Tampa
con cinco navíos y cuatrocientos hombres. Luego de luchar en el interior con
los nativos vestidos con pieles de venado tuvieron que regresar a la costa y
sus navíos habían desaparecido. Tuvieron que construir cinco naves, zarpando
245 hombres en ellas hacia México, pero la embarcaciones fueron destruyéndose
en el camino y hacia noviembre Narváez desapareció cuando la suya fue
repentinamente llevada por el viento hacia alta mar y no se volvió saber nunca
más de él.
De la fracasada expedición de Pánfilo de
Narváez que partió del puerto de San Lucas de Barramedia el 17 de junio de 1527 y encallada en las
costas de la Florida en 1528 quedaron para contarlo sólo cuatro sobrevivientes
de los 300 hombres que se adelantaron en la expedición. Ocho años habían
transcurrido en su viaje a pie por el sureste de Estados Unidos y en noroeste
de México en los que convivieron con distintas tribus de indios y en cuya
aventura no faltó ni el secuestro, ni el comercio, ni la realización de curaciones
milagrosas, hasta llegar en 1536 al río Petatlán, hoy río Sinaloa, donde
encontraron a exploradores que los llevaron al asentamiento español de
Culiacán. Llegaron por fin a la capital de la Nueva España los náufragos Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus compañeros:
Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza y su esclavo
Estebanico (siendo el primer africano en pisar territorio de EU, pues era un
“negro árabe” bereber, y moro, mercenario natural de Azamor, en la costa
atlántica de Marruecos). Regresaron de su prodigiosa caminata medio muertos,
harapientos y miserables, pero con una gran noticia: de su peregrinar, pues se
habían enterado por medio de los naturales de que al norte existía un país muy
rico, el cual no podía ser otro que el mítico reino de Cíbola.
II.-
La Expedición de Vázquez de Coronado
Don Antonio de Mendoza y Pacheco, primer
Virrey y Capitán General de la Nueva España (1535-1550), fascinado con el relato de Cabeza de Baca
encarga entonces el asunto a Francisco Vázquez de Coronado, buen amigo y hombre
con fama de cabal por haber sofocado una rebelión en Culiacán y haber dado
esplendor a la ciudad de Guadalajara. Coronado decidió enviar antes una
avanzadilla que le informase de las características del terreno, las posibilidades
de aprovisionamiento y la veracidad de los rumores de la riqueza de aquel
ignoto territorio. El responsable de aquella misión sería el monje franciscano
Fray Marcos de Niza, reputado de docto en teología, sino en cosmografía y en el
arte de la mar, y hombre famoso no sólo por inventar la leyenda de las siete
doradas ciudades de Cibola, sino también por ser uno de los más grandes
mentirosos de la Historia.
En el año de 1539, Fray Marcos parte de San
Miguel de Culiacán en una primera expedición acompañado de otro fraile, un
nutrido grupo de indios y, por disposición del Virrey, del intrépido
Estebanico, el esclavo de Dorantes, como supuesto guía. El fraile Marcos de
Niza regresó a la ciudad de México narrando que había continuado la exploración
después de la muerte de Estebanico y con reporte de que los nativos de las
lejanas tierras usaban vajillas de plata y oro, decoraban sus casas con
turquesas y usaban perlas gigantescas, esmeraldas y otras joyas más. y que a lo
lejos había avistado una ciudad más grande que la gran Tenochtitlan
Hechizado por aquellas noticias, el Virrey
Don Antonio de Mendoza organizó de inmediato una segunda expedición militar de
gran magnitud para tomar posesión de las riquísimas tierras que el fraile le
había descrito con alucinada profusión de detalles. Al mando de la misma quedó
un amigo del Virrey, el hidalgo Francisco Vázquez de Coronado (Salamanca, 1510-
Ciudad de México, 1554), quien lleva como guía al fraile Marcos de Niza. La
expedición al mando de Francisco Vázquez de Coronado estaba formada por 340
españoles, cientos de indios nativos aliados además de ganado
vacuno.-haciéndose acompañar por navíos que les seguían por mar para
abastecerlos al mando de Fernando de Alarcón y de otra expedición más pequeña
por tierra organizada por García López de Cárdenas.. Francisco Vázquez de
Coronado, quien a la sazón era desde 1538 gobernador de la Audiencia de la
Nueva Galicia en sustitución del primer gobernador de la provincia Nuño de
Guzmán, para el año de 1539 llega por vía marítima a lo que hoy es el estado de
Nayarit, desembarcado en un litoral del Pacífico llamado Compostela.
Hay que recordar que el conquistador Nuño de
Guzmán, el primer gobernador de Nueva Galicia,
penetró los territorios bajo su jurisdicción en 1530, siendo con el
tiempo calificado por Fray Bartolomé de las Casas de "gran tirano"
por su extrema crueldad. Nuño de Guzmán impuso el nombre de "Conquista del
Espíritu Santo de la Mayor España" a los territorios por él explorados y
conquistados. Sin embargo la Reina de España Juana I de Castilla (madre del
emperador Carlos V de Alemania y Carlos I de España), no estuvo conforme con el
nombre que le había otorgado Nuño de Guzmán, por lo que por Real Cédula dada en
Ocaña España el 25 de enero de 1531 ordenó que se nombrara al territorio
conquistado como Reino de la Nueva Galicia (que comprendía los hoy estados de
Nayarit, Jalisco, Colima, Aguascalientes y parte de Sinaloa, Zacatecas y San
Luís Potosí).y se fundase una ciudad con el nombre de "Santiago de Galicia
de Compostela" como capital. Una vez que recibió Nuño de Guzmán la Real
Cédula procedió a renombrar la "Villa del Espíritu Santo de la Mayor
España" con el nombre de "Santiago de Galicia de Compostela",
población que actualmente es la ciudad de Tepic, capital del estado de Nayarit.
Así la Villa de Santiago de Nueva Galicia adoptó el nombre de Compostela de
Indias en el año de1539, en memoria de la ciudad gallega de Santiago de
Compostela -que proviene del latín Campus Stellaen que en castellano significa
Campo de Estrellas. El valle de Cactlán, donde se encontraba la ciudad de
Compostela de Indias, estaba habitado antes de la llegada de los españoles, por
indios cacnos y tepehuanos, y debían el nombre autóctono de Cactlān a la lengua
nahuatl, pues Cactli significa “zapato” y el sufijo de tlān, “cerca de”, es
decir, "lugar de zapatos".
A principios de 1540 Vázquez de Coronado
parte de Compostela en busca de las siete ciudades de Cíbola y Quivira, prestó
oídos junto con el Virrey Mendoza a una vieja leyenda europea, mitad cuento de
caballería, mitad cuento recompuesto y edulcorado por las visiones fantásticas
de Fray Marcos de Niza. Esa expedición trajo como resultado el descubrimiento
para España de las tierras del oeste de Estados Unidos y la constatación de la existencia
de una serie de pueblos en aquella región desértica sumidos en la miseria.
En efecto, para el día 22 de abril de 1540
Vázquez Coronado llega a Culiacán al mando del grueso de la expedición, en
tanto que un grupo más pequeño que iría a la zaga más lentamente quedó a las
órdenes de Tristán de Luna y Arellano, pues en cada villa española se
reorganizaba la expedición terrestre a la vez que partía otra expedición por
mar al mando de Fernando de Alarcón para abastecer a la expedición de tierra. La fuerza más pequeña, al mando de Tristán de
Luna, continuó aún más al norte y tomó los pueblos de los Zuñi en julio de
1540, lugar que les habían dicho era el emplazamiento de las siete ciudades
doradas de Cibola.
Sería el mismo Fernando de Alarcón el primer
europeo en tocar y navegar las aguas del Río Colorado, aunque su descubrimiento
se debe a Francisco de Ulloa, quien el 28 de septiembre de 1539 tomó posesión
de la desembocadura del río y lo nombra “Ancón de San Andrés”, en beneficio de
la corona española, aunque sin navegar aguas arriba como lo hizo Fernando de
Alarcón.
III.-
La Cabalgata de Francisco Vázquez Coronado
Por su parte Francisco Vázquez de Coronado
atravesó Sonora y entró en los territorios de la actual Arizona. Después de 75
días de camino empezó a sospechar la falsía de
las historias de Marcos de Niza, al no encontrar por ninguna parte las
riquezas de las que el fraile había hablado, pues resultó una mentira la
aseveración del fantasioso fraile que desde aquellas tierras se podía ver el
mar, ya que como le dijeron los nativos a Coronado el mar se encontraba a
muchos días de camino. Así, se instala con sus hombres a orillas del Río Bravo
o Río Grande en un poblado de nombre Tiguex. Entonces el grupo de exploradores
se dividió en dos grupos. Una de ellas queda al mando de Pedro de Tovar, quien
regresa con la noticia de haber encontrado siete ciudades populosas que acaso
sean las de la legendaria fábula. El segundo grupo se adentró en tierra para
descubrir el Gran Cañón y la boca del río Colorado, legando hasta el Golfo de
California.
En el emplazamiento de Tiguex, cerca de la
actual ciudad de Santa Fe, se reunieron los dos grupos y pasan los inviernos de
1540 y 1541. Insistiendo en encontrar la dorada ciudad de Quiviria, Vázquez de
Coronado se deja engañar por un indio, al que llamaban “el Turco” y emprende
con 30 de los suyos en 1541 una última exploración dejando al grueso de sus
hombres en el Cañón de Palo Duro, hoy Texas. Buscando el rico país de Quiviria
se remontó a caballo atravesando la pradera, hasta caer en cuenta del engaño y
hacer ejecutar a “el Turco”. Sin embargo, era tan fuerte la idea fabulosa de
las ciudades de Cíbola que aún a pesar del desánimo, la expedición de Coronado
continuará su viaje, adentrándose cada vez más en el corazón de lo que algún
día serían los Estados Unidos.
Así siguió adelante, recorriendo las
llanuras del Mississipi y las montañas Rokayosas, atravesando los actuales
estados de Nuevo México, Texas, Oklahoma y Kansas. Finalmente dio con un pueblo
cerca de la actual Linsburg, en el estado de Kansas, donde encuentra a los
indios de Wichita habitando en un poblado de cabañas con techos de paja, a los
que no sin ironía llamó indios Quiviria.
En la primavera del año de 1542 regresa
Vásquez de Coronado a la Ciudad de México por la misma ruta con sólo cien de
sus hombres. El Virrey de la Nueva España Antonio de Mendoza lo recibe con
frialdad dado lo paupérrimo de los resultados, abriéndole incluso un proceso en
contra por el abandono de la empresa. Cuando los sucedidos se aclararon regresó
Francisco Vázquez de Coronado como Gobernador de la Nueva Galicia, puesto que
desempeño hasta el año de 1544, cuando se retiró a la Ciudad de México donde
murió en 1554.
IV.-
Los Castillos de Cinabrio
La expedición de Francisco Vázquez de
Coronado constituyó el primer grupo europeo que contempló el Gran Cañón del
Colorado. Fue entonces cuando García López de Cárdenas quien, en 1540 al mando
de un puñado de hombres partió desde la población indígena que los españoles
habían llamado Quivira, pueblo habitado por los indios Zuñi cuya ubicación se
desconoce hoy día.
En Quivira se encontraba parte de la
expedición comandada por Vázquez de Coronado con treinta hombres y se comisionó
a García López de Cárdenas junto con un puñado de voluntarios para encontrar un
río del cual los indios Hopi les habían hablado, para lo cual se le concedieron
80 días para que fuera y regresara. Después de 20 días de viaje exploratorio
encontraron el Gran Cañón del Colorado. A la distancia García López y sus
hombres pensaron que aquel monumental cañón no era otra cosa que los magníficos Castillos de Cinabrio que
coronaban a una de las míticas ciudades de Cíbola. Cuando llegaron a su límite se encontraron
con que no podían bajar hasta el río
para abastecerse de agua y después de varios intentos para descender empezaron
a tener problemas de agua para beber, por lo cual decidieron regresar. Para
cuando llegó García López al Gran Cañón formado por el río Colorado ya Fernando
de Alarcón lo había navegado 80 leguas río arriba y bautizado con el nombre de
“Río de Nuestra Señora del Buen Guía” en agosto de 1540. García López no pudo
encontrar una senda o atajo para bajar desde lo alto del Gran Cañón hasta el
río Colorado, no obstante se considera que fue el primer europeo en visitarlo.
Al comprender que se trataba de una
construcción natural los exploradores tomaron aquello como una señal de buen
augurio y siguieron buscando las ciudades maravillosas, traspasando entonces el
río Arkansas, convirtiéndose en los primeros europeos en ver las inmensas
manadas de bisontes y sin encontrar otra cosa que una aldehuela mísera –por lo
que la palabra “Cíbola” se asoció irónicamente a la voz “cíbolo”, nombre
español hoy desusado que se daba al bisonte, ya que el territorio del mítico
reino en donde se suponía la existencia de las siete ciudades se extendía hasta
las praderas en donde existían millones de estos animales (arrasados por los
colonizadores norteamericanos hasta su extinción para mediados del siglo XIX).
En 1542 regresa la expedición a la Nueva
España con una salada sensación de frustración y de amargo fracaso. Fray Marcos
de Niza moriría en 1558, debilitado por las penurias pasadas durante la
expedición, vencido por la tristeza y sumido en un absoluto descrédito. Con
respecto a La Gran Quivira (antes Pueblo de Las Humanas) quedó sólo en el
nombre y en las actuales ruinas de un asentamiento indígena en Nuevo México.
V.-
La Expedición de Francisco de Ulloa
Por lo que toca a Francisco de Ulloa hay que
decir que fue el primer europeo que exploró todo el golfo de California y
descubrió la desembocadura del río Colorado, recorriendo ambos litorales del
golfo en 1539. En efecto, fue Hernán Cortés, quien ya había patrocinado tres
viajes de exploración de la “Mar del Sur” (como se conocía en ese tiempo al océano Pacífico) y los
cuales habían terminado en fracasos, el que decidió enviar un cuarto viaje de
exploración al mando de Francisco de Ulloa. Partió la expedición del puerto de
Acapulco el día 8 de Julio del año 1539 a bordo de los buques Santo Tomás,
Santa Águeda y Trinidad, pero a la altura de las Islas Marías se vieron
obligados a abandonar el navío Santo Tomás, por lo cual continuaron el viaje de
exploración en los dos buques restantes. Ingresaron al golfo de California, en
el viaje de ida o aguas arriba, llegaron al extremo norte del golfo el 28 de
septiembre, sitio que se conoce en la actualidad como desembocadura del río
Colorado, ellos llamaron a la boca del río "Ancón de San Andrés”.
Después de haber desembarcado y tomado
posesión de las tierras del extremo Norte del Mar Bermejo, nombre que le dieron
al golfo de California por la coloración
rojiza de las aguas que se teñían con las aguas procedentes del río Colorado,
iniciaron el viaje de regreso y pasaron por el poblado de la Santa Cruz,
conocida actualmente como La Paz (Baja California Sur), doblaron el cabo San
Lucas e ingresaron en el océano Pacífico, por la actual bahía Magdalena pasó el
día 5 de diciembre sin haber ingresado por estar herido Francisco de Ulloa a
causa de una escaramuza que sostuvo con los nativos. Con fecha de 5 de Abril de
1540 dirigió a Cortés desde la Isla de Cedros una relación de los sucesos de la
exploración en uno de los dos barcos, en el otro continuó con la exploración,
pero nunca más se supo de la suerte de Francisco de Ulloa y de sus compañeros
de navegación.
VI.-Nuevo
Mundo, Utopía y Durangueñeidad
En su libro Rendición de Espíritu (Cuadernos
Americanos, 1943) el pensador Juan Larrea, al
dar una interpretación apocalíptica y grandiosa de la guerra civil
española de 1936-39, señaló adaemás algunas cábalas realmente sorprendentes
respecto de la expedición de Vásquez de Coronado, las cuales, por ser el germen
de toda una edad por venir y de toda una filosofía de la historia, vale la pena
recordar ahora.
Coronado salió de un pequeño puerto del
litoral Pacífico llamado Compostela, justamente cuando ce celebraba el cuarto
centenario de la ciudad española de Compostela –pero al revés del Orbe.
Santiago de Compostela es la ciudad donde se sitúa la “finisterre” Occidental,
la cual encontraría su punto final cuatrocientos años después con la Guerra
Civil Española, el cual derivó en el exilio republicano a México en 1939. Por
su parte la expedición de Coronado abría en 1539 un capítulo en la historia
bajo la especie de un principio nuevo de la tierra y cultura hispánica, el del
Nuevo Mundo que inauguraba la exploración de la cuarta parte de la tierra, cuya
historia comenzaba por entonces a escribirse y que se continuaría cuatro siglos
después con reforzados argumentos por obra ya no de los temerarios
conquistadores, sino de la inteligencia española llegada a tierras mexicanas
por las dramáticas razones del exilio de la Guerra Civil en 1939, y que
renovaron y reforzaron, a la zaga de la magna obra vasconcelista, el ideal del
“totecayotl”, de la cultura de las flores y de los himnos que desde hace siglos
se ampara en México bajo la divina advocación de Quetzalcóatl.
El significado de aquellas abigarradas
cábalas es para Larrea prístino. El hermeneuta español ve en ello, ni más ni
menos, que el fin de todo un ciclo histórico marcado por la guerra y el uso de
la fuerza, abriéndose así el principio de otro tiempo, signado por Santiago de
Compostela y la implementación de la cultura. Así, la edad pasada habría sido
la Edad de Hércules o de la Fuerza y de Babel o de la Confusión de las Lenguas
–de Roma, pues, cuya etimología significa fuerza, marcada por un doloroso
subjetivismo de cuño tanto individualista como colectivista. La nueva era
abierta en 1939 no sería así sino la del árbol plantado cuatrocientos años
antes precisamente por la semilla civilizadora de Vázquez de Coronado, teniendo
como divisa Compostela precisamente, que
significa “campo de estrellas”, ciudad donde la Virgen se le apareció a Santiago sobre un pilar a
las orillas del Ebro. Se trataría de una época, la nuestra, que es el reverso
de la era anterior : Roma al revés o del Amor, el potente reverso de la fuerza..
Es la edad de la Nueva Jerusalén o de la visión de la paz, la edad también del
curto evangelio o de San Juan o del Tetragrámaton. Edad del plus ultra de la
fuerza y también edad de la América Española, que tiene por divisa a la Virgen María
de pie sobre los cuernos de la luna, y como emblemas a la Lira, ideograma de la
Poesía y al Verbo, que es la constelación hacia la cual se dirige el universo.
Así, de la tesis del individualismo y su antítesis en el colectivismo,
dominados ambos por el subjetivismo pragmático de creencias y actitudes, se llegaría
a una síntesis de objetivismo universalista, coincidente con el reino de Dios
para aquellos que han sabido guardar su
palabra.
Así, Larrea vislumbró en el territorio
mexicano, que no ha acabado de nacer por lo tortuoso de su gestación, al futuro
pueblo prometido de la síntesis universal. En efecto, a la tesis del
espiritualismo del cercano oriente se impuso el materialismo de Europa,
teniendo que encontrar su síntesis y equilibrio final en la realidad unitaria
de espíritu y materia aportado por América, exponente de la universalidad y de
la sociedad universal.
Arcanos del español que vivamente recuerdan
los vaticinios de José Vasconcelos, los cuales se enmarcan también en una
filosofía de la historia cuya visión megaperiódica destaca tanto la vocación
utópica y estética de América como su carácter pacifista y universalista. Ambos
autores, pero no sólo ellos, se hermanan al coincidir en señalar que tal
universalismo no puede provenir sino de una filosofía de la persona, de
carácter armónico o estético universal, cuyas profundas raíces antropológicas,
nadie lo ignora, son las mismas de la tradición judeo-cristiana. Tal es también
la tesis atisbada en el punto de partida del nuestro maestro regional Don
Héctor Palencia Alonso en su doctrina de la Durangueñeidad, la cual supo elevar
en justas dimensiones prácticas los ideales de la raza cósmica atisbados por
Vasconcelos -cuya eficacia ha sido difícilmente apreciada por nuestro romo
provincialismo.
Por lo contrario, para cobrar conciencia de
nosotros mismos se requiere una profundización tanto de la realidad íntima de
la persona cuanto de los efectos de realidad histórica nacional en cada uno de
nosotros. El sentido de la filosofía de la historia mexicana no puede sino
instrumentarse a partir de un programa de estudios de la realidad patria, para aclarar y potenciar la situacionalidad
de esa realidad misma. La inquietud por la historia de las ideas de México y
por la esencia de lo mexicano, de nuestra realidad como cultura, se aúna así a
la idea de la salvación de una comunidad de fe trascendente por medio de la
cultura misma, que si bien se mira es la
obra medular de la reflexión artística propiamente nacional. La doctrina de la
durangueñeidad aparece así como un árbol que sabe de su sabia y que siente que
sube desde sus raíces hasta irrigar sus ramas, que son los poderosos brazos de
las obras regionales modélicas henchidas de dulces frutos. Porque el
crecimiento del árbol de la historia mexicana se ha ido irrigando con la sabia
moderna del estudio de nuestra realidad local y regional vista a la luz de la
cultura universal. Árbol de la cultura cuyo poderoso brazo durangueño a dado en
sazón algunos de sus más opimos y redondos frutos. Árbol ideal de exuberante
verdura cuyos verdaderos frutos aroman el ambiente de dulzura al estar
hermanados por un mismo corazón, siendo su raíz una misma voluntad de
concordancia –invitando con ello a arrimarnos bajo su fresca sombra para con
ella y el constante sol que con sus rayos nos deja cobijarnos.
No suelo leer algo tan largo, pero este me ha gustado y mucho,
ResponderEliminarbesitos
Conchita Hernández, que bueno, gracias por su atención
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