Artesano David Vargas:
las Doradas Manzanas del Sol
Por Alberto Espinosa Orozco
“Thou wast not born for death, immortal Bird!”
J. Keats
I
La artesanía del vidrio
soplado durangueño ha sido reconocida como un valor nacional, pues a través de
sus traslúcidos diseños la manufactura popular resguarda el alma de una cultura
–aquella en donde misteriosamente se comunica el alma popular contemporánea con
los ideales tradicionales de la Toltecayotl prehispánica (la cultura de las
flores y los cantos), emanada del culto a Quetzalcóatl. Arte superior, a la vez
elemental por su utilidad y refinado por su simbolismo, donde comulgan también
el ingenio que imprime las vibraciones del espíritu del aire con la habilidad
individual otorgada por la fuerza domeñada de la mano. Arte del viento y del
modelado de hondo sentimiento estético en el que se expresa la rancia
melancolía de un pueblo sin por ello dejar de manifestar la inapreciable
subjetividad de cada artesano que imprime su huella personal en cada hechura
–imponiendo con ello sutilmente un necesario freno a la despersonalización del
maquinismo contemporáneo. Única salida a los excesos de la modernidad y sus
callejones sin salida, que tomando la dirección contraria reina, no sin
estrecheces sin cuento, en miles de poblaciones de la república mexicana.
II
David Vargas nació en
el D.F., en la colonia Portales, de madre veracruzana y padre michoacano. Se
trasladó de niño a la ciudad de Durango donde estudia la primaria, arraigando
en la propia cultura regional al inscribirse posteriormente en el Internado No.
8 “Profesora Juana Villalobos”. A partir de los años 70´s, hace más de 30 años,
a David Vargas le tocó protagonizar la fundación en Durango del Taller de
Vidrio Soplado, junto a Guadalupe Herrera, Carlos Herrera, Alejandro Serrano e
Isidro Herrera.
David Vargas emprendió
una aventura como solada raso en el campo militar No. 1 de la ciudad de México,
permaneciendo en ese empeño reglamentariamente por 3 años y medio, luego de los
cuales regresó a la EPEA quedando gratamente sorprendido cuando el maestro
Montoya de la Cruz al recibirlo y verlo le dijo: “No te debiste de haber ido
compañero Vargas, porque tu eres de aquí”. Gracias a los logros del sindicato
en el año de 2007 David Vargas logró el nombramiento de “Trabajador Técnico
Especializado con el Oficio de Soplador de Vidrio”, jubilándose con tal título
a los 30 años de labor -no sin antes coronar su trayectoria institucional
siendo velador del Museo “El Aguacate”, puesto que desempeñó durante dos años y
medio, cuando Guadalupe Herrera Lozano era la encargada del taller.
El artista durangueño
David Vargas, quien recientemente fue galardonado con el primer lugar, en la
categoría de Vidrio Soplado, en el Gran Concurso Nacional de Artesanía Popular
Bicentenario 2010, suma tal reconocimiento a otras distinciones, pues ha obtenido
a la fecha cinco primeros lugares nacionales como representante del Taller de
Vidrio Soplado Durangueño, heredando en línea directa las mejores vetas la
escuela de artesanías creada en los años cincuenta por la escuela del maestro
Francisco Montoya de la Cruz.
III
La historia de los
talleres, nos relata el maestro soplador, comenzó en el Edificio Central de la
UJED, en la planta alta del edificio emplazado en la calle de Constitución,
donde se impartían las clases de pintura, dibujo y modelado –mientras abajo se
desarrollaba la Escuela Comercial Práctica a la que se sumaba otra escuela. Las
clases se daban en las mañanas, mientras que en las tardes hacían lo propio los
responsables de los talleres. El primer maestro fue Santos Vega Camargo, quien
tuvo a su cargo desde el principio el Taller de Vidrio Soplado -junto con Pablo
Ibarra, encargado de las decoraciones, Margarito Palacios, en el centro de
cerámica, y Manuel Martínez Velarde encargado de los textiles. Todos ellos
habían abrevado de la experiencia de don Arturo Ávalos, quien en México
sostenía los Talleres de Carretones, fundados en 1968. Por su parte Martgarito
Flores se especializó en la cátedra de historia del arte, interactuando así
estrechamente con de los Talleres de Textiles, Cerámica, Decoración de Vidrio,
Vidrio Soplado, Modelado y Grabado. El Taller de Vidrio Soplado inició sus
actividades con Guadalupe Herrera, Carlos Herrera, Alejandro Serrano, Isidro
Herrera y David Vargas, maestros técnicos a los que se sumaron un grupo de
decoradoras y diseñadoras durangueñas, quienes sostuvieron esa augusta
tradición por más de 30 años, figurando destacadamente en tal oficio: Agustina
Pérez Herrera. Cecilia Fernández Pérez, Tomasa Reyes Ortiz y María Tomasa Reyes
Hernández. Cultivadores todos ellos de esa bella disciplina en la EPEA y a los
que hay que sumar a José Villanueva, Concepción Medina Celia Fernández, Elba
Castañeda, Nicacia García y Tomi García, Agustín Pérez y María Elena
Barrientos.
Los talleres
artesanales de la EPEA dieron brillo y renombre a la institución por décadas. A
cargo del taller de decoración estuvo Ignacio Jiménez; en el Taller de
Fundición el maestro Gerardo Molina; en el Taller de Textiles, los maestros
Jesús Ornelas y María Formosa Gallegos, quienes realizaron trabajos de pura
lana tejidos en un telar a mano, tales como manteles, cobijas y jorongos; en el
Taller de Tintorería trabajaron María Amada Vázquez, Agustín Torres y a Saúl
Cuauhtémoc Castañeda, cuyas labores son las de cardar, teñir, cortar y lavar, y
por último, el Taller de Vitrales, donde han destacado los maestros Arturo
Orozco y Víctor Gómez.
Cuando Santos Vega se
integra al Taller de Vidrio Soplado era la encargada de los talleres Ignacio
Jiménez Serrano, a los que se sumó al poco tiempo el maestro Trino, entrando a
trabajar con ellos en 1967 el maestro David Vargas bajo la figura de Becario,
en la época en que el director de la escuela era Don Carlos Galindo. Vargas fue
promovido a la categoría de Ayudante en 1973 –formando parte en 1975 del Bloque
Sindicalista de la escuela. Poco antes el maestro Montoya de la Cruz trabajaba
en la dirección, que era un cuarto chiquito, siempre con la puerta abierta y
siempre presente, en su puesto –como hiciera posteriormente el querido Maestro
Guillermo Morán cuando tan atinadamente dirigió el Museo de Arte Contemporáneo
Ángel Zárraga en años recientes.
IV
Desafortunadamente el
noble oficio de soplar de vidrio no ha sido reconocido por las instituciones
oficiales en la actualidad, siendo la ultima directora el ingeniero Leticia
Ontiveros, quien se encierra en su oficina en una actitud infantil de
contentillo, destacando a recientes fechas por su tarea: dar el tiro de gracia
a los talleres de la EPEA, obedientes a un plan anárquico de educación
regional, pues en su gestión los hornos de la escuela han sido apagados
definitivamente hasta finiquitarlos –empresa iniciada por el anterior director
Candelario Vázquez, quien fue el responsable de empezar a matar lentamente a
los talleres, permitiendo en su gestión prender los hornos dos veces o una ves
al año, personaje nos confiesa el entrevistado que no hizo nada por la escuela,
sino todo lo contrario: pues hizo todo por rebajarla e incluso desaparecerla,
como sucedió efectivamente a la postre con los talleres artesanales.
En cuanto al
procedimiento puede decirse que el vidrio se prepara con carbonato de sodio más
cal y arena en un horno de gas y ladrillo refractario a una temperatura de mil
200 grados centígrados. El vidrio se trabaja entonces soplando, como los
ángeles de la gloria, en una caña hueca de fierro, estirando, girando y
aplanando con unas pinzas y agua. La obra es luego templada al horno por diez
horas a una temperatura de 600 grados. Es entonces cuando pasa al taller de
decoración, donde se le aplican pictóricos esmaltes y decorados en oro.
Las mejores
decoraciones, nos explica el maestro Vargas, se lograron en los años 70´s y
80´s, habiendo en ese tiempo una gran producción de cerámicas y de vasos,
copas, jarras, botellas, dulceras y azucareras, figuras varias y licoreras, que
era la época en que la escuela compraba las cosas a sus productores, cuando los
maestros de dibujo conseguían y abastecían a los estudiantes de pinturas y
papeles, pues todos llegaban jodidos y se les abastecía de todo lo necesario
para realizar su labor.
En el Taller de Vidrio
Soplado se fueron practicando técnicas cada vez más sofisticadas, como son el
vidrio a la flama y el vidrio estirado, el vidrio fusionado y el vidrio
reposado –habiendo sido Francisco Montoya de la Cruz el gran impulsor de la
enseñanza de las artesanías en Durango, llegando la escuela a un estilo único
en la producción de objetos decorativos y a la vez utilitarios, rubricados
finamente con delicadas y estilizadas líneas de oro.
Los trabajos en verdad
hermosos de David Vargas han llegado a convertirse en manzanas de zafiro y
peras de esmeralda hinchadas por el viento del aliento y patinadas por el oro,
ese polvo brillante del sol acumulado por los años. Arte de la claridad, el
volumen y la transparencia que da cuenta además del renacimiento del verdadero
espíritu de cuerpo que hay en los gremios artesanales, los cuales están más
allá de los saberes muertos de la académica y sus especulativas simulaciones,
al estar más cerca de la tierra y de la tradición nacional, ostentando en su
orgullo artesanal la humildad de las cosas bien hechas, a conciencia, cuya
compresión de los materiales y ostensible dominio de las herramientas de
trabajo nos ponen en contacto directo con ese amor que la carne profesa en su
trato con las materias primordiales del mundo y con la hechura de los objetos
útiles a la mano decorándolos para los ojos. Porque el hombre y su espíritu
obran siempre y sólo por medio de la materia, que al someter y formar le hace
conocer sus propios límites –pues en la analogía de las formas, en su
transformación y metamorfosis, logra el ser humano también la purificación y el
renacimiento de su esencia, para alcanzar su verdadera naturaleza humana y su
verdad como individuo –haciéndose con ello a la vez natural del mundo, hermano
del paisaje y viajero del camino que llega a un lejano puerto: el de nosotros
mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario