Paty Aguirre (Fragmentarium)
IV.- El Laberinto del Inconsciente
Por Alberto Espinosa Orozco
La principal
dificultad con la tropieza la mirada de la artista es el entramado de un mundo
donde reinan los símbolos ficticios e invertidos que inevitablemente, como los
ídolos de barro, conducen a la angustiante zozobra del inmanentismo o a las
excrecencias de las místicas inferiores, en una especie de locura cultivada por
un mundo dirigido por fuerzas inhumanas, oscuras, no creadoras. Ante tales
escollos existenciales Patricia Aguirre se decide por la alternativa de
levantar la orografía de los nuevos territorio al describir a sus figuras más
emblemáticas, realizando con ello una exploración para descubrir sus sombríos
abismos morales que, como en los mapas antiguos, aparecen en la geografía
estética contemporánea como una serie de manchones blancos, ostentando la cruda
leyenda “Hic sunt leones” (“Aquí hay leones”).
La revista va
de los posesos y asesinos fríos y calculadores que dan la nota roja a la prensa
cotidiana a los manipuladores profesionales, chantajistas y farsantes de toda
laya. Su nota común no es otra que la
frialdad de la voluntad y el endurecimiento consecuente de su querer, de su
voluntad, desviada en la dirección de reducir al otro y controlarlo, para
plegarlo a sus deseos, acabando la víctima por plegarse inconscientemente a sus
deseos ser, al no poder pensar ni ser por sí misma, siendo así finalmente o
adocenada entre las filas del rebaño o utilizada para los fines disímbolos del
criminal en turno, quien manipula los factores emocionales mediante acuñados
sofismas y técnicas perversas diseñadas para lograr la sumisión y el
servilismo. Se dan cita entonces una serie de figuras, cuya caravana nos va
hablando de las personalidades destructivas y socialmente disolventes que gozan
del ejercicio de la fuerza; de los tipos humanos que encarnan personalidades
ambiciosas, audaces, cuya astucia e inteligencia se retuerce en el sentido del
egoísmo desmesurado y los placeres narcisistas que reducen al otro a la
impotencia o a la labilidad emocional, para lograr así que se incline y lo
reverencie. Voluntades férreas, superiores según el orden de la bajeza y la
vulgaridad, quienes debilitando la voluntad del prójimo y resquebrajando sus sentimientos mediante un
sistema elemental de premios, castigos e intermitentes sobajamientos y amenazas
corporales y psicológicas, logran que la víctima obedezca su voluntad y termine
por imitarlos, llevándola así a una evidente complicidad en el mal. Hombres
inmorales o insensibles cuya libertad descendente invade la personalidad del
paciente, dando cuenta con ello del malsano triunfo que hay en la obediencia
nocturna, cuya contaminación en la degradación moral conduce finalmente a
envolver y amarar a la victima con fuertes hilos psicológicos a la esclavitud
del pecado. Así, el ámbito que rodea al fenómeno del miedo se presenta en lo
que tiene también de lucha intestina por establecer una jerarquía invertida,
por elevarse, por ser más o en algún sentido mejor que los otros criminales, ya
ostentando como un negro clavel el verde gargajo en la solapa, ya subiendo con
la piedra rodante a la desolada cumbre resbaladiza de Sísifo.
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