Los Primeros Vitrales en México
Por Alberto Espinosa Orozco
La Bienvenida, realizado 1899 por el Real Establecimiento de Baviera de F.X.
Zettier, de Munich, Alemania, es un vitral emplomado, elegido por catálogo y
encargado con el fin de proporcionar más luz a la circulación. En el cubo de la
escalera del segundo piso, Jean Charlot plasmó su visión sobre la Masacre en el
Templo Mayor o La conquista Tenochtitlan (1922-1923), enfrente de este mural
Fernando Leal pintó La fiesta del señor de Chalma (1922-1923).
Para incluir el vitral se destruyó el mural Triunfos
de la conciencia y el trabajo sobre la envidia y la ignorancia, que
había sido realizado por el pintor Juan Cordero en 1874, a iniciativa del
doctor Gabino Barreda. Se sabe que Juan Cordero fue primero en hacer un mural
con temas no religiosos, Nació en Teziutlán, Puebla, el 16 de mayo de 1824,
bajo el nombre de Juan Nepomuceno María Bernabé del Corazón de Jesús Cordero de
Hoyos, en una familia encabezada por un comerciante español, al que le aprendió
el oficio, y de madre mexicana.
Hay que recordar
que el movimiento muralista mexicano inició con el diseño de un par de
vitarles: “La Vendedora de Pericos” y “El Jarabe Tapatío”,
diseñados por Roberto Montenegro (1887-1968), apoyado por Roberto Encizo y
Xavier Guerrero, y realizados junto con artesanos mexicanos entre 1920 y 1921
en los tragaluces del Antiguo Templo de San Pedro y San Pablo (hoy Museo de las
Constituciones), siendo ayudado para su realización por el vitralista Enrique
Villaseñor –a los cuales hay que sumar su famoso mural “El Árbol de la Vida “situado en la misma sede.[1]
El origen de los vitrales se encuentra en el
viaje legendario que realizó Roberto Montenegro en compañía del flamante Rector
de la Universidad nacional y futuro Ministro de Educación José Vasconcelos,
junto con otros artistas jóvenes de singular valía como Jorge Enciso y
Fernández Ledesma.
A su paso por Aguascalientes Fernández
Ledesma creó la escuela de cerámica al recoger una antigua tradición de
operarios locales derivada de la Colonia –que luego reapareció en Oaxaca
también con éxito industrial inusitado, creando Ledesma con Montenegro la
decoración original de platos, poniéndose de manifiesto la necesidad que tiene
el arte popular de apoyarse en artista culto. En Guadalajara el filósofo
atenista prometió la construcción de una Escuela Industrial para Señoritas –con
la que cumplió luego de dos o tres años. Entidad conde encontró algunos
ejemplares de extraordinaria belleza y de clara inteligencia, que hasta le
fecha engalanan con su porte y dignidad a nuestra raza.
En colima descubrieron con alboroto una
bebida llamada “tuba”, expendida por hombres que llevaban una cargando vara con
dos guajes o calabazos colgando donde se fermenta, de sabor delicioso, que
también se fabrica en Filipinas. Ledesma y Montenegro pintaron entonces unas
acuarelas del vendedor de tuba, iniciando con ello la pintura popular, que
luego hizo escuela. También encontraron algunos maestros amantes del saber, que
con ralos recursos realizan prodigios en la enseñanza. En Manzanillo volvieron
a encontrar al vendedor de tuba, junto con otras vendedoras de dulces y frutas,
inspiró a Montenegro para su vitral “La Vendedora de Pericos” en la Ex Iglesia
de San Pedro y San Pablo llamada Sala de Discusiones Libres debido a no sé qué
influencias indostánicas del filósofo.[1]
El arte
del vitral se introdujo en México en 1868 por el italiano Claudio Pellandini,
quien se estableció en la ciudad de México fundando la Casa Pellandini,
importadora de vitrales decorativos de Europa. Otras casas que se interesaron
en la importación de vitrales fueron la Casa Luis Rijal, la Casa Derflingher,
la Casa Vidrierías Artísticas y la Casa Montaña Hermanos & Marty, las
cuales trajeron de Europa lámparas, cristalería, espejos, más la hechura de
vitrales y emplomados. A partir de 1890 Claudio Pellandini se dedicó a la
importación de los célebres cristales franceses de Saint Gobain y de espejos
venecianos, para especializarse después en vitrales, vidrios biselados y
esmerilados. A la Casa Pellandini se deben los emplomados de numerosos templos,
edificios públicos y residencias porfirianas, montando para finales del siglo
XIX grandes talleres en México y una sucursal en Guadalajara, lugares en que también
se producía vidrio plano, poniendo el primer taller de producción de cristal a
cargo de Víctor Marco, artista español iniciador de tres generaciones de
vitralistas mexicanos, cuyo gusto afrancesado abundo en temas paisajísticos,
históricos y prehispánicos. La Casa Montaña fue fundada en San Luis Potosí en
1913, pero luego se estableció en Torreón, Coahuila, donde se realizaron los
vitrales de Fermín Revueltas, y en cuya sede se encuentra hasta el día de hoy,
en la calle de Escobedo #784, colonia Centro.
El más
antiguo de los vitrales en la ciudad de México se encuentra en el Antiguo
Colegio de San Ildefonso, situado en el descanso del segundo piso, llamado La
Bienvenida, que es una alegoría sobre el saber, proveniente de la fábrica de
vitrales de Francisco Xavier Zettler, el cual data de 1899. Otro importante
serie vitral se encuentra en un edificio neoclásico, el Ex Templo de Santa
Teresa la Antigua (hoy Centro Cultural Ex Teresa Arte Actual (INBA), en la
calle Primo Verdad # 8), llamado en su tiempo San José de las Carmelitas
Descalzas, situados en la cúpula principal, que fuera decorada por Manuel Tolsá
en el siglo XVIII. Se trata de un conjunto de 10 vitrales, de 10 metros de alto
por uno de ancho, sobre el tema del Sagrado Corazón y la Vida y la Pasión de
Cristo, realizados en vidrio pintado y dibujado a mano, proveniente del taller
de Zettler, conocidos también como Estilo Múnich.
Otro de
los vitrales emplomados de mayor relevancia en México es el conjunto que se
encuentra en el Alcázar del Castillo de Chapultepec (hoy Museo Nacional de
Historia), conocido como “La Fertilidad y la Abundancia”. Se trata de un
conjunto encargado por el presidente Porfirio Díaz en 1900, importado de París,
Francia, los cuales están firmados por la Casa: C.H. Chapín Fields 96, Ríe
Duchamps, Notre Dame, Paris. Su tema es el de cinco deidades griegas que
encarnan los atributos femeninos: Pomona, Flora, Hebe, Diana y Ceres. Pomona es
la diosa que patrocinaba las cosechas de frutos; Hebe la portadora del néctar
divino que otorga la eterna juventud; Diana, la deidad cazadora, hermana de
Apolo y patrona de la fertilidad y el nacimiento; Ceres quien preside sobre la
agricultura, el grano y el amor maternal, y; Flora, cuya belleza se iguala a la
de las flores que abren en primavera.
En el
Palacio de Bellas Artes se encuentran también dos importantes vitrales: el
primero diseñado por Harry Stoner, sobre una idea del artista italiano Adamo
Boari (1863-1928), es un vitral movible único en el mundo: el telón del teatro
que pinta el paisaje del Valle de México con los volcanes al fondo, el cual cuenta con más de un millón
de piezas de vidrio y pesa 22 toneladas, proveniente de la Casa Tiffany de
Nueva York –fundado por Luis Conford Tiffany (1848-1933) en 1879, quien
introdujo las cañuelas de cobre soldado con estaño. El segundo, en el mismo
palacio de Bellas Artes, es un diseño del artista, pintor y escultor húngaro
Géza Morotti (1875-1945), para el Plafón de la Galería del Teatro Principal, de
luz ambarina donde se representa al dios Apolo rodeado por las Nueve Musas:
Clío, Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania, Talía, Melpómene, Euterpe y Calíope.
Destaca también el vitral diseñado por Adamo Boari en 1908 para el Palacio
Postal, en vidrio biselado incoloro.
Hay que
recordar una de las primeras obras notables en esta disciplina: el vitral de
Saturnino Herrán, El Hijo Pródigo, de
1913, hoy en el Museo de Aguascalientes. Otros vitrales importantes son: en el
Gran Hotel de la Ciudad de México (antes Centro Mercantil), edificio construido
por el arquitecto David Garza entre 1895 y 1899 bajo las órdenes de Sebastián
Roberts, se encuentra un gran jardín de luz, el cual fue realizado por la Casa
Tiffany en 1908, siendo uno de los domos vitrales más grandes del mundo, el
cual fue diseñado por el artista Jaques Gruber (1870-1936), discípulo de
Gustave Moreau, en la Escuela de Nancy, Francia; el del Templo de Nuestra
Señora de Loreto, en la bóveda del ábside, con el tema de la Asunción, edificio
neoclásico, que es una maravilla, erigido a expensas de José Agustín de Paz,
Conde de Baroco; el vitral francés de Nuestra Señora de Guadalupe, en el Buen
Tono, importado por el dueño de la cigarrera Ernesto Puigibet; los 10 vitrales
para la Exposición Internacional de Sevilla de 1929, de Víctor M. Reyes;
destaca también el vitral de Diego Rivera en la Secretaria de Salud, Los Cuatro
Elementos, de 1931, realizado por Enrique Villaseñor, que incluyen 4 vidrios
por cañuela, en experimento fallido, y; los vitrales del artista alemán Mathias
Goeritz, uno en el Templo de San Lorenzo, de 1954, compuesto por siete vitrales
abstractos en la capilla, otro en la Catedral de Cuernavaca, y los vitrales de
la Catedral Metropolitana, realizados entre 1960 y 1965 en la Nave Central,
compuesto por 135 piezas, perdidas 39 de ellas por el incendio de 1965 –todos
ellos realizados en la fábrica de vidrio soplado de Carretones.[2]
[1] Los vitrales de Roberto Montenegro se encuentran en lo que fuera la
antigua Hemeroteca del Templo de San Pedro y San Pablo (hoy Museo de la Luz),
que fuera también sede de la Universidad Obrera por un tiempo lugar, por otra
parte, donde se fundó la primera constitución mexicana y sobre cuya historia
hay un importante libre de Clementina Díaz y de Obando.
[2] En la ciudad de Toluca,
estado de México, se encuentra un imponente vitral, de más de 500 mil piezas y
28 colores, llamado “Cosmovitral”,
realizado en estilo Art Noveau por Leopoldo Flores Valdés (1934), en el año de
1990, siendo uno de los más grandes del mundo.
Excelente información, en clase me las mostraron pero con su información alimente mas lo que aprendí y en cuanto la galería excelente calidad de imágenes. Saludos
ResponderEliminarSabes algo de los talleres "las Escalerillas" que estaban en la Ciudad de México por los años 60s? el dueño era José de las Peñas y uno de los pintores, encargado de diseñar los vitrales de muchas de las iglesias que se construyeron por ese entonces, fue mi padre Alfonso Romera. No sé que fue de la compañía; yo se de varios vitrales que son de su autoría, pero como en aquel entonces, al entregar el diseño a los arquitectos o a la iglesia se perdían los derechos, no tengo la lista completa de los que diseñó mi padre.
ResponderEliminar¿Tú sabes algo?
Donde los puedo contactar necesito una cotizacion
ResponderEliminar