La Primera
Muralista en Durango: Mercedes Burciaga
Por Alberto
Espinosa Orozco
Mercedes Burciaga Reséndiz nació en la ciudad de Santiago Papasquiaro,
en el año de 1914. Hija del comerciante Aureliano Burciaga y de María Anselma
Rodríguez, quienes procrearon también a la niña Luz María. Estudia la primaria
en su tierra natal, Santiago Papasquiaro, trasladándose posteriormente a vivir
con su familia a la ciudad de Durango, en la cual estudia una carrera comercial
en el Colegio Mac Dowell. Su actividad profesional la inicia al lado de su tío,
Alfonso Burciaga, en esos tiempos representante y distribuido de reconocidas
marcas de la industria moderna como Goodrich Euzkadi, General Popo, la Compañía
Cigarrera El Buen Tono, de las bicicletas inglesas BSA, de los refrescos Canadá
Dry, etc.
En el año de 1934, a los 20 años de edad, tomó clases de pintura con el
maestro Guillermo de Lourdes, quien trabajaba en el patio principal del Palacio
de Gobierno de Durango. En ese mismo año Guillermo de Lourdes realiza una serie
de extraordinarios tableros murales en la Escuela Guadalupe Victoria, siendo
sus ayudantes una serie de jóvenes aprendices, entre los que destacan Horacio
Rentería y Mercedes Burciaga.
Sin haber tenido una producción prolífica, para 1935, a los 21 años de
edad, Mercedes Burciaga comienza a destacar en la ciudad de Durango como
dibujante primero y luego con su obra de caballete, llegando incluso a vender
algunas de sus telas a parroquianos de la localidad, interesados por el arte y
la educación. En ese mismo año la pintora es distinguida por el gobernador
Carlos Real, encargándole la decoración del Centro Escolar Revolución # 19, de la
ciudad de Durango, en la calle de Urrea esquina con Gómez Farías.
Esas escuelas fueron promovidas en todo el país por el gobierno de
Abelardo L. Rodríguez y de Lázaro Cárdenas del Río, abriéndose el primer Centro
Escolar Revolución en la ciudad de México, erigido sobre las ruinas de lo que
fuera la prisión porfirista de Belém, atendiendo todos los Centros a las
características de funcionalidad, majestuosidad y calidad en los modernos
materiales empleados para su construcción. El Centro Escolar Revolución de la
ciudad de México cuenta con una imponente cristalería de 12 vitrales obra del
artista durangueño Fermín Revueltas, realizados en el año de 1933, siendo sus
dibujantes y transportistas Francisco Montoya de la Cruz y Carlos Vázquez. Recientemente, en el año de 2012, se restauró
el Centro Escolar Revolución de Ciudad Juárez, Chihuahua, inaugurado en 1939,
el cual cuenta con una serie de obras vitrales, ocho en total, dos de los
cuales son de grandes dimensiones, los cuales también fueron diseñados por el
muralista durangueño Fermín Revueltas.
El Centro Escolar Revolución de Durango se comenzó a construir en el
populoso barrio de Tierra Blanca, entre ñas calles de Urrea y Gómez Farías,
durante el gobierno de Carlos Real (1932-1935), quien fue relevado sin concluir
su periodo, debido a la inestabilidad política de la región, y sustituido por
Severino Ceniceros, quien tomó las riendas del gobierno a manera de interinato,
del 1o de diciembre de 1935 al 15 de septiembre de 1936, y bajo cuya
administración se concluyen las obras de la decoración del Centro Escolar Revolución. Fue sucedido del cargo, el 16 de
septiembre de 1936, por el coronel Enrique Calderón (1936-1940),
correspondiéndole finalmente a éste inaugurar la obra. La escuela modelo con
capacidad para 800 alumnos se comenzó a construir a finales de 1934 y se
inauguró el 20 de noviembre de 1936.
Mercedes Burciaga tuvo como su ayudante a su hermana Luz María Burciaga
Reséndiz, contando con el auxilio y la
asesoría de los pintores Francisco Montoya de la Cruz y Horacio Rentería, a los
que se sumaron dos maestros albañiles y dos medias cucharas, siendo ejecutados
todas las decoraciones en el estilo Art Decó y realizando los murales bajo la
técnica del temple.
Entre las decoraciones se cuenta con una serie heráldica de escudos de
armas, adornados con blasones y emblemas, que identifican a familias de origen
español radicadas en Durango, los cuales distinguieron a personajes y a sus
linajes desde los tiempos del Virreinato.
Entre ellos destaca el característico escudo de armas del Estado de
Durango, con dos lobos corriendo a los costados de un frondoso roble, inspirado en el escudo de la
provincia vasca de Vizcaya, en España, en el cual se agrega, sin embargo, una
cruz de madera al fondo de la composición, encontrándose situado sobre la
escalera que da acceso a la planta superior del edificio. Toda la serie se debe
a los pinceles e imaginación de Horacio Rentería, pues se trata de blasones y
emblemas similares a los que Rentería había pintado un año antes en el la Casa
de Zambrano de la ciudad de Durango. La
serie agrega un escudo con dos lobos corriendo por un puente de tres arcos que
relaciona a dos torres; otro con una águila bicéfala negra; otro más el escudo
real de la familia Urdiñola con la leyenda “Virtus in Acto. Urdiñola
Antiquisimum Solium”.
Así, en la obra mural, de hecho de la autoría de Mercedes y su hermana
Luz María, puede verse la ayuda prestada en la composición y decoración toda
por parte de Francisco Montoya de la Cruz y del mismo Horacio Rentería.
Los temas de los dos grandes murales al temple que se encuentran a la
entrada del edificio son: la “Educación Indígena”, en la que un fraile
franciscano enseña a leer a los indígenas mientras escribe el ABC en la tierra
con una vara, y el de la “Fundación de Durango”, que describe la escena del
Capitán Francisco de Ibarra, enfundado en una gruesa armadura, a su llegada al
Valle del Guadiana, teniendo como fondo el Cerro del Mercado. Existe un tercer
mural, de forma piramidal o escalonada, titulado “México del Futuro”, en cuya
parte superior sobresale el díptico de dos escenas en donde, por un lado,
conviven la escuela y la fábrica y por el otro se apiñan los campesinos
organizados uniformemente en asociación; en el centro del mural un círculo que,
a manera de ouróboro, está decorado con dos cintas, la más exterior una serie
de alcatraces; la interior, una serie de 6 aviones rematados por dos matraces y
una antena moderna de telecomunicaciones coronada por un sol rompiente sobre el
horizonte de un campo sembradío, cortando la escena en otro díptico más, uno de
los cuales ostenta una mano con el martillo comunista delante de un enorme
engrane, mientras que del otro aparece un modernísimo tractor para la siembra.
Al centro un campesino leyendo un libro abierto de ciencias sobre un fondo donde
destaca Norteamérica con el territorio mexicano en rojo –cuya ideología
socialista e ideales de progreso no son sino un boceto de lo que luego
realizaría Montoya de la Cruz, en 1934, para La Casa del Campesino.
En el Salón de Actos se conserva un mural de pequeñas dimensiones,
influenciado por el estilo clasicista del maestro Guillermo de Lourdes, donde
Mercedes Burciaga realizó una impresionante decoración Art Decó, que armoniza
perfectamente con el estilo modernista del edificio, siendo utilizada además
con gran ingenio para incluir la figura del alacrán, el cual queda integrado a
los diseños sin alterar un ápice su composición. Con similares diseños, la
joven artista realizó también una serie de diseños en la casa del Sr. Ávila,
ubicada en las calles de Zaragoza y Aquiles Cerdán, que fue por un tiempo
Escuela Comercial Durango, en 1937, asesorada por Horacio Rentería, acto con el
que se separó casi por completo de la disciplina, dejando para la
posteridad hermosas composiciones
geométricas de rigurosos caprichos sin fin –también llegó a pintar un retrato
de Morelia, su hija. Luego de casarse con el artista Francisco Montoya de la
Cruz guardó una presencia discreta al lado del maestro.
Se trata, en resumen, de una obra de juventud, sin mayor desarrollo y de
un técnica escasamente rigurosa, dejando en cambio testimonio de las primeras
experiencias para la mujer durangueña en el arte. En ese tiempo Mercedes
Burciaga se relaciona sentimentalmente con el joven pintor Francisco Montoya de
la Cruz, con quien, tras un noviazgo de unos meses, se casa en el año de
1938. El matrimonio tuvo dos hijos,
Morelia y Rugo. Aunque la vida
artística como creadora de Mercedes Burciaga fue breve, las posibilidades de su
trabajo como muralista quedaron plasmadas
en el vestíbulo del Centro Escolar Revolución # 19, de la ciudad de Durango
–los cuales se conservan hasta la fecha y han sido recientemente restaurados. La maestra Mercedes Burciaga murió en 1981 a los 67 años de edad.[1]
[1]
A Aurora Reyes le ha
correspondido el título de haber sido la primer muralista –en realidad hay un
antecedente en provincia: la pintora Mercedes Burciaga, en Durango quien,
contando con la ayuda de Francisco Montoya de la Cruz y de Horacio Rentería, pinto un par de
murales en el Centro escolar Revolución de aquella ciudad. El Centro Escolar Revolución de la Ciudad de
México fue inaugurado por Abelardo L. Rodríguez, aunque proyectan sin embargo
ya las ideas socialistas del gobierno de General Lázaro Cárdenas en lo que se
ha denominado la etapa-post-revolucionaria del desarrollo nacional. Después de
la inauguración por el presidente Abelardo Rodríguez del centro educativo, el
20 de noviembre de 1934, ya con los vitrales de Revueltas, se completó la obra
arquitectónica, sumándose a los vitrales del artista santiaguero una serie de
murales, llevados a cabo en 1936 y 1937 por noveles artistas revolucionarios de
Michoacán, comandados por Raúl Anguiano, entre los que se cuentan: Everardo
Ramírez, Antonio Gutiérrez, Ignacio Gómez Jaramillo, Gonzalo de la Paz Paredes
y la pintora Aurora Reyes Flores –siendo la ideología de los tableros la de la
lucha contra la oligarquía y la iglesia, derrotadas finalmente por la educación
socialista, representada por las manos que sostienen una hoz y un martillo,
como símbolos del sueño revolucionario Todo ello debido a que la edificación
del conjunto se realizó en la época en que aquellos artistas pertenecía a las
filas de la LEAR, estando bajo la férrea tutela de Diego Rivera –época también
de la reforma al Artículo 3º Constitucional, donde se hablaba de la “educación
socialista”, por iniciativa de Vicente Lombardo Toledano de Narciso Bassols, en
el contexto de las ideas de la educación laica y gratuita.
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