La Fachada
del Polyforum: los Doce Paneles
(Los Accidentes Incontrolados y la
Novel Generación)
Por
Alberto Espinosa Orozco
Inaugurado por Luís Echeverría en el año de 1971 el conjunto es ahora
sede de una institución privada que lleva el nombre de Fundación Siqueiros A.C.. Situado sobre la avenida de Insurgentes
sur 701, equina con Filadelfia, en la colonia Nápoles, a un lado del imponente
rascacielos Hotel de México, convertido luego en el World Trade Center de México, el Polyforum Cultural Siqueiros
muestra en su exterior los 12 paneles para igual número de obras plásticas
murales, que en total suman 6 300 metros cuadrados .
Manuel Suárez y Suárez invitó a Siqueiros a diseñar y decorar el edificio,
ideando una estructura en forma de
dodecaedro por fuera, estando la fachada cubierta con hojas inmensas de lámina
pintadas en negro. Cada uno de los doce paneles soporta un mural distinto. El
primer mural se titula “El Liderato”,
en el que se encuentra un líder que levanta las manos hacia arriba para invitar
a las masas al triunfo -las personas que lo siguen, dibujadas de forma
esquemática, se encuentran en la parte inferior con las manos levantadas hacia
el líder en signo de lealtad.. El segundo panel, titulado “Árbol seco y árbol renacido”,
tiene como tema el medio ambiente y la ecología: se muestra un árbol seco y
otro que apenas reverdece, simbolizando
la esperanza y la desesperanza de la humanidad –estando relacionado con en el
mural del "Árbol del amate" que se encuentra en el Foro Universal. El
tercer panel se titula “El Circo”, el que es representado
por una mujer que se encuentra haciendo un acto de equilibrio en una cuerda
floja desde lo alto de la carpa, figurando los espectadores representados como
esferas. En seguida, en cuarto lugar, aparece “Alto a la agresión”, cuya
finalidad era hacer un llamado a la guerra de Vietnam; en él se .representa a
un hombre y a una mujer que se unen y levantan la mano para rechazar la guerra
y la masacre. En quinto puesto el mural “Decálogo”, donde se representa a
Moisés juntando sus dos grandes manos, de cara es seria y firme y dibujada con
figuras geométricas -originalmente este mural iba a tener una figura femenina
llamada la "Madre Dinamita" de significado antiyanqui, evocando a la
Corregidora (imagen que Siqueiros pintó en el mural Patricios y Patricidas en la Ex
Aduana de Santo Domingo). Manuel Suárez le recomendó cambiar el tema,
por lo que el mural quedó inconcluso, sin la estructura metálica de los otros
murales. El sexto mural es “El Cristo líder”, panel en el que se
muestra a Cristo en agonía, ensangrentado y con las manos atadas, volteando
desesperado a la izquierda viendo como el mundo se destruye a sí mismo y se da
cuenta que su sacrificio ha sido en vano. “La danza”, el séptimo mural, es la
imagen de un holocausto o ritual prehispánico previo a un sacrificio realizado
mediante una danza, destacando los bailarines con sus grandes penachos (que
ocupan gran parte del mural), representados con una técnica abstracta cercana
al futurismo. “La Huida”, el octavo panel, pinta a una mujer que huye
angustiada de un holocausto, invitando al espectador a que escape de un sistema
económico injusto que solo conducirá a la destrucción. El noveno mural, “El
Invierno y el Verano” es una alegoría de la esperanza y la
desesperanza: el invierno es representado por una mancha blanca y gélida que
simboliza una etapa estática de resignación; el verano, en contraparte, es una
mancha roja, cálida y brillante, que simboliza el momento en el que el hombre
vuelve a humanizarse. “El mestizaje: drama de la conquista”
es el décimo mural, el cual representa a
Hernán Cortés marchando desnudo sobre una pirámide circular, y a la Malinche que lo sigue distraída. En la
penúltima composición mural, “La música”, se representan tres
grupos de círculos concéntricos que aluden al sonido, debajo de los cuales está
el compositor representado con muchas caras para aludir a las distintas etapas
de la música. Por último, en doceavo término, “El átomo”, el cual
presenta el significado positivo y negativo de la partícula: a la derecha del
mural hay una explosión atómica, mientras que al lado opuesto un grupo de
hombres se abrazan mirando al protón que está delante de ellos, listos para
usarlo por el bien de la Humanidad.
En el exterior del edificio se encuentra una especie de pequeña plaza en
cuya pared Siqueiros y su grupo de artistas rindió tributo alas grandes figuras
del arte mexicano contemporáneo: José Guadalupe Posada como el antecedente de
la escuela mexicana de pintura, José Clemente Orozco y el Dr. Atl como los
precursores del movimiento muralista junto con Diego Rivera, más la figura del
grabador nacionalista Leopoldo Méndez. En el centro, a modo de altar, se
levanta una impresionante escultura del Prometeo –la cual en su vanguardista
modernista recuerda las obras de Guiacomo Guiacometi. Sobre el edificio se
encuentran 12 obras murales más que aprovechan la forma de dodecaedro de la
fachada del edificio, mientras que los murales en los paneles exteriores están reforzados con hojas de lámina. Por último se encuentra
una escultura en bronce de David Alfaro Siqueiros y Manuel Suárez y Suárez.
Uno de los inmensos paneles, el que representa a una figura femenina
llamada cómicamente por Siqueiros la "Madre Dinamita" atribuyéndole
un significado antiyanqui para desprestigiarla más con los judíos, desapareció.
Se trataba de la imagen de un ángel bellísimo, de grandiosa dinamicidad alada,
completa simplicidad y en su depurado abstraccionismo tan sintética cuan
graciosa, de relieves volumétricos y de significación a todas luces
Apocalíptica, según la visión de San Juan en el Nuevo Testamento. El mural
desde un principio había quedado inconcluso, sin la estructura metálica de los
otros murales y no pudo finalmente formar parte del conjunto, siendo sustituida
por otro de los gigantescos paneles: el “Decálogo”, donde se representa a
Moisés juntando sus dos grandes manos, serie que comprende también a “El
Cristo líder”. La nostalgia de aquella imagen puede verse en una
reproducción realizada por el propio Guillermo Bravo, resuelta con absoluta
maestría y alada maestría en la figura clave del extraordinario Mural
de la Facultad de Derecho de la UJED, pintado diez años después, en
1976.
A la generación de noveles pintores marcados directamente por la
influencia de David Alfaro Siqueiros habría que contar a Mario Orozco Rivera, a
Guillermo Ceniceros, Jorge Flores Luis Arenal, pero también a Enrique
Estrada Un grupo de los entonces jóvenes
muralistas comandados por el mismo Siqueiros realizaron por entonces trabajos
en la Asociación Nacional de Actores, mientras los otros se
concentraron en el proyecto arquitectónico para el Polyforum Cultural
Siqueiros –colosal centro cultural, como nadie en la provincia
durangueña ignora, del edificio más alto, amplio y robusto de la Ciudad de
México.
Hubo otro mural pintado en la ciudad de Chilpancingo, capital de Guerrero,
en el que el maestro Bravo colaboró con Siqueiros como su ayudante, siendo
evidente si no su mano si cuando menos su estilo, tal vez apoyado en bocetos, en la realización de algunas pinturas del Foro Universal. Su
participación en la obra, en la que todos experimentaban con la influencia de
los otros, se relaciona con la asimilación de la estética mexicanista en su vertiente de
compromiso, llevada a la práctica por el maestro Bravo Morán al interpretarla como una especie
de afán de perfección personal, lo que incluso desató
ignotas envidias y furtivas competencias.
El
movimiento conocido como “la Ruptura” se
pronunció violentamente en contra de lo nacionalista y folclórico, dejando en suspenso la
intención política de la pintura mural –en algunos casos abandonando la búsqueda de la significación social, adulando con ello al mercado con obras preferentemente abstractas.
El grupo estuvo encabezado por el artista alemán Matías Gueritz y el pintor
español Vicente Rojo, seguidos de Lilia Carrillo, Manuel Felguerez, Fernando
García Ponce y Alberto Gironella, precedidos por las posturas antisolemnes de José Luis Cuevas. Al poco tiempo se unió a ellos Guillermo
Ceniceros y su esposa Esther González –y un tiempo más tarde Sebastián. El movimiento acuñó literalmente
fortuna y un ala del equipo de Siqueiros
se volcó hacia sus huestes o se enroló en sus filas.
En una conocida nota escrita por David Alfaro Siqueiros a manera de
ambigua confesión histórica a medias
carta de recomendación, el exitoso muralista narra cómo fue Guillermo Bravo el
primero que concurrió a su llamado para desarrollar el Taller Escuela de
Cuernavaca, el cual estuvo desde el principio destinado a impulsar el “arte público” en México, contando con la experiencia de medio siglo que llevaba a
cuestas el conflictivo muralista. La carta señala reiteradamente la actitud
favorable de Bravo al “arte mayor” que constituye el muralismo –el cual
requiere dotes y aptitudes o predisposiciones artísticas de muy rara aparición.
Siqueiros vio claramente que Guillermo Bravo representaba dentro, de la tercera hornada dentro
del movimiento muralista mexicano, a su participante más serio. Siqueiros recomienda entonces despertar y
desarrollar en su máxima expresión dos de las semillas o embriones con más
futuro que el mismo injertó en el movimiento: en una primera instancia, abandonar la idea del muro estático, de la
obra cuadrangular inerte o no espacial, sino ver los cubos en todo lo que
tienen de concavidad integral, y; en un segundo momento, desarrollar el volumen
arquitectónico integral en cuanto al exterior de los edificios públicos
decorados (que seria la plena autonomía de la obra mural, pues, ya que se trata de respetar la idea edificio-museo, que está pensado para albergar la obra mural de
antemano o con ese específico propósito).[1]
Por sus aptitudes de gran pintor Bravo Moran mostró desde un principio
un gran anhelo por la pintura mural, estando capacitado como pocos para
realizar obras de verdadera magnitud, y siendo poseedor de un talento superior
la tarea de “arte mayor” no le aterró. Cuando se dio la conclusión de la obra
para el Polyforum en sus aspectos fundamentales, Siqueiros se vio en la
necesidad ineludible de reducir el número de integrantes del equipo –teniendo
entonces que prescindir de los servicios del Maestro Guillermo Bravo Moran, tanto
por la polémica suscitada por el panel de la "Madre Dinamita", que era sólo un
emblema más de la intensa participación del artista durangueño en el magno
proyecto, como por cierta contracción del equipo de trabajo, experimentada a partir de la
influencia del grupo de “la Ruptura”. Sin embargo, Guillermo Bravo continuó viviendo en
Cuernavaca por un tiempo, trabajando intensamente en su obra personal –época en la que, después de un explicable desconcierto, de periodo de
soledad, siguió reflexionando en los principios y normas generados por el movimiento muralista.
Sus paisajes de esa época son
efectivamente grandes visiones históricas, de viajes, de migraciones de grupos, de paisajes apocalípticos…
que algo tienen de zaga grupos humanos hacia la tierra prometida… de éxodo hacia la Nueva Jerusalén o de
diáspora del territorio prometido… Fiel percepción de la
grandiosidad de los espacios… Siqueiros
mismo reconoció que el maestro durangueño se encontró de pronto así con un
campo en extremo reducido y por demás árido para realizar su voluntad creadora.
Con la sencillas que lo caracterizaba, hombre sin asomo de orgullo, Bravo
volvió a ver a Siqueiros para mostrarle las obras realizadas en ese tiempo,
ante lo cual Siqueiros no tuvo sino que reconocer el gran talento de su otrora
colaborador para crear arte público, el
cual requiere espacios muchísimo más amplios que el del caballete, plateando
problemas muchísimo más complejos también. Siqueiros, en su lacónica misiva,
reconoció así, no sólo la capacidad de bravo en el arte de la pintura y en esta
vida; también valoró lo que su obra tiene de novedad emocional, de preocupación
por el color y sentimiento de la textura, augurándole finalmente el éxito
futuro tanto entre los hombres sencillos como entre los conocedores de arte.
En efecto, parte de la obra creadora de Bravo por ese tiempo, y tiempo
después, hay que verla como de verdaderos bosquejos murales, no sólo por la grandiosidad de sus
panorámicas, también por su desarrollo histórico y poder visionario.
En cierta ocasión se dio una memorable situación escandalosa de robo de
creación y de aparente plagio estilístico. Todo empezó con una serie de
desagradables coincidencias, en las que estuvo inmiscuido Luis Arenal, quien
había sido parte del taller de la Gráfica Popular, y su hermano Polo, quien
tomaba parte también en las tareas específicas del proyecto, ambos cuñados de
Siqueiros pues eran hermanos de su esposa Angélica. En efecto, corría el año de
1969 cuando el pintor Jorge Flores avisó a Guillermo Bravo en una ocasión que
en la Galería del Hotel Aristos había visto unos cuadros que le parecieron
suyos, pero que llevaban al parecer otra firma, que al parecer era de Siqueiros.
Guillermo Bravo sin dar mucha importancia a aquella anécdota,. Caminaba distraídamente
por las calles de Hamburgo en la Zona Rosa,
pasando por enfrente de las vidrieras del Hotel y Galería Aristos,
viendo de reojo sus propios cuadros, por lo que se detuvo, descubriendo al
ingresar que se trataba de los cuadros que había extraviado durante su mudanza
a México y que el galerista le mostró firmados por Siqueiros para ser vendidos
como de su autoría. Angélica tuvo la culpa de todo, relató entre las
sombras diamantinas del recuerdo Bravo
en alguna ocasión, por querer llevar
agua a su molino. A la sazón, un gran amigo del maestro Guillermo Bravo, el
Licenciado Don Héctor Palencia Alonso, quien por entonces ostentaba un
importante cargo en la Subprocuraduría de Justicia del DF. y publicaba sus
artículos en los diarios Excelsior y El Universal, escritor muy interesante y personaje único en
la cultura regional y nacional, creador de la doctrina de la durangueñeidad; el
culto abogado, decía se dio a la tarea de encargarse del asunto, para salvarlo
finalmente, recuperándose así los tres cuadros de Bravo en medio de un gran
escándalo ante la presa y la opinión pública. Se acuso a Benedetto por el cargo
con fundada prueba de plagio en 1969, siendo aquello todo un enredo, cuya
pequeña tormenta social llegó a la prensa y por poco a los tribunales.
Maquinación del artista argentino Silvino Benedetto cuyas bellaquerías sin
embargo redundarían en un beneficio, pues el accidente controlado puso así en
evidencia que la pintura de Bravo Moran se encontraba ya en ese tiempo a un
nivel paralelo u homologable con la obra del tercer gigante de la pintura mural
mexicana, David Alfaro Siqueiros. El pintor Silvio Benedetto, quien pintaba un
inmenso mural en el Casino de la Selva y estaba cerca al grupo del proyecto
Polyforum por los lazos de la cercanía y de amistad, se prestó así a malos
juicios sobre su honradez y moralidad,
dada la sustracción de los tres acrílicos de caballete que el maestro Guillermo
Bravo había dejado olvidados en “La Tallera”. Artista, pues, que
resultó ser más bien un impostor, pues tales bellaquerías hablan con
suficiencia de su deshonra y de sus malas artes. A manera de anecdótico colofón
de esa mezquina contingencia hay que decir que en el año de 2001 el inmenso
mural de 340 metros cuadrados ,
obra del pintor pampero en Cuernavaca, fue completamente destruido a punta de
cincelazos, cuando una compañía trasnacional compró y derruyo los restos del
Hotel Casino de la Selva.
Lo cierto es que la colaboración estrecha con el gran muralista llevo a
Bravo Morán al proceso de familiarización, asimilación y comprensión cabal de
la obra mural, no sólo del genial David Alfaro Siqueiros, sino de todo el
movimiento artístico en general, cuya potencia cargada de espíritu
revolucionario e innovadores planteamientos sociales y de compromiso colectivo
conmoviera hasta sus cimientos la misma estética contemporánea mundial. Así, la
esencializar
Caminado
por la Zona Rosa vio en un escaparate una obra suya, entro a preguntar por su
costo y descubrió que la obra la hacían pasar como creación original de David
Alfaro Siqueiros. Por una casualidad del destino o por obra de la caprichosa
fortuna, el querido maestro Lic. Héctor Palencia Alonso, teórico de la
criminalidad acostumbrado desde aquellos años a tratar con delincuentes de toda
laya, de la peor ralea y de ínfima estofa, era por ese entonces agente del
Ministerio Público en la cuidad de México. No tardó en descubrir al responsable
del fraude: un pillastre italiano que se hacia pasar por pintor y cuyo nombre ha borrado el olvido y la
amarga huella que tal incidente dejó en el gusto del maestro Bravo Morán.
La
“Escuela Mexicana de Pintura”, la “Novela de la Revolución” y el “Nacionalismo
Musical” nacieron como tres hermanos gemelos, movidos por dar expresión
artística no sólo al pasado cercano y al desgarramiento cordial de la lucha
armada. Más radicalmente aún, su emergencia y avidez por el pasado inmediato
buscaba algo más profundo y menos visceral: dar expresión, incluso razón de
ser, al complejo de creencias y costumbres que, muchas veces enfrentadas,
constituyen y dan curso a nuestra historia. Quiero decir que quizás lo que en
el fondo buscaron los individuos que conformaron esos movimientos espirituales
eran los arquetipos míticos de nuestra idiosincrasia, la constitución y la “ley
no escrita” de nuestra alma colectiva. Antes que el ensayo o que la filosofía
pudiera arrojar alguna luz sobre estos temas, fueron un puñado de artistas
revolucionarios quienes han intentado ver lúcidamente dentro de nosotros mismos
y nuestra historia, para dar cuenta de la modulación geográfica y temporal con
que nuestro pueblo ha moldeado la ley eterna. Tal pretensión no equivale a otra
cosa que a una gesta cultural, la cual se prolonga hasta el día de hoy,
atravesando el pasado siglo XX, con productos estéticos de altísimo
refinamiento e insondable contenido humano e incluso metafísico.
Para la
pintura es indispensable sondear en la(s) metafísica/s) implícita de sus tres
grandes maestros (Orozco, Siqueiros y Rivera), no menos que en los dos
benjamines del grupo: Fermín Revueltas y Rufino Tamayo. A ellos siguieron unos
cuantos jóvenes que la crítica norteamericana, miope, interesada y mezquina,
pero no cerrilmente supersticiosa, inmediatamente calificó, no sin ironía
mordaz, a esa generación como de los “pequeños maestros”. No me refiero a la
generación de Agustín Lazo o Julio Castellanos, como a Alfredo Zalce, Jorge
González Camarena, Francisco Montoya de
la Cruz, Juan O´Gorman, Pablo O´ Higgins, Alberto Beltrán, Luis Arenal,
Leopoldo Méndez, Rina Lazo o García Bustos. (Nota 6).
El maestro
durangueño Guillermo Bravo Morán, discípulo directo de Francisco Montoya de la
Cruz. El maestro Guillermo Bravo, alimentado por el limo de las ideas eternas y
por la sabia clorofílica que decantaba en frutos coloridos la luz esperanzada
de la belleza buscada por el movimiento mural, lentamente fue ganando por su
rigor y profesionalismo un lugar de excepción en ese grupo de irónicos
“pequeños maestros”.
En su
momento Bravo Moran, debido acaso a su formación de caballero arcaico y a su
impecable formalidad (a la flexible pero firme estructura de su formación
moral), organizó bajo su jefatura los talleres de David Alfaro Siqueiros para
la construcción macro-pictórica-arquitectónica del Poliforum Cultual. El
maestro Bravo, al entregarse a la tarea de manera absolutamente comprometida y
responsable, casi me gustaría escribir que de un modo religioso, no tardó en
refinar los ideales estéticos del movimiento muralista, por una especie de
contacto áptico y afectivo. Tal actitud, lejos de ser la de la mera asimilación
de los conocimientos técnicos (como sucedió con el obsedente formalismo estéril
aprovechado pragmáticamente por su discípulo norteamericano Jakson Pollok bajo
la forma del “driping”), no tardó en traducirse en el lozano crecimiento de un
brazo más que poderosamente iba creciendo en el recio árbol del movimiento
pictórico nacional, cuyos frutos trascendían no sólo la poderosa individualidad
de Siqueiros, sino también los de la primera generación del muralismo entero,
llegando a superar conservando las enseñanzas de sus preceptores, al añadir en
sus visiones y fantasmas otro capítulo, acaso más ecuánime y desarrollado,
acaso también más inteligible y explícito, a los ideales estéticos colectivos.
Imposible olvidar aquella fabulosa anécdota cuando, en un momento dado de su
ejercicio creador, sus íconos llegaron a venderse por un mercenario
sudamericano en alguna conocida galería mexicana bajo el sello más novedoso y
revelador del último Siqueiros: caso insólito en cuyo suceso se superpusieron
circunstancialmente tanto la proverbial bellaquería argentina como el contagio
visionario que hace al discípulo, no sustituir, sino relevar al maestro en
tanto encarnación, personal y concreta, de los valores estéticos de una
tradición.
Cuando su
obra incursiona en los grandes planos paisajísticos, en las gruesas dimensiones
del mural, su visión equivale a la de una revelación, como sucede, sobre
todo, en las imágenes de José Clemente
Orozco. La metafísica oscura de la nación mexicana, alimentada no de otra cosa
que de un anhelo de vacío estridente que desemboca en la exviceración de lo
estridente, en mera voluntad de aniquilación, manifestada ya bajo la especie de la idolatra superchería,
ya bajo la forma del atavismo inconsciente, o de las bravuconerías y
malversaciones de la nada. Sujeta a las ventoleras de la intemperie, a la
existencia edulcorada por las tentaciones, que son siempre mezquinas, o por los
engaños, que siempre resultan hijos bastardos de la ambición mercenaria.
Notas:
1).- Mario Orozco Rivera (19 de
enero de 1930- 20 de noviembre de 1998),
fue hijo espiritual de José Clemente Orozco y de Diego Rivera y mano derecha de Siqueiros.
De niño trabajó en un circo recorriendo pueblos y aprendiendo el oficio de
payaso; a los 22 comienzan sus estudios formales de pintura y a los 27 años
egresa de la Escuela de Pintura de Bellas Artes “La Esmeralda”, donde fue
discípulo distinguido de Manuel Rodríguez Lozano y de Carlos Orozco Romero. En
1956 es nombrado maestro de pintura en la UNAM y al poco tiempo marcha a
Veracruz donde trabaja para la Universidad Veracruzana, en la que, a partir de
1959 hasta 1964 pinta
una extensa obra mural. En 1964 se convierte en ayudante, Ayudante y
posteriormente Jefe de Talleres en el gran proyecto de muralístico de David
Alfaro Siqueiros “La Marcha de la Humanidad”, en el que Orozco Rivera trabaja
por casi una década, realizando, junto con el pintor Guillermo Bravo Morán, la
parte sustancial del trabajo manual en los murales del Polyforum Cultural
Siqueiros, hecho por el cual una de las salas lleva su nombre. En esos años ingresa al Partido Comunista
Mexicano y posteriormente del Socialista Unificado de México. Fue un artista
polifacético que incursionó en otras disciplinas artísticas, dejando como
reliquias materiales de su talento poesías, ensayos y composiciones musicales.
En la URSS grabó cuatro discos como compositor e intérprete y junto con los
muralistas José Hernández Delgadillo y Mario Falcón asistía a toda huelga,
cantando canciones de protesta con Juan Alejandro Ávila, José de Molina y Gabino Palomares, la cantante Amparo Ochoa
y los actores Carlos Bracho, Sonia Furió, Pilar Pellicer y el grupo "Los
Nakos". Las pinturas de caballete de Orozco Rivera se exhiben en los
museos de Arte Moderno del DF; Tecnológico de la Comisión Federal de
Electricidad; Iconográfico del Quijote, en Guanajuato, y Nacional de Praga.
También hay pinturas suyas en la Casa de las Américas, de Cuba. Como muralista
dejó una vasta obra: en el interior del palacio de Gobierno de Xalapa, en
Veracruz, se encuentra un bello mural que representa la historia de la
justicia. En las diversas facultades de la Universidad Veracruzana decoró
varios murales, tres de ellos en la Facultad de Veterinaria: “Caballo en
Disección”; “La Naturaleza” y: “La Veterinaria Integrada a la Vida Social”,
restaurados en 2002 por David Triano. Otros de sus murales son: “Honremos a los Trabajadores”; “La Lucha Obrera”; “Liberación”, y; “El Libro
Abierto de la Revolución”.
Nota 2).- El pintor Guillermo
Ceniceros Reyes nació en 1939 en El Salto, centro urbano del enorme municipio
de Pueblo Nuevo, donde vivió hasta los once años de edad, siendo hijo del
carpintero José Ceniceros Páez, de oficio maderero, con quien hacía juguetes y
muebles de madera, y de Petra Reyes. Pero el muralista se formó en realidad en
Monterrey, donde le dieron y siguen dando impulso y promoción. Sus primeras
lecciones las recibió de Manuel de la Garza. El muralista se formó en la
escuela de Artes de la Universidad de Nuevo León, donde se gradúa en 1959. En la FAMA
(Fabricación de Máquinas, de Monterrey), estudiar dibujo industrial, siendo posteriormente colaborador de Felipe
Cantú en el mural de siendo posteriormente colaborador de Felipe Cantú en el
mural de Los Altares en Nuevo León. Trabajó en México desde 1964 al lado de
Rogelio Naranjo y Gerardo Cantú para el Museo Nacional de Antropología.
En el mismo año entra en contacto con el maestro muralista David Alfaro
Siqueiros y trabaja en “La Tallera” al lado del maestro Guillermo
Bravo Morán, quien por entonces era jefe en el taller de David Alfaro
Siqueiros. Entre sus promotores habría que contar al doctor Héctor Mayagoitia y
al crítico de arte Fernando Andrade Cancino. Poderosos intereses económicos
regiomontanos promovieron desde un principio la carera de Ceniceros, hombre
simple que nació en el Salto, de humilde cuna, pero que desde pequeño encontró
sus mecenas en la Sultana del Norte. No ha faltado quien afirme que Ceniceros
fue el brazo derecho de Siqueiros en el proyecto del Polyforum. No fue así. La
verdad es que su brazo derecho fue Manuel Orozco Romero, aunque el Jefe de
Talleres de Pintura y el primer pintor convocado para la tarea preliminar de
ordenamientos de los archivos, donde celosamente se guardaban los bosquejos
para el proyecto llevados a cabo por el genial muralista en la cárcel de
Lecumberri, fue Guillermo Bravo Morán. El maestro Ceniceros cuenta con una
extensa obra como muralista: Librería Municipal, Monterrey Nuevo León México
(1962); en 1963 realiza el mural, de 90 metros cuadrados ,
con la técnica de temple al huevo y acrílico, en el cubo de la escalera de la
Biblioteca Municipal, en la Ciudadela con el tema “Alegría de la Educación Popular”;
colabora como ayudante con Miguel Covarrubias en los murales del Museo Nacional
de Antropología (1964); "El Hombre y su Medio", Instituto
Mexicano Del Seguro Social, Ciudad de México (1979); Centro de Arte Moderno, Guadalajara México
(1980); Misión de México en las Naciones Unidas, Nueva York, U.S. (1984); “CÓDICE AL MURAL”, estación de Metro
Tacubaya, , en el acceso de la línea Tasqueña Observatorio, Ciudad de México
(1986-7); "El Perfil del Tiempo", estación de Metro Copilco,
Ciudad de México (1986); Teatro Maderos
Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México (1990); Palacio de Justicia, Monterrey, México
(1991); Banco Nacional de Comercio
Exterior, Monterrey México (1994); Facultad de Química, Universidad Autónoma de
Nuevo León, México (1998); Hospital Santa Engracia, Monterrey, Nuevo León,
México (1999); Teatro del Sindicato
Nacional de Trabajadores Telefónicos, Ciudad de México (2001). Para conmemorar
el Bicentenario de la Independencia Mexicana. El pintor dona un mural para la
Cámara de Diputados en la Ciudad de México además de trabajar en muchas obras
en instalaciones oficiales del gobierno mexicano. Como ayudante de Siqueiros
colaboró en la ejecución de siete murales, entre los que cabe mencionar: el del
Museo Nacional de Historia, la ex aduana de Santo Domingo, la Asociación
Nacional de Autores (ANDA) y el Polyforum Cultural del Hotel de México donde es
nombrado en 1968 Jefe de Taller. Ha creado murales también en Estados Unidos y
Canadá. Juan Rulfo dijo alguna vez que los paisajes de Ceniceros, áridos y
vacíos, eran como se imaginaba el mundo de Pedro Páramo. Un museo en la ciudad
de Durango lleva su nombre: Museo de Arte Guillermo Ceniceros, Durango, México.
El año de 2009 se publicó un libro en homenaje al pintor por sus 70 años.
Nota 3).- Luis Arenal (Tepa, Tabasco, 1909 -
CD. De México 1985) fue escultor, pintor y grabador. De joven realizó estudios
incompletos de arquitectura, leyes y pintura. Gran parte de su obra estuvo
unida a la de Siqueiros. Fue miembro fundador e la LEAR en 1934 y su primer
secretario; junto con Pablo O´Higgins y Leopoldo Méndez fundaron el Taller de
la Grafica Popular en 1937. Fue también miembro fundador del Salón de la
Plástica Mexicana. Participó desde temprana edad como ayudante de David Alfaro
Siqueiros en sus obras murales: “Alma Tropical”, en la Chouinard School of Art
de Los Ángeles, California, de cuyo equipo de trabajo se desprendería el Taller
Experimental; de 1940 a
1943 trabajó en el ensayo de pintura colectiva del Sindicato Mexicano de
Electricistas junto con Siqueiros, Antonio Pujol y Joseph Renau; en la Ciudad
de México; en la obra de pintura-escultura
"Cuauhtémoc contra el mito” de 1944; participa en el mural de la Escuela de
Chichen, en Chile; con el mismo pintor
realizó una serie de esculturas en el Centro de Arte Moderno de la Ciudad de
México, entre 1946 y 1947 y el mural “Retrato e la Burguesía”; en el mural “La Marcha de la Humanidad” y en
los Paneles del Polyforum, de 1965
a 1971. Hay
murales de Arenal en el Palacio de Gobierno del estado de Guerrero, en
Chilpancingo, y en la escuela pública del poblado de Arcalia; en el mismo
estado organizó la Ligas Campesinas y la construcción de puentes y casas. La
inmensa cabeza colosal de Juárez en la avenida Zaragoza de la Ciudad de México
es responsabilidad suya. Su hermana Angélica fue la tercera y última
esposa del famoso muralista.
Nota 4).- Jorge Flores Escalante nació en la ciudad de
Durango. Ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas en 1958, estudiando
paralelamente en la Escuela de “La
Esmeralda”. Desde joven se interesó en su obra el magnate de la industria azucarera
Manuel Suárez y Suárez, quien fungió como su mecenas. Fue miembro del grupo
“Francisco Goitia” y pertenece a la generación de artistas tales como Francisco
Corzas, Leonel Maciel, Rafael Coronel y José Luis Cuevas. Casó con Guadalupe Ugalde. Se integró a “La
Tallera” de David Alfaro Siqueiros donde trabajó por espacio de cuatro años en
el mural “La Marcha de la Humanidad”, especialmente en los paneles
exteriores “El Quijote Siglo XX” y en el
dedicado a Jesucristo, que fue integrado a la obra por sugerencia de Manuel
Suárez. En el comedor del Hotel Casino de la Selva pinto un mural, que fue
destruido a la venta del inmueble, junto a las obras de José Renau y Jesús
Reyes Mesa. Pinto un mural en la Cámara de Senadores de la Ciudad de México y
dejó un proyecto mural para la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal.
Fue destacado maestro francmasón y vivió por varios años en Luisiana, Nuevo
Orleans en la década de los noventas alcanzando el grado de Venerable
Maestro. Murió en la Ciudad de México en
marzo de 2007. Su obra, caracterizada por una gran tensión geométrica y un
colorido de gran energía voltaica, se caracteriza por el uso de nuevos
materiales e instrumentos de trabajo, tales como la pintura automotriz, el
aerógrafo, los acrílicos, la fotografía, integrando a sus procedimientos el
rescate y reinterpretación de los grifos de la cultura maya. Conoció la técnica
de los gobelinos, dejando una ejemplar realizado con la técnica francesa.
Nota 5).- Manuel Suárez y Suárez
nació el 23 de marzo de 1896 en el pueblo costero de Téifaros, Concejo de
Navia, en Asturias, España. Miembro de la numerosa familia formada por Manuel
Suárez y Fernández y Balbina Suárez y Rodríguez. Llega a México en 1910 vía
Veracruz para reunirse con su hermano mayor Joaquín, con quien trabaja en el negocio de compraventa al mayoreo de
semillas y granos, ubicado en la zona de La Merced, en la capital de la
República. En 1934, Manuel Suárez adquiere el Casino de la Selva ubicado en
Cuernavaca, Morelos, dado que la empresa Eureka, de su propiedad había
participado en la construcción de ese hotel. En 1936 se consolida la empresa
Techo Eterno Eureka, ya que un año antes el Presidente Lázaro Cárdenas le había
concedido un crédito por medio del Banco Hipotecario Urbano y de Obras Públicas
para que esa empresa fabricara tubería de asbesto y cemento para
infraestructura sanitaria en los puertos de Tampico, Veracruz y Acapulco,
construyendo asimismo obras carreteras, puertos y presas para riego. En 1943
obtiene la nacionalidad mexicana y a instancias del presidente Manuel Ávila
Camacho participa en la construcción de escuelas primarias -donando la Escuela
de Poliglotas y Prácticos, para la colonia Portales, que después recibe el
nombre de Manuel Suárez y Suárez. En 1960 Don Manuel invita a Siqueiros a
realizar una serie de enormes cuadros para decorar la Sala de Convenciones que
se estaba construyendo en el Hotel Casino de la Selva, proyecto que se suspende
debido al encarcelamiento del pintor. En 1966 Manuel Suárez decide que se
construya un inmueble especial para albergar el mural y que su diseño sea
octagonal por dentro y un dodecaedro por fuera y empieza la construcción del
edificio, que recibiría el nombre de Polyforum Cultural Siqueiros, a un costado
del Hotel de México, siendo los arquitectos encargados Guillermo Rosell de la
Lama, Ramón Miquelajáuregui y Joaquín Álvarez Ordoñez. El mecenas proyectaba
que en la azotea del hotel hubiera un helipuerto, con el objetivo de que los
visitantes llegaran directamente del aeropuerto a visitar el mural. En 1967 el
mecenas realiza un viaje a Europa para promocionar el mural presentando en
Venecia y París la película realizada por Manuel Álvarez Bravo que mostraba la
grandilocuencia y avances de la obra. Es acompañado por, Siqueiros, quien dicta conferencias sobre el mural en el marco de un
viaje promocional -y a su regreso es nombrado presidente de la Academia de
Artes que se funda por decreto presidencial. El 15 de diciembre de 1971, el
presidente Luis Echeverría Álvarez, inaugura el mural "La Marcha
de la Humanidad en la Tierra y Hacia el Cosmos. Miseria y Ciencia".
A fines de diciembre se inaugura el Foro de la de la Danza “Amalia Hernández", con un festival de la Juventud, de la Danza y el
Folklore. El 5 de enero de 1972. se inaugura el Foro de de las Artesanías, con
un festival sobre ese tema y se funda la escuela de arte público
"Siqueiros".Don Manuel Suárez y Suárez muere el 23 de julio de 1987
en la Ciudad de México sin haber visto concluido su magno proyecto de un hotel
de gran turismo, el Hotel de México, hoy World Trade Center.
Nota 5).- Siqueiros dejó una
abundante literatura sobre la construcción del Polyforum. Ver: David Alfaro
Siqueiros, Como se pinta un mural, Editorial Nueva Nicaragua, México, 231
pp.;
David Alfaro Siqueros, Polyforum Siqueiros. Sala de Arte Público.
1991, INBA, México. 61 pp. ; David Alfaro Siqueiros, El Lugar de la Utopía (Notas para
el mural “La Marcha de la Humanidad”, INBA, México, 173 pp.
6).- David Alfaro Siqueiros nació en
la Ciudad de México el 29 de diciembre de 1896. Hijo del abogado Cipriano
Alfaro y Teresa Siqueiros, realizó sus primeros estudios en Irapuato,
Guanajuato, viviendo al lado de sus abuelos Antonio y Eusebia Alfaro. Junto sus
hermanos fue en internado en la Ciudad de México en una escuela marista. En 1911, a los 15 años de
edad, estudió en la Escuela nacional preparatoria mientras que por las noches
estudiaba pintura en la Academia de San Carlos, donde participó en la famosa
huelga estudiantil, de la que se derivó la fundación de la Escuela de Pintura
al Aire Libre de Santa Anita.
En 1913 se incorporó al Ejercito Constitucionalista de Venustiano
Carranza quien luchaba contra el usurpador y asesino de Ignacio Madero, el
“Chacal” de Victoriano Huerta, emprendiendo inmediatamente una lucha contra
Pancho Villa y Emiliano Zapata por el control revolucionario. En el año de 1919
viaja a Europa y se reúne con Diego Rivera en París, viajan ambos por Italia
para estudiar los frescos del Renacimiento. En 1921 viaja a España y funda la
revista “Vida Americana” en donde publica el primero de una serie de
manifiestos vanguardistas: “Tres Llamados a los Artistas Plásticos de América”
de orientación marxista. A éste le siguió el panfleto “Una nueva dirección para
la nueva generación de pintores y escultores mexicanos”, donde incorpora
ingredientes del futurismo, del culto al maquinismo y a los valores de la vida
cotidiana, llamando al espíritu colectivo en el arte y a un nuevo clasicismo.
De regreso en México en 1922, respondiendo al llamado de José
Vasconcelos para fundar un arte publico a favor de la educación de las masas,
funda, con otros artistas de la época, el movimiento muralista mexicano,
concluyendo en 1923, en el Colegio Chico de San Pedro y San Pablo, su mural “Entierro del Trabajador”. Bajo el
seudónimo del Ingeniero Juan Hernández
Araujo escribe en colaboración con el muralista Jean Charlot para el periódico
El Demócrata una serie de artículos –los cuales servirían de base para el
importante libro de Charlot El Renacimiento del Muralismo Mexicano
(1920-1925), publicado por Editorial Domes en 1985. Funda el célebre
Sindicato de Pintores, Escultores y Grabadores Revolucionarios Mexicanos y la
revista “El Machete”, donde difunde
sus ideas en favor del arte colectivo, contrario al individualismo burgués, y
la necesidad de la propaganda ideológica para educar a las masas. Luego de la
salida de Vasconcelos de la SEP, es despedido de su puesto de docente e ingresa
al Partido Comunista Mexicano, por lo que sufre persecución y es encerrado por
primera vez en Lecumberri.
En 1932 viaja a Nueva York donde se reúne con José Clemente Orozco y en
Los Ángeles realiza el mural “America
Tropical”, en la sala italiana del Olvera Street, y pinta también los
murales “Mitin en la calle” y “Retrato actual de la ciudad de México”. En Argentina, en 1933, pinta el mural “Ejercicio plástico” y escribe una
columna para el diario Crítica. En
1936 regresa a Nueva York donde funda el afamado Taller Experimental en el que participan Luis Arenal Oscar Quiñones
y Jackson Pollock, trabajando en las carrozas para el desfile de la Huelga
General por la Paz de 1936, además de pintar los lienzos “Eco de grito “, “Suspiro”
y “El nacimiento del fascismo”, que
se encuentran en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Marcha a España y
participa comp. Coronel en el ejercito
republicano español, mandando un regimiento en el frente sur.
El 24 de mayo 1940 participó en el atentado contra León Trotsky en su
casa de Coyoacán, en complicidad con el guardaespaldas del revolucionario,
Schelton Harte, acompañado de 20 hombres dentro de los que se encontraba el
también muralista Diego Rivera –atentado fallido que desemboca en el asesinato
a sangre fría de un secretario del líder revolucionario movido por su pasión
stalinista. A raíz de ello tiene que exilarse en Chile, pintando el murtal “Muerte al invasor” en la ciudad de
Chillan. En 1944 pinta
en Cuba el mural “Alegoría de la igualdad
racial”. En 1944 regresa a México y pinta junto con Luis Arenal “Cuauhtemoc contra el mito”, hoy día en
el edificio Tecpan. En 1946
pinta en la ex Aduana de Santo Domingo (hoy oficinas de
la SEP) el mural “Patricios y Patricidas”,
y para el Palacio de Bellas Artes “Nueva
Democracia”. En 1948 funda el Taller de Muralismo en la Escuela de Bellas
Artes de Guanajuato, en San Miguel de Allende, pintando el “Mural a Miguel Allende”, el cual deja
inconcluso al cerrar la escuela. En 1952 realiza en Ciudad Universitaria tres
escultopinturas, inaugurándose en 1956 “El
pueblo a la Universidad y la Universidad al Pueblo”, quedando inconcluso el
mural “Las fechas de la historia”.
En 1960 pinta
en el Castillo de Chapultepec el mural “Del
Porfirismo a la Revolución”, pero antes de concluirlo es perseguido,
aprendido y acusado de disolución social y, siendo Presidente del Comité de
Presos Políticos y la defensa de las Libertades Democráticas, es encarcelado
por cuatro años en Lecumberri, donde realiza numerosos diseños para el proyecto
de pintura mural en el Hotel Casino de la Selva.
El 13 de junio de 1964 sale de prisión
y reúne a un grupo de artistas jóvenes en el Taller de Enseñanza Mural
de Cuernavaca para el proyecto de decoración mural de la Sala de Convenciones
del Hotel Casino de la Selva, moviéndose la sede del mural a los jardines del
Hotel de México en la Ciudad de México en 1966. Realiza en 1968 el mural “La Historia del Teatro” para la
Asociación Nacional de Artistas e inaugura en 1971 el mural “La Marcha de la Humanidad” en el
Polyforum Cultural Siqueiros. Fallece en Cuernavaca, Morelos, el 6 de enero de
1974, siendo sus reliquias materiales transportadas a la Rotonda de los Hombres
Ilustres.
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