miércoles, 22 de enero de 2014

Los Tritones y Poseidón Por Alberto Espinosa Orozco

Los Tritones y Poseidón
Por Alberto Espinosa Orozco




   Poseidón es el dios griego del mar y, por extensión, de las sustancias líquidas y de la humedad fecundante, siendo por ello protector del crecimiento de las plantas y dios de los ríos, de las fuentes y de los lagos. Su dominio está circunscrito al mar y al caballo negro de las fuerzas salvajes y los deseos avísales. Sus aguas, en efecto, son las profundas del pavoroso Ponto (Gaos) Es también el dios de los terremotos, que desgarran a la tierra y a los montes por los movimientos oscilantes que vienen de las profundidades de su reino. La majestuosa agitación del mar y su rugido  y el espantoso imperio de las profundidades acuáticas son su dominio, y su reino las aguas del Ponto. Acaso por todo ello su mundo no es el reino de la vida humana y está fuertemente limitado por el poder celeste de su hermano menor Zeus. Hijo de Rea y Cronos (Uranos romano),  Poseidón (Neptuno romano) es un crónida que se salvó de ser engullido por su padre cuando Rea dio a éste para engañarlo un potro en lugar del hijo líquido. Es tradición mencionar que Poseidón vivió en el averno junto con su oscuro hermano Hades (Plutón romano).



    Sin embargo, Poseidón es un dios subordinado a lo femenino o a la Gran Diosa primordial, a la que sólo puede dominar de forma animal no mirándola a los ojos, sin el enfrentamiento mutuo de los rostros en el acto sexual.  Su esposa oficial es Anfítrite, con la que concibió al gigante Tritón, aunque se le relaciona con varias diosas y humanas mortales. Se le considera por la tradición el más veleidoso de los dioses, teniendo relaciones amorosas con diosas y mortales, con las que empero no engendra sino monstruos o bandidos. Una oscura leyenda cuenta que tuvo comercio carnal con la diosa Demeter en su calidad de Erinnia (la Madre Da), la cual fue fecundada como yegua por Poseidón, dando a luz al caballo maldito Arión y a una hija, cuyo nombre era sólo conocido por los iniciados: la desventurada Perséfone.  También se juntó con la Gorgona Medusa (a la que se aplicaba el epíteto de “la Reinante”), la cual preñada por el dios marino engendra al morir al caballo fulminante Pegaso, pero también a Criasor, el de la espada vencedora (imagen desdoblada del semidios Perseo),  y de su morbosa sangre verde hirvientemente derramada en el mar al Coral negro y a Coral roja.
   Se le llama Poseidón Hippios por ser el creador, el padre y el domador del caballo. Su hijo Neleo, también llamado “el despiadado”, fue criado entre caballos salvajes. Los otros hijos de Poseidón son todos fuerzas monstruosas y gigantescas, entre los que hay que mencionar a Orión, Otos, Efialtes y el gigante cíclope Polifemo. Poseidón es una potencia ctónica al regir los terremotos mediante las tempestades del mar donde reposan los continentes. dios que hace oscilar y estremecer la tierra, primitivamente  simbolizó la fuerza primitiva también la savia vital y el principio de fecundidad (por lo que s asocia no sólo el caballo, sino también el toro).
  Tritón es una divinidad marina hijo de Poseidón y Anfitrite. Es el sucesor legítimo del dios del Mar. Es costumbre atribuirle la paternidad e Palas, la amiga juvenil de juegos de Atenea, la cual fue muerta por accidente por la diosa de las sabiduría. Como su padre simboliza las olas encrespadas del mar y suele representársele con la parte superior antropomorfa y la inferior de pez. Se cuenta que participó en la expedición e los Argonautas, liderada por Jasón y donde también iba el citareo Orfeo. Generalmente se denominan “Tritones” a los dioses mofletudos del mar que a lomo de briosos delfines cabalgan orgullos el mar. Sin embrago, Virgilio en el Capítulo VI de su inmortal Eneida describe su naturaleza profunda al dibujar con rasgos severos los motivos que tuvieron los titanes al matar a la trompa insuperable guerrero Miceno. Fue la sed de envidia y el apetito de venganza, pues: “si insolente era la lanza de Diómedes, que a Marte hirió y puso en jaque a Aquiles, muy dura era también de superar la fuerza y el resuello del troyano”. Los tritones, de potentes y sinuosos brazos como los monstruos marinos, son dioses de las aguas tan majestuosos en su poder como crueles y mezquinos en sus juicios.  Aunque dicho de paso, hay que recordar que no obstante ser hijo de Poseidón el padre carnal de Belerofonte es Glauco, el hijo de Sísifo. Aventurero orgulloso y seguramente airado, Belerofonte insensatamente intenta subir a las alturas de Zeus montado en Pegaso y entrar en su morada. El dios de dioses y de hombres lo precipita a tierra para morir en la caída y guardar a la fabulosa bestia en su palacio.



   Símbolo de las aguas bajas de donde nace la vida, pero de manera aún indiferenciada, tempestuosa o monstruosa, que falta desarrollar o armonizar. S así la expresión ctónica de las fuerzas creadoras, encarnación de las fuerzas elementales y aún indeterminadas ajena a las formas sólidas y durables. Éticamente el comportamiento simbolizado por Poseidón merece un juicio severo, pues el dios que, como buen padre despótico, traiciona todo esfuerzo serio de espiritualización, intentando incluso legalizar la perversión, de legitimar incluso las satisfacciones perversas, la vulgarización y la perversidad. Como todo déspota, pues Poseidón es en este rasgo un fiel hijo de Cronos,  intentará apropiarse del objeto de su deseo, haciendo creer a las huestes vulgares que él es el dueño y soberano incluso de la vida de sus vástagos y súbditos, no menos que de su mujer y sus amantes o del territorio que domina -porque, en efecto, lo propio del déspota está en esa fácil confusión del deseo consistente en intentar  apropiarse del objeto de su deseo y en dejarse pagar por la paternidad, que no es su propiedad, atribuyendo en cambio a una necesidad materia o cósmica lo que es materia del su propia voluntad.
   Pecar es profanar una cosa sagrada –las demás diabluras son sólo delitos que pueden, o no ser castigados por la moral o ley de usa sociedad o de una época y sólo son delito porque así se castigan. Pero pecar es una cosa diferente al mero delinquir, justamente porque no se castiga sino que es castigo, es participación en el mal, en la oscuridad, por lo que es abandonado por la luz, es dejado por lo sagrado (por Dios). Pecar sin delinquir es el supremo truco del demonio, es la permisividad social que hace al diablo frotarse las manos. Pero a la vez es lo que da su medida al pecado, porque el pecado es el mal premiado –por ello el demonio es el Príncipe de los Prestigios, de lo deseado no deseable. Lo corrupto no es el soborno de la mordida o la dádiva como valor entendido, sino el envilecimiento de quien escoge la sombra o el abismo, elegir lo que nada dice sobre la luz, es preferir la condena –que es en el fondo el sin-sentido o la duración insensata. El que se condena se condena por sí mismo, se condena solo. Lo hace subordinando una cosa sagrada  y por tanto absoluta a otra profana y relativa ( el amor al interés, la amistad a la servidumbre o a la conveniencia, el deseo a la propiedad,  etc.). Pero lo que lo condena es elegir el polo, el horizonte o la dirección hacia el abismo del sin-sentido. Lo que se presenta entonces como absoluto es ese polo de la elección, no el movimiento hacia él, que aparece así como relativo. Lo que se abisma y precipita conduce así indefectiblemente a la mentira, pues el premio que es castigo puede no ocultar los hechos, pero no puede no ocultar el sentido. El ocultar el sentido no es mentir, es mentir y mentirse -es el ancho camino seguido por la condena llamado “desesperación”.
  Quizás en el Hades infernar de los griegos se tramaron los dos pecados verdaderamente capitales que llevan al camino de la desesperación, elegidos satánicamente por Plutón y Neptuno respectivamente: la soberbia y la pereza. La pereza es diabólica por ser un medio perfecto para destejer el tejido de la creación, es la negación de la vida, es la caída abismal hacia atrás como tendencia regresiva y disgregadora que hay en todo lo organizado o en lo vivo, es la tendencia de la entropía que hay en el universo a volver al estado bruto o en reposo. Es el marasmo y la descomposición, la ciada en las aguas estancadas y venenosas de la putrefacción. Mientras que la soberbia es la caída hacia delante, por el vértigo de la aceleración  como movimiento que tiende a borrar la creación no al liquidarla, sino apropiándosela, tragándosela. Hades niega soberbiamente la vida escapando de ella, por ello su mundo fantasmal refleja el pecado imaginario del espíritu desencarnad; el pecado de Neptuno es negar la vida anegándose, hundiéndose en ella, yéndose a fondo, a pique, a morir –porque la soberbia es esencialmente no aceptar morir, mientras que la pereza es su reverso paralítico: no aceptar vivir. 



      Menguado en su poder, su verdadera grandeza pertenece a un pasado arcaico. Antes dios eminente y omnipoderoso, la historicidad de su mito fue arruinando su imagen llevándolo regresivamente otra vez a su forma animal de híbrido humado de caballo y yegua salvajes. (Naigtmare le está consagrda). El ser femenino domina en la religión preolímpica y se manifiesta en la mentalidad. Se trata de la época en que los niños estaban sujetos enteramente a la madre siendo el padre un forastero. El dominio de la madre hacia que lo masculino tuviera menos peso que lo femenino. Tal época es simbolizada en el mito clásico por medio de los Titanes, que fueron arrojados a las profundidades por los dioses olímpicos, los cuales vencieron en un violento encuentro que terminó con autoridad de los viejos dioses y la imposición de los nuevos dioses y sus valores esenciales. El termino “Titán” otrora sinónimo de Basileus o de Rey terminó por designar lo obstinado, lo salvaje o lo llanamente malo. Su actuación predominante determinada por impulsos de poder y de sexualidad los hace dioses priápicos o deidades fálicas, o bien resultan representaciones de principios cráticos de la naturaleza, uniéndose así el pensamiento y la representación al ser elemental, casi a la materia bruta de las fuerzas naturales, acaso dominado por la urgencia imperativa de dominar a la naturaleza, no pudiendo así pensar la libertad y la clara determinación de la forma espiritual. En efecto, en el pensamiento o mentalidad primitiva, hoy tan vigente como hace veinticinco siglos, las deidades masculinas se posponen a las femeninas, y aquellas se ven dominadas por la búsqueda familiar de la preponderancia o por el avatar de los acontecimientos, donde las individualidades y su personalidad se pierden. La nota sobrealimente es entonces lo colosal del acontecer, dominando a las imágenes a tal grado que parecen grotescas, cómicas o monstruosas.categorías del ser estético por las que ya Platón no disimuló su horror sin reservas.  .
   Su imagen esta figurada por el caballo marino como contrafigura del delfín, imagen no del mar calmo o sereno, de la calma chicha, sino de la temible ola y del mar encabritado asociado a la tormenta y al rayo. Poseidón suele aparecer en la iconografía portando una luenga barba, desnudo y con el tridente en la mano, a menudo de pie sobre un carro tirado por dos o cuatro caballos. Su emblema es el tridente, junto con el que suele representársele agitando el mar o abriendo las rocas para hacer surgir de ellas fuentes o caballos marinos.




    El tridente, atributo en la mitología de la Grecia Clásica de las divinidades marinas como Anfítrite,  Nereo y las Nereidas, es un símbolo de fuerza y autoridad, a manera de báculo marino. El tridente es análogo al rayo portado por Zeus, representado originalmente la aparición de las olas y los relámpagos. Así, el arpón de tres brazos es el símbolo de las divinidades del mar cuyo palacio se encuentra en el fondo de los abismos acuáticos. Cos su diente semeja igual a las olas erizadas que a los dientes de los monstruos marinos o la espuma de las tempestades. Es también el emblema de su rey Poseidón, cuyos dientes son desiguales y es símbolo del premio inmerecido, del pecado o de la culpa. (Segovia) Los tres dientes del báculo marino también simbolizan las tres pulsiones esenciales del alma humana: la sexualidad, la nutrición y la espiritualidad (el complejo sexo-estómago y boca-corazón y cabeza). Sin embargo los dibuja más bien en lo que tienen de delirio, de pretensión o de deseo exaltado. Representa sobre todo el peligro que hay en la debilidad esencial, que deja al hombre en poder del seductor-castigador -un poco a la manera de Satán, para quien es el tridente instrumento de castigo por la mordedura del fuego. Hades y Poseidón conocen el poder del tridente, pues quien da la sabiduría del bien y del mal (la doble vista) ocultando su precio (pues el que mucho peca también muere mucho), o quien provoca por medio del conocimiento del deseo irrefrenado y sus éxtasis efímeros, ocultando sus perturbaciones espirituales, somáticas y disolventes de los lazos sociales, no pueden ser sino partícipes de una misma y engañadora actitud chantajista vital-tanática. El tridente de Poseidón simboliza entonces junto con la red la triple corriente de energía del tantrismo, la serpiente enroscada alrededor del eje de la columna vertebral (de los nadí) que hecha la red al centro y a uno y otro lado (sushumña, idá, pingalá). La función del tridente es, en efecto, al de herir a su presa, la cual ha sido atrapada por la red de los deseos, ya por la ficción de la preponderancia gratuita, ya por el sensualismo exacerbado o por la desmesura en la consideración de los propios merecimientos y las valores subjetivas incapaces de vindicación objetiva.
   Pero Poseidón es estrictamente hablando un proscrito de la religión olímpica, la cual admite solamente deidades plenamente antropomorfas –lo que no excluye, como pasa de transición, dioses con forma animal, siempre y cuando estas estén como un paso en la metamorfosis o sean una escala de la trasfiguración.



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