domingo, 12 de enero de 2014

Las Alas Talares de Mercurio Por Alberto Espinosa Orozco

Las Alas Talares de Mercurio
Por Alberto Espinosa Orozco 

   Hermes posee además del  “bastón mágico” o caduceo las sandalias aladas. Tanto las alas en el caduceo, como en el casco de Mercurio y las alas talares tienen un claro simbolismo que apunta a la noción de ligereza espiritual, de elevación de la tierra al cielo -atributos recogidos tanto por el budismo y el taoismo como por el chamanismo. Simbolizan la abolición de la molicie natural al cuerpo y la liberación de su peso o del apego a la manifestación formal, que es el desafío de lo terrenal o su resistencia para acceder a lo celestial. Simbolizan, pues, la obtención del don de la ligereza como fruto de la contemplación, el cual permite alcanzar la visión del paraíso o el dominio sutilísimo.
   En el diálogo Fedro el filósofo Platón explica cómo se alcanza ese don de la “ligereza” espiritual, no explicándolo propiamente, sino figurando mito-poéticamente como es que el alma elevada a un grado supraindividual, el grado de la contemplación, le crecen sobre el cuerpo plumones o alas. “El que comprende, escribe Platón, tiene alas”. Es verdad. Si el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, debe haber un principio que en él desarrollado tenga la capacidad o el poder de ser “emplumador”. Nadie ignora que tal principio es el amor, y si Dios, que es el arquetipo, es alado, el amor contemplativo puede hacer al hombre echar alas.
   En efecto, si el arquetipo tiene alas, el alma creada a su imagen posee también sus propias alas, que se han inhibido y pervertido, ya sea  por la falta original, ya por su alejamiento de Dios en la herrumbre del pecado. Por lo que tiene que recuperarlas, como observo fielmente Gregorio de Niza, al ritmo de su trasfiguración. Así, mientras más alada es el alma, sube más alto, aunque sea incapaz de alcanzar el principio celeste en su plenitud.
   El Rig Veda expresa la misma intuición diciendo: “La inteligencia es la más rápida de las aves.” En efecto, todo ángel, realidad o símbolo de estados espirituales tiene alas. Las alas, como la rueda, indican la superación de las condiciones del lugar y la entrada en el estado espiritual, la separación de las afecciones vitales, pero también la estabilización de la carrera rápida del impulso celestial. Hay que hacer notar que Hermes, como los fabulosos ángeles del Apocalipsis de San Juan, es portador de seis alas en total, lo que lo hace el mensajero de los Olímpicos por excelencia.
   La ligereza de las alas es lo propio de las naturalezas sublimes y sutiles, el impulso por perfeccionar la naturaleza humana que logra el acceso a las regiones uránicas de la espiritualidad. Como en el caso de la serpiente, que es símbolo de la perversión del espíritu tanto como de la sabiduría, cuando adquiere el atributo de las alas es símbolo de divinidad, sublimación y victoria, como sucede en la imagen de Quetzalcóatl o con los héroes matadores de monstruos o animales feroces.
   David escribe en los Salmos:

“Oh Dios, a ti mi voz elevo,/
porque tú me contestas;/
préstame atención, escucha mis/
palabras,/
dame una clara muestra de tu/
amor,/
tú, que salvas de sus enemigos/
a los que buscan protección en tu/
poder.//

Cuídame como la niña de tus/ 
ojos;/
protégeme bajo la sombra de tus/
alas/ 
de los malvados que me atacan,/
¡de los enemigos mortales que me/ 
rodean!/
Son engreídos, hablan con/
altanería;/
han seguido de cerca mis pasos/
esperando el momento de/
echarme por tierra.//

Parecen leones, feroces leones/
que agazapados en su escondite/
esperan con ansias dar el/
zarpazo.”
(Salmos 17, 6-12).


Y más adelante:

   “La maldad habla al malvado/
en lo íntimo de su corazón,//
Jamás tiene él presente/
que hay que temer a Dios.//
Se cree tan digno de alabanzas,/
que no encuentra odiosa su/ 
maldad.//

Es malhablado y mentiroso,/
perdió el buen juicio, dejo de/
hacer el bien,//

Acostado en su cama, planea/
hacer lo malo;/
tan aferrado está su mal/
camino/
que no quiere renunciar a la/
maldad.//

Pero tu amor, Señor, llega hasta/
el cielo;/
tu fidelidad alcanza al cielo azul./
Tu justicia es como las grandes/
montañas;/
tus decretos son como el mar/
grande y profundo.//

Tú, Señor, cuidas de hombres y /
animales./
¡Que maravilloso es tu amor, oh/
Dios!/
¡Bajo tus alas, los hombres/
buscan protección!/
Quedan completamente/
satisfechos/
como la abundante comida de tu/
casa;/
tú les das de beber de un río/
delicioso,/
porque en ti está la fuente de la/
vida/
y en tu luz podemos ver la luz.”
(Salmo 36, 1-9).

   Las alas se relacionan directamente con el aire, el elemento más sutil y plástico de la naturaleza y que es por ambas notas símbolo del pneuma o espíritu. Las alas son así un símbolo constante de espiritualidad, que conciernen a la divinidad o a lo que se aproxima a ella como resultado de una trasfiguración.
   Las alas talares que Hermes lleva en sus sandalias han sido interpretadas por Gastón Bachelar como símbolo tanto del viajero nocturno como de los sueños de viaje. En efecto, el talón dinamizado despierta en la imaginación una realidad onírica más viva que las alas en los omóplatos, las cuales pueden indicar un sueño de caída, de la defensa contra el vértigo que se realiza  agitando angustiosamente los brazos. Las alas talares por lo contrario indican un instante dinamizado: el impulso de la creación que le dan al vuelo no sólo un ritmo, sino una historia y una continuidad propia de la obra nocturna. Los zapatos voladores, las botas de siete leguas, el cazado de los budistas que los muestran volando por los aires, son imágenes de las alas en los talones como alas específicamente oníricas, son las alas del dinamismo instantáneo del viajero, que prevalece en cierto modo entonces sobre las alas de la espiritualización meramente contemplativa.




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