Instantáneas
sobre Juan Rulfo:
Conversación
con Pablo Rulfo
Por Alberto
Espinosa Orozco
I
Era claro de
tez, de ojos claros, cabello negro pero cano. Ninguno de sus hijos nos
parecemos a él. Murió de cáncer. Antes de morir estaba muy bien, estaba muy
bien, entusiasta. Era un hombre delgado. Muy delgado, pero igual se trepaba a
los árboles. Me acuerdo que de repente había un aguacate y lo trepaba; yo
estaba pendiente de cachar aguacates o de cacharlo a él. Fue un hombre
deportista. Jugaba futbol, y en ese entonces era alpinista, montañista.
II
Cuando él queda huérfano su tutor era su tío,
que era un militar, que era el
Coronel o General David Pérez
Roque, que era Jefe o parte del Estado Mayor de Ávila Camacho. Nosotros tenemos dos dudas: qué pasó en ese
año que se la pasó en el seminario y ese año que dice que se la pasó de pata de
perro. Y ese es un misterio. Bajo la tutela del Padre Corona, un jesuita. Hay
un proyecto de hacer una biografía de él, y hay un investigador, un filólogo,
que está detrás del padre Corona. Ahí hay un punto importante, ese, y otro,
decía yo, es el de la caminata, el del recorrido, el del viaje –que coincide mucho con esa visión del
escritor, por ejemplo en Rimbaud, que es el dejar eso, el dejar tu vida
literaria. Ramón Rubín era un gran viajero, un vendedor, eran muy amigos. Cada
vez que íbamos a Guadalajara se veían, al que veía era a Ramón Rubín. Él era
vendedor también.
III
Trabajó en el
INI (Instituto Nacional Indigenista). Era el
director de publicaciones y tenía una labor muy importante de libros antropológicos.
No es que estuviera ahí porque el sueldo le interesara, ni nada, porque no era
un puesto muy brillante, políticamente no iba a ninguna parte, lo que
interesaba era el tema. Entonces él tiene una labor que se está estudiando.
Porque él no es que tuviera una participación como autor, él publicaba autores
que investigaban, que estudiaban a los grupos indígenas de México.
Entonces ese es un auditorio muy
importante, aparte del indigenismo. Todo, los veintitantos años que estuvo ahí
fue una labro que él realizó. Eso se está estudiando. Porque es una visión
también de México, de una parte de México muy importante.
Y por ahí
tiene varios comentarios de las culturas indígenas de México, que es una parte
importante del país, que tarde o temprano tiene un valor. En resumidas cuentas
él tiene varias decisiones, que en Pedro Páramo a mi juicio se destacan: el
campesino como un elemento de actitud. Lo que subyace es el tema del campo en México. Es decir, el campo
en México dentro de algunos años, y no sólo en el país, en el mundo entero, va
a ser más importante que el petróleo o que cualquier fuente de energía. Es
decir, la riqueza y el desarrollo del campo van a determinar el desarrollo de
los países. Así. Y además, el hecho de haber rescatado a las culturas indígenas
va a determinar la independencia del país. La integración, en el buen sentido
de la palabra, no la distribución o la insolvencia de las comunidades, sino la
integración cultural de sus valores, de su concepción cósmica al México actual
como una parte activa, es una parte donde está implícita la independencia
cultural del país.
IV
El dejó de
tomar. El tuvo un periodo de angustia muy grande, posterior a la publicación de
Pedro Páramo, sumado al medio literario, que era totalmente alcoholizado, y él
no tenía resistencia. Entonces tu vez a muchos escritores que tomaban. Lo que
pasa es que se crea él una especie de estigma, pero su alcoholismo no era tal.
Fue una época de crisis. El no bebía cuando escribía, no, no, no, no, no. Era
una cuestión social, en las reuniones con él todos tomaban. Él antes no tomaba,
después de conocer algunas gentes contemporáneas a él, pues, toma. Y las
reuniones eran borracheras. Muchos de
ellos tomaban.
Una vez hubo
una exposición en la cual un fotógrafo, era Gabriel Figueroa, dijo que mi padre le había dicho que había
escrito Pedro Páramo en un delirio alcohólico, y eso resulta absolutamente y
llanamente de mala fe –o fue una broma de mi padre, pero tomado al pie de la
letra . Por la falta de imaginación con que se mueve la gente, se vuelve como
una especie de mala fe, de alguna manera una cosa fea, ¿sí?, con la cual se
intenta restarle a su obra, ¿sí? Pero él no tomaba, él tomó después. Porque él no frecuentaba ese
medio literario hasta poco después.
Él a quien
frecuentaba en aquel entonces, antes de escribir y mucho después, era un
escritor a quien él le debe muchas cosas, que es Efrén Hernández, que era un
hombre muy discreto, un hombre que tuvieron
una gran amistad. Era un hombre muy discreto, era otro medio. Era un
hombre mucho más humilde, menos pretencioso. Cuando entra en ese medio de Alí
Chumacero, Octavio Paz, Rodríguez Martínez, Carballo, todo eso, es cuando
empieza. Porque eran gentes mucho más difíciles. Incluso eran hombres muy
recelosos, y una cosa que no le perdonaban a él y es que el era, desde el tono
despectivo el era para el medio urbano demasiado provinciano. O sea, era un
hombre provinciano dentro de la provincia. Era un poco petulante, que les
parecía que no tenia valor como ellos, todo era una relación como de pavonearse
y de tener la palabra en las reuniones y de ser el más inteligente. Entonces
eso no se lo perdonaron. Entonces eso no se lo perdonan. Que a su vez lo
criticaron. Es el caso de Alí Chumacero. Una de las primeras críticas cuando se
publicó Pedro Páramo, Alí Chumacero escribió que era una novela que no se
entendía, ¿no?, que era una novela que no tenía ni pies ni cabeza. Y entonces
no se lo perdonan. Ni José Luis Martines se lo perdona. No permitían que un
hombre común y corriente en apariencia pudiera haber hecho eso, cuando ellos tenían
esa posición dentro del medio cultural, del medio político. Ellos se sentían
verdaderos cosmopolitas, y de repente venía un provinciano dentro de los
provincianos, o sea ni siquiera de Guadalajara, era de un pueblo allá rascuache
allá cercano al volcán de Colima.
V
Cuando se da
en México, en ese medio de escritores, de alguna manera una intención
local de disolverlo, de menospreciarlo,
es cuando se da en España una encuesta,
una especie como de encuesta a nivel de críticos literarios y en lengua
española, sobre todo en España., de cual era el libro más importante de la
literatura española: Pedro Páramo. Y cual era el escritor más importante. El
escritor más importante: Borges. Lo cual es un poco como extraño, ¿no? Pero,
bueno... Y eso significaba que es la obra tal cual. Porque nadie, ni nosotros,
hicimos esa especie como de campaña electoral a ver quien le da su voto,
no?
VI
A mi me han
dicho, por ejemplo un músico contemporáneo que se llama Julio Estrada, que es
un músico así de vanguardia, que hizo un libro sobre el sonido en Rulfo, me ha
dicho dos cosas, que no es de mala fe, dice: No es por hacer una competencia,
dice, hay poetas que son sordos, o hay escritores que son sordos y tu padre
tenía un gran oído. Eso es muy interesante, es decir, la idea de que no es nada
más lo que se dice, lo escrito es que se dice en cuanto a la anécdota, sino el
sonido, ¿no?, que es parte, que colabora en el sentido de las cosas.
Hay en el
libro de cartas dos poemas. No especialmente. El decía que su abuelita le decía
que no escribiera poemas. Que ni fuera a un lugar donde leyeran poesías, ni
escribiera poemas. Igual decía porque no había escrito, y decía una historia
infantil, decía: es que yo tenía un tío, que no me accedo como se llamaba, que
era el que me contaba las historias, pero ya se murió. El siempre escribió, yo
siempre lo vi escribiendo.
VII
Esa realidad
que está detrás de las cosas, esa invención, aparentemente, que está detrás de los
hechos, que aparentemente puede ser una falsedad, es más verdad que lo que
llamamos verdad. Entonces ese sentido de lo literario, de esa capacidad
individual y social de crear mitos, de ir más allá de la realidad concreta, al
menos refleja una esperanza, ¿no?, de que las sociedades tengan esperanza, ¿no?
Y eso subyace dentro de esa capacidad de imaginar. La capacidad de imaginar es
la capacidad de crear otras opciones. Conviven. Es decir, la esperanza convive
con los males.
Después del
purgatorio está el infierno, pero antes está la luz, o antes o en otro lugar.
Es decir, si entras al purgatorio, es un lugar que ni siquiera es el infierno,
¿no? ni siquiera, es decir, ese lugar es un limbo, es un lugar ambiguo, y esa
es nuestra realidad, es una realidad ambigua. Es decir, ni el individuo tiene
la posibilidad de tener la dignidad que quisiera, ¿no?, ni tiene la condenación
segura, ni el paraíso. OO sea, estás en un limbo: la existencia es un limbo.
¿Si? O sea, ¿hacia donde vas? ¿Tienes esperanzas? La sociedad que se ha creado
¿asegura una esperanza, en realidad, real,
es la imagen de una esperanza?
Para mi en
Pedro Páramo lo que hay es esa visión que a través de la negación te plantea,
nada más por opuesto, la esperanza. Es cierto que en Pedro Páramo hay una
absoluta y total negación, es un no, un nada, un nadie, se puede decir. Pero
simplemente con la mención de un “no”, un “nada”, un “nadie”, está implícito lo
otro, que no está dicho. Hay por contraste lo otro: lo que
está fuera de lo dicho, pero está sugerido –no toda obra termina en sus
límites. Una obra que tiene un alcance universal es aquella que va más allá de
sus límites físicos en la cual está hecha y tiene la virtud de involucrar el
entorno, que el entorno se involucre en él. Y para mi ese es un valor que
intuyo, que con toda modestia digo que una obra como Pedro Páramo tiene ese
valor de clásico o de una obra universal, porque siempre, a trabes de todos los
individuos que la lean tendrán una visión, una lectura propia, en base a su propia
experiencia. Te permite vertir en ella tu propia existencia y tu propia
experiencia, para que tu te reflejas en ella. O sea, no es una obra cerrada en
la que se te dice de “pe” a “pa” todos los valores. Alude a tu propia
experiencia, a tu propio recuerdo. Y además involucra el contexto. Cada
contexto y cada generación encontrarán en esa obra una visión propia, de acuerdo a su contexto.
Porque no es cerrada. Y, además, es una obra que no está escrita por un
individuo. El individuo en este caso es un mero accidente. Es decir, es un
individuo que se sitúa en un confluir de fuerzas históricas—sociales-creativas,
que tiene la capacidad de poderse dar cuenta ese asunto y retratarlo. Entonces
es una obra que está siendo escrita por toda una sociedad.
Es decir, esa
capacidad de escuchar que tiene una persona que conoce, de escuchar y entender
y tener la humildad de ser capaz de reflejarlo, de no decir: “No, lo que aquí
se impone es mi idea”. Sino: “Yo simplemente lo que soy es una gran oreja, un
gran ojo. Para poder sentir y poder transcribir esto en un espacio que es un
obra circunstancial, digamos, por decir así, en ese sentido, de circunstancia
histórica, que va a servir para reflejar una sociedad”. Pero no nada más una
sociedad, sino muchas sociedades, hasta
que el ser humano no entienda las condiciones para vivir en paz.
VIII
Las películas
han sido desafortunadas. Porque son planas. Porque se quedan en la anécdota
superficial, que es lo menos importante. En época, en individuo. Uno de los
grandes defectos de la película de Carlos Bueno es que, para empezar, Pedro Páramo no tiene porque aparecer. En
ningún momento de la novela te dicen como es. Te dice: alto, que era un hombre
alto y siempre vestido de negro y nada más, y no te dicen como es. Entonces, tú le pones la cara que quieras,
etc. Pero aquí te lo ponen en un sujeto y...
La película
de mi hermano es un trabajo de él muy personal, muy aventurero. Porque el valor
de esa película es que no hay nada que esté ahí que esté inventado y que sea
artificial. La gente dice lo que dice porque lo dice. Lo que intenta es hablar
del contexto. Todas las gentes que están ahí, casi todas, tuvieron que ver con
él, fueron gentes que lo conocieron, casi todas, dos o tres que se encontró
ahí, pero casi todos fueron gentes que lo conocieron. Y entonces tienen que ver
con él. Es como una especie de perfil sobre el entorno, no se refiere a él,
sino al entorno. Lo que queda de un entorno geográfico, y además del habla, que
puede explicar una geografía, si. Es decir, tu te encuentras quienes eran, o
sea quienes eran las gentes que vivían en ese entonces, como eran, como
hablaban, y además la capacidad narrativa que tienen. Esa película “En la vida
no me acuerdo” todo de alguna manera es
como una especie de preparativo para lo que dice Don Justo.
IX
Una época
dejó de traer su cámara, pero siempre la traía. En su gran época de fotógrafo
él iba solo. Había una relación muy íntima. Él
tiene aproximadamente cinco mil, seis mil negativos. Él tiene cerca de
dos mil fotografías de arquitectura colonial. Y él hizo varios estudios de
arquitectura. Es decir, tiene varios escritos sobre arquitectura. Y eso es muy
interesante, porque son escritos no literarios, son escritos de un historiador
de arquitectura. Hay como doscientas.
Porque él
viajaba mucho. Hubo una época en que vendía neumáticos, lavativas y cosas de
esas. Entonces viajaba. Entonces él aprovechaba, y visitaba un pueblo y hacía
notas sobre el edificio que le parecía interesante, no desde el punto de vista
de su valor arquitectónico, sino de su valor dentro del pueblo. Básicamente su
sentido era la arquitectura colonial como un reflejo del espíritu de la
colonización, así lo decía él, de la “colonización religiosa”- Es decir, como
eran fortalezas, el simple hecho de ver la estructura, esa fortaleza con esos
grandes muros, almenas y todo eso, eso era muy fuerte. Entonces eso hablaba de
una revuelta civil en contra de la iglesia y de una fuerza de la iglesia con la
población para imponer la religión. Entonces él no dice “evangelización”, él
dice “colonización religiosa”. Entonces, esa arquitectura demuestra la lucha
que se libró, en todos sentidos,
respecto al hecho de la colonización religiosa.”. Entonces él planta esa
visión. Es la visión de una gran guerra,
después de la conquista, que subyace dentro de la historia del país, en una
especie como de escondite, que tiene que ver con ese enfrentamiento de las fes, de los dos tipos de fe, bueno, en esa
circunstancia, que duró y sigue durando –hasta hoy.
X
Álvarez Bravo
es un fotógrafo más artístico, o sea que busca una composición y sus fotos no
es una realidad, sus fotos es una composición plástica, en general. Y las de mi
padre son más documentales, testimoniales, más directas. No hay una idea
plástica, es el documental y Álvarez Bravo es un artista que crea una
composición, real pero en busca: construye una composición. Es decir, tiene una
actitud esteticista. Mi padre no. Si establece una composición, inevitable,
Pero no es una cuestión que busque lo plástico. Lo bello: es un documento. También se decía que tomaba mucho el estilo
de Gabriel Figueroa. Pero no, tampoco. O de fotógrafos de ese entonces. Sobre
el paisaje de mi padre, que tiene mucho del fotógrafo André Weston cuando vino
a México. Vista desde puntos de vista muy altos, desde el cielo. Pudiera ser
que esa visión plástica tuviera algo que ver. Pero mi padre era más bien
directo.
Si es cierto
que si tomas un maguey y tomas la fotografía de un maguey, puede haber
parecidos con otros fotógrafos que lo tomaron. Pero si, si, él era un
conocedor, tenía una cultura fotografía. De hecho su biblioteca tiene una parte
importante sobre la fotografía y del conocimiento de la técnica fotográfica.
Nada más que tampoco tomaba eso como una profesión o la hacía por encargo. Una
sola vez le hicieron un encargo de fotografía, de partes de la estación de
ferrocarril de Nonoalco Taltelolco. Había un proyecto de renovar parte del
ferrocarril, antes de que construyeran la cuidad. Un alemán. Entonces si fue
ahí. Ahí hizo un reportaje, digamos, de las partes, fue una cosa así.
Octubre del 2004, Durango
Pésima redacción; deberías mejor vender tamales...
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