domingo, 14 de mayo de 2017

Fibras de Memoria: Karen Covarrubias y Crhistian de Jesús Castro Por Alberto Espinosa Orozco

Fibras de Memoria: 
Karen Covarrubias y Christian de Jesús Castro 
Por Alberto Espinosa Orozco 
Presentación 





I
Logro distintivo de la cultura regional durangueña contemporánea es su pintura. Campo largamente trabajado por la tradición local, que hoy día se distingue por sus frutos opimos. Día de celebración porque apenas ayer, allá a lo lejos, a mil kilómetros de la efervescencia metropolitana, sobre la meseta central, a la distancia, en el vetusto rincón colonial del fresco valle del Guadiana, brillaron con luz propia dos de sus más claros luceros: la diseñadora y artesana Karen Covarrubias y el pintor, muralista, dibujante y decorador de sitios de recreo y restaurantes, Christian de Jesús Castro, con la exposición conjunta Fibras de Memoria en la Galería 618 (ICED).








II
Puede decirse que, por su amor, por su fidelidad al rigor de las formas, el artista Christian de Jesús ha definido al dibujo como su forma esencial de expresión, por su deseo de ir al fondo, a la esencia de las cosas, a la estructura que determina todo lo demás de la pintura, pero también por su infatigable anhelo de llegar a la interioridad, a la intimidad del hombre. Herramienta hecha apenas de grafitos y carbones que le ha permitido pulsar las fibras más internas y sutiles de memoria -purificándola con los esfumados de sus llagas y limando con los aceros sus escorias.    
Tres notas caracterizan así su arte: en primer lugar la profundidad de su reflexión. Su estilo, espontáneamente clásico, parte de una idealización de su modelo: de una ilusión, de la apariencia... y de la previsible desilusión concomitante. Ante el choque con la realidad, ante la crítica, su arte incorpora lo moderno: al ingenuo sí de la ilusión opone entonces los ácidos purificadores de la negación, el no. Arte de la limpidez que no deja de consignar el pelo o lo mosca en la sopa. Dialéctica de los estilos que lo obliga, prácticamente, a entrar en situación, convirtiendo reversiblemente su postura otra vez en la de un arte afirmativo y realista. Arte que dice nuevamente sí a la vida, sirviéndose en un tercer movimiento del símbolo que, registrando fielmente la volátil presencia de los vigilantes, pero a la vez desdeñando sus monótonos zumbidos, tiene la fuerza de seguir adelante, más allá de los valles de sombras de la nostalgia y de las ciénagas de la melancolía, para pulsar entonces los más puros hilos de memoria. Negación cuya función es la de eliminar lo efímero, salir de los cursos de agua que tienden hacia abajo, poner un dique al devenir, de lo amorfo e impersonal, para así poder detenerse y contemplar las formas.  
De su obra emana, como segunda nota, una especie de gran poder sintético, hecho de atención, concentración y de fijeza, dando a su realismo simbólico la claridad del purismo. Purismo sintético o sintetismo purista, efectivamente, hecho de claridad y transparencia, en el que quitar de en medio al polvoso olvido y dejar que se muevan a sus anchas las más hondas imágenes prístinas del recuerdo y de la intimidad. 
La tercera característica de su trabajo ha sido la de una continua labor experimental, puede decirse que científica, de estudio y de laboratorio, de trabajo práctico con los materiales elementales: con las texturas, con los tonos, medios tonos, claroscuros, umbríos, sombríos, y con los esfumatos, hasta profundizar y llegar a los soportes materiales mismos de la obra, hallando en el trayecto las voces y ritmos primordiales de las cosas. En feliz alianza con la diseñadora y artesana Karen Covarrubias, Christian de Jesús ha encontrado ahora una rima, para entre ambos trabajar con el papel reciclado: con hojas que al caminar por un extraño y misterioso pasadizo vuelven a ser ojos y miradas, espejos del alma. Labor plena de vestigios florales, de calideces y de calidades táctiles, donde los hilos de memoria se tejen y entretejen las miradas, circulando libremente, para devanar con ello los hilos de la patria entrevista del principio –curando y suturando simultáneamente la quemante herida moderna, que nos escinde de la naturaleza y nos aleja de nosotros mismos. 






III
La colección de collages “Fibras de Memoria” explora la posibilidad de dar unidad a la memoria a través de fragmentos y recortes yuxtapuestos de dibujos y fibras sustantivas. Resurgimiento de las formas y de fidelidad al recuerdo, la exposición resulta una lenta meditación sobre la memoria viva y, simultáneamente, sobre el trato amoroso, artesanal, con la materia. Labor de ascesis, puede decirse, donde el alma vuelve a ser la lámpara del ojo, que al resplandecer ilumina todo el cuerpo.
Curioso experimento, que se presenta como una revisión a fondo de los fundamentos: del dibujo como restructuración de la anatomía psíquica de la persona, y de la materia primigenia, destinada a superar el momento negativo de la crítica e, incluso, de las estilizaciones y deformaciones propias de las vanguardias modernas y contemporáneas.  Lo nuevo es entonces no otra cosa que la intimidad personal en resonancia con el cosmos; en donde a cada paso de la vida corresponde un ritmo y a cada gesto una rima cósmica, donde vuelve a ser posible ponerse alegre según la sonrisa del sol o triste según alguna fase de la luna. Mundo de hojas y miradas, de brazos que se abrazan o se extienden con la lenta respiración de la naturaleza, donde los ojos vuelven a ser los espejos del alma y el alma un lago que refleja los espacios estrellados.
Realismo simbólico, pues, que ahora alcanza la magnitud del signo: de la imagen prístina donde la claridad de la obra trasparenta la realidad radical de la persona y es a la vez cifra e imagen del mundo. Huerto sencillo y pequeño, íntimo, es cierto, sembrado con humildes semillas diminutas, también es verdad, pero del que, al estar irrigado con el agua más pura de la vida, cabe esperar la más abundante cosecha de los más sazonados frutos.

Durango, 15 de mayo del 201
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