Alberto Einstein: el punto de vista moral
I. Introducción
Por Alberto Espinosa
A partir de su estadía en los EE.UU., el
famoso físico judío-alemán nacionalizado norteamericano Alberto Einstein (1879-1955), dedicó una parte de sus
esfuerzos intelectuales al esclarecimiento conceptual del complejo problema de
la moralidad, en una reflexión filosófica perteneciente a la ética en tanto disciplina de los
principios de la acción humana desde el punto de vista de su bondad o maldad.
Para el singular físico-matemático la filosofía, como también la música,
significó una pasión más en su vida, a la que se dedicó desde su juventud,
llegando incluso a considerarse a sí mismo como un filósofo de algunos
problemas físicos... y tácitamente como un tímido metafísico. Pero la filosofía
en su sentido tradicional, aún no siendo asumida en su cabal sistematicidad,
nunca es una tarea meramente regional (una escueta “analítica de conceptos”),
sino que complica una visión, por esquemática que sea, de la totalidad.
Einstein, en efecto, llevó a cabo esta misión sistemática aneja al concepto de
filosofía y, dándole la vuelta al globo, desarrolló una teoría ética
esquemática –de profundas implicaciones estéticas, pero también políticas. Su
doctrina moral se nutrió de los sabios de todos los tiempos; i.e. de la
historia entera de la filosofía, pues su conocimiento filosófico distaba mucho de ser el del diletante o el del simple
aficionado. Cuatro profundas tradiciones filosóficas parecen haber determinado
la huella de sus pasos en el camino de la sabiduría moral. 1) En primer sitio
la tradición religiosa judía, desde las leyes del Torah y las interpretaciones
del Talmud, a su alianza con el cristianismo (la Biblia, especialmente los
Salmos de David, algunos de los Profetas, San Pablo, pero también las
enseñanzas de San Francisco de Asis); tradición a la que hay que sumarle una
veta intelectual o racionalista, marcada por el ideal de la ayuda mutua entre
todos los hombres, que va de Benito Spinoza a Carlos Marx. 2) En segundo lugar
hay que tomar en cuenta su conocimiento de la filosofía griega: en el mundo
presocrático su inclinación por el atomista Demócrito (gran físico y moralista
no menor), y posteriormente, en la época post-socrática, su gusto por Platón,
al que no deja de hacer repetidos guiños de fina simpatía, y su conocimiento de
Aristóteles al que no deja de reconocer su gran inteligencia. 3) En tercer
puesto hay que considerar su familiaridad con la tradición de la filosofía
idealista alemana, que va de Kant a Scopenhauer y sus enseñanzas budistas. 4)
Por último no hay que descontar su conocimiento de la filosofía inglesa, del
obispo Berkeley y el empirismo de David
Hume, a su contacto con la filosofía analítica de Bertrand Russell. Todo este bagaje filosófico sujeto, por
supuesto, al temperamento personal y espíritu hondamente crítico y persuasivo
de Einstein, a su personalidad irreductible –factor decisivo en la historia de
la filosofía toda. En vida de Einstein aparecieron varios libros que
constituyen el testimonio de sus luchas como moralista, escritos que van desde
la juventud, con sus primeras gestiones pacifistas en Alemania a propósito de
la primer gran guerra, hasta la vejez, con sus lúcidos ensayos sobre el control
de las armas nucleares y el uso racional de la tecnología y el gobierno
mundial. Todos estos escritos marcados por una excepcional congruencia en los
ideales defendidos y en el orden de la argumentación.
Pasemos revista, pues, a las ideas morales y
argumentos éticos de ese abuelo filosófico que, en comunicaciones breves y
precisas grabó, con líneas firmes y seguras, respuestas a los problemas más
urgentes de nuestra época. Tales problemas, como son el fin moral del hombre,
los objetivos de la conducta práctica, el valor de la vida, el papel de la
religión en la vida del hombre en la actualidad, la libertad, la democracia o
el socialismo, constituyen ciertamente el núcleo de la ética contemporánea. En
estos tiempos nublados, en los que la historia de la cultura occidental ha
continuado con su vertiginoso derrumbe hacia la barranca del primitivismo y la
barbarie ilustrada, amenazando con sumir al orbe entero en una larga época de
oscurantismo, sin lugar a dudas vale la pena recordar su lúcida posición a
favor de la conservación y dignificación de la especie humana.
Conferencia
leída en la Sociedad Filosófica de Durango, el 19 de noviembre de 1999
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