Hermes
Por Alberto Espinosa Orozco
“La noche, fabricada de embelecos,
Los extremos de sus trazos duerme.
Detrás del inmenso lomerío ciego
Se levanta en el ojo del caballo
como un trompo que se alza”.
Hermes
La Tradición
Egipcia
Hermes es
asimilado al dios egipcio Thot, el divino escriba de los dioses, el gran mago
depositario de una sabiduría arcana que ayuda a Isis a resucitar a Osiris. Su
fusión dio lugar a la creencia en el héroe Hermes-Trismegisto, el “tres veces
grande”, asimilado su vez con el Mercurio romano.
De acuerdo con el testimonio
de Cicerón en De Natura Deorum se trata del último de
cinco Mercurios que existieron. Es Hermes Trismegisto, que fue desterrado al
país del Nilo después de haber matado a Argos, dándoles a los egipcios Leyes y
Letras en el siglo III a de C. El quinto Mercurio se ha identificado con Moisés,
tradición que vivió en Europa hasta el Renacimiento. Hermes Trismegisto habría
enseñado a los egipcios además de la filosofía y la astronomía el arte de
navegar, de levantar piedras con grúas, a crear bombas de agua y máquinas de
guerra. Se cuenta que fue el secretario del rey Osiris y se le atribuye la
invención de la escritura, la astronomía, la música, la lira de tres cuerdas y
el arte de la interpretación o la por él llamada “hermenéutica”.
Como en el caso de otros
héroes civilizadores se le divinizó después de muerto por la naturaleza de sus
actos heroicos. Habiendo legado a la posteridad una vasta literatura
astrológica, de ciencias ocultas y de filosofía gnóstica. El cristianismo
primitivo lo llegó incuso a considerar como un profeta –ángel o demonio de
acuerdo a las diversas corrientes.
Apolonio de Rodas lo consideró
un antepasado de Pitágoras y una leyenda recogida por Plutarco lo hace padre de
la diosa Isis. Lactancio, el autor cristiano, certifica su existencia como
escritor metafísico cuya teología monoteísta reconoce la majestad del supremo y
único Dios visto como un padre y también lo defiende como un luchador contra el
paganismo.
Le llamaron
Trismegisto por tener las tres dignidades conferidas por Dios a los hombres: la
de Rey, la de Profeta y la de Filósofo. Es por ello que pronto se le asimiló al
Cristo-Logos, pues resulta una prefiguración profética del buen pastor y como
arcángel por su función de guía de los muertos. En el sentido zoomorfo de los
egipcios es entones Anubis, la deidad chacal que abre y muestra los caminos.
Clemente de Alejandría le
atribuye la autoría de 42 libros que abundan sobre 20,000 temas. Otros piensan
que a sus indicaciones se debe la construcción de la Esfinge y de las pirámides, las cuales se erigieron
antes del primer diluvio universal. Una tradición del Renacimiento le atribuye
la Tabla de Esmeralda donde se codifica la Obra Alquímica. Se dice que de
Mercurio están compuestas todas las cosas, en tanto representa la materia: el
principio y el fin de la obra.
Mercurio es el símbolo de la
dualidad y la unidad conciliadora, pues es a la vez materia y espíritu.
Mercurio es también la plata viva en su aspecto exterior; en su aspecto
interior es el espíritu aprisionado en la materia. En este primer estadio
Mercurio es igual a la materia prima o “nigredo”: es el dragón que se devora a
sí mismo y que muere para resucitar como “Lápiz” o Piedra Filosofal (Lumen Novum) asociándose entonces a la “Cauda
Pavonis” del Pavo Real por tener en convivencia a los cuatro elementos.
Siguiendo con las
equivalencias egipcias, guarda una relación con Anubis, el Señor de las
Cavernas y patrón de la Necrópolis egipcia. Su genealogía es oscura; se le hace
hijo del emperador Re y de Neftis, sin embargo Plutarco no vacila en en
considerarlo hijo de Nefti y de Osiris –pues además del parentesco filial,
tanto Anubis como Osiris se relacionan con la idea de la vida después de la
muerte, siendo al igual que Mercurio un psicoipompo. Anubis es también el
ayudante de Isis en la reconstrucción de su esposo Osiris despedazado por Seth, practicando con él la primera momificación con ayuda de la magia. Sus centros
de adoración fueron Cinópolis, Menfis y Licópolis, junto con la vaca blanca
Hesat y el toro negro Mnevis. Lleva en la mano la cruz ankh o
llave de la vida y el cetro uas. Anubis se encargaba de conducir
al difunto hasta la balanza en que su alma era pesada pues los actos cometidos
quedan almacenados en el corazón, teniendo la delicada función de controlar el
fiel de la balanza para garantizar la veracidad de la pesada teniendo entonces
el título de “el que cuenta los corazones”.
El Dios Mercurio
Hijo de Zeus y de la ninfa Maya, la más joven
de las Pléyades, Hermes es el menos olímpico de los dioses griegos, pues
conserva ciertos atributos propios de las divinidades prehoméricas, sobre todo
por sus poderes arcaicos de inteligencia y astucia, como son la gnosis, las
ciencias ocultas y la magia, aunque su
tarea querida, como recuerda Zeus, es hacerse compañero de los hombres (Iliada,
XXIV, 334ss). En su relación con los
hombres Hermes se conduce a la vez como un dios, un consumado artífice y un
“artero” (triksier) y es el dador de todo bien (Odisea,
VIII, 335). Eurípides lo llama “señor de los que hacen negocio durante la
noche” (Rhesus, 216s). Su mundo no es, pues, el de la nobleza
heroica de los guerreros, sino por su relación “abierta” con el mundo de los
hombres, constantemente en proceso de creación, mejora y superación. Sus
atributos primordiales –astucia, inventiva, psicopompo, dominio de las
tinieblas, magia, etc.-, hacen de Hermes más que nada un héroe civilizador,
patrono de la ciencia e imagen ejemplar de los conocimientos ocultos –al grado
de no ser destruido por la crisis de la religión olímpica, ni haber desaparecido
con el triunfo del cristianismo, cuyos Padres de la Iglesia lo identificaron
con el logos y lo compararon con Cristo, siendo asimilado a Thot
y a Mercurio, y sobreviviente a través de la alquimia y el hermetismo por el
Renacimiento y hasta el siglo XVII como Hermes Trismegisto. Hermes, que todo lo
conoce y lo puede hacer todo será considerado poseedor de todas las ciencias,
en primer lugar de las ciencias secretas, lo que hace el “jefe de todos los
magos” victorioso contra las potencias de la noche y las potencias de la
tierra.
Sin
embargo, su origen es ambiguo. Walter F Otto sugiere que Hesíodo lo hace hijo
de la Noche Cipris, el lado nocturno de Afrodita Uránica, quien dio a luz tres
hijos: el Amor, el Ardid y el Engaño. La naturaleza de Hermes se revela también
en su hijo predilecto, Autólico, quien teniendo el don de transformarlo todo
para hacerlo irreconocible, superó a todos los hombres en las artes del robo y
el perjurio. También es su hijo el auriga Mírtilo quien por una noche de amor
hizo a su patrón Enomao la jugarreta de poner clavos de cera en los ejes de su
carro provocando la ciada mortal en la carera.
Hermes es así la deidad de la sabiduría:
mediador entre el plano de los hombres y el de lo sobrenatural. Psicopompo poseedor de una ciencia secreta que guía las
almas de los muertos, resulta ser la figura central de la mitología helena. Su
nombre evoca inmediatamente la filosofía y la religión, pero también el
esoterismo, la literatura y el arte. Se le atribuye la paternidad de la
alquimia, pero también el patrón de truhanes, tramposos y comerciantes –además
de ser el intérprete de los textos sagrados.
Es el dios
que descubre las correspondencias entre los diferentes niveles de la realidad,
cuya faceta lo dirige especialmente en dirección de la protección de los
viajeros por ser el mismo un “eterno vagabundo”. Su rasgo definitivo está dado por su mutabilidad, siendo sus divisas la
ambigüedad, la volubilidad y la inestabilidad, pero también la destreza y el
arte de la elocución.
Los
neoclásicos lo conocieron como el “Señor de los Vientos”, pues dirige las nubes
durante la primavera y es el guía de las Gracias. Sus talismanes
antisaturnianos evocan una imagen del mundo de influjos saludables y vivificantes
(tal y como lo prescribe la Magia Naturales de Marcilio Ficino).
Sus rasgos
más destacados son la versatilidad y la movilidad extrema que a la vez lo
vuelve fugaz y difícil de observar –debido astrológicamente a permanecer en las
inmediaciones del Sol bajo la forma de Mercurio, por lo que sólo es visible en
el crepúsculo o cuando el cielo está nublado.
Guía,
lingüista e intérprete, hermeneuta y tramposo Hermes es quien a la vez que
engaña con los discursos y roba con destreza negocia en los mercados y es maestro
de toda actividad basada en la palabra.
Así, si
Prometeo representa a la Técnica, Hermes es el representante de la Sofía
Gnóstica, siendo entonces opuestos complementarios, pues en uno está el fuego
de la metalurgia, en el otro la trasmutación de la materia –por
transformaciones verbales, alquímicas o artísticas.
Sin embargo en la faceta mal aspectada de su
rostro lunar y en el crepúsculo mercurial resulta el “Señor de la Oscuridad”
por ser hijo de las sombras, oponiéndose así al Prometeo solar.
El Mito
Para la mitología griega es Mercurio, el heraldo de los dioses, quien
porta un caduceo o varita de la paz, la
cual consiste en dos serpientes o basiliscos enlazados alrededor de una
varilla. Las dos serpientes enlazadas simbolizan los poderes curativos de las
dos culebras, propios del semidiós Esculapio, considerados por las culturas
budistas e hindúes las dos energías espirituales o poderes curativos que recorren la columna vertebral humana hacia arriba y
hacia abajo. Símbolo fundamental de la profesión médica, el caduceo representa
la armonía y el equilibrio entre las fuerzas positivas y negativas, lo fijo y
lo inconstante, la decadencia y la continuidad de la vida. En efecto, los
griegos de la antigua Hélade vieron en Mercurio a un ser de pies alados y
diligentes, tocado con una mitra y portador de un caduceo: al dios mensajero y
heraldo del sempiterno Olimpo.
Los griegos vieron en Mercurio al dios alado
Hermes, el más humanitario de los dioses Olímpicos y el más rico en regalos.
Pese a participar de la libertad, amplitud y brillo del circulo correspondiente
al reino de Zeus, corresponde a un concepto más antiguo de la divinidad. Le
falta, en efecto, la nobleza aristocrática de su hermano Apolo o de Atenea. Sus
signos son la hábil conducción y la ganancia imprevista. Sus trabajos siempre
están dotados menos de fuerza y sabiduría que
de agilidad y engaño, de astucia e ingeniosidad. Así, su valor parece
radicar más bien en la habilidad –que incluso llega a la clandestinidad.
En un principio es el señor de los caminos,
donde se encontraban los montones de piedras, llamados “hermas” que están junto
a los caminos o la entrada de las ciudades y de los que recibió su nombre.
Desde las edades arcaicas que se pierden en la noche de los tiempos, es el dios
que indica al caminante el buen camino. De hecho, los promontorios de rocas
eran frecuentemente túmulos o viejas tumbas que indicaban una puerta o un pasaje
al mundo de los muertos. Es así el conductor, especialmente por los caminos
oscuros, pero también es el iniciador en los misterios de la noche: el dios de
los viajes y especialmente de las encrucijadas que disipa a los fantasmas y a
los malos espíritus. Por ello se le considera el protector natural de los
peregrinos, a los que también pertenecen los mercaderes. En los íconos más
antiguos aparece como un caminante tocado de sombrero. Su andar es siempre
ligero, incluso volante, y las alas de su sobrero indican la rapidez que lo
distingue. Donde se realiza una entrada o se reconoce un camino está presente
el extraño compañero.
Se le atribuye ser amigo de rebaños y donador de fertilidad. Cuida como
ningún dios de los rebaños y su crecimiento, teniendo incluso el poder de hacer
crecer o disminuir los rebaños vacunos, de ovejas y cabras. Es entonces el
famoso Hermes Crióforo que lleva un carneo sobre los hombros, el buen espíritu
conductor de manadas guiando fielmente en la mañana el rebaño al corral.
El texto de la mitología Helénica narra que fue Maya quien dio a luz a Hermes en una
cueva de Arcadia, donde Cilene lo cuidaba. Como era un buen dios Hermes creció
en pocos minutos, hasta alcanzar el tamaño de un niño de cuatro años, saliendo
en cuanto pudo de su cuna de mimbre en busca de aventuras. Así, al nacer llevó
una obra maestro de abigeato cuando fue a robar el estupendo rebaño de vacas
perteneciente a su hermano Apolo. Para no dejar huellas del latrocinio les hizo
a las vacas unos zapatos de corteza de árbol y de hierba trenzada y luego guió
al rebaño a un bosque detrás de la cueva de Arcadia y ató a los animales en los
árboles. Apolo pronto hecho de menos a las vacas y ofreció una recompensa a
quien atrapara al ejecutor de la falta. Isleño, el hijo de Pan, quien vivía en
el bosque con los sielenos –seres mitad hombres mitad cabras como él y su
padre-, al acercarse a la cueva oyó una música maravillosa que procedía del
interior. Le preguntó a Cilene que se encontraba reposando en la boca de la
cueva, quien era ese músico extraordinario. Cilene le respondió que un músico
muy listo que había llegado el día anterior y agregó que tal recién llegado
había inventado un nuevo instrumento musical,
encordando tripas de vaca muy tensamente encima del caparazón de una
tortuga. Isleño se fijó entonces en dos pieles de vaca blanca recién desolladas
sujetas al suelo para secarse, lo que le pareció un indicio incontestable del
robo. Apolo descendió del cielo volando y entro a cueva murmurando: “Se por mi
magia que el ladrón se encuentra aquí.”
Entonces Maya despertó y le dijo entre bostezos: “¡Que acusación tan
ridícula! Mi hijo es muy pequeño y acaba de nacer.” Entonces Apolo
cogió a Hermes que fingía dormir y lo llevó al Olimpo donde convocó un consejo
de dioses y le acusó directamente de ladrón. Zeus le preguntó su identidad.
Respondió Hermes: “Soy tu hijo, el día de ayer acabo de nacer. Y como acabo de
nacer soy muy joven aún y no se distinguir el bien del mal, pero hoy se ya la
diferencia.”, y le pidió perdón a Apolo.
Explico que sólo había matado a dos vacas, cortándolas en doce trozos para
sacrificarlas a los doce del Olimpo. Apolo interpeló: “¿Cuál es el doceavo dios?”. “Yo”, respondió Hermes inclinándose cortésmente. Fueron a la cueva y Hermes toco entonces tan dulcemente la lira de concha de tortuga que estaba bajo las mantas que Apolo, dios de la música, concedió cambiarle el instrumento a cambio de las vacas que Hermes había robado, zanjándose de tal suerte el conflicto entre los dioses. Zeus lo mandó llamar concediéndole a Hermes entonces ser su heraldo o mensajero si prometía no decir mentiras –aunque salvando las situaciones en las que no es conveniente decir toda la verdad. Le concedió además ser el encargado de censurar todos los tratados, de toda compra y venta, protegiendo asimismo a todos los viajeros a pasar por las vías públicas. Zeus le dio entonces la varita pelada con cintas blancas o caduceo y también un sombrero de oro para protegerse de la lluvia y unas sandalias doradas con alas para que pudiera volar más rápido que el viento.
Por aquel lance de mocedad a Hermes se le considera patrón de bandidos y de ladrones y es llamado “Falaz”, “Astuto” e “Ingenioso”. Por sus servicios a Zeus como mensajero (evangelio viene de enviado) es tenido también como el ideal y como el protector de los sirvientes. Maestro de la oportunidad, de mirada alegre, nunca desconcertado y siempre ingenioso y con presencia de ánimo, a Hermes le importan poco las normas del orgullo o de la dignidad mientras consiga lo que desea, por lo que resulta siempre y en todos los casos un ser amable. Prefigura al héroe Perseo, quien lleva también alas talares y la capa de invisibilidad, y ambos se sirven de la espada falciforme que el mito puso también alguna vez en las manos del viejo Cronos
Pero sus aventuras son sin cuenta. Hermes fue el matador de Argos cuando lo sorprendió transformado en vaca. Se cuenta también que las tres parcas le ayudaron a inventar las tres primeras letras del alfabeto (A, B, C; o el abecedario, probablemente mediante el triangulo iniciático del “abracadabra”), cosa que le facilitó inventar por sí mismo la aritmética y la astronomía. Se le atribuye también ser el inventor del arte del boxeo y de la gimnasia.
Conduce a Heracles al Hades cuando éste tiene que agarrar al cerbero y le muestra a Odiseo la hierba mágica para librarse de las horribles artes de Circe. La hierva moly salva a Odiseo de ser convertido en puercos
por la maga Circe, suerte que no comporten sus compañeros quienes ceden al
instinto y no purifican su alma por la educación. La hierba lo inmuniza de los
hechizos de la maga, y es un símbolo de las suertes gnosticas y secretas de
Hermes (Odisea, X, 302.306).
Bajo su milagrosa conducción, el depuesto rey Edipo, ciego y ya viejo, puede encontrar la vía que lo llevará al lugar propicio de su fallecimiento.
También conduce a aquella mujer de la isla de Ceos que, en presencia de Pompeyo, toma el veneno para dar fin a su vida, no sin antes pedir a Hermes que la conduzca por senda suave a un agradable lugar en el Tártaro. En la más hermosa de las narraciones homéricas Hermes, tomando la apariencia de un joven sentado al lado de un arroyo que se le aparece al anciano rey Priamo que debe llevar a cabo la terrible hazaña de entrar de noche en el campamento de los enemigos y postrarse ante el implacable Aquiles, que diariamente maltrata el cuerpo muerto de Héctor, para reclamarle el cuerpo de su hijo predilecto.
Conduce a Priamo a las naves de los Aqueos de tal manera que ningún Dánao lo ve. Hermes conduce el carro, adormece a los centinelas y abre la puerta de la morada de Aquiles donde Priamo se da a conocer después de recibir los consejos del dios que desaparece. Aquiles le entrega entonces el cuerpo intacto del hijo muerto, y le ofrece alojarlo por la noche. Antes del amanecer Hermes se le presenta previniéndolo del peligro de Agamenón, sin ser observados lo saca del campamento hasta el río donde desaparece momentos antes de que aparezca Aurora. Pero Hermes no sólo condice a las almas de arriba hacia abajo, sino también de abajo hacia arriba. En su función de Psicopompo el Himno de Demeter narra cómo trae a Perséfone del reino de los muertos a luz del día. Se cuenta también que debido al gran amor que Protesialoa tenía por su esposa Laodamia, el dios la condujo a casa de ésta, aunque sólo por unas pocas horas. También acompaña a Eurídice, liberada del reino de las sombras, aunque en el momento en que Orfeo se da vuelta hacia ella, rompiendo la prohibición hecha al dios (interdicto que, por otra parte, recuerda el mito bíblico de la mujer de Lot), éste la toma suavemente de la mano para devolverla a la oscuridad.
HIMNO HOMÉRICO A DEMÉTER
Por ti Deméter augusta, la de hermosa
cabellera
entonamos este himno, y Perséfone tu
hija
a la que Hades robó , con el permiso de
Zeus,
cuando en aquella ocasión, alejada de su
madre
mientras alegre jugaba con las hijas de
Océano
al par que cogía flores: azafrán,
violetas, rosas
y gladiolos y jacintos, y narcisos
delicados
que la tierra hizo brotar para halagar a
los dioses.
Pero una brecha se abrió en la llanura
de Nisa,
y allí surgió el Soberano con sus yeguas
inmortales
el que fuera hijo de Crono y que tiene
tantos nombres,
y aunque puso resistencia, de ella se
apoderó,
terribles fueron sus gritos que
suplicaban a Zeus,
más ninguno de los dioses ni de los
hombres mortales
ni siquiera los olivos se apiadaron de
su voz.
Sólo la hija de Perses, la escuchó desde
su cueva.
Hécate la hechicera , y el Sol que todo
lo ve
mientras aquella gritaba pidiendo ayuda
a su padre,
mas aquél se hallaba ausente, alejado de
los dioses,
recibiendo las ofrendas que los hombres
le ofrecían.
Y así su tío paterno que recibe muchos
nombres
se la llevó por la fuerza, según
voluntad de Zeus.
Mientras la Diosa se vio con los pies
sobre la Tierra
Aún mantuvo la esperanza a pesar de los
pesares
Pero al entrar bajo tierra, lanzó un
grito de terror
que resonó por los montes y los abismos
del mar,
cuando su madre lo oyó se encogió su
corazón,
se desgarro su vestido y se mesó los
cabellos,
y un negro velo de luto se puso sobre
los hombros.
como un ave de presa la buscó por todas
partes
y la Diosa venerable vagó errante nueve
días
y presa de su dolor ya no probó la
ambrosía,
que es el néctar de los Dioses, ni
volvió a lavar su cuerpo.
Alquimia y Astrología
Para Alberto el Grande (Lauingen, Baviera,
1193/1206; murió en Colonia, el 15 de Noviembre de 1280) en El Compuesto
de los Compuestos (Compositum de Comopistis) el mercurio
encierra dos sustancias superfluas: la tierra y el agua, mide las que se
desembaraza por sublimaciones y lavajes
muy ácidos, separándolo la Naturaleza en el estado seco del azufre, obteniendo
así el mercurio puro, uniéndose así al azufre puro para obtener, en el sendo de
la tierra, metales puros y perfectos.
Raimundo Lulio (Mallorca, c. 1232 - 29 de
junio de 1315) siguiendo a Avicenna expone en
La Clavícula, también conocido como la Clave
Universal, que los metales no pueden ser trasmutados sino después de
haber sido llevados a su materia prima,
por lo que se necesita primero reducir los metales a mercurio .no el mercurio
volátil y corriente, sino el mercurio fijo, que es más cálido y seco, dotado de
cualidades contrarias a las del mercurio vulgar. Se trata, así, de purificar lo
perfecto por lo imperfecto. De tal forma, para obrar con el Sol y la Luna, el
padre y la madre de todos los metales, hay que llevarlos primero a su materia
prima, que son el Azufre y el Mercurio alquímicos o de los filósofos. El
Mercurio de los filósofos resulta así tan cálido y seco como corporal y fluido
que no moja los dedos, uniéndose tan bien cuando se le pone al lado del
mercurio vulgar que, volviéndose negros como el carbón, y con ayuda de un lazo
de amor es imposible separar uno del otro, como agua mezclada con agua
–presentandose entonces bajo la forma de un polvo muy blanco que engendra hijos machos y hembras por el
lazo de amor. Tal Mercurio trasmutado, que es activo, cálido y seco como el
varón, y no húmedo y pasivo como la hembra que permanece en casa obnubilada por
el calor moderado; es el que tiene el poder de cambiar los metales en metal
puro: en verdadero Sol y en verdadera Luna mejores que los de la mina.
En
La Carta Filosófica de Miguel Sendivoguius el alquimista afirma que el
mercurio es un licor espiritual aéreo y raro, engrosado con un poco de azufre,
pues es de la naturaleza del aire, como lo muestra su evaporación, aunque
compatible con el agua por su fluidez. El mercurio es raro, pues no se
comprende en sus propios términos, sino en términos extraños, es decir, en la humedad.
Es así el instrumento más cercano del calor natural, dando vida y vigor a las
criaturas sublunares y fortificando a los que son débiles, dominando a los
cuerpos imperfectos y corruptibles por poseer demasiado poca sal y azufre,
pero al estar en naturaleza bien proporcionada con los otros dos principios
compone un cuerpo incorruptible, como se ve en el oro, y sacando de él también,
debido a su admirable proporción, una
medicina muy excelente y saludable.
En efecto, el mercurio tiene el poder de
fijar el oro, en este sentido tiene la fuerza de purificar, siendo por ello un
símbolo de iniciación, de liberación y de alimento de la espiritualidad. Así, el
mercurio alquímico viene a ser el símbolo del soma o de la
energía corporal y de la fortificación del cuerpo. Por una extraña vía las
técnicas del tantrismo intentan controlar, empero la verdadera
ciencia del mercurio hay que buscarla más propiamente en las profundidades
insondables del Yoga y sus técnicas de regeneración interior,
inmortalidad o fijación de la vida. La alquimia expresa esta difícil idea
diciendo que hay una “especie de amor” en Mercurio, pues su naturaleza es medio
material, medio espiritual (animalis hábeas hábeas, voltus hominis),
pues es representa un principio de ligazón, de intercambio, de movimiento y
adaptación. Su naturaleza dual es aquella en que se confunden los principios
contrarios y complementarios (opuestos incluyentes). No se trata de las
contradicciones exclusivas o excluyentes de la lógica, sino de las
contrariedades de los opuestos inclusivos de la biología y de la vida como son:
luz-tinieblas, arriba-abajo, izquierda-derecha, femenino-masculino.
Su circulación interna constituye la condición inicial del desarrollo de la inteligencia, siendo su método el filosófico por excelencia: separa las cosas para que nos confundan más con ellas, distinguiéndolas o definiéndolas pero, a la vez, no petrificando su sentido a la manera de la axiomática, no viendo en ellas un inicio absoluto del sentido, pues el sentido se precede irremediablemente siempre a sí mismo, sino usando la distinción como una manera de clarificar sin cristalizar, de iluminar sin borrar el significado y la intuición. El ejercicio de la distinción tiene como mayor utilidad acaso tomar distancia también respecto de uno mismo, pues no es el mero “yo” o la mera “cosa en sí” lo que hay que distinguir, sino la distinción misma –en lo cual Mercurio revela un signo más de distinción y acaso de diplomacia: el signo estético de la graciosa elegancia o de la ironía no burlesca, sino viva.
Es el juego de la verdadera razón, que permite reprimir la vida sensible y alejarnos del mundo del instinto. Es también el auxiliar del “yo” que permite socializar al ser humano, asimilando las costumbres y convenciones sociales lógicas teniendo intercambios reglamentarios con la materia. En resumen: es el medio de alejarnos de lo indiferenciado y de las seducciones tenebrosas de la subjetividad, entre las presiones de las pulsiones internas y las solicitaciones del mundo, para lograr una plena adaptación a la vida.
Su circulación interna constituye la condición inicial del desarrollo de la inteligencia, siendo su método el filosófico por excelencia: separa las cosas para que nos confundan más con ellas, distinguiéndolas o definiéndolas pero, a la vez, no petrificando su sentido a la manera de la axiomática, no viendo en ellas un inicio absoluto del sentido, pues el sentido se precede irremediablemente siempre a sí mismo, sino usando la distinción como una manera de clarificar sin cristalizar, de iluminar sin borrar el significado y la intuición. El ejercicio de la distinción tiene como mayor utilidad acaso tomar distancia también respecto de uno mismo, pues no es el mero “yo” o la mera “cosa en sí” lo que hay que distinguir, sino la distinción misma –en lo cual Mercurio revela un signo más de distinción y acaso de diplomacia: el signo estético de la graciosa elegancia o de la ironía no burlesca, sino viva.
Es el juego de la verdadera razón, que permite reprimir la vida sensible y alejarnos del mundo del instinto. Es también el auxiliar del “yo” que permite socializar al ser humano, asimilando las costumbres y convenciones sociales lógicas teniendo intercambios reglamentarios con la materia. En resumen: es el medio de alejarnos de lo indiferenciado y de las seducciones tenebrosas de la subjetividad, entre las presiones de las pulsiones internas y las solicitaciones del mundo, para lograr una plena adaptación a la vida.
En nuestra época Mircea Eliade a retomado los conceptos alquímicos y ha
demostrado con suficiencia e incluso con esplendor la vastedad de la tesis, de
la concepción poética del mundo, según la cual las entrañas de la tierra son un
extenso vientre que madura dando lugar a la creación de los metales: así, las
minas que el hombre taladra siguiendo sus betas mineralógicas no son otra cosa
que lentas venas por donde corre la sangre vital y mineral del mundo. En un
volumen fabuloso titulado Herreros y Alquimistas, Eliade alude no
sólo a esta metáfora, a esta pequeña teoría del mundo, también expone la
relación que hay entre los herreros, los alquimistas y sus naturales herederos,
los artistas del grabado o grabadores, en los cuales se habría fijado una
especie de tradición alquímica, hoy sin duda o enteramente inconsciente u
oscuramente protegida con celo por la maestría del oficio.
Para la astrología Mercurio viene a ser el elemento mediador,
especialmente entre el Sol y la Luna, siendo con ello una imagen del hijo. Así,
sus signos zodiacales son Virgo, puesto que sigue a Leo regido por el Sol, y
Géminis, que sigue a Cáncer regido por la Luna.
En la astronomía no es sino el más rápido de
los planetas y en que tiene la más cercana vecindad con el Sol. En efecto,
Mercurio, astro parecido a la Luna y carente de atmósfera, se encuentra a 57,9
millones de kilómetros del Sol y a 510 millones de kilómetros de la Tierra, se
lanza alrededor del astro rey completando su ciclo anual cada 88 días
terrestres (88,909), girando sobre su eje a una lenta velocidad, una sola vez
por cada 59 días terrestres (58 días, 15 horas, 36 minutos). El primer planeta
del Sistema Solar aúna a su enrarecida atmósfera y débil campo magnético La
variación de la temperatura del planeta es extrema, llegando a mediar 600
grados de distancia, pues va de –172 grados en el invierno a +427 en el verano.
Su densidad es igual a mil millones la de la Tierra, y si la masa de la Tierra
= 1, la de Mercurio es = 0,0553, y con respecto a ésta tiene un diámetro de 0,
382, siendo bombardeado inclemente por la radiación solar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario