Desvelo
Por
Alberto Espinosa Orozco
Caídos
a la esfera de la noche,
al
sitio del naufragio y el olvido
de
las sales, el polvo y el estruendo
recuerda
el hombre con la tibieza
del
sol que le calienta el pecho
como
una densa miel que recorre
el
vasto laberinto de las venas
el
rumor de una fuente en la rivera
en
medio de un jardín que florecía
poblado
por mil aves que cantaran
solemne
himno al que todo lo creara
cerca
del manantial en que rodaba
con
la música el agua y dos damas conversaban
y
un pavo real con dos conejos que saltaban.
La
libertad de volver por el sendero
peligroso
fue señalada desde siempre
a
los seres que habitan el destierro
una
mañana en que la sierpe huraña
les
mostrara del cuerpo los secretos,
la
libertad de quedarse sobre el valle
hirsuto
del camino pedregoso les fue dada
también
cuando en tumulto prefirieron a la vida
ser
esclavos del mágico polvo del sepulcro
donde
Hades con sus sombras y fantasmas fugitivos
pueblan
el reino de la noche y de los huesos.
La
nuestra es la prisión del cuerpo que en espejos
las
formas se recrean en sus reflejos
haciendo
brillar sus inconsútiles destellos
entre
las sombras herrumbradas por vapores,
donde
el olvido hace ciertos los temores
volviendo
inciertas las figuras pasajeras
al
trocarlas por espejismos de la nada
siendo
el recuerdo la luz de las miradas.
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