viernes, 19 de septiembre de 2014

Arcadia Por Alberto Espinosa Orozco

Arcadia
Por Alberto Espinosa Orozco

                                   
En busca de belleza fui al monte
y la Naturaleza era un río de sal :
bosques talados por el fuego,
brumas de yodo tornasol las nubes,
y el lago de Alegría era espejo glacial 
donde Narciso, en esquirlas,
se miraba la bizarría del rostro.

Vagué por los minutos hechos horas
en días de horas hechas nada:
inexistente instante suspendido
en espumas de granito: polvo,
grito sin luz petrificado.

Bajé hasta el Purgatorio de las almas sin pena: 
inversas colinas se abrían a mi paso sometidas 
a la orfandad, autómatas estatuas 
los hombres de sí mismos armados:
y la fascinación desnuda y el apetito y el lujo 
roían la túnica de los nervios últimos.

Levantando la tienda del Nómada en mis huesos 
armada de otros huesos y otras pieles, 
hinché un aeróstato para cubrir la aridez del mundo:
escarpadas bibliotecas, ruinas, desiertos 
que acorralan a  Memoria y la selva de la etimología 
y el réprobo olor de la mentira 
rutinaria de Bagdad olvidada.

Cuando por fin la encontré dormía
en el balcón de su Castillo de Hadas y ante ella, 
con la acritud roja del humo entre los labios
quise hablar... y descubrí que no tenía palabras.





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