Arcadia
Por Alberto Espinosa Orozco
En busca
de belleza
fui al monte
y la
Naturaleza era un río de sal :
bosques
talados por el fuego,
brumas
de yodo tornasol las nubes,
y el
lago de Alegría era espejo glacial
donde Narciso, en esquirlas,
se miraba la bizarría del rostro.
Vagué
por los minutos hechos horas
en días
de horas hechas nada:
inexistente
instante suspendido
en
espumas de granito: polvo,
grito sin luz petrificado.
Bajé
hasta el Purgatorio de las almas sin
pena:
inversas colinas se
abrían a mi paso sometidas
a la
orfandad, autómatas estatuas
los hombres de sí mismos armados:
los hombres de sí mismos armados:
y la
fascinación desnuda y el
apetito y el lujo
roían la
túnica de los nervios últimos.
Levantando
la tienda del Nómada en mis
huesos
armada de otros huesos y otras
pieles,
hinché un aeróstato para
cubrir la aridez del mundo:
escarpadas
bibliotecas, ruinas, desiertos
que acorralan a Memoria y la selva de la etimología
y el réprobo olor de la mentira
rutinaria de Bagdad olvidada.
que acorralan a Memoria y la selva de la etimología
y el réprobo olor de la mentira
rutinaria de Bagdad olvidada.
Cuando
por fin la encontré dormía
en el
balcón de su Castillo de Hadas y ante
ella,
con la acritud roja del
humo entre los labios
quise
hablar... y descubrí que no
tenía palabras.
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