Ricardo Milla Hierro: la Cueva de las Estrellas
y los Rótulos Populares[1]
Por Alberto Espinosa Orozco
"El que quiere a la flor
quiere las hojas de alrededor. "
Sentencia popular.
"Soportemos todo padecer
adorando a la mirifica mujer."
Ramón López Velarde
I
El arte fotográfico reflexionó otra vez sobre sí
mismo, en su caja negra, lente y mundo, preanunciando el Tercer Festival
Silvestre Revueltas, Tonalco. El comunicólogo y artista Ricardo
Milla Hierro se adelantó otra vez a salvar las circunstancias al iluminarnos,
esta vez en el gran formato de la exposición multimedia bautizada "La
Estética de la Estética".
La muestra fue inaugurada transcurriendo su duración, no sin vicisitudes, entre deslumbramientos y pasajes
valleinclanescos, buñuelescos, en la otra orilla o
anexo del Museo Ganot-Peschard del ICED.
La técnica de la detención de
la imagen representada en el papel emulsionado con nitratos de plata, es
también el arte de la meditación óptico-áptica, en donde se pone en juego y
coordinación los dos sentidos expresivos o significativos extremos del hombre:
el intacto de la contemplación óptica o visual, el sentido de las expresiones a
distancia más espiritual de todos, y el más concreto y material de la aprensión
y contacto táctil. En esta ocasión Ricardo Milla nos trasportó por el reino de
la imagen al guiarnos, sujetando firmemente el hilo de las centellas
ariádnicas, al ojo del huracán en donde, sobre el temporal central de la
modernidad estética en su lucha a sangre con la modernidad estética en su lucha
sorda con la modernidad tecnológica y dominante, campea la reflexión sobre la
disolución y posible restauración del complejo abrazo entre Eros y Psique. Porque, es cierto, el mito del amor ha sido y
sigue siendo el motivo y motor de la voluntad de forma y estilo que constituye
el empeño artístico en la historia del arte.
II
El hombre,
todo el mundo lo sabe, tiene sus raíces y su razón, en la cabeza, y hace de sus
brazos ramas y de sus manos frutos y de sus pies la lengua de la danza. Para abordar la aguda cuestión del origen de
la imagen y su pignoración, el artista Milla Hierro diseñó el foro a manera de
caverna o bóveda uránica, traspasada por cometas disímbolos y errantes,
equilibrada por las presencias, por las reminiscencias de las estrellas fijas
-y todo ello impregnado del simbolismo colectivo o subconsciente propio de las
grandes conglomeraciones urbanas.
Vayamos derecho al género de la exposición para luego adentrarnos en su
singularidad significativa y en la relativa irracionalidad que hay en lo
individual, tanto en el sujeto de la
obra de arte, que es la expresión plástica, como en su productor, hacedor y
creador, pero también en el destinatario, contemplador o público, intentando en
el punto de vista crítico y personal dar razón de ser poética del evento,
cerrando con ello el gran círculo de situaciones de convivencia articulado por
esta extraordinaria exposición estética.
El método empleado por Milla
para la exploración del fenómeno estético por excelencia, que es el de la
belleza, pero esta vez tamizado por la categoría de lo "lindo",
pareciera ser el mismo empleado por el cubismo, la descripción eidética de la
fenomenología y el poliperspectivismo de la escuela madrileña. En efecto, el
artista conceptual que es Milla nos lleva al través de la intuición estética
crítica a una reflexión definida sobre el problema de lo bello bajo uno de sus
escorzos, asumiendo el arte en actitud filosófica, conformando los principios
precisos de una "estética de la estética" o reflexión artística sobre
el fenómeno mismo de lo bello. Se trata de una conformación lingüística no
menos fascinante que la "filosofía de la filosofía" de José Gaos o la
"poesía de la poesía" de la tradición Hólderlin-Paz-Segovia.
Lo más importante en esta
meditación es la claridad y felicidad del trayecto, el tiempo que dura la
exposición misma que, sin prisa y sin pausa, acosó al Palacio del Misterio,
logrando que la seductora nos hiciera vencer sus obstáculos y murallas para
poder llegar a ella. A la manera de Ortega y Gasset, el fotógrafo se adelanta a
salvar las circunstancias realizando simultáneamente una crítica de
"nuestra vida" al llevar un hecho o evento, un suceso, un error, un
dolor, a la plenitud de su significado por el camino más corto. Siguiendo esa
vieja lección, Milla potencia la circunstancia actual al cuestionar un vocablo,
el de la "estética", en la irradiación de sus usos y costumbres, sin
salirse nunca, como en el positivismo absoluto, de lo dado en los límites en
que se da.
Y lo dado para el artista en
su situación de convivencia es el encuentro Ínter pares con la representación de la belleza y sus arquetipos
por el rotulista popular y anónimo, preparándose el artista, a partir de ahí,
para crear sus imágenes al representarlas nuevamente, pero agregándoles en el
vaciado el ingrediente no sólo de la instalación, sino el de la nominación: el
bautismo poético de la imagen o de la metáfora creativa, cuya composición no se
conforma exclusivamente reproduciendo la delgada película de los datos
sensibles ópticos o visuales, sino que justamente crea o inventa además un
aditamento de desplazamiento corrector que, por virtud de la analogía, de la
familiaridad o de la disonancia, imanta un tren de ondas o repercusiones
vibrátiles de las significaciones históricamente acumuladas, para constituir
una nueva realidad.
El objeto de las fotografías
de Milla empieza así por ser el de los
diseños pictóricos del rotulista popular durangueño. Representaciones cuyo
objeto o referencia a su vez son las peinadoras y manicuras -oficio, hay que
recordarlo, antaño enlazado al del cuidado de los dientes y a la protomedicina.
Se trata así de un documento
de antropología o reportaje social, pero entendido en la dirección de la
estética contemporánea. Disciplina que tiene como tarea en una de sus rutas
cernir los datos accidentales y activos de las expresiones populares icónicas
bellas para sustantivarlos al privilegiar sus valores, cualidades y calidades
humanas-estéticas esenciales, conciliándolos con el logro de la imagen
prístina. Se trata en el fondo de las imágenes eidéticas donde leer los propios
o exclusivas humanas derivables de su especificidad y singularidad, de tal modo
que permitan razonar, justificar o comprender el hecho individual de la imagen,
aparentemente irracional, en un contexto más amplio que lo abarque y revele en
toda su significación y sentido (razón poética).
III
En principio, pues, el
registro renovadamente asombroso de algunas exclusivas humanas confirmadoras de
la esencia de la especie humana o de los individuos humanos. Por un lado, el
primer enigma del hombre en tanto animal desnudo cuya piel, sin el abrigo
embellecedor de la bestia, sufre la conciencia de vergüenza y frío por su nudes
originaria y la consiguiente búsqueda de templanza y abrigo en el vestido y
ornato de su cuerpo, abriendo con ello la insólita posibilidad animal de cubrir
y descubrir lo encubierto, de crear también espacio interior imaginario o simbólico
de la intimidad de la vida psíquica, y la compleja frontera o red de
interdictos, límites y trasgresiones constituyentes del pudor y la vergüenza,
notas o ingredientes fundamentales para en la estructuración del concepto
individual de la persona.
Capítulo acaso apendicular de
la gimnasia o la higiene y demás disciplinas de la salud y el embellecimiento
personal, el ornato del cuerpo, el vestido y la moda tienen derechos
suficientes para reclamar la autonomía cosmética -aunque tales técnicas han de ser
unificadas y reguladas por el arte de la medicina y del aseo psíquico-somático
prescrito por la psicología. El arreglo del pelo, como el de uñas, dientes y
piel forma parte también de la medicina como disciplina de la sanidad del
cuerpo unificadora de las ciencias humanas en su asociación con la antropología
filosófica.
El complejo
dientes, uñas, piel y cabello da cuenta de los transitorio y a la vez de las
reliquias permanentes del cuerpo como su testimonio material-cronológico más
inmediato. Estratificaciones tectónicas o cortezas de la vida que en su pasar
van dejando excrecencias y vestigios empleables como instrumentos bellos o
útiles a ella. Estas partes del cuerpo aparecen como astronómicas minucias
cargadas con las huellas delgadas que a manera de herramientas posibilitan y
reflejan las innúmeras costumbres técnicas de los bímanos en su enjambre de
relaciones y manipulaciones, sino también los remates de órganos corporales
para experimentar y hacer experimentar dolor o placer en el infringido pellizco
o en la caricia. Uñas y yemas de los dedos, que aparecen inmediatamente como
tiernas pinzas, son simultáneamente sofisticados instrumentos de prensión,
sujeción, indicación y de escritura; pero también convocan a toda una cultura
del cuidado y arreglo de la mano (barnices, anillos, pulseras, cremas para dar
textura y suavidad, etc.). La piel, el órgano más extenso y sensitivo del
cuerpo (junto con el sentido interno del tacto, más desarrollado en la mujer)
aparece como la alfombra del ser y a la vez como el tálamo "king-size"
de la comunicación amorosa en el enfrentamiento mutuo de los sexos en el acto
sexual, cuya posibilidad de vuelo acaso se logre en el supremo enfrentamiento
de las miradas.
Por su parte el cabello
(ondulado, crespo, lacio, rizado, etc.: negro, castaño, rubio, rojizo, blanco,
etc.) puede verse como las antenas receptivas y estabilizadoras de la luz y el
aire. En efecto, si el caminar es un caer perpetuamente postergado o evitado,
el arreglo del cabello en el arte del peinado puede verse como un volar
suspendido, como lo que fija bellamente, dando marco y realce a la estructura
fisonómica. El viaje y el peinado son acaso ambas búsquedas de estabilizar la
marcha en el reposo: el camino y la meta. El peinado aparece así como el marco
estable de la circunnavegación del mundo, que ha de estar bien puesto en su
apuesta fija ante la instabilidad del viento, cuyas manos nos estrujan como al árbol modelando
nuestro destino. El corte de pelo aparece así como la imagen y el contenido
final propuesto a la fijeza del descanso y de la contemplación.
El cuidado y tratamiento del
cabello, su textura y suavidad, el tamaño largo (en la mujer especialmente),
hacen a la persona más deseable, particular objeto de caricias, de esa
expresión táctil de amor íntimo, que es el amor de la ternura. La evolución
onto-filogenética de los sentidos humanos, según demuestra la fenomenología,
iría del desarrollo de la vista a la del tacto, de las expresiones a distancia a las expresiones de contacto y
sus sofisticaciones. En el campo unificado de la sensibilidad humana o de la estética existe la
pretensión poética de la reunión final o convivencia sinestésica de todos los
sentidos en plena conjunción con la sentímentalidad psíquica para lograr, como
quisiera / aquel lírico mexicano,
"besar con la mirada".
La fotografía sirve así
también para adelantarnos un paso a la reunión final y familiar comunicante de
todos los sentidos, para sin desordenar sistemáticamente todas las facultades,
lograr la orquestación sentimental que alcanza a tocar con los ojos, acariciar
con la escucha, besar con la yema de los dedos y contemplar en la caricia.
Así como hay manos de hierro o
manos mecánicas o miradas de navaja y miradas abrasadoras u hospitalarias, hay también
peinados cariciosos y peinados hirsutos, agrestes o ralos, exuberantes o
parcos, peinados formales o exóticos, despeinados desalineados o informales,
estrambóticos o de plano excéntricos. En la , debido a sus instintos de loba y estrafalarias convenciones,
se induce y hace admisible para una época determinada cualquier look
imaginable o apariencia en boga o dominante, pero que a la distancia
frecuentemente llaman la atención justamente por su carácter "demodé",
acercándose incluso a los extremos a-estéticos de lo ridículo, cursi o
grotesco. Símbolo de lo que pasa, de lo efímero, pero también de los gustos y
tendencias de un momento histórico el peinado es cruel reflejo de lo psíquico
donde se expresan las alternativas y preferencias individuales, en conjunción o armonía con la
morfología fisonómica y corporal, para obtener la imagen cabal de una totalidad
atractiva y equilibrada. La sabiduría popular ha asentido modelar en la moda,
fúnebre en su vivacidad, un emblema modesto de lo que acomoda, salvando sus
rasgos de vacua exterioridad por el carácter resistente, de imitación y
adaptación situacional a la ideosincracia de una cultura.
IV
La expresión
artística, en este performance memorable fue el de la noche
iluminada por las altivas visitaciones de Belleza. Por el camino de amarillo
aserrín y los vasos de generosa caña antillana entibiamos por unos minutos el
corazón aterido, contemplando la cuidadosa selección de los artesanos
regionales hecha por Ricardo Milla para erigirlos en íconos de la modernidad
resistente. Fu así la noche de las maravillas en la caverna iluminada, el ruedo
de los toreros ausentes y la batí cueva del novel caballero. La belleza
apareció también como le corresponde es su suprema distancia inalcanzable, en
sus nichos relampagueantes de kodabromait de cien kilowatts de potencia, con su
luz de luna fría derramada en copos o en hielo. Pequeñas centellas que desde la
oscuridad de los tiempos han trazado rutas y determinado épocas, en el rudo
camino del hombre por pertenecer y ser el espejo de la fecunda tierra.
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