Gabriel
Guerra: Asamblea del Mármol y el Bronce
Por
Alberto Espinosa Orozco
La escuela escultórica mexicana del periodo
que puede llamarse modernista, compuesta por los artistas Arnulfo Domínguez
Bello, Fidencio Nava, Agustín L. Ocampo, Jesús Fructuoso Contreras y Enrique
Guerra, tiene como antecedentes académicos inmediatos a los escultores Gabriel
Guerra, al viejo Miguel Noreña (1843-1894) y, más atrás, al importante artista catalán
Manuel Vilard.
El escultor Gabriel Guerra nació en 1847 y
murió en la Ciudad de México en 1893, afectado de parálisis general, a la temprana edad 46
años. Su lugar de nacimiento, sin embargo, es incierto y está en
litigio, pues aunque las biografías señalan que nació en Unión de San Antonio
(Unión de Tula), Jalisco, otros autores lo sitúan en León, Guanajuato, e
incluso en Nuevo León.[1] De
niño sobresalió por sus predisposiciones en la talla, labrando en madera un
ajedrez de zuavos y federales mexicanos, por lo que su padre, quien lo había
destinado al comercio, cambió de opinión y lo dejó ingresar a la Academia de
San Carlos en 1873.
En la Academia fue alumno distinguido de
Miguel Noreña, bajo cuya sombra creció, heredando en sus temas los ideales neoclásicos y del
purismo religioso de de Manuel Vilard. Desde
un principio destacó por su sensibilidad creadora, gustos nobles y magnífico
dibujo, manifestando en el modelado una facilidad expresiva inusual, de estilo
y erotismo suave, vinculado a la tradición clásica que idealiza las virtudes de
la civilización occidental, codificadas por medio de la mitología greco-latina,
aunque también incursionó en los temas tradicionales cristianos, cuya intención
moralizadora y valores morales eternos, que intentó hacer llegar a la
sensibilidad laica.
A Gabriel Guerra tocó
el privilegio de formar como maestro al sorprendente grupo de escultores de
entre siglos que marcharían para perfeccionarse a París: Arnulfo Domínguez
Bello, Jesús F. Contreras, Agustín L. Ocampo y Enrique Guerra, notables todos
ellos por la perfección anatómica de sus modelados, por la sobriedad
compositiva clasicista y por una cada vez más fina sensualidad y realización de
las formas encarnadas. Gabriel Guerra resulta así un maestro de transición
entre el estilo académico y del tardío neoclasicismo mexicano a la plenitud del
modernismo romántico. Con un grupo de maestros de San Carlos participó en la
Exposición Mundial de París de 1889, siendo comandados por José María Velazco y
estando en compañía a manera de colaboradores de Santiago Rebull, Antonio Rivas
Mercado y Jesús Contreras.
En su obra destacan: la “Cabeza de la
Justicia” y la pequeña escultura “La Cridad” (yeso patinado, 1880-1881), donde
dos niños se acercan a socorrer a un anciano movidos por el sentimiento de
compasión, en la colección del MUNAL.[2]
También la escultura el “Pescador arrojando las redes” o "El Atarrayador" (1875), que mereció ser premiado en Nuevo
Orleans, custodiada también por el MUNAL.
Otras obras importantes
de Guerra son: “La Ninfa y el Amor" (mejor conocida como “Venus burlando al
Amor”, “Venus y el Amor” o “La Ninfa y Cupido”, 1877), cuya interpretación del
mito de Venus fue de inmediato adquirida por la Academia de San Carlos. La
obra, vaciada en yeso y patinada, llamó la poderosamente atención en la XVII
Exposición de la San Carlos, siendo su tema ya plenamente modernista e
inquietante, resultando una especie de símbolo de la época, pues en ella la
Venus Terrestre o Pandemia, le cierra los ojos al Amor o Cupido, mientras al
distraerlo le quita sus flechas –poniendo así en contraste la fuerza del amor
voluntarioso y terrestre, que impide con tal juego la plena revelación de la
verdad y la elevación del espíritu procurado por el amor celeste. Obra que
puede verse como la respuesta de Gabriel Guerra a la famosa escultura de su maestro
Miguel Noreña “El Sátiro y el Amor” (también conocida como “La Lección”), donde
se escenifica paralelamente el intento de la corrupción del amor celeste por la
fuerza de los deseos temporales.
Artista dotado de
oficio, fuerza y gran sen sibilidad, la crítica se ha ensañado en su contra,
señalando su gusto como de radical neoclasicismo y su obra como mera expresión
de su tiempo, siendo acusado incluso de tener una mirada frívola sobre los
cánones de la antigüedad, resultando su erotismo contenido, siendo por ello
calificada su sensualidad de fría e incluso de distante. Aunque es cierto que
más tarde estuvo cercano al estilo neorococó (o Segundo Imperio Napoléónico),
que si rompió los rígidos moldes del neoclasicismo lo hiso a favor de una
tendencia francamente decorativa y hasta burguesa.
Gabriel Guerra trabajó
posteriormente en San Carlos al lado de su maestro Noreña, y montó su
propio taller de función: el Taller de Fundición Artística, donde se vaciaron las esculturas en bronce para una de las obras de mayor envergadura de la
época: el “Monumento a Cuauhtémoc” a cargo de Miguel Noreña y en la que
participaron diversos artistas que empezaban a preocuparse por la grandeza
mexicana prehispánica. El colosal monumento consumió 11 mil kilos de bronce,
tuvo un costo final de 97 mil pesos, dilatando diez años su construcción,
iniciada en 1877 y siendo inaugurada formalmente por el presidente Porfirio
Díaz el 21 de agosto de 1887.
El “Monumento a
Cuauhtémoc” definió una primera etapa urbanística para el Paseo de la Reforma,
cuyo punto de arranque iniciaba con el “Momento a Carlos IV” esculpido por
Manuel Tolsá, conocido también como La Glorieta del Caballito (1959), seguido
por el “Monumento a Cristóbal Colón” y al que luego del “Monumento a
Cuauhtémoc” se irían sumando una serie de obras emblema del periodo porfirista,
como la “Columna de la Independía” inaugurada en 1910. La participación de
Gabriel Guerra se concentró no sólo en la labor de fundición de las piezas,
sino también en la realización de un altorrelieve en bronce: “El Tormento de
Cuauhtémoc y Tizoc” de 1886 –debiéndose la obra paralela “El encuentro de
Cuauhtémoc con Hernán Cortés” a las manos de su maestro Miguel Noroña.
Los pedestales para el proyecto de Paseo de la Reforma comenzaron a erigirse desde 1878, con la intención de poner sobre sus bases a figuras de la mitología greco-latina. El académico liberal Francisco Sosa Escalante (1848-1925) intervino desde su columna en el periódico del Partido Liberal, proponiendo en 1887 que las esculturas representaran a personajes, científicos, políticos, militares e intelectuales de los diferentes estados de su facción política, elevándolos así a héroes de la Reforma, con dos figuras por cada estado, cosa que aplaudió Porfirio Díaz. La primera etapa del Paseo de la Reforma, adornada con jarrones y 14 esculturas pareadas, en el tramo que iba de la Glorieta de El Caballito al Monumento Cuauhtémoc, fue inaugurada por el presidente Porfirio Díaz en 1895. Gabriel Guerra diseñó y fundió en su taller los conocidos jarrones estilo rococó, que adornan todavía Paseo de la Reforma, y que se alternar con efigies de personajes liberales.
Un año después en 1896, luego de tres años de la
prematura muerte de Gabriel Guerra, se sumaron dos esculturas de su autoría,
acabadas por su discípulo Melesio Aguirre, que corresponden al Estado de
Durango: Guadalupe Victoria y Francisco Zarco. Las esculturas siguieron
sumándose, llegando a 36 en 1902, representativas de personajes de 17 estados
más el Distrito Federal -correspondiendo la realización de 20 de ellas a Jesús
Fructuoso Contreras, quien tenía su propio taller de fundición. Las esculturas
fueron aumentando hasta tiempos recientes, adornando la prolongación de Paseo
de la Reforma, hasta llegar a finalmente 77 efigies.[3]
También son trabajos
del laborioso artista: “Horacio”, en la Galería de Filósofos y Autores de la
Biblioteca Nacional; “Cabeza de la Justicia” (Palacio de Bellas Artes, INBA);
el “Monumento a Hidalgo”, en la ciudad de Dolores, Hidalgo; el “Monumento del
General Carlos Pacheco Villalobos” en Morelos.[4]
El
“Monumento a los Mártires Salazar y Arteaga” en Uruapan (1893), los decorados
de Palacio Municipal de la Ciudad de México, los decorados del Ministerio de
Hacienda y, como repito, las esculturas de Francisco Zarco Mateos, y de
Guadalupe Victoria en el Paseo de la Reforma, siendo de su autoría los jarrones
rococó del mismo paseo.
El MUNAL cuenta con 12
obras de Gabriel Guerra, siendo la más conocida de ellas El Río Bravo (1880),
alegoría de nuestro fronterizo río bajo la forma de un viejo anciano yacente
que representa los poderes de la naturaleza personificados, como si de un
poderoso Nilo, Jordán o un Éufrates se tratara.
Otras obras de Gabriel Guerra en la misma colección son: “Jarrón decorativo con escena báquica”; el altorrelieve “Las tres Marías en el sepulcro de Cristo”; “Medallón de Cristo coronado de espinas” y “El Tormento de Cuauhtémoc y Tizoc”; “Medallón de la Virgen de los Dolores”; el bronce “Retrato del Señor Presidente de la república Porfirio Díaz” (1888), y; “El Pescador” (“El atarrayado”, 1875).
Otras obras de Gabriel Guerra en la misma colección son: “Jarrón decorativo con escena báquica”; el altorrelieve “Las tres Marías en el sepulcro de Cristo”; “Medallón de Cristo coronado de espinas” y “El Tormento de Cuauhtémoc y Tizoc”; “Medallón de la Virgen de los Dolores”; el bronce “Retrato del Señor Presidente de la república Porfirio Díaz” (1888), y; “El Pescador” (“El atarrayado”, 1875).
Hay que agregar que en
el camellón del Boulevard de Avenida Álvaro Obregón se encuentran dos réplicas
en bronce de obras de Gabriel Guerra: “Venus burlando al Amor” y “Pescador
arrojando las redes”. El corredor, adornado en 1976 por el DDF con trece
replicas de esculturas de temas mitológicos y bíblicos, cuenta con cinco más de
autores mexicanos: “Sátiro y el Amor” de Miguel Noreña, “Isaac” de Epitacio
Calvo, “San Sebastián” de Felipe Valero, “Pescador” de Agustín Franco y
“Mercurio y Apolo” de Felipe Sojo. Las restantes seis efigies son replicas de
célebres esculturas clásicas: “Venus de Medici”, “Venus” de Milo, “Baco” de
Miguel Ángel, “Gladiador” de Agasio de Éfeso, “Discóbolo” de Mirón y “Doríforo”
de Policleto.
[1] El crítico
contemporáneo suyo Manuel Puja y Acal señala que nació en León, Guanajuato.
[2]
Se menciona que el pintor Ocaranza pintó un cuadro homónimo, llamado también
“La Caridad”.
[3]
José Fructuoso Contreras también participó en la edificación de la escultura a
Cuauhtémoc, siendo el encargado posteriormente de realizar 20 esculturas de
personajes liberales para el Paseo de la Reforma en su calidad de empresario,
contando con el Taller de Fundición Artística Mexicana (1892) financiado por
Porfirio Díaz.
[4]
General Carlos Pacheco Villalobos (1839-1891) fue un general que bajo las
órdenes de Porfirio Díaz combatió el Imperio de Maximiliano y defendió la
república de Benito Juárez contra la intervención extranjera. Con el presidente
Porfirio Díaz fue en tres ocasiones Secretario de Fomento, Colonización e
Industria, dos veces Gobernador de Chihuahua, Gobernador del Distrito federal,
Secretario de Guerra y Marina, Gobernador de Morelos y Gobernador de Puebla.
Gracias por toda esta información de mi bisabuelo... verdaderamente me emocionó. Leticia Angel Guerra
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