Agustín L. Ocampo: Asamblea del Mármol y el Bronce
Por Alberto Espinosa Orozco
Por Alberto Espinosa Orozco
Agustín L. Ocampo es un artista escasamente conocido en la actualidad y
del que poco sabemos. Estudió en la Escuela Nacional de Bella Artes o Academia
de San Carlos, donde fue alumno de Santiago Rebull, Félix Parra y Jesús F.
Contreras – del que fue ayudante en su Taller de Función y Escultura. Su
primera exposición en México la realizó en Aguascalientes en 1891, recomendado
por Contreras. Viajó a París en 1897 y no regresó a México sino hasta 1910,
para luego vivir en Veracruz pensionado por el gobierno –lo que siguiere haber
sido oriundo de aquel estado.
En Paris estudió en la Academia Julién, donde fue discípulo del maestro de grabado y profesor de composición Navalón. Obtuvo en México el Premio de Escultura y el Premio de Grabado en 1899. En la Exposición Mundial de París de 1900 obtuvo el 2º Premio de Escultura con la obra “Desespoir” (“Desesperación”). A partir de 1901 se desempeñó como Maestro de Modelado, Ornamentación y Talla en Madera en la Academia de San Carlos.
En Paris estudió en la Academia Julién, donde fue discípulo del maestro de grabado y profesor de composición Navalón. Obtuvo en México el Premio de Escultura y el Premio de Grabado en 1899. En la Exposición Mundial de París de 1900 obtuvo el 2º Premio de Escultura con la obra “Desespoir” (“Desesperación”). A partir de 1901 se desempeñó como Maestro de Modelado, Ornamentación y Talla en Madera en la Academia de San Carlos.
Agustín L. Ocampo participó, pues en la gran Exposición Mundial de París
de 1900 con gran éxito, por lo que vale la pena echar una mirada retrospectiva,
por breve que sea, a aquellas fabulosas asambleas. Las Exposiciones Universales
comenzaron a realizarse a escala mundial a partir de 1851. Su objetivo era dar
a conocer al mundo los adelantos tecnológicos, a la vez que se mostraba lo
mejor del arte y la cultura de cada país participante. La Primera Feria Mundial
en la que participó México fue la de 1880, sin embargo sus contribuciones más
importantes las realizó en las Ferias de 1889 y 1900. En ellas se intentó
cambiar la percepción internacional que se tenía de México como la de un país
sumido en la violencia y el atraso –situación que ciertamente había campeado
ininterrumpidamente en nuestro país prácticamente desde la Independencia.
La Exposición Mundial de 1889 fue celebrada en el Palacio de Champs de Mars, con una de las mejores muestreas de arte jamás antes vista, donde varias obras mexicanas fueron galardonas por los jurados de la academia.
La Exposición Mundial de 1889 fue celebrada en el Palacio de Champs de Mars, con una de las mejores muestreas de arte jamás antes vista, donde varias obras mexicanas fueron galardonas por los jurados de la academia.
Fue la primera Exposición Universal en la que participaron los artistas
mexicanos, siendo coordinada por el pintor José María Velasco –quien fue
premiado con una Medalla de Plata y se hiso acreedor a la alta condecoración de
la Legión de Honor por el gobierno francés. Los asistentes fueron Santiago
Rebull, Gabriel Guerra, Antonio Rivas Mercado y Jesús Fructuoso Contreras. El
pabellón mexicano estilo neoclásico obedeció al proyecto del arquitecto Antonio
M. Anza, decorado interiormente por Fructuoso Contreras de manera original, que
llamó la atención, como una vieja casona mexicana.
Don Raciel Marcos Garcia Chavez nos ha
hecho saber recientemente que el Pabellón Mexicano de 1889 fue en realidad un proyecto de
Antonio Peñafiel, ejecutado por Antonio Anza, estilo ecléctico-prehispánico en
el exterior, por lo que de hecho fue denominado "Palacio Azteca" -aunque
su interior fue más bien del tipo francés de la época y sólo las columnas
tenían motivos mexicanos. Este edificio tuvo en su exterior 12 relieves en
bronce de Jesús F. Contreras, 4 de los cuales estuvieron en el Monumento a la
Raza y ahora se exhiben en el Museo del Ejército en la Ciudad de México, mientras que los 8
restantes están en Aguascalientes.
La más importante Exposición Universal celebrada jamás fue la realizada
en París, Francia, en 1900, junto a los 2dos Juegos Olímpicos de Nuestra Era
Moderna, contando con la copiosa participación de 58 naciones. El proyecto del
pabellón recayó de nuevo en el arquitecto Antonio M. Anza, quien siguiendo con
su estilo neoclásico intentó dar a la percepción internacional la imagen de un
país moderno y progresista. El comisario general de los artistas mexicanos fue
Jesús F. Contreras –quien ya desde 1898 se desempeñaba en París como inspector
de los alumnos pensionados. Entre muchos otros contó con la colaboración de los
pintores Leandro Izaguirre, Alberto Fuster y Gerardo Murillo, estando
representados los cinceles por el mismo Jesús F. Contreras, Federico Nava,
Enrique Guerra. Guillermo Cárdenas, pero también por su ayudante en su Taller
Artístico de Fundición, Agustín L. Ocampo. Hay que agregar, como nos comenta el mismo Don Raciel Marcos Garcia Chavez. que la escultura "Desespoir", durante muchos años fue atribuida erróneamente a Contreras, como lo hizo Justino Fernández, seguramente por su similitud estilística con "Magré tout" del aguascalentense, pieza que ganaría el Gran Prix de Escultura y le haría merecedor a la Cruz de la Legión de Honor del gobierno francés..
Su obra esculpida en mármol “Desesperación”
causó sensación en París, haciéndose acreedor, como repito, del Segundo Premio
de Escultura y Medalla de Plata en la Exposición Universal de 1900. La obra se
popularizó y se volvió un ícono nacional al permanecer por muchos años en la
Alameda Central de la Ciudad México –pieza que tuvo que ser retirada para
preservarla del polhumo y del bandidaje de la zona, siendo resguardada en la
colección de escultura del MUNAL, quedando en su lugar una réplica en bronce.
La marmórea colección del MUNAL atesora la escultura sobresaliente de
Agustín Ocampo que lleva como título “Desesperación”
(“Desespoir”, 1900). Se trata de una
obra paradigmática del gusto finisecular, desgarrado entre la libertad y
sensualidad del cuerpo, emancipado de las referencias mitológicas del arte
clásico de la antigüedad, y una sensibilidad decadente, que apelando a un
esteticismo formal, moderno y cosmopolita se aliaba a una sensibilidad de honda
religiosidad. Porque, en efecto, en esa pieza se encuentra algo más que el esteticismo
finisecular: el sentimiento de desasosiego del alma ante un mundo positivista,
donde se ha concebido al hombre como mero hijo de sus obras (o de la técnica) y
que habiendo roto el cordón umbilical con la tierra y con el origen, dejaba al
hombre, funesto y sin esencia, como expósito del cosmos.
Es verdad que la figura de Ocampo, de pequeñas dimensiones (.54 x 1.04 x
.53 mtrs), además de mostrar el contraste entre las superficies rugosas y
abruptas del mármol y las pulidas de la carne, tratamiento común en la escuela
de Rodín, indica en la forma completamente cerrada de la mujer, la
desesperación de hallarse encarcelada en un mundo predominante tangible, presa
en la materia, desdeñada por completa su vida íntima, la cual se recoge ante un
mundo en crisis roído por el amargo chancro de la indiferencia.
Expresión estática total del cuerpo humano femenino en actitud de sumisión o derrota, cuya forma envolvente y cerrada refleja, en su recogimiento parcial, que deja las manos lacias caer al suelo, la respuesta de derrota y sojuzgamiento, de caída y dolor ante un mundo atrozmente hostil. La dolorosa humillación del la conciencia del pecado aparece así como una expresión inequívoca de las notas del desasosiego y la desolación interior, como el tomento psicológico del reconocimiento de la enfermedad mortal -que es la conciencia de la desesperanza (Kierkegaard).
Expresión estática total del cuerpo humano femenino en actitud de sumisión o derrota, cuya forma envolvente y cerrada refleja, en su recogimiento parcial, que deja las manos lacias caer al suelo, la respuesta de derrota y sojuzgamiento, de caída y dolor ante un mundo atrozmente hostil. La dolorosa humillación del la conciencia del pecado aparece así como una expresión inequívoca de las notas del desasosiego y la desolación interior, como el tomento psicológico del reconocimiento de la enfermedad mortal -que es la conciencia de la desesperanza (Kierkegaard).
La escultura labra así en piedra una forma, una figura, una idea, que
expresa un fenómeno común y universal, sólito en nuestro siglo, era y mundo: la
enfermedad de la desesperación, la peor de las desgracias y de las miserias,
pues es la perdición misma, por ser la ruptura de la relación del yo, del
espíritu, con la eternidad. La desesperación, que es una categoría del
espíritu, se manifiesta entonces como un desequilibrio, como una insatisfacción
o infelicidad radical, pues implica la alteración de la relación consustancial
del yo entre finitud e infinitud, en la que se da el intento desesperado de no
querer uno mismo… o de querer sí mismo –o como la ignorancia de tener un yo, de
ser espíritu.
La obra de Ocampo se inspira en la escultura “Danaide” o “La Primavera” de Auguste
Rodín (1840 -1917), modelada primero para el portal “Las Puertas del Infierno” (1885), pero excluida finalmente del
conjunto. Se inspiró en su su aistente la escultura Camille Claudel, en la época en que fue su modelo y musa. Toca el tema mitológico de las Danaides, hijas de Danao, condenadas a
llenar un barril sin fondo en castigo por matar a sus maridos la noche de
bodas. La figura, esculpida en mármol por Jean Escuola en 1890, muestra la desesperación
de la mujer al darse cuenta de lo absurdo de su tarea, apoyando la cabeza en su
brazo, sollozando, mientras su cabello se funde con el agua derramada por su
cántaro. La pieza fue comparada por el Museo de Luxemburgo, París, luego de ser
presentada en el salón de los Artistas de 1890.
La importancia de la obra de Agustín L. Ocampo radica en hacer con ella
añicos el decadentismo neoclásico y el paganismo báquico más radical del
modernismo, insinuando otra posición, si se quiere romántica, que apuntaba a la
posible respuesta ante el callejón sin salida de la modernidad: la vuelta a un
nuevo simbolismo, de carácter humanista y crítico, y de raigambre cristiana
–característica, por lo demás, que impregna por varios costados a la
decimonónica escuela mexicana de escultura, pero que también tuvo un desarrollo
propio en la escultórica de Cataluña, España, por ejemplo en uno de sus grandes
representantes: Josep Llimona (1864-1934).
El artista escultor catalán más importante del modernismo Josep Llimona Bruguera (1864-1934), estudió en becado en Roma y luego en París con Auguste Rodín. Fundó con su hermano el pintor Joan Llimona el Centro Artístico de Saint Lluc (1892), afiliado a un grupo católico
conservador, entre los que se encontraba Antonio Gaudí, con quien colaboró en la
elaboración del Cristo Resucitado, siendo el escultor de La Crucifixión de
Jesús en colaboración con el arquitecto Josep Puig i Cadafalch para el Rosario
Monumental de Montserrat.[1]
Llimona había conseguido la medalla de oro en la Feria Universal de
Barcelona de 1888 por su escultura ecuestre de Ramón Berenguer III el Grande,
hoy en Barcelona, que sigue la escuela florentina renacentista.[2]
Su celebrada obra “Desconsuelo”,
realizada en yeso en 1903 y otra en mármol en 1907, fue adquirida por el Museo
de Arte de Cataluña, siendo una pieza clave en la evolución histórica del arte,
que dio finalmente el paso del modernismo al simbolismo humanista. “Desconsol” (“Desconsuelo”) mereció el Premio de Honor de la Exposición
Internacional de Bellas Artes de Barcelona. Hay una copia emplazada en el centro
del estanque del Parque de la Ciudadela de Barcelona y un mármol en el Museo
del Prado de Madrid.
De entre las obras más importantes de Llimona destacan: “El Ángel exterminador” en el cementerio de Comillas de 1895, “San Jorge” en la Escalera de Honor de la Casa de la Ciudad de Barcelona de 1916 y “San Jorge a caballo” o “Estatua ecuestre de Sant Jordi” en el Parque de Montjuic de Barcelona de 1924. Su obra muestra el paso del modernismo, sujeto a la sensualidad del cuerpo femenino, del ligero erotismo y la elegante melancolía, al estilo del idealismo naturalista que elimina de la realidad su carácter crudo y las bajas pasiones. También la vuelta al simbolismo cristiano, ya presente en la obra literaria de Rubén Darío y patente a lo largo de toda la literatura de Amado Nervo.
De entre las obras más importantes de Llimona destacan: “El Ángel exterminador” en el cementerio de Comillas de 1895, “San Jorge” en la Escalera de Honor de la Casa de la Ciudad de Barcelona de 1916 y “San Jorge a caballo” o “Estatua ecuestre de Sant Jordi” en el Parque de Montjuic de Barcelona de 1924. Su obra muestra el paso del modernismo, sujeto a la sensualidad del cuerpo femenino, del ligero erotismo y la elegante melancolía, al estilo del idealismo naturalista que elimina de la realidad su carácter crudo y las bajas pasiones. También la vuelta al simbolismo cristiano, ya presente en la obra literaria de Rubén Darío y patente a lo largo de toda la literatura de Amado Nervo.
El Ángel Exterminador (1895), cementerio de Comillas (Cantabria)
Otras Obras de Josep Llimona
Desconsuelo (1903), parque de la Ciudadela, Barcelona
Panteón Joan Rialp i Ventura, cementerio de Montjuic (1906).
Monumento al Doctor Robert (1910), plaza de Tetuán, Barcelona
Monumento a los Mártires de la Independencia (1941), plaza Garriga i Bachs, Barcel
ona.
Ramón Berenguer III el Grande (1950), Barcelona.
Videos de Josep Llimona B,
[1] El Rosario
Monumental de Montserrat es un conjunto de obras escultóricas de signo
religioso situadas en el camino que conduce del Monasterio de Montserrat a la
Santa Cueva donde se encontró la imagen de la Virgen en 880. En su construcción
intervinieron arquitectos como Antoni Gaudí, Josep Puig i Cadafalch y Enric
Sagnier i Villavecchia, y escultores como Josep Llimona o los hermanos Agapit y
Venanci Vallmitjana. Por su variada autoría, no guarda un sello estilístico
común, pero en general se enmarca dentro del Modernismo catalán.
[2] Ramón Berenguer
III (Rodez, 1082 - Barcelona, 1131), llamado el Grande, fue un noble medieval
que llegó a ser conde de Barcelona, tras suceder a su padre Ramón Berenguer II.
En primeras nupcias desposó a María Rodríguez, hija del Cid Campeador.3 Casó en
segundas nupcias con Dulce de Provenza o de Rouergue, quien le cedió los
derechos sobre el condado de Provenza en 1113. De su unión nacieron Berenguela
de Barcelona (1108), que fue luego esposa del rey Alfonso VII de León, y los
gemelos Ramón Berenguer IV y Berenguer Ramón I de Provenza en 1114. Solicitó el
ingreso en la Orden de los Templarios estando ya en su lecho de muerte, en
julio de 1131, aunque la Orden no estaba aún oficialmente instalada,
convirtiéndose así en el primer soberano de la Península Ibérica que ingresó en
dicha orden.
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