La
Historia de un Maravilloso Tapiz: Historia y Mito
Por
Alberto Espinosa Orozco
(Segunda Parte)
(Segunda Parte)
III.-
La Fuente de la Gracia
El tapiz pertenece a la famosa Colección de
Tapices de Cluny. Se conocen quince gobelinos con el tema del unicornio, todos
ellos realizados a finales del siglo XV. Sin embargo, solamente seis de las
piezas se encuentran desde 1882 en una sala especial del Museo de la Casa de
Cluny o Musée Nacional de Moyen Age de Paris, uno de los museos más bellos
del mundo, situado frente a la vetusta universidad de La Sorbona. Los seis gobelinos del Cluny, manufacturados en Flandes aproximadamente en 1500, se han
relacionado con los sentidos; en el último aparece la Dama saliendo de una
tienda de campaña la cual ostenta una reveladora inscripción: “A Mon Seul Desir” (“A la única que Amo”).
De esa
colección de quince ejemplares de la serie de tapices con el tema del
unicornio, nueve se encuentran fuera de
Paris: ocho en Estados Unidos y uno se encontraba en México. En efecto, en el “Museo de Los
Claustros de Nueva York” (Cloisters Museum del Museo Metropolitano de Artes de
Nueva York) se encuentra la serie de siete tapices conocidos como “El
Unicornio Capturado”, todos con temas de caza,
que representan a personajes de la corte saliendo de casería o al
unicornio purificando el agua y que terminan con una sobresaliente imagen en la
que el unicornio es capturado dentro de un establo redondo. Por otra parte, el
tapiz conocido como “El Asesinato del Unicornio” se encuentra en La Fundación
Paúl Guety de Los Ángeles, California.
Todos los tapices de la serie del unicornio,
tanto los de París, como los de Nueva York y el de California, están
confeccionados de lana y seda y son aproximadamente del mismo tamaño (3,5 por
3,5 metros) –a excepción de uno, el noveno tapiz, el cual es tres veces más
grande que los otros gobelinos de la colección, de 460 X 340 cts.), siendo la
pieza reina de la serie, el cual se encontraba en México, en la Ciudad de
Durango, primero en el “Conjunto Cultural Ex-Internado Juana Villalobos”, luego en el Museo Gurza por ocho meses, el cual es
conocido mundialmente como “La Fuente del Unicornio” o “El Jardín del Unicornio”,
e incluso como “La Fuente de la Gracia”, y también como “Hic Mihi Salus” (“Te saludo desde aquí”), ya que el tapiz
ostenta en su cabecera esa misteriosa leyenda. . El bellísimo tapiz francés de
Durango no es un “gobelino” propiamente, como en algún momento se creyó. Los
“gobelinos” son una famosa serie manufacturada en París en el Siglo XV, cuando
sus talleres eran propiedad de Luis XIV el Rey Sol y la manufactura del tapiz
de Durango es anterior por poco menos de un siglo al establecimiento de la
célebre manufactura de tapices llamados “gobelinos” que, como repito, fue
fundada en París en el siglo XV y comprada por Luis XIV en el año de 1662. La
obra se debe por lo contrario a un taller de Flandes, el día de hoy territorio
de Bélgica. El fabuloso tapiz añade un rasgo fundamental más: en la esquina
baja izquierda, junto al cisne, exhibe dos siglas “F.B.”, las cuales posiblemente
indican la identidad del taller o acaso del artista que concibió la obra. No lo
sabemos. Pero si sabemos que la individualidad, autonomía y dignidad del
artista asociados a la firma estampada en la obra tal como lo concebimos hoy es
obra e invención del Renacimiento –rasgos, pues, que el tapiz de Durango,
cuando menos, preanuncia.
IV.-
Un Poco de Historia
Si la última noticia que se tiene en Durango de la
maravillosa obra de arte es que estuvo durante por unos ocho meses en el año de 2012 en el
Museo de los Gurza, dirigido por Liliana Salomón (durante la administración al frente del ICED de la ingeniero Corín Martínez Herrera), el cual se encuentra sobre la calle de Negrete, exponiéndose al publico junto con
toda la colección de obras coloniales de la Pinacoteca Virreinal de Durango; la
primera noticia que se tiene del tapiz “La Fuente de la Gracia” es que estuvo durante
muchos años en la Casa Grande de San Francisco de Ferrería de las Flores, tema sobre el que requiere hacer un poco de historia.
El primer dueño de la Ex Hacienda de
Ferrería, ubicada a un lado del río Tunal, fue un destacado historiador
mexicano: Don Lucas Alamán, quien fuera también empresario y el primer impulsor del
proyecto en el año de 1826. Puso ahí con un socio británico, de nombre Ison
Marcus, representante de la Compañía
Unida de Minas, la primera fundidora o alto horno del México independiente,
importando maquinaria inglesa para explotar con carbón vegeta el hierro del
Cerro del Mercado, descubierto por Gines Vásquez del Mercado creyendo que era
de pura plata. En 1840 la Compañía Unida de Minas, cedió los derechos de Ison
Marcus a Manuel Brasderfer y Julio Lohman, quienes introdujeron gran cantidad
de maquinaria con capital británico, y a mediados del Siglo XIX la vendieron a un hombre inmensamente rico y
el más poderoso de Durango, industrial visionario asociado al auge de la Laguna
al introducir máquinas despepitadoras para explotar el “oro blanco” en dos
ranchos textiles, Guadalupe y La Concha en Peñón Blanco, dueño de cientos de
miles de hectáreas y de muchas haciendas (Guatimapé en Nuevo Ideal, Guadalupe
en Peñón Blanco, La Estansuela en Cuencamé, San Fernando y San Juan de Aviles
en Lerdo, y Ramos en la Santa María del Oro: Don Juan Nepomuceno Flores Alcalde
(1797-1886), por lo que aún hoy se conoce la Hacienda como Ferrería de Flores.
Juan Nepomuceno Flores fue hijo de José
Leonardo Flores Valdez, de Coahuila,, terrateniente dueño de la Hacienda El
Saucito, ligado por vía matrimonial con María de la Luz Alcade Ontiveros, de
Durango, de la familia Sains de Ontiveros, amplios propietarios de tierras en
Poanas y en Guadalupe Victoria, y quien fuera compadre y administrador de
obraje en la Hacienda de Ramos, socio y fiador de Juan Joseph de Zambrano,
comerciante, minero, político y terrateniente, quien había amasado una inmensa
fortuna de plata en las minas de Gurisamey, la Candelaria y El Baluarte, con la
que construyó el imponente palacio conocido Casa de Zambrano (hoy en día Mueso
Francisco Villa), quedando a su muerte como su albacea, en un juicio sucesorio
que tardó 20 años en resolverse. Juan Nepomuceno Flores, con sus hermanos José Leonardo
y Felipe de Jesús, crearon un gran corredor agrícola, ganadero e industrial en
el estado de Durango, y un poderoso clan financiero familiar, viviendo en carne
propia el fenómeno de una inmensa concentración de tierra en pocas manos, en
una pequeña oligarquía de grandes latifundistas, ligados a la minería y a la
industria –al grado que el mismo gobernador del estado, el general José Manuel
Patóni, tuvo que pedirles un préstamo forzoso en 1863, imponiendo
posteriormente a su sobrino, Juan Manuel Flores, un hombre ruin, como
gobernador del estado. También les permitió ligarse a una serie de empresarios
de la región: Buenaventura González Saravia, Rodrigo Duran, T. Bracho, Ignacio
Asúnsolo, Felipe Pérez Gavilán y Francisco Gurza, siendo el apoderado de Don Juan Nepomuceno Rafael Pescador –quien
a su muerte sostuvo un litigio por sus bienes que duró más de 10 años en
resolverse.
A la muerte de Juan Nepomuceno Flores
Alcalde, en 1886, la Hacienda pasó a
poder de su sobrino, casado con una hija suya y gobernador del estado de
Durango, Juan Manuel Flores Flores y de otra hija suya, Rosa Flores de
Sisniega. En 1892 otra industria de capital ingles se instaló a las faldas del
Cerro del Mercado, usando carbón mineral llevado de Cohahuila, abatiendo con
ello significativamente los costos, por lo que en 1893 la fundidora de la
Hacienda de Ferrería prácticamente suspendió sus actividades y definitivamente
en 1899.
V.-
La Expropiación de Ferrería
Cuando el gobierno del
General Lázaro Cárdenas del Río la Hacienda de Ferrería fue expropiada e
implantar el sistema ejidal, el cual fue llamado 18 de Marzo. Cuando el
gobierno la devolvió a su dueño, que en aquel tiempo Mariano de la Garza, éste
la vendió en 1940 al gobernador del Estado de Durango, general Elpidio G.
Velázquez, por la cantidad de 3 mil pesos. El general la vendió luego al
comerciante José Saracho –tres personajes quienes, alentados por la leyenda de
entre los muros de la hacienda se encontraba enterrada una gran “relación” de
oro, la habían dejado prácticamente en ruinas, deteriorando la casona, una joya
arquitectónica, en sus infructuosas búsquedas del tesoro metálico en barras de
oro y plata.
Roberto O. Anderson, rico norteamericano
originario de Roswell, en el estado norteamericano de Nuevo México, compró la
Ex Hacienda a José Saracho, dedicándose a restaurarla. Para tal efecto contrató
en el año de 1974 al guitarrista durangueño Rosalío Salas Ceniceros, quien ya
antes había sido su representante legal para la compra del inmueble, puesto que
la Hacienda de Tapias en la que se había interesado Anderson primero se encontraba
completamente en ruinas. A la vez fue el mismo Rosalío Salas el encargado de la
compra de valiosas obras de arte para equipar y embellecer la casona, tarea que
realizó junto con el arquitecto John Miegs, a la sazón célebre coleccionista de
arte y decorador de interiores del señor Anderson. Entre las compras que realizaron
se encontraban tres candiles de Baccarat, los cuales habían engalanado el Hotel
Scheralton, adquiridos en Chicago, que fueron a parar una a la Biblioteca y
dos a la Casa de Gobierno de Durango; dos
grandes juegos de cubiertos de Limoch, cinco temples bizantinos, un atril de
maderera del Siglo XVI atribuido a la de los Asturias, etc. Todas esas cosas
las compró Jon Miegs, que venían del Hotel Scheralton de Chicago, que acababan
de demoler, trayéndolas a Durango en uno de los aviones de Roberto Anderson.
También adquirieron otras obras en México, pues al ser una hacienda mexicana
había que decorarla con elementos propios, como el cuadro novohispano “El Ánima
más sola”, cuya primera restauración corrió a cargo del pintor Manuel Salas.
El millonario norteamericano Roberto O.
Anderson, propietario de la transnacional Anderson Cleyton (fabricantes del
aceite Cártamo Capullo en México), vendió luego la Ex Hacienda de Ferrería a Gerard
Mertins, un ex oficial alemán nazi de alta graduación de la Gestapo (policía a
las órdenes del mongol hitleriano Henrric Himler), quien entre otras
actividades se dedicaba a traficar armas a Centroamérica y quien resultó el
probable autor intelectual de homicidio del periodista Manuel Buendía en 1984, debido
a que en su columna “Red Privada” había informado que el ex oficial tenía en
Ferrería un depósito de armas, cosa que era cierto. Debido a tal siniestro acontecimiento el gobierno del estado de Durango de José
Ramírez Gamero expropió por medio de un decreto la Ex Hacienda de Ferrería, con
todos los bienes que contenía, en el año de 1989. Hasta donde sabemos el arquitecto
John Miegs conservó el inventario de todos los bienes que contenía la Hacienda
cuando pasó a poder de Mertins –una vez incluso, antes de la expropiación, lo visitó con la intención de
recuperar algunas obras de arte. Mertins lo recibió de forma altanera, argumentando que
todo lo que estaba ahí era de él, ante lo que Anderson aconsejo a Miegs que era mejor dejar las cosas, por el momento, como estaban. Luego de la
expropiación el gobierno alemán hizo un reclamo al gobierno de Salinas, por la
expropiación de la Hacienda.
A los
pocos años la Ex Hacienda fue convertida en el Museo Guillermo Ceniceros,
siendo directora Mayela Torres Meléndez y su custodio del recinto el historiador
Javier Guerrero Romero, donde se montaron unas cuantas exposiciones (de Irene
Arias, de Marco Antonio Platas, etc.,) -aunque las obras de arte ya no se
encontraban ahí. El Museo de Arte Guillermo Ceniceros fue trasladado en el año del 2004
a una casa que había sido un convento de monjas, en la calle de Independencia,
y actualmente está siendo reubicado a la casona que fuera la funeraria de El
Sabino, junto con el Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga (MACAZ), que se quedó
sin sede.
Luego de la expropiación por parte del
gobierno de la Ex Hacienda de Ferrería todas
las obras de arte se desmontaron, una parte se la llevaron para decorar la Casa
de Gobierno, entonces en el Palacio de Zambrano; otra parte se quedó embodegada
en la Ex Hacienda, y otra parte fue llevada para constituir la Pinacoteca
Virreinal. Fue entonces cuando salió a la luz pública la noticia del fabuloso
tapiz “La Fuente del Unicornio”, el cual paso, junto con otras obras, a formar
parte de la Pinacoteca Virreinal del Durango, ubicada dentro del Conjunto
Cultural Durango, cede del ICED, gracias a las diligencias llevadas a cabo por director de
la cultura regional, el culto y notable abogado Don Héctor Palencia Alonso. La
Pinacoteca Virreinal del Estado de Durango fue inaugurada por el gobernador
Maximiliano Silerio Esparza y abierta al público el 17 de agosto de 1998,
siendo custodiado el tapiz junto con toda la colección, por el artista Felipe
Piña, responsable del museo, el cual contenía además del tapiz las siguientes obras
notables: 1.- unas viejas casullas religiosas ceremoniales bordadas en
otro y plata; 2.- La "Puerta de los Evangelistas", una talla en cedro, mexicana,
del Siglo XIX, y las pinturas: 3.- "Jesús en la Cárcel"; 4.- "San Juan Nepomuceno" ; 5.- "La Visitación de María Virgen"; 6.- "La Virgen del Carmen"; 7.- "Ánimas del
Purgatorio", del Siglo XVII; 8.- "El Ánima más sola"; 9.- "San Felipe Neri", y; 10.. "La Virgen del Refugio".
La obra permaneció desde entonces en la
Pinacoteca, descansando luego en una especie de cama de madera donde poder
reclinarlo, pues el famoso textil ya acusaba “colgaduras” debido a su posición
vertical, hasta el año de 2010, cuando fue desmontado, enrollado y puesto en un
rincón de la Pinacoteca Virreinal, para dar paso a la remodelación del
Conjunto Cultural Durango, el cual fue convertido, con una cuantiosa inversión
millonaria de por medio, en el actual Centro de Convenciones Bicenteanario, actualmente
cede del INAH de Durango y oficinas del gobernador –trasladándose las oficinas
del Instituto de Cultura del Estado de Durango (ICED) a una casona en la
Privada del Cerro de la Cruz # 122, en el fraccionamiento Lomas del Guadiana,
cuando fue su director Luis Ángel Martínez Diez.
Siendo directora del ICED la ingeniero Corín
Martínez, la Pinacoteca Virreinal fue reubicada, para el año de 2010, en el
Museo Gurza, dirigido por la escritora Susana Salomón, en un salón muy
estrecho, donde estuvo toda la colección, junto con el extraordinario tapiz,
aunque solamente por unos cuantos meses, de donde las obras fueron trasladadas,
encontrándose hasta ahora sin paradero determinado, aunque se ha mencionado que
fueron llevadas a las bodegas de la Ex Hacienda de Ferrería, en cuya casona cuando menos
se exhibe una de las obras de toda la colección: la "Puerta de los Evangelistas", obra
rústica de confección mexicana tallada en cedro.
VI.-
Adquisición del Tapiz y Restauración de Ferrería
Sabemos que el primer sitio en que estuvo el
tapiz “La Fuente de la Gracia” fue la Ex Hacienda de Ferrería, mucho antes de
que el gobierno del estado de Durango la expropiara en 1989 y fuera llevado a
la Pinacoteca Virreinal de Centro Cultural Durango en 1998.
El viejo velador de la Ex Hacienda,
contratado por Rosalío Salas, de nombre Dimas Flores, afirma que el tapiz llegó a Durango
en un avión, proveniente no recuerda que si de Chicago o de Nueva York, junto con muchas otras
cosas, enrrollado, como un fardo viejo. La misma opinión ha expresado el historiador Javier Guerrero Romero, quien sostiene la tesis plausible de que se trataba del botín de guerra que traía Gerard Mertins consigo de Europa luego de la 2a Guerra Mundial.
Sin embargo, Rosalio Salas sostiene que el
tapiz "La Fuente del Unicornio" ya estaba en la Ex Hacienda, dos o tres años antes de que Mertins se la
comprará a Anderson, pues él mismo, junto
con Miegs, lo adquirieron a mediados de los años 70, junto con otras cosas, en una tienda de Tlaquepaque “La
Casa Antigua de México” por 5 o 10 mil dólares. Compraron también muebles, como
la gran mesa que estuvo en el comedor, de mezquite, que apenas entre veinte gentes pudieron mover, pinturas, como el gran lienzo colonial “El ánima más sola”, que venía enrrollado y en muy malas condiciones, y que primero fue intervenido por tres muchachos traídos de
Chicago, siendo despachados a los tres días por su mal desempeño, encargándose entonces de la
restauración de la obra su hermano, el pintor Maunel Salas, quien sabia de conservación por
sus estudios con el artista Francisco Montoya de la Cruz. Lo mismo sucedió con
el tapiz, siendo intervenido por primera vez por la dramaturga Alba del Campo,
pues el perro traía deshilachadas las narices. Salas refiere que la tienda no le entregó ninguna factura a Miegs, quien pagó todo aquello con tarjeta de crédito pues tenía manos libres para hacerlo por órdenes de Roberto Anderson.
Rosalío Salas trabajó también en la
restauración de la casona, durante dieciocho meses entre los años de 1974 y
1975. Se encargó entonces de poner toda la instalación electica e hidráulica,
de construir tres fosas sépticas, de reconstruir todos los techados de todos
los cuartos, que estaban en mal estado, de poner vigas de cien pies de madera
empapadas de aceite de oliva, que fue la parte más difícil y dilatada de la
labor. Anderson había contratado a Rosalio Salas para que administrara la
propiedad, la amueblara y la restaurara. Se conocieron por un amigo común, el
pintor norteamericano Peter Herat, porque Roberto Anderson, pintor aficionado,
quería comprar la Hacienda de Tapias, que para aquel entonces ya estaba
totalmente destruida. Rosalío Sales visitó Ferrería junto con Anderson, puesto
que Pepe Saracho la vendía, comprándosela
Anderson y encargando a Salas la dirección de la obra de restauración y
equipamiento, por lo que el guitarrista consiguió diversas piezas de arte en
Durango, Jalisco y Michoacán. Según el testimonio del mismo guitarrista el
tapiz fue adquirido por él y el arquitecto John Miegs en “La Casa Antigua de México”,
en Tlaquepaque. Luego de restaurada la casona contó con grandes personalidades:
hubo conciertos de la orquesta de Cámara,
otro más con Atahualpa Yupanqui, una exposición de Sofía Bassi, obras de
teatro, otros conciertos con Salvador y Rosalío Salas como solistas, conciertos
de música barroca con ejecutantes venidos de México, realizándose también ahí
las sesiones de la Casa de Cultura de Durango A.C., con Don Héctor Palencia, siendo
el secretario el general Luciano Peralta Flores, emparentado con los primeros
dueños de Ferrería, un charro intelectual muy interesante, general de la
Revolución Mexicana, que había nacido en Ferrería -antes de que la tomara el
gobierno y la convirtiera en lo que es ahora, una especie de escuela de
párvulos.
La casona fue entonces restaurada por segunda
vez, luego de la expropiación, por el gobierno de Ramírez Gamero, y luego una
vez más para crear el Museo Ceniceros, durante el gobierno de Maximiliano
Silerio. Restauraron cosas que no se tenían que restaurar. Quitaron los
escalones de media nariz, originales, para meter otros de calidad inferior;
hicieron una balaustrado y un jardín al frente, apócrifos, todo fuera de lugar,
sin respetar el estilo arquitectónico. Los pisos de terracota los pintaron de
un rojo subido, aunque la terracota, como la cantera, no se pinta. En los
techos pusieron asfalto, que como es negro absorbe gran cantidad de calor, lo
que causó que se descabezaran las vigas nuevas que se habían puesto, absorbiendo
los cuartos gran humedad, por el calor excesivo, por el techo de asfalto que le
pusieron, sumando a ello una membrana de repuesto, del todo inútil. [1]
Continuará….
[1] Alberto
Espinosa, “Chalío Salas y el Tapiz de Ferrería”. Entrevista. Revista Contralineas
#20, 30 de Junio de 2005. Aleph. Cultura.
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