lunes, 9 de julio de 2018

Distopía Monterrey: José Luis Ramírez Por Alberto Espinosa Orozco

Distopía Monterrey: José Luis Ramírez
Por Alberto Espinosa Orozco





El realismo expresivo y mágico de José Luis Ramírez (1981), agrega a sus inusitadas visiones las notas del color y del humor, a veces ácido, cáustico y morado, en medio de la tormenta contemporánea de la contingencia. Su incesante búsqueda de secuencias orgánicas, de hechos esenciales o significativos, apuntan siempre en dirección de la plenitud y de la fertilidad. Su crítica feroz a las apariencias sensibles puede verse entonces como una forma de ascesis, cuyo objeto es disolver los estados de fácil comodidad, desgastando los equilibrios de la vulgaridad profunda, poniendo de manifiesto lo que la libertad moderna tiene de arbitrario y de aislamiento anárquico que separa del resto del mundo en medio de un cosmos viviente. Libertad de perderse y consumirse o de abandonarse a la combustión de las pasiones, que de pronto arden, inconteniblemente, como perros de paja. Crítica al instinto de perdición de la libertad moderna, que tan fácilmente cede a la miseria física o espiritual, y ante la cual no cabe sino buscar los despojos encantados que nos atan al resto del universo, para imantarlos y jalar sus hilos obligando a que nos respondan, para que nos digan de las cosas inimaginables que allá arriba se están dando. Su arte es así el de una mágica llave que nos permite entrar de lleno en las cosas del mundo, limpiada ya la visión de la arbitrariedad o de la herrumbre. Pintor genuino, el arte de Ramírez, afectado por cierta nostalgia incurable del origen, es el de una constante búsqueda de diafanidad y de transparencia. Sed de ser, cuyo realismo se impone siempre sobre el azar y la contingencia, para hacernos notar, detrás de sus imponentes alegorías, lo que en el fondo de las cosas en realidad está pasando.


  
















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