lunes, 9 de julio de 2018

Distopía Monterrey: Enrique Guillen Por Alberto Espinosa Orozco

Distopía Monterrey: Enrique Guillen
Por Alberto Espinosa Orozco



El pintor y diseñador gráfico Gustavo Villegas (1976), explora las relaciones existentes entre la creatividad y la producción, llegando a una síntesis al cultivar el arte hiperrealista, en su faceta industrial y urbana, bajo la forma de una serie obsesiva de maquinales fotogramas sobre el tema de la estética del objeto utilitario en relación con destrucción. Sus famosos coches chocados nos hablan así de uno de los rasgos más notables del maquinismo de la modernidad: el accidente y su consiguiente cauda de desechos. Visión del gigantismo moderno, potenciador de los movimientos humanos por medio del maquinismo, en lo que tiene, y esencialmente, de contingentismo, de inesperado azar, de accidente huero sin aparente sentido. Espectáculo de la destrucción explosiva, que a su vez explota el sentimiento del sensacionalismo, de lo que resulta excepcional en virtud de la desproporción de las fuerzas siniestras que, de pronto, inopinadamente, se desatan, rompiendo e interrumpiendo el fluido natural del devenir cotidiano.
Sentimiento de lo grandioso, en lo que tiene de siniestro y terrorífico, cuyo exceso de potencia explosiva e incendiaria detonada por el accidente nos habla del inexplicable reparto de la desdicha por el mal agüero o por la fortuna. Espectáculo, pues, de la destrucción, cuya ambigua belleza trágica toca uno de los más hirientes ángulos de la modernidad: la posibilidad latente de su propia destrucción, de la pérdida del control de las gigantes fuerzas que encierra, siendo así la obra de Villegas una alegoría de la autodestrucción del hombre moderno a manos de sus propias creaciones. Su riesgo estético, el convertir el estilo en mera ilustración, y la expresión en mera fórmula técnica. Estética del objeto utilitario, a la vez siniestra y edulcorada, que exalta abiertamente la belleza de la máquina (futurismo), cuyo ambiguo homenaje a la eficacia de la técnica se alía al imperio del mercado, pero también al azar y a la violencia. Poderosas fuerzas, en cierto modo impersonales, que el artista, sin embargo, ha sabido suavizar en la práctica y magisterio del arte del retrato.








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