X.- Elsa
Chabaud: el Relato de los Rótulos: El Clamor de la Raza
(10a de 10 Partes, Más una Coda)
X.- El Clamor de la Raza
Por Alberto Espinosa
Así, por lo que la patria clama es por una
concepción práctica del mundo y por el rescate de una tradición y una cultura
humanas, que con sencillez recuerden el lenguaje originario de lo habitable y
de la persona. Porque por lo que clama la patria es por la humanidad vista como
lo que en realidad es: una tarea y una transmisión, un hogar en el que entrar y
una educación cuyo valor social sea una guíe de la conducta humana.
Porque el hombre es lo que hace y sus
maneras de hacer lo constituyen, los símbolos silvestres del ilustrador popular
que pasean por nuestros ojos en las vistas de Chavaud son presentados en lo que
hay en ellos de imágenes participatorias, cuyos tejidos analógicos constituyen
verdaderas figuras poéticas que rescatan la esencia de la patria. Figuras
simbólicas, pues, que a la vez que expresan un sentimiento subjetivo nos hablan
de algo más, latente y universal, contemplado como objetivo. Simbolismo
originario que por manifestar al objeto singular bajo la solfa de la fantasía o
del emblema representa también una significación más amplia –y que en la
inadecuación entre la forma y el contenido deja un margen a la libertad y a la
búsqueda de su más profunda relación de afinidad interna. Se trata, en efecto,
de la significación primaria, la cual al trasmitir una experiencia de la carne
o un segmento del sentido; un latido cordial o una emoción, un abrazo del
cuerpo o un afecto, nos abre también al alma de unos ojos con mirada o la
iluminación de un espacio de memoria. Así, el nivel en que se desenvuelve la
obra de la fotógrafa no es otro que el de los símbolos convencionales y a la
vez motivados, que al igual que los símbolos de la patria, sólo simbolizan
cuando alguien acepta participar activamente en su comunicación..
La entraña de la patria ha estado latente
desde siempre en la aventura de fundar su autonomía en su cultura. Su fulgor
abstracto e inasible se resuelve entonces en el sentido de un puñado de
imágenes y símbolos con las que nos identificamos por completo, al ser las
cifras de los lugares desde los que nos ha llamado su alma desde siempre. Sitio
al que pertenecemos y que en la destreza artesanal del símbolo alcanza la
maestría al hacer pasar la formula por la experiencia, la concepción por la
realización material, el tiempo de la historia por la carne y la memoria
personal –equilibrando a su manera la autonomía de la técnica con la
significación carnal del oficio, haciendo pasar la institución la historia
social, dando a la teoría un sentido por medio de la práctica y concretando el
sueño al través del trabajo.
Así, la artesanía en lo que tiene de modelo
como forma de hacer expresa una filosofía del universalismo y de la
integración, de la comunión entre todas las naciones y del equilibrio y
conservación de las diferencias culturales. Filosofía del mestizaje y de la
cultura, que en el fondo está motivada por el afán de independencia y libertad,
de espontaneidad y personalidad nacional y patriótica –siendo por ello
constitutivamente ajena a la voluntad de hegemonía cultural, política o
científica. Porque la lección del oficio
artesanal no esta en la intención venal de demostrar de la supremacía sobre los
otros, sino por el contrario la de mostrar con humildad los frutos de una
civilización más amplia y generosa, cuya superioridad radica: en el sentido de
la libertad, en los usos del progreso y en su voluntad de independencia, no
sólo de una nación, sino de la humanidad en su conjunto. Tal exigencia
universal de humanidad es la diferencia específica de México, la cual anima su
posición dentro del conjunto de las naciones americanas y cuya autonomía
continental es rubricada por la independencia con que su tierra fértil se niega
a ocultar sus frutos. Autenticidad y espíritu de independencia que la hacen
querer destacarse entre los pueblos, es verdad, pero sin dominarlos, siendo así
el ariete de un orden mundial fundamental esencialmente dirigido al
robustecimiento mutuo de las personalidades colectivas e individuales –pues a
lo largo de sus vicisitudes históricas y en el estoicismo con que ha forjado su
carácter ha mostrado en su plural diversidad la riqueza misma de la humanidad.
La originalidad mexicana en su interpretación del Nuevo Mundo, fundada en
características étnicas y raíces idiomáticas y culturales propias, ha forjado sus aptitudes y vocación en una
inclinación natural y humana para el tratamiento profundamente tradicional,
artístico y fabuloso de la vida. Espíritu, pues, hecho de espontaneidad y
resistencia, de independencia y personalidad nacional y patriótica que permite
a la historia renovarse en el presente, determinado parcial y retroactivamente
su pasado y determinado anticipadamente también parcialmente su futuro –porque
las cosas humanas dependen también de una voluntad humana que las quiere.
Personalidad colectiva, en efecto, que con su emblema de águila altiva impone la
misión superior de realizar la raza cósmica, dominando a la serpiente de la
estrechez provincialista de lo pintoresco, de lo particular y del nacionalismo
huero. Sabor provinciano de la existencia cotidiana que siempre ha sabido
respetar el clasicismo de su entraña -para mejor servir así a una humanidad en
cuya tradición y caldo de memoria bulle la fascinación y la seducción de
inocencia y paraíso en cuyo núcleo de hecho conviven todas las naciones.
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