Caímos
Por Alberto Espinosa Orozco
El viento turbulento hace estragos
al recorrer las galerías interiores:
las faltas, las angustias, rebeliones,
sordas presiones, cenizas que dejó,
como sus huellas, el fúlgido relámpago;
más allá, el oprimente cubo que de pronto
se incendia entre la arena con la noche
y el cilindro que se ahoga gota a gota
al estrecharse amurallado contra el pozo
dejando el cuenco de las manos roto.
Así caímos de la gracia del Señor,
caímos, y la desdicha cayó como una roca
sin dejar memoria de aquel gozo,
barriendo con las briznas de perfume
que dejaba su presencia inmarcesible;
nuestra barca zozobrante se fue a pique
distante de la playa de hermosura
en la hora amortajada que se hunde
en los ojos sin luz, completamente ciegos,
por al terrible estrago de los yerros.
Por Alberto Espinosa Orozco
El viento turbulento hace estragos
al recorrer las galerías interiores:
las faltas, las angustias, rebeliones,
sordas presiones, cenizas que dejó,
como sus huellas, el fúlgido relámpago;
más allá, el oprimente cubo que de pronto
se incendia entre la arena con la noche
y el cilindro que se ahoga gota a gota
al estrecharse amurallado contra el pozo
dejando el cuenco de las manos roto.
Así caímos de la gracia del Señor,
caímos, y la desdicha cayó como una roca
sin dejar memoria de aquel gozo,
barriendo con las briznas de perfume
que dejaba su presencia inmarcesible;
nuestra barca zozobrante se fue a pique
distante de la playa de hermosura
en la hora amortajada que se hunde
en los ojos sin luz, completamente ciegos,
por al terrible estrago de los yerros.
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