lunes, 2 de septiembre de 2013

Elsa Chabaud: el Relato de los Rótulos (2º de 10) Por Alberto Espinosa

Elsa Chabaud: el Relato de los Rótulos
(2º de 10)
Por Alberto Espinosa

II.- La Ilustración Popular
   Lo primero que nos presentan los registros testimoniales de la artista mexicana son entonces las imágenes del rotulista popular inmersas en los corredores y barriadas de las metrópolis y de los estanquillos lugareños provincianos formando parte de todo un sector de la cultura nacional, repleto de resonancias y reverberaciones magnéticas y emocionales. Pueblo estoico, resistente a las tozudas embestidas y tormentas del mundo moderno-contemporáneo, que tiene en la mirada del rotulista provinciano o del urbano ilustrador al artífice de pequeños frescos que son a la vez viñetas de gigantes. Porque al seguir el hilo de Ariadna que las artista mexicana nos regala para salir del laberinto encontramos en los humildes  murales una galería a la intemperie en cuyos nichos brillan las chispas del espíritu formando su secuencia narrativa un atajo imantado de resplandores y señales para desplegar una idea articulada del hombre y de su posición en el Cosmos potente para sacarnos de las sombras y salir con vida del laberinto contemporáneo. 
   Así, siguiendo las huellas del rotulista popular, la artista emprende su aventura destacando el tema de la labor artesanía y los oficios, recorriendo así la gama entera de los valores estéticos. Porque al realizar los valores útiles e inmediatos de la publicidad, el rotulista va tocando el espectro de todos los oficios y labres populares, destacando en sus servicios el carácter práctico los anima y decantando lo que hay en ellos también de valor estético, de gusto y de belleza. Género singular del arte popular, cuya posición sui generis permite servir de vaso comunicante a las tareas más variadas. Así, su perspectiva tradicional, más cercana al estilo ingenuo que al sentimental, le permite mirar el mundo en lo que tiene de amanecer del primer día –incluso llegar a saber del vicio y conocer la “o” por lo redondo, pero ello para poder situar el lugar que corresponde tanto de la cáustica acidez corruptora del veneno, la perversión proletaria ocultadora del espíritu como la inane vacuidad del artificio.
   Arte ingenuo e inocente, es cierto, pero que a la vez resulta profundamente irónico y situacional por surgir ligado a la circunstancia concreta donde nace, destilando entonces, en términos de insólitas descripciones a la vez modernamente ácidas y graciosas, el elixir y la pócima prescrita para disolver el hechizo hipnótico, lanzar la cuerda para sacar al buey de la barranca o tender el puente para salvarnos del abismo. Arte a la vez tradicional e irónico, ingenioso y moderno, que por conocer los márgenes de calcinación y precipicios de vacío anejos a la civilización moderna ha sabido extraer de su asimilación una punzante pureza colorida en el marco de una estética de la frugalidad, de la pobreza, a la vez moral y edificante.




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