domingo, 28 de marzo de 2021

Gary Allan - Lovin' You Against My Will

Gary Allan - Smoke Rings In The Dark

Cuando Llegaste con Los Dos Durangueños

Decepción con Erik Castillo

Que se acabe la Sabana por Elisa Guerrero

El 007 y las Tortugas Ninya contra Cerebro

Erik Castillo en Durango

SAN JERONIMO DE LA SAUCEDA Por Pedro Núñez López

 SAN JERONIMO DE LA SAUCEDA   

Por Pedro Núñez López


Un día, en la Historia de Durango: en el año de 1900 existían 256 haciendas en todo el Estado.

En el valle de Canatlán, al sur de la laguna de Guatimapé, los españoles encontraron varios poblados tepehuanes; entre ellos: Berros, Canatlán, Capinamaiz, Gogojito y Ocotán. Los franciscanos y los jesuitas trataron de evangelizarlos desde la misión de San Francisco de la Sauceda y, después del alzamiento tepehuana de 1616,  los primeros fundaron el convento de San Diego de Canatlán para continuar esta labor.

Varios vecinos españoles de Durango recibieron mercedes de tierras en los alrededores donde formaron estancias aprovecharon la mano indígena. Entre ellos estaban Pedro Paredes, Juan de la Torre, Lucas Medina, el factor real Juan de Heredia su esposa Beatriz de Angulo. Tiempo después estas mercedes, junto con las que formaron las haciendas de Cacaria, Labor de Guadalupe, San Salvador y el Chorro, pasaron a manos de Pedro de Heredia.

En 1611, Heredia denunció las tierras de Gogojito donde probablemente vivía el cacique Francisco Gogojito, uno de los principales jefes de la rebelión de 1616. Años más tarde las tierras pasaron al bachiller Pedro de Heredia quien, a su muerte, las legó a las monjas de la Encarnación de la ciudad México donde Beatriz de Angulo quedó como monja profesa en su viudez. El convento vendió las tierras, el 8 de mayo de 1637, a Juan de Orduña, regidor de México. A la muerte de éste, en 1667, las fincas estaban despobladas e inhabitables debido al difícil estado por el que atravesaba la región de Durango entonces.

Como siguientes propietarios de las fincas aparecen Mateo Frías de Santacruz, marqués de Buenavista y contador mayor del tribunal de Cuentas de la Ciudad de México, y su esposa María Teresa de Cantabrana; posteriormente, fueron de Francisca de Lazcano viuda de Quezada.

El licenciado Francisco de Quezada, hijo de Francisca, vendió el 3 de junio de 1687 estas haciendas a Francisco de Inunígarro, vecino de la ciudad de Durango. Inunígarro separó la Sauceda del resto de sus propiedades y la vendió a Juan de Ayala Ureña, quien compró las estancias de Amanquitole, Berros, Capinamaiz y Cocinas. Además, denunció realengos en la sierra para engrandecerla. A la muerte de Ayala, en 1711, la hacienda quedó en manos de su viuda Jerónima de Egazqui, de quien tomó el nombre en adelante. A su fallecimiento, en 1726, su hijo Domingo de Ayala compró a sus hermanos los derechos que sobre ellos recaían.

Domingo de Ayala estuvo casado con Juana María Ruiz de Guadiana y, a su fallecimiento en 1747, ella volvió a contraer matrimonio, esta vez con el vasco Francisco Antonio de Antuñano y Zornoza quien se hizo cargo de la hacienda hasta su fallecimiento en 1756. Quedó entonces como su propietario Bartolomé Ruiz de Guadiana, cuñado y albacea de Antuñano, quien después la vendió a José Martín de Chávez, un adinerado comerciante de la Ciudad de México.

Durante el tiempo en que Chávez fue propietario de la hacienda volvió a florecer el real de San Lucas que, después de haber sido explotado en el siglo XVI, volvió a tener importancia en el siglo XVIII. Como los mineros de ese lugar necesitaban tierras donde alimentar sus animales, así como para hacer algunas siembras, Chávez vendió a los mineros encabezados por Rafael Fernández de Castro tres cuartas partes de sitio de ganado mayor para ese fin. 

En esa época la Sauceda contaba con las estancias de Gogojito, Ocotán, Santa y Sauz Bendito, además del rancho de ovejas de San Agustín establecido junto a los ojos de agua caliente de ese nombre.

En 1809 los herederos de Chávez vendieron la Sauceda al chantre de la catedral Manuel Esquivel, quien la traspaso en 1813 por no haberla podido sanear, al madrileño Juan Manuel Pescador Rodríguez. Tiempo después la hacienda fue adquirida por los hermanos Juan, Antonia y Leandro Sánchez Manzanera Salas. En 1828, con motivo del fallecimiento del primero, la hacienda fue dividida entre los hermanos sobrevivientes.

El prebendado Leandro Sánchez Manzanera heredó la Sauceda poco antes fallecimiento, en 1863, a su sobrino Manuel Pérez Gavilán. Pasó en herencia a su Petra, Nicolasa e Isabel. Esta última separó la parte correspondiente a Berros y Gogojito donde formó la hacienda de Santa Isabel de Berros (Donato Guerra). 

CAPILLA Y CASA

La capilla tiene una portada de dos cuerpos donde se maneja con gran originalidad las formas redondeadas del barroco. El primer cuerpo tiene doble cornisa que juega con varios capiteles que, en forma ascendente están sobre las columnas pareadas que se encuentran a los lados de la puerta y entre las esquinas. ¡El segundo cuerpo es más sencillo debido al adelgazamiento de las columnas y al empequeñecimiento de los capiteles. En él se encuentra la ventana coral muy moldurada que es sostenida por una base de la que pende una guardamalleta. A los lados de ella están dos roleos en forma de interrogación.

Latorre es de un cuerpo y tanto en sus bases como en los capiteles de las columnas que se encuentran junto a las esquinas se repite la misma solución de la portada.

El templo está techado de bóveda. Tiene tres altares, el principales neoclásico con la imagen de San Jerónimo. En el templo se venera un Cristo llamado el Divino Pastor, de gran popularidad en la región.

La casa es de dos plantas, y se encuentra deteriorada. Los altos descansan sobre un portal de recias pilastras. Tiene un balcón corrido que le da prestancia señorial con varias ventanas lobuladas y cajeadas. Las ventanas que continúan la casa después del portal son posteriores ya que tienen triglifos sobre las jambas.

La puerta principal de acceso tiene un sencillo pero elegante almohadillado. El corredor del patio, que está ya incompleto, tiene pilastras en la arcada del primer cuerpo y sencillos pilares en el segundo.

Fuente e imagen: Libro Las Haciendas de Durango, Dr. Miguel Vallebueno Garcinava







martes, 23 de marzo de 2021

Pedro Nuñez Lopez HACIENDAS DEL VALLE DE RAMOS DURANGO SAN JOSE DE RAMOS


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Un día en la Historia de Durango
HACIENDAS DEL VALLE DE RAMOS DURANGO
SAN JOSE DE RAMOS


Los primeros españoles que llegaron al valle de Ramos fueron los de la expedición de Francisco de Ibarra que arribaron al lugar un Domingo de Ramos por lo que en adelante tomó ese nombre. Algunas de las primeras mercedes que se concedieron en el valle de Ramos fueron para Juan de Ontiveros, en 1599, en el calichal que está al sur de Indé. Así mismo su hermano Cristóbal recibió, en 1598, las tierras de Mojitome. Otras mercedes en la boca del río Ramos y en el arroyo de San Julián fueron otorgadas a Ana Monje en 15 80, a María Monje, en 1594, ya, María Benítez ya su hermano Juan Muñoz en 1598. Estos últimos eran vecinos del valle de Santiago Papasquiaro.
El valle de Ramos sirvió durante los trescientos años siguientes de refugio para los diversos pueblos indígenas que pelearon contra los españoles, por lo que su historia es de un continuo estado de guerra. Con la rebelión de 1616 estas tierras quedaron despobladas. Fue apenas el 24 de abril de 1634 cuando Cristóbal de Ontiveros, homónimo e hijo del anterior, pidió otra vez merced de los terrenos para ganado situados entre la sierra de Coneto y Boca de San Julián, llamados Paraje de Mojitome, que estaban yermos y despoblados desde hacía diecisiete años.
En 1645, los salineros, encabezados por Nicolás Baliari, antiguo sirviente de Ramos, volvieron a atacar el asentamiento español que pertenecía a María Sáenz de Chávez, viuda de Cristóbal de Ontiveros. En agosto de 1670 la estancia quedó en manos del bachiller Juan de Levario Jáuregui, cura de Indé, que trató de repoblarla sin éxito, ya que durante la gran rebelión de los pueblos de Nuevo México en 1680, que tuvo eco en la Nueva Vizcaya, los indígenas destruyeron la Labor del Ojo de Ramos, como se le denominaba entonces. Posteriormente, los treinta y cuatro sitios de ganado mayor y menor y veintiséis caballerías de tierra que conformaban Ramos fueron vendidos en 1710 por el bachiller Juan de Azuaga Levario a Antonio de la Campa y Cos, minero de Sombrerete, quien ya era propietario de extensas tierras en Poanas y Cuencamé.
Durante esos años el gobierno español pudo controlar a los indígenas, por lo que en el asentamiento renació la esperanza. Pasó después a José García de Arriba, yerno de ¨De la Campa¨, quien le puso a la hacienda el nombre de San José de Ramos, en honor de su santo patrón. En 1738, García confirmó los 370 sitios de ganado mayor con que contaba la hacienda de Ramos y sus estancias de San Francisco del Río, San Antonio de Mojitome y Nuestra Señora de las Caldas de la Casita, así como la hacienda de Santa Bárbara de Buenavista, situada en el mismo valle. José Andrés de Velasco y Restan, minero de Mapimí, en compañía de Marcelina de Bustamante e Iturmendi, dueña de la hacienda de Guadalupe de la Peña, ahora en Coahuila, lograron reunir a partir de 1751 uno de los más formidables latifundios de la Nueva Vizcaya. Para poder aviarlos, contrajeron un crédito por 69,000 pesos con José de Lanzagorta, vecino de la ciudad de México.
Con motivo de los ataques que sufrieron las haciendas, durante la segunda mitad del siglo XVIIl, Velasco no pudo cumplir con los compromisos adquiridos y, a su muerte, sus bienes fueron concursados. Como tenedores del concurso estuvieron Juan Navarro y Olea y Juan José Zambrano y, en 1836, el concurso fue adquirido por Juan Nepomuceno Flores quien lo saneó. Flores, que tenía el grado de coronel, defendió la hacienda contra los comanches, que fueron los enemigos en turno durante el siglo XIX. A su muerte, en 1886, fue adjudicada a su hijo Juan Francisco, quien fue su propietario hasta el 18 de noviembre de 1906, día en que murió.
Debido al fallecimiento de Flores, la hacienda fue dividida en dos partes: San Francisco de Asís, en Indé, con 171,400 hectáreas, que quedó en propiedad de su hermana Angela Flores de Flores y Ramos, con 210,000 hectáreas que Juan Francisco heredó a la mitra zacatecana por medio de los canónigos Jesús Alba Lara, Rafael López de Lara y Refugio Delgado. Como este traspaso violaba las Leyes de Reforma, el gobierno intervino adjudicándosela propiedad.
CASA Y CAPILLA
La casa, que presenta la imagen de un sólido fuerte, se encuentra actualmente muy deteriorada. La inscripción sobre la entrada da cuenta de su construcción y de su origen: "Dios de bondad protégenos edificada esta casa en 1846 por disposición del señor Juan Nepomuceno Flores". Tiene un gran portal entre solado con diecisiete arcos que descansan en unas sobrias pilastras cuadradas.
La capilla es muy sencilla y ha sido muy renovada; se encuentra en la parte de atrás de la casa. Llama la atención una puerta con jambas onduladas y una granada sobre el dintel que data del siglo XVIII, y que se encuentra sobre el cuerpo del templo.


Fuentes; Las Haciendas de Durango, Gobierno del Estado de Durango, Miguel Vallebueno Garcinava, pág. 113-114. Imagen obtenida del mismo libro. 







lunes, 22 de marzo de 2021

Gary Allan Crying For Nothing



Cryin 'For Nothin letra de Gary Allan lyrics

Soy un tonto y debería haberlo sabido mejor
Pero lo intenté y lo intenté y no pude olvidarla
Volvería a ella una y otra vez
Hombre, debo haber estado loco
Todo ese llanto por nada
Todo eso intentando por nada
¿Qué me ha dado alguna vez?
¿Qué me ha enseñado?
Tengo que seguir creyendo
En algo bebe
En lugar de intentar por nada
Llorando por nada en absoluto
Bueno, luchamos por el amor y luchamos por la confianza
Y todo el bendito tiempo estuvo justo frente a nosotros
No pudimos alcanzarlo y no sé por qué
Tomó tanto tiempo solo para decir adiós
Todo ese llanto por nada
Todo eso intentando por nada
¿Qué me ha dado alguna vez?
¿Qué me ha enseñado?
Tengo que seguir creyendo
En algo bebe
En lugar de intentar por nada
Llorando por nada en absoluto
Bueno, todos sus amigos le dijeron, los míos me dijeron
Pero no escuchábamos, no podíamos ver
Yo y mi orgullo, ella y sus sueños
Parece que nunca tuvimos una oportunidad
Todo ese llanto por nada
Todo eso intentando por nada
¿Qué me ha dado alguna vez?
¿Qué me ha enseñado?
Tengo que seguir creyendo
En algo bebe
En lugar de intentar por nada
Llorando por nada en absoluto
En lugar de intentar por nada
Llorando por nada en absoluto


Cryin' For Nothin letra de Gary Allan lyrics

I am a full grown fool and I shoulda known better
But I tried and I tried and I could not forget her
I would go back to her time after time
Man I must have been out of my mind
All of that cryin' for nothing
All of that tryin' for nothing
What has it ever got me
What has it ever taught me
I've got to keep believing
In somethin' baby
'Stead of just tryin' for nothing
Cryin' for nothin' at all
Well we fought for love and we fought for trust
And the whole blessed time it was right there in front of us
We could not reach it and I don't know why
It took so long just to say goodbye
All of that cryin' for nothing
All of that tryin' for nothing
What has it ever got me
What has it ever taught me
I've got to keep believing
In somethin' baby
'Stead of just tryin' for nothing
Cryin' for nothin' at all
Well her friends all told her, mine told me
But we would not listen, could not see
Me and my pride, her and her dreams
We never ever stood a chance it seems
All of that cryin' for nothing
All of that tryin' for nothing
What has it ever got me
What has it ever taught me
I've got to keep believing
In somethin' baby
'Stead of just tryin' for nothing
Cryin' for nothin' at all
'Stead of just tryin' for nothing
Cryin' for nothin' at all

Gary Allan - I'm The One

Gary Allan - Bourbon Borderline (Whiskey Wednesdays)

Pedro Nuñez Lopez Un día en la historia de Durango. LAS HACIENDAS, ORIGENES

Un día en la historia de Durango.
LAS HACIENDAS, ORIGENES
Las continuas expediciones organizadas por el gobierno de la Nueva España, establecido a la caída del imperio azteca, tenían como objeto explorar, conocer y ampliar el territorio y básicamente descubrir yacimientos minerales, especialmente los de oro y de plata, poniéndolos en explotación una vez descubiertos, como sucedió con los de Avino y de Arzate, en el actual municipio de Pánuco de Coronado. Y aunque la población aborigen disminuía por las continuas luchas y persecuciones por parte de los conquistadores, la población de mestizos, criollos y mulatos aumentaba y no era posible seguir buscando solamente oro y plata, sino que era necesario producir alimentos y así con el tiempo, fue necesaria la explotación de las tierras descubiertas para dedicarlas a la agricultura, a la ganadería o a ambas. El gobierno colonial comenzó entonces a otorgar concesiones para la explotación de tierras, siendo así como nacieron las grandes extensiones propiedad de una sola familia, conocidas como haciendas.
A este respecto el historiador Efrén Núñez Mata, en su interesante obra "México en la Historia", dice: "El derecho de propiedad europea fue distinto en la Nueva España. Subsistieron algunas formas indígenas de la propiedad, como tierras comunales, pero los conquistadores españoles introdujeron modalidades" Los nuevos pueblos debían poseer, para su servicio, tierras, agua, entradas Y salidas, lugares en que pudieran pastar los ganados y conservaban su independencia con respecto a otros pueblos vecinos. (Ley cuatro, título 1 Libro II de la recopilación de las Indias, Corona Española). "La Corona española concedió a indios y españoles mercedes de tierras laborables por cédulas del 28 de abril de 1526. Los soberanos concedieron a Don Martín y a Don Rodrigo la Primera Real Merced en la Nueva España. La merced fue la forma o el documento mediante el cual, la ley otorga la propiedad de un pedazo de tierra. Esta propiedad individual, pudo, sin embargo, agrandarse por nuevas mercedes, por compra, por cesión o por despojo a los indios. Fue el verdadero antecedente de la hacienda mexicana. El dueño de la hacienda retenía por deudas o por otros medios a los gañanes, cuyos descendientes continuaban pegados a la propiedad". "La merced de tierras dio lugar a latifundios. Se acrecentó esté por herencias, compras o despojos. De hecho, la propiedad indígena fue destruida por los españoles y se formaron los grandes mayorazgos". Entre éstos, en esta región, se mencionan los de los Condes de San Pedro del Álamo, propietarios de la hacienda de Santa Catalina del Álamo y anexas, con superficie de 42,000-00 has. la cual comprendía los actuales municipios de Peñón Blanco, Guadalupe Victoria, parte de Cuencamé y Nazas, así como el Mayorazgo de los Marqueses del Jaral de Berrio, que comprendían la
 otra parte del actual municipio de Cuencamé y otra parte de Guadalupe Victoria, con el nombre de la hacienda de Juan Pérez, en el primero de los municipios y de San Pedro Tapona en el segundo, comparte también en los actuales municipios de Panuco y San Juan del Río, con superficie de 288,000-00 has. Grandes latifundios fueron también la Hacienda del Ojo, que fue propiedad de la Sra. Concepción Viuda de Blanco, quien luego casó con Don Julio Cúrvelo, propietario de la hacienda del Saucillo, que se fusionó con aquella, dando una superficie total de 119,600-00 has. La hacienda de la Purísima, al sur de la hacienda de Juan Pérez, con superficie de 64,300-00 has. la hacienda de la Estanzuela, al sur de la anterior, también dentro del actual municipio de Cuencamé, con superficie de 33,400-00 has., y las de Santa Bárbara y de San Gerónimo, dentro del actual municipio de Guadalupe Victoria.

Fuente; Monografía de Guadalupe Victoria, imagen de la iglesia de San Pedro de Tapona, los últimos restos de la hacienda, imagen tomada por Pedro Núñez López.




lunes, 15 de marzo de 2021

guardianes del amor-el perro el gato y yo

Ramón López Velarde DUEÑA DEL ALMA

 Ramón López Velarde 

DUEÑA DEL ALMA

Cuando contemplo a veces
que plegando los labios enmudeces,
mi adoración pretende en su locura
bajar hasta tu alma a paso lento
y sorprender, en su mansión oscura,
como nota de luz tu pensamiento.

Cuando me miran, oh mujer, tus ojos
luminosos cual sol de primavera,
por oír anhelante
las pulsaciones de tus nervios flojos
y el rumor de tu pecho palpitante,
en mi pasión quisiera
el misterioso oído de los magos
que en las nocturnas sombras escondidos
escuchan, a la orilla de los lagos,
hasta sus más recónditos murmullos,
de las ramas los débiles crujidos
y la reventazón de los capullos.

Y al sospechar que los recuerdos llenas
de otro amor ya pasado con la historia,
me muerden el espíritu los celos
y quieren mis anhelos
extender con la sombra de mis penas
la noche del olvido en tu memoria.

autógrafo


Ramón López Velarde







El 007 Vs Cleopatra

Ramón López Velarde Memorias del Circo

Ramón López Velarde

Memorias del Circo 

                                         

                                                   A Carlos González Peña



Los circos trashumantes,
de lamido perrillo enciclopédico
y desacreditados elefantes,
me enseñaron la cómica friolera
y las magnas tragedias hilarantes.

El aeronauta previo,
colgado de los dedos de los pies,
era un bravo cosmógrafo al revés
que, si subía hasta asomarse al Polo
Norte, o al Polo Sur, también tenía
cuestiones personales con Eolo.

Irrumpía el payaso
como una estridencia
ambigua, y era a un tiempo
manicomio, niñez, golpe contuso,
pesadilla y licencia.

Amábanlo los niños
porque salía de una bodega mágica
de azúcares. Su faz sólo era trágica
por dos lágrimas sendas de carmín.
Su polvorosa apariencia toleraba
tenerlo por muy limpio o por muy sucio,
y un cónico bonete era la gloria
inestable y procaz de su occipucio.

El payaso tocaba a la amazona
y la hallaba de almendra,
a juzgar por la mímica fehaciente
de toda su persona
cuando llevaba el dedo temerario
hasta la lengua cínica y glotona.
Un día en que el payaso dio a probar
su rastro de amazona al ejemplar
señor Gobernador de aquel Estado,
comprendí lo que es
Poder Ejecutivo aturrullado.

¡Oh remoto payaso: en el umbral
de mi infancia derecha
y de mis virtudes recién nacidas
yo no puedo tener una sospecha
de amazonas y almendras prohibidas!

Estas almendras raudas
hechas de terciopelos y de trinos
que no nos dejan ni tocar sus caudas...

Los adioses baldíos
a las augustas Evas redivivas
que niegan la migaja, pero inculcan
en nuestra sangre briosa una patética
mendicidad de almendras fugitivas...

Había una menuda cuadrumana
de enagüilla de céfiro
que, cabalgando por el redondel
con azoros de humana,
vencía los obstáculos de inquina
y los aviesos aros de papel.

Y cuando a la erudita
cavilación de Darwin
se le montaba la enagüilla obscena,
la avisada monita
se quedaba serena.
como ante un espejismo,
despreocupada lastimosamente
de su desmantelado transformismo.

La niña Bell cantaba:
«Soy la paloma errante»;
y de botellas y de cascabeles
surtía un abundante
surtidor de sonidos
acuáticos, para la sed acuática
de papás aburridos,
nodriza inverecunda
y prole gemebunda.

¡Oh memoria del circo! Tú te vas
adelgazando en el frecuente síncope
del latón sin compás;
en la apesadumbrada
somnolencia del gas;
en el talento necio
del domador aquel que molestaba
a los leones hartos, y en el viudo
oscilar del trapecio...




domingo, 14 de marzo de 2021

Rubén Darío Metempsicosis

 

Rubén Darío

                                Metempsicosis  




Yo fui un soldado que durmió en el lecho
de Cleopatra la reina. Su blancura
y su mirada astral y omnipotente.
    Eso fue todo.
 
¡Oh mirada! ¡oh blancura! y oh, aquel lecho
en que estaba radiante la blancura!
¡Oh, la rosa marmórea omnipotente!
    Eso fue todo.
 
Y crujió su espinazo por mi brazo;
y yo, liberto, hice olvidar a Antonio.
(¡Oh el lecho y la mirada y la blancura!)
    Eso fue todo.
 
Yo, Rufo Galo, fui soldado y sangre
tuve de Galia, y la imperial becerra
me dio un minuto audaz de su capricho.
    Eso fue todo.
 
¿Por qué en aquel espasmo las tenazas
de mis dedos de bronce no apretaron
el cuello de la blanca reina en broma?
    Eso fue todo.
 
Yo fui llevado a Egipto. La cadena
tuve al pescuezo. Fui comido un día
por los perros. Mi nombre, Rufo Galo.
    Eso fue todo.







Salvador Díaz Mirón Cleopatra



Salvador Díaz Mirón 

Cleopatra

La vi tendida de espaldas
entre púrpura revuelta.
Estaba toda desnuda,
aspirando humo de esencias
en largo tubo, escarchado
de diamantes y de perlas.

Sobre la siniestra mano
apoyada la cabeza;
y como un ojo de tigre,
un ópalo daba en ella
vislumbres de fuego y sangre
el oro de su ancha trenza.

Tenía un pie sobre el otro
y los dos como azucenas;
y cerca de los tobillos
argollas de finas piedras,
y en el vientre un denso triángulo
de rizada y rubia seda.

En un brazo se torcía
como cinta de centellas,
un áspid de filigrana
salpicado de turquesas,
con dos carbunclos por ojos
y un dardo de oro en la lengua.

A menudo suspiraba;
y sus altos pechos eran
cual blanca leche, cuajada
dentro de dos copas griegas,
y en alabastro vertida,
sólida ya, pero aún trémula.

¡Oh! Yo hubiera dado entonces
todos mis lauros de Atenas,
por entrar en esa alcoba
coronado de violetas,
dejando ante los eunucos
mis coturnos a la puerta.



 

sábado, 13 de marzo de 2021

Manuel José Othón OCASO

 Manuel José Othón

OCASO


A un pintor

He aquí, pintor, tu espléndido paisaje:
un lago oscuro, ráfagas marinas
empapadas en tintas cremesinas
y en el azul profundo del celaje;

un tronco que columpia su ramaje
al soplo de las auras vespertinas,
y manchadas de verde las colinas
y de amarillo el fondo del boscaje;

un peñasco de líquenes cubierto;
una faja de tierra iluminada
por el último rayo del sol muerto;

y de la tarde al resplandor escaso,
una vela a lo lejos, anegada
en la divina calma del ocaso.





ALBERTO ESPINOSA OROZCO -México CONFÍN

  1.  CONFÍN

 

  1. Vamos por el confín del tiempo
  2. por un sendero de arenas movedizas
  3. entre un valle de sombras cenagosas
  4. encallados en la isla del olvido.
  5. Marchamos lejos, paso a paso, del origen
  6. con el alma sedienta y ya desierta
  7. por siniestros y oscuros arrabales
  8. acosados por presencias vagarosas.

 

  1. Los botes de otros días y sus mareas
  2. se deslizan a los áridos confines
  3. del reino de las luces espectrales
  4. aherrojados por murallas fantasmales.

 

  1. Por querer hacer que fuera nuestra
  2. la ley por la cual pertenecemos
  3. no la palabra se escucha en ese valle
  4. de aletargadas desdichas sin espera
  5. donde el humo mantiene prisioneras
  6. a las antiguas potencias de la tierra
  7. -dejando todo trabajo derramado
  8. en las aguas que corren hacia abajo.

 

  1. Las cisternas del saber que presumimos
  2. construidas en el fulgor del medio día
  3. quebrantadas en sus hondas cañerías
  4. dejan filtrar el agua de sus pozos.

 

  1. La última gota, sin saber a dónde,
  2. se ha derramado o se evapora con la tarde
  3. en el tortuoso valle y no se encuentra
  4. la corriente que manaba de la fuente
  5. sino el vaho, el sudor, tal vez la goma
  6. y los ojos sin luz, cifrados en ambiguas
  7. posesiones o decorando sus pasiones
  8. entre murmullos de la carne amotinada.

 

  1. Más en el valle está renaciendo el río
  2. del prodigio, surgiendo siempre en medio
  3. de la riente fuente -no su corriente,
  4. que el tiempo incesante ha desleído.
  5. Porque la sed de luz un día será saciada
  6. por un agua sin salitre y sin abismo
  7. -como el río que crece desbordado
  8. despejando a los vientos movedizos.

 

  1. ALBERTO ESPINOSA OROZCO -México
  2. Revista Poética Azhar
  3. Marzo de 2021
  4. Número 110