martes, 3 de septiembre de 2013

Elsa Chabaud: el Relato de los Rótulos (3º de 10) III.- Los Motivos de la Máquina Por Alberto Espinosa

Elsa Chabaud: el Relato de los Rótulos
Los Motivos de la Máquina
Por Alberto Espinosa


   La visión estética de Elsa Chabaud empieza palpando la vena más sobresaliente de la historicidad contemporánea, hallando en su núcleo el fluir de los productos arrojados al mundo por el homo faber, esparcidos por la redonda vastedad de su circunferencia literalmente inundándola no sólo de útiles y utensilios, sino de máquinas, aparatos, artefactos y procedimientos. Omnímoda presencia pluriforme que no puede dejar de impactar y de modelar el alma humana, influenciando la vida y el movimiento de quienes usan y abusan de los inventos de la técnica moderna y se someten a sus procedimientos.
   Así la sociedad dominada por la técnica y su ideología, es sintetizada por la perspectiva del ilustrador popular bajo la forma del hombre tubo. La figura del cuerpo humano, expresiva por sí misma de su humanidad. y de su libertad ascendente, acaba entonces por modificarse en la imagen de los baños públicos hasta mimetizarse por completo, adoptando su ser la soplada liviandad del tubo hueco. Se trata, en efecto, del hombre tecnificado al grado de convertirse todo él en cilíndrica estructura tubular, revelando sus motivos al dejarse primero asaltar por la muelle satisfacción que hay en la magia de pellizcar la pared para que salga agua caliente -empero encerrando en un cuadrado la esfericidad  de la cabeza. Disfrute de placeres orientales que sin embargo delata en la cintura algo de péndulo oscilante y en la genuflexión de las rodillas algo de vilipendio esclavizado. Transmutación del ser del hombre, cuyas delirantes metonimias toman la parte mecánica del cuerpo por el todo de la fluyente vida orgánica. Imagen de frialdad tiránica también y que a gritos un complemento de calor cromático, encontrando en el contiguo contubernio con la arquitectura ambiente de coloniales azulejos y en la compensación de la evaporada nube colorada la temperatura reclamada por las ensoñaciones del baño turco –en lo que supersiete un regusto arisco de morisco, evocador de las melancolías del árabe y el dejo de enfermiza sensualidad musulmana.
   Imagen del hombre reducido a términos de materia troquelada y a funda tiritante de alfeñique. Hombre sometido a simple conductor sin contenido, a mero medio sin mensaje, que dispuesto primero a las leyes de la necesidad y de adaptación al medio acaba por ser usado y exprimido, para después ser desecado, disecado y desechado. Hombre diluido también que al ser bañado primero por las vaporosas ensoñaciones del confort y de la técnica termina luego vapuleado y disuelto en la completa despersonalización. Inclinación mimética al rígido dominio que finalmente doblega  al hombre en la rendición sumisa a la materia.
   Estética gris menguada de nublado producto de las civilizaciones caucásicas, anglosajona y eslava, que inician con la conquista de la nieve y el frío mediante el dominio de los combustibles como fuerza capaz en el abrigo y el trabajo. Del fogón y la estufa, en efecto, nació el motor y el maquinismo transformador del mundo .y en cuyo fondo queda todavía algo de las candentes deseos y hervores  utópicos de quien sometiéndose a sus engranajes logra expandir la voluntad.. Civilización de la eficacia técnica, es verdad, pero desprovista del genio y de la alegría latina y que en nuestro tiempo declina estridentemente y sin grandeza. Retrato también de una vida medrosa y enfermiza en que han desembocado sus ejercicios darwinianos de adaptación al medio, conduciendo al hombre a una socialización y maquinización a tal grado extrema como para llevarlo al gregarismo y a la renuncia del propio ser, transformándolo en remedo de la especie, en abstracción hipotética, en esquema de su naturaleza: en no hombre 
   Porque para poder usar la máquina el hombre tiene que mecanizarse en tareas de maquinista, doblegando todo su ser a las funciones mecánicas hasta volverlo maquinal, cambiándolo de ocasional inventor y frecuente usuario, en simple operario de la máquina,  hasta llegar a extremo de absorber el frío sufrimiento e inercia de la materia estéril y absolutamente succionado por ella. Así, el hombre subsumido primero por la máquina en la automatización de procedimientos, se ve luego desplazado al lograr las técnicas independizarse en una invención más eficaz que sustituye la función del operario, desechando y relegando por ende al maquinista y dejándolo atónito como el perico parado en un palito.
  Se trata también del modelo de ser humano que reprimiendo y sustituyendo la visión del destino cósmico del hombre como hijo de la Tierra al desprenderse definitivamente del cordón umbilical de la tradición, acaba por concebirse a sí mismo como hijo exclusivo de sus obras, lanzándose a la aventura histórica sin raíces, sin nostalgias ni remordimientos –pero también ayuno de legitimidad y huérfano de origen. Se trata así del “hombre nuevo”, del hijo de la técnica y de la fortuna que en su despliegue histórico se presenta como productor de sí mismo, inventando una conciencia a la vez refractaria a Dios y porosa para el olvido, y en cuyos valores vitales y externos de confort hay algo de hedonismo narcisista y de retorno al útero materno, que de ligera regresión a la infancia acaba exaltar al instinto ciego de la caverna Edipo moderno, en efecto, que aspirando al ocio y a la abundancia termina en su constitución autárquica por querer mandarlo todo sin deber nada ni obedecer a nadie. Mundo efectivamente inmanentista y sin trascendencia alguna facilitado por los usos y abusos de los productos aportados por las aproximaciones de la ciencia moderna de la naturaleza. Neurosis condicionada social e históricamente también, cuyos síndromes generacionales generan la moral de la lucha y  la adaptación al medio y cuya sintomatología se manifiesta en una pérdida creciente de sensibilidad para lo humano en general, en la arrebatada preferencia impulsiva por otra cosa ajena y contraria al espíritu y en una violenta voluntad de olvido Elección, pues, por la ociosa comodidad, el goce del consumo y el frenesí agresivo de la competencia -situados por encima de la valoración práctica del esfuerzo efectivo y de la contemplación desinteresada. Preferencia en suma por las promesas abstractas de las utopías, el éxito o los números sobre la fraternidad social; por el formalismo de los códigos sobre el cálido realismo de los usos; por la originalidad, la novedad y la espontaneidad desaforada en lugar de la autenticidad, la modesta práctica y el paciente aprendizaje. Inclinación a favor de la justificación en lugar de la realización y de la promesa en vez de su cumplimiento También abierta elección de lo institucional por arriba de lo social y de la hegemonía y el dominio centralista sobre el reconocimiento regional y la personificación. Actitudes y posturas de las que se desprende el amargo corolario de la tecnocracia moderna, pues en sus distracciones se fragua la ignorancia por la persona, troquelándose en tal desconocimiento la posibilidad de proceder brutalmente con ella. Complejo moderno cuyo soso abrazo de bagazo y rigidez de frialdad abstracta no puede sino dar por resultado un alma anquilosada, inconsciente y sin evolucionar, envuelta por un sombrío y arcaico paganismo.



   Así, la mirada reflexiva de la fotógrafa Chabaud precipita los indicios de nuestro mundo y tiempo recogiendo del río de maravillas obsoletas arrojados en los talleres de auto-partes de la colonia Buenos Aires, a manera de dislocados emblemas de la tecnocracia, las imágenes del águila ávida y el lángaro lagarto a manera de dislocados Por un lado, aparece la poderosa águila calva americana como icono del dominio imperial trasnacional, cubriendo con sus alas al asalto la totalidad del orbe y cuya fuerza, coraje y penetración visual son puestas al servicio de  bajas presas y de la  rapaz rapiña, del cruel orgullo por mor de la obstinada opresión de la opulencia –dejando al mundo reducido a añicos fragmentados de rompecabezas irresoluble y al hombre ajado y postrado en el umbral de una hamaca abandonada. Por la otra, el lagarto perezoso e indolente reptando al sol para retarlo y anunciar la nada en el viaje sin retorno. –siendo así un símbolo de voracidad, de duplicidad e hipocresía, de las tinieblas y la muerte. Imágenes que nos hablan de una actitud oscura y agresiva latente en el inconsciente colectivo del hombre moderno y contemporáneo, cuyos esquemas revelan las inclinaciones de la venalidad y de los deseos revueltos opuestos al espíritu.
   Estandartes emblemáticos de nuestro mundo, porque si el motivo rector de la técnica moderna es en el fondo el de la aceleración, el de poder hacer más cosas, más rápido, en menos tiempo, no puede menos que incubar  por debajo de su fuerza centrífuga los huevos de la hybris disparados a lo ilimitado o adheridos centripetamente al suelo, dando a colación el inmanentismo, cuya pirotecnia pagana de deseos estalla en inspiraciones radicalmente ateas –derivadas, en efecto, de un razón sin Dios. La razón instrumental inmanentista, efectivamente en ausencia de Dios, acuña así también una vida en ausencia de la muerte, afilosófica en suma  por carecer en su radical inmanentismo de una concepción del más allá y por tanto de un sentido completo de la vida.



La técnica es creadora de una vida abierta a las posibilidades cuya aventura, sin embargo, frecuentemente naufraga sin llegar a puerto alguno, rotas las velas del bergante por las contingencias y contrariedades provocadas por la aceleración de la velocidad y los riesgos que conlleva, no sólo al desequilibrar los módulos naturales de la vida al distorsionar sus patrones propios y entrar en el estrecho túnel de la angustia, sino también al desliza la súbita posibilidad de la colisión y el accidente. Posibilidad, pues, de la frustración constitucional del ser del hombre, de la exasperación y mutación de su esencia. El azar es entonces el resultado arrojado por el automatismo de la máquina. El accidente vial es sólo su manifestación más patente bajo la forma de los vehículos que han salido de nuestro control; su significación latente es empero más profunda: el de los percances de su esencia, en cuyas mutaciones de la esencia y excitaciones de la libertad se engendra el oscuro deseo de volver a lo informe del caos primordial, sumergiendo al hombre en una nostalgia oscurantista cuyo carácter delirante y subjetivo priva de sentido a la activad humana.
   Resultados de la exaltación, del homo faber., de la mera especialización de una sola función humana general de la especie, o profesionalización de lo que en todo hombre hay o puede haber de técnico, de mecánico o de maquinista. Así, su megadesarrollo en la sociedad contemporánea, como final consecuencia de la fe moderna en el poder de la razón pura o física, en sus productos técnicos y en el progreso del equipamiento mecánico del hombre, da lugar a una civilización maquinal, pues, que presentándose como la victoria sobre el mito engendra un mito más: el que reprime la segunda voz que nos habita, sustituyendo las imágenes y los símbolos que nos visitan, y que al hacerlo enciende la caldera en que se cuecen a altísimas temperaturas, como en una olla  expres alimentada por las presiones generacionales, los bajos motivos e impuros e la corporeidad para tomar el lugar de los arquetipos tradicionales y de la metafísica -preparando así un contagioso caldo  de cultivo, cuyas erupciones de amorfo magma  amenazan con estallar en las inevitables vueltas de lo reprimido. Porque el mito vuelve siempre, renace y se transfigura, siendo peligrosísimo querer borrarlo o apropiarse sus orígenes  




2 comentarios:

  1. es tan bien escrito y enfocado que no lleva comentarios, solo leer, aprobarlo en todo y disfrutarlo, felcitaciones, dracristinam.2022@gmail.com

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  2. mil gracias por tus comentarios Cristina... estaremos en contacto

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