VI.- Elsa Chabaud:
el Relato de los Rótulos
Por Alberto Espinosa Orozco
VI
El cuento del rotulista popular va ahondando así en los tesoros de la imagen poética,
que como la vieja carcacha de la abuela nos invita a una aventura hecha toda
ella de guiños y gestos significativos y cuyo recorrido consiste en la
exploración de las emociones de la vida para retornar purificados a la antigua
morada interior y rejuvenecidos por el viaje volver a abrir el corazón del día
-donde la verdad de la vida nos había estado todo el tiempo aguardando desde el
principio. Es el don poético de la imagen, que al motivar al signo y trazar una
red de analogías y parentescos se transforma en icono de la memoria,
invitándonos entonces a recorrer sus surcos y sus huellas para hacernos
participar de la realidad de la vida.
Así, el carromato que carbura para salir de la cochera: es la imagen también de
un espacio abierto a la memoria donde puedan comunicarse las miradas y cruzar
los sentimientos, que se hunde también en la distancia temporal futura con las
nuevas emociones expectantes que la fantasía depara. Así, por un efecto de
insólita maestría la imagen popular traspasa el marco de la puerta para
desdoblar la realidad y desbordar el reino emocional, vertiendo entonces sobre
el tiempo sus sustancias de anhelo o de memoria llevándonos allá, al espacio
imaginario donde es posible confirmar nuestro derecho a la pertenencia y
realizar lo irrealizado, cumpliendo así vicariamente también lo prometido. Así, la vieja carcacha
de la abuela abre las puertas de acero que nos separan del mundo volviéndonos
huérfanos de vida, para hacernos entrar al alma de las cosas y volver a ser
otra vez los visitados, los fértiles de amor, los requeridos –y donde poder
mirar con nuevos ojos otra vez como era el mundo en realidad cuando alguien nos
miraba de veras a los ojos.
Porque al polarizar el mundo al imantarlo de
valor en la combinación de la imagen representada con la realidad vivida el
artista popular nos abre también en el misterioso manantial de agua penetrable
donde lejos de exigirnos cartas de identidad se otorgan credenciales de reconocimiento.
Sitio donde se suspenden las prohibiciones chatas y sanciones puntillosas para
dejar el paso franco a lo legítimamente permitido –y cuya deuda de amor sólo es
pagable obedeciendo la ley sin petrificarla en regla y cumpliendo así la
aceptación de la promesa. Fuente de la vida y de la creación cuyo decurso está
insuflado de alma, aligerándonos la carga al no tomar en cuenta las cosas que
posee el corazón siendo a la vez poseído por ellas, sino los lugares a donde
entra con las alas del viajero. Río y camino de la significación cuya guía de
luz desciende como un alma para encarnar en un cuerpo y para abrir un recinto
en cuyo hogar volver a reiniciar el diálogo. Lugar que inaugura el amor en la
aceptación del ser reconocido y que es también el sitio de la cita y el
rencuentro -llave mágica que abre con su fulgor el espacio al aire transparente
estableciendo al logos como lugar donde
escuchar también el coloquio del espíritu.
Las viñetas murales del rotulista popular
son entonces chispas de luz para encender los ojos y hacer carburar a la
aventura, animando así el espacio al escuchar a la vida hablando desde siempre.
Imágenes que al resonar con la obra de la creación y abrir el ser al
reconocimiento hacen posible ver también lo que la vida nos muestra al
mirarnos. Encarnación del valor poético, consistente en hablar con la vida y
permitir que la vida nos responda. Así, en sus figuraciones el humilde
ilustrador nos otorga entonces una merced que es ella misma toda gracia, pues
al dejar constancia de lo que nos ocupa y de aquello que nos pasa agrega algo
más que se da además como por añadidura: una celebración del mundo y de la vida
que es a la vez una danza de alegría.
La moral del artesano empieza así por
entregar una lujosa filosofía de la fe y de la gracia, que exigiendo en rigor
lo mejor de todo en cada uno sin embargo sabe conformarse con lo poco para
estar de cualquier suerte reconciliada con el todo. Porque vivir en ese espacio
imaginario donde se traba la emoción de la nostalgia del pasado con la
proyección de la ficción y el afán de algún futuro es también abrir sellado
secreto de la pertenencia: es tener la luminosa miel del corazón derramada
siempre en otro sitio y henchirlo entonces de presencias y de voces al entrar
por la gracia del alma en la casa de las cosas y habitar el corazón del mundo.
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