Amadeo Modigliani - DiegoRivera (1886-1957) Wählen Sie hier Ihre Wandfarbe.
Diego Rivera (1886-1957) estuvo por cerca de
catorce años en Europa, de 1906
a 1921. Regresó a México en 1910 para exponer sus obras
en las festividades del centenario de la Independencia, exposición que fue
inaugurada por la esposa de Porfirio Díaz,
Carmen de Romero Rubio. Diego Rivera tiene su primera exposición en el
año de 1907, gracias a la cual logra conseguir que el gobernador de Veracruz,
Teodoro Dehesa, le otorgue una beca para estudiar en España.
Rivera
marchó a España en 1907 armado solamente con la pensión otorgada por el
gobierno de Porfirio Díaz y el apoyo económico concedido por el gobernador de
Veracruz.
Llega a España en 1907 e ingresa a la
Academia madrileña de San Fernando y estudia en el taller del pintor Chicharro,
a donde acudían famosos intelectuales como Ramón del Valle Inclán, Gómez de la
Serna, Luís de la Rocha. Diego Rivera aparece entonces como una gigantesca
esponja que todo lo absorbe con su prodigiosa memoria visual. Es el proceso de
absorción de la escuela realista española, donde se retrata tanto la belleza de
la fuerza del paisaje como de las gentes. En 1908 visita la ciudad de París,
cuna de las vanguardias artísticas y polo de la bohemia e intelectualidad del
todo e mundo, y en 1909 se traslada a vivir a aquella ciudad, haciendo rápidas
incursiones a Bélgica, a Holanda, a Inglaterra, ciudades donde contempla los
grandes museos de toda Europa. Sus
excesos son de todo tipo, en el comer en el beber, en el leer y devorar libros
de Darwin, de Zolá, de Schopenhauer. Exhibe con los Independientes de País y es
conmovido profundamente por la obra de Paul Cézanne, gran iniciador del
impresionismo postrero e iniciador del arte moderno.
En 1909 conoce a Mará Gutiérrez Blanchard y
a su amiga Angelina Belof, con quien se casará al poco tiempo. Unos años
después se encuentra enteramente sumergido en el movimiento cubista
perteneciendo al grupo de Juan Gris, Picasso, Modiglianni, Braque, Ángel
Zárraga y los poetas Paul Eluard y Apollinaire. Practica los diferentes
estilos, el puntillismo, el cubismo, el sensualismo de Renoir, el formalismo
equilibrado de Cézanne, el colorido simbolismo de Gauguin.
Después de haber pasado un año en España,
donde se hace discípulo de su primer mentor español, Eduardo Chicharro, un
tibio modernista que trabajaba en su taller convencional donde tenía como
colega a María Gutiérrez Cueto Blanchard, se estableció en París donde
permaneció hasta un año antes de su regreso a México en 1921. En España visitó
sobre todo el Museo del Prado, para admirar a Goya, Velázquez y el Greco.
Durante su estadía en Europa visitó los museos de las grades ciudades de París,
de Brujas, de Gante, de Londres, Roma y Madrid.
Luego del viaje a México en 1910, luego del
cual recorre los museos de España de octubre de 1910 a julio de 1911, se casaron en París, teniendo ella 32 años de
edad y el 24, durando su matrimonio por 10 años hasta 1921. Durante su estancia
en México, tiene una exhibición de su trabajo por la pensión que ha recibido del
gobierno mexicano desde 1907. La muestra se realiza en al Escuela de Bellas
Artes y es inaugurada el domingo 20 de noviembre de 1910, constando la
exposición de 35 pinturas y 10 aguafuertes, mostrando el tipo de pintura que le
interesaba en esa época., habiendo sido influenciado por los dos grandes,
enormes, de España: el Greco y Goya, pero también por Rembrandt, Turner,
Boticelli, Paolo Ucello y Piero de la Francesca. La Pinacoteca de la Escuela de
Bellas Artes le compra 5 cuadros y vende a coleccionistas privados otros ocho
–que son La parte de Pedro, La casona,
Muchacha bretona, El barco demolido de Bretaña y La casa sobre el puente y Reflejos. Al poco tiempo regresaría a París
debido a los “desordenes políticos” en el país desatados por la revuelta
armada.
París era por ese tiempo la escuela de la
pintura. Desde su llegada a la vieja capital de la revolución en 1910 Diego
Rivera descubre la pintura de Cézanne velando toda una noche la obra que
tendría expuesta en sus escaparates el comerciante Ambroise Vollard y con la
que queda conmocionado delirando y con fiebre durante tres días consecutivos.
Regresa a París en 1911 para sumergirse de lleno en el mayor trastorno
revolucionario que haya conocido la historia del arte europeo, dejando atrás
sus enseñanzas de la pintura clásica española
recibidas en San Carlos y en Toledo. El movimiento artístico parisino
afecta la estética de la arquitectura, la música, la poesía y la literatura. Si
el anarquismo estético del movimiento dada, que terminaría por desembocar en la
moda teatral y de escaparate del surrealismo petrificado en convención risible.
El movimiento revolucionario del cubismo es blasfemo y distorsionante y según
declara, no sin anarquía, Diego Rivera: “no respeta nada”.
En 1909 María Blanchard (Santander
1881-París 1932), su colega en el taller de Chicharro, lo presenta con la joven
rusa Angelina Beloff (1879-1969), quien se había traslado de su natal San
Petersburgo a estudiar en París en la academia de Henrri Matisse, formando
parte del taller de Hermenegildo Anglada Camarasa en la Academia Vitti. María
Blanchard tendría luego una etapa riveriana en el cubismo, de 1916 a 1919,
utilizando las estructuras transparentes, los colores ordinarios, la
intervención de papeles decorados y los efectos de entablado.[1]
Además de los artistas judíos emigrados como
Soutin, Kisling, Max Jacob e Ilya Ehremburg, el bohemio genial, el ogro
fanfarrón y embustero que es Rivera se hace amigo de Amadeus Modiglianni,
compartiendo con él y su amante Jeanne Hébuterne durante algunos meses su
estudio de la rue du Départ donde vivía con Angelina Beloff –sosteniéndose con
dificultad entre ellos una amistad camaradería excéntrica atizada por el
alcohol y los altercados constantes. Rivera vive en el gélido París, como
tantos otros artistas, como puede en su departamento sin calefacción pues desde
el principio de la revuelta armada deja de llegarle la pensión del gobierno
mexicano. Se revela entonces como un “devorador de mujeres” (como un “caníbal”)
viviendo una pasión anárquica con frágil rubia rusa y ambiciosa Marievna
Vorovera-Stebelska, joven amiga de Angelina Beloff, con la que vive una pasión
anárquica y efímera de la que ella guardará una hija llamada Marieka que el
pintor no reconoció, Marieka (“la hija del armisticio” la llamará después
burlonamente, pues al momento de la ruptura la atractiva joven eslava le dejó
al pintor una indeleble cicatriz en la nuca por una cuchillada de celos de
mujer burlada, a manera de indeleble recuerdo de la ruptura.
El pintor y espía zarista Zinoviev hace un
retrato de cuerpo entero de Rivera (194.3
126.3 cmts.) de modos futuristas y sobre un fondo bioquímico simbolista.
Zinoviev era policía secreto del zar destaco en París. Había sido de joven
compañero de Ilya Eremburg cuando hubo un complot contra el gobierno –los jóvenes
fueron detenidos y Zinoviev delató a sus compañeros, algunos de los cuales unos
fueron enviados a Siberia, a prisión otros y unos cuantos más fueron ahorcados.
El retrato fue a parar a la colección de Barnat Biaum y finalmente fue
subastado por la casa Soterby´s en el año de 1997. Por su parte Rivera también
le hizo un retrato, obra que se llama Retrato
futurista el cual se encuentra en el Museo de Guadalajara, Jalisco.
La pintora rusa Angelina Beloff, una joven rusa de tipo muy puro, de cabellos largos
muy rubios y ojos muy azules, dulces, sencillos y honestos hasta lo
inverosímil. Fue su compañera en París durante diez años, escogiendo “para su
mayor desdicha” hacerse su mujer legítima. En 1915 da a luz el único hijo varón, el
pequeño Diego, el cual muere poco
después, en 1918, a fines del armisticio, a consecuencia de una menigitis
agravada por la miseria de la guerra. Un cierto día Diego le contaría a su hija
Guadalupe Rivera Marín: “Hoy mi hijo tendrá 35 años”., y prosiguió contando
siguiendo el estilo cruelmente naturalista de Emil Zola, que Dieguito había
muerto porque no tenían dinero para comprar el carbón con que calentarse.
En 1914 la pareja viajó a España y vivieron
en Madrid por una temporada. Ramón Gómez de la Serna, en el capítulo “Riverismo” de su libro Ismos,
describe a Angelina Beloff como incógnita y silenciosa, inteligente y humilde,
como cubierta por un velo que iba muy bien a su espíritu. Un ser dulce y débil
de una voz delicada, ce tono herido por los ácidos para las planchas del
aguafuerte que le había atacado la garganta –trabajando la naturaleza más burda
y vil. De ojos azules y perfil fino, de jersey azulen su casa, y traje azul de
rallas en líneas resultas por la calle, tan envolventemente azul que podría
llamársele por eso “el pájaro azul”. Cuando regresa a México solo no piensa por
un minuto en el desastre en que Angelina se sumirá con su partida. Ella misma
confesaría con el tiempo que a Diego Rivera le interesaba la gente mientras
podía nutrir su espíritu con ella en la relación, pero que perdía todo interés
cuanto sentía que aquella fuente se había agotado.
Diego Rivera también tuvo una hija ilegitima,
con otra mujer rusa, en París: Marievna Vorovera-Stebelska, joven amiga de
Angelina Beloff, rusa y rubia como ella, frágil de aspecto, voluntariosa y
ambiciosa. Con ella tiene el pintor una hija, Marieka, “la hija del
armisticio”. De esa pasión caótica el pintor guardó dos croquis tomados al
vuelo y la cicatriz en la nuca debida a una cuchillada de Marievna en el momento
de la ruptura.
Encuentra en el París de la Bella Época un torbellino de
ideas estéticas, relacionando pronto con los artistas anarquistas y exilados de
Monparnasse (Modigliani, Soutine, Picasso, Erenmburg). Sus amigos en los
círculos bohemios de Montparnasse, fueron Picasso, quien años después no querría
acordarse de su nombre, Gertrude Stein, Guillaume Apollinare, Elie Faure, Ilia
Ehrenburg, Soutin, Diaghilev, Amadeo Modiglianni. .Diego Ribera forma parte del
grupo bohemio y turbulento que ha marcado el arte nuevo de la preguerra:
Picabia, Juan Gris, Braque y los artistas judíos: Soutine, Kisling, Max Jacob,
Ilsa Ehremburg (quien lo toma como modelo de su personaje “Julio Jurenito”, el
príncipe de la bohemia parisina, genial, fanfarrón y embustero). Con Amadeo
Modigliani vive una amistad turbulenta y excéntrica, hecha de camaradería,
bebida y altercados. Modigiani y su amante Jeanne Hébuterne viven eun tiemplo
incluso en el departamento de Diego y Angelina, en el no. 26 de la Rue de
Déportpor, en Montparnasse, siendo vecinos de Piet Mondrian. Temporada amarga
en la que sobreviven en la más honda miseria en su taller estudio de Rue du
Départ, sin el dinero que le enviaba a Rivera el gobierno mexicano debido a los
“desórdenes políticos”, sin calefacción, en el gélido París de la guerra.
Un artista
español, provocador y visionario, es el verdadero centro de la atención
vanguardista: Pablo Picasso. Diego forma parte del pequeño grupo turbulento que
marca los años de la preguerra artística parisina en Montparnasse, logrando
acercarse a Picasso desde el verano de 1913. Diego Rivera tiene 26 años de edad
e incursiona en el cubismo, periodo que durará un lustro, pues se extenderá
hasta 1918. De hecho, sus primero cuadros cubistas los pinta en la ciudad de
Toledo en 1914. Se trata del periodo en que Rivera estuvo más cerca de las
vanguardistas pictóricas, especialmente cubismo y el futurismo, pero también
del fauve. La etapa cubista de Rivera
se gestó en 1912, floreció de 1913 a 1917 y dio sus últimas floraciones en
1918. Su amigo Ilya Eremburg accedió a que el mexicano le hiciera un retrato
cubista sentado con un sobrero puesto, el cual fe vendido aun diplomático
americano. Se reunían en La Rotonda que
era un mundo desarraigados y entre los desarraigados fue su amigo en el momento
en que Rivera está infectado de un fervoroso picassianismo y sufre la
influencia de Robert Delaunay en sus investigaciones sobre el movimiento, que
es la etapa denominada cubo-futurista de Diego Rivera –pues el futurismo
exploraba las posibilidades de la precepción mult-sensorial del espacio donde
varias faces móviles fluyen entremezcladas, donde se trata de captar la luz
como irracionales espaciales en su aspecto movedizo para ordenar en forma
radial las líneas del exterior, pues el futurismo combina junto con el
dinamismo los principios perceptivos simultáneos. A ese periodo pertenecen los
cuadros: Puente de Toledo, La niña de las alcachofas, La niña de los abanicos, Dos mujeres, El paquebote de Mallorca.
George Braque y Pablo Picasso
habían iniciado a incursionar en una especie de expresionismo constructivo
desde 1907. A ellos se les unió Juan Gris, quien comprendió el cubismo como una
especie de facetismo de extrema conceptualización, donde se descompone el
espacio en unidades estructurales por medio del análisis y la descomposición de
las formas visibles y la eliminación de la perspectiva. Los espacios
estructurales ganaron con ello organización sistemática dando a un objeto o
figura distintas relaciones de proporción. Picasso lo influencia
enormemente en su etapa cubista, participando en las proezas más importantes del
movimiento y asimilando como una esponja todo lo que se encontraba en su
derredor. El movimiento revolucionario cubista se conforma en torno a Picasso,
Juan Gris, Braque, Zárraga y Rivera por esos años, a los que hay que sumar a
Robert y Sonia Delauny, a André Salmón, a Jean Cocteau. En la recamara de Diego
Rivera de la casa de Coyoacán, colgaba el cuadro de 1914 El reloj despertador, el cual era propiedad de Frida Kalho. Fue uno
de los primeros discípulos cubistas de Picasso, y más tarde su amigo, por un
tiempo al menos, desde sus primeros días en París. Porque Picasso era en París
en primer pintor, con un estilo innegablemente nuevo que influenció a todos. Rivera
debutó como cubista en el Salón de Otoño
de 1913 con dos obras: Niña de los
arabescos y Muchacha con alcachofas,
´mas una composición de la adoración de la virgen y el niño. La primera
exposición colectiva cubista tuvo lugar
en el Salón de los Independientes de
1911. Tentado por las investigaciones cubistas, Diego Rivera tiene su primera
exposición el 21 de abril al 6 de mayo de 1914 en la galería de Berthe Weill,
en la calle de Víctor Massés. Ella era un andrógino anarquista con aspecto de
pigmeo, de ojos saltones, que le hablaba a Marte, jorobada, de aspecto bohemio
e insignificante que tenía un cuartucho pequeño, sórdido, abominable, cercano a
la Plaza Pigalle, que tenia una larga
historia ya desde 1900, pero en el que había expuesto Picasso.
De
1915 1 917 Rivera tiene una etapa experimental que durará tres años, donde va
sustituir el óleo por cera, usando corcho pesado y telas rugosas o toscas,
incorporando texturas violentas, destacando una formula matérico-mecánica en la
armonización del cuadro, la que determinaba finalmente su valor. Pinta Rivera en ese tiempo su famosa obra Retrato Zapatista (1915) –la cual tiene
del otro lado un cuadro pintado dos años antes, en 1913, titulado La mujer del pozo, que el pintor con un
velo morado y que fue descubierto en 1977 por restauradores del CENCOA. La
producción cubista de Rivera se compone de una serie de pinturas, dibujos e
ilustraciones. En toda esa etapa Rivera aplica los principios básicos del
cubismo, el tratamiento esterométrico en las formas, la construcción de un
espacio pictórico legible y la descomposición sucesiva del movimiento. El
cubismo de Rivera no se dirige al deleite de los sentido, sino que tratan de
texturas bastas, casi agresivas, de colores ordos y violentos, de planos macizos
de contornos rugosos, entrando con ello con ello en una especie de ortodoxia
cubista asentimental de una aguda intuición conceptual.
Ramón Gómez de la Serna
Otro de los
modelos de Diego Rivera en su pobre taller parisino fue Martin Luís Guzmán a
quien envolvió en un sarape zacatecano, titulado la obra Escritor y activista sentado en un equipal -mismo autor del que pintó otro cuadro un año después, en 1915.
Pinta Naturaleza muerta con tasa gris, La terrase du café y El Guerrillero –cuadro que es impugnado por Picasso por ser una copia de El hombre apoyado en una mesa, por lo que el medio se vuelve hostil a Rivera, tan impetuoso, tan dominante, tan macizo. Ilya Herenburg había conocido a Diego Rivera a comienzos de 1913, cuando empezaba a pintar naturalezas muertas cubistas, época en la que también copiaba el Greco y a Cezanne con indudable talento una cierta inclinación a lo desmesurado que le era inherente, periodo en el que estuvo también muy atraído por Zuluoga. De inmediato empezaron las pugnas, pues Picasso había pintado una naturaleza muerta con botella de anís español del que Rivera pintó uno igual.
Pinta Naturaleza muerta con tasa gris, La terrase du café y El Guerrillero –cuadro que es impugnado por Picasso por ser una copia de El hombre apoyado en una mesa, por lo que el medio se vuelve hostil a Rivera, tan impetuoso, tan dominante, tan macizo. Ilya Herenburg había conocido a Diego Rivera a comienzos de 1913, cuando empezaba a pintar naturalezas muertas cubistas, época en la que también copiaba el Greco y a Cezanne con indudable talento una cierta inclinación a lo desmesurado que le era inherente, periodo en el que estuvo también muy atraído por Zuluoga. De inmediato empezaron las pugnas, pues Picasso había pintado una naturaleza muerta con botella de anís español del que Rivera pintó uno igual.
Desde 1917 el trato entre Diego Rivera y
Pablo Picasso se vuelve rancio. Pierre Reverdy, siguiendo las instrucciones del
pintor español, empieza a calificar a Rivera de “exótico”. El pinto
guanajuatense arremetería contra Picasso revelando su amistad homosexual con
George Braque, quien detrás de su apariencia de macho garañón era sensible como
una marquesa y femenino, fundiéndose en
Picasso como su doble, su sombra y su eco –confesando Picasso cuarenta años
después respecto a Braque: “Cést ma femme…”.
Algunas aberraciones de la pintura moderna eran explicadas por José Vasconcelos
a cierta neurosis de la postguerra, complicada con el homosexualismo, dando
origen a la “sensibilidad nueva” –pues lo que en pintura inició Braque en
literatura lo consumó Joyce.[2] La enemistad llegó al punto de que a Diego
Rivera nadie lo tomó en cuenta de los historiadores del cubismo, debiendo haber
sido tomado en cuenta de acuerdo al criterio de Ramón Gómez de la Serna. Ello
se debió al pleito con Picasso y con otros, pues Picasso era un español de
genio y el mexicano en cambio un simple imitador y un arribista.
Años caóticos y sombríos absorbidos por la
vida exterior, por las intrigas sentimentales y por las necesidades de
supervivencia diaria que lo marcarán con una especie de cicatriz indeleble.
Comprende que su experiencia parisina ha concluido cuando el esteta aristócrata
Élie Faure le hace tomar conciencia de que su arte, para alcanzar el lenguaje
universal, precisa dejarse llevar por el pueblo entero, pues el París de la
postguerra no puede ya retenerlo. El genio de Diego Rivera, es el de una fuerza
profunda, espantable y casi monstruosa, de un impulso y de un salvajismo no
extirpado por la experiencia intelectual de Monparnasse. Abandona a Angelina
sin reparar en el desastre que le ocasiona, embarcándose hacia su país natal
habitado por el furor de pintar, dejando con ello a una Europa devastada por
una guerra insensata.[3]
En 1920 el aristocrático Élie Faure hace ver
a Rivera que el París de la postguerra no puede ya retenerlo, que no pertenece
ya a Occidente, que su lenguaje universal debe ser llevado por el pueblo
entero. Entonces Rivera prepara la partida. Llega a México impregnado con los
frescos que ha visto en Italia, con Miguel Ángel, con las pinturas de
Tintoretto, con las obras maestras del arte etrusco. La caída de Venustiano
Carranza, que había confiscado la revolución en beneficio de los grandes
propietarios y la llegada al poder de Álvaro Obregón, representante de las
clases populares y la democracia, permiten en regreso.
Los talleres ahumados de Montparnasse. Diego
Rivera se gana desde París la reputación de ser un libertino, un anarquista, un
charlatán y un salvaje al que le imponen el remoquete del “Toro” al estar
poseído por el vértigo de la pasión carnal violento, imperioso e intransigente
que es a la par su fuerza y su flaqueza –sin embargo, llegado a México fascina
a todos, no tanto por sus costumbres disolutas, sino por su arte, por la
voluntad de su desmesurado trabajo, y a todos aturde con su facundia. Rivera es
a la vez un ogro, un gigante y un embustero que ha vivido 14 años en París.
Antes de regresar a México visitó Italia
durante cuatro meses, deteniéndose en los frescos y encáusticas del siglo XIII
y XIV para aprender de los grandes maestros la pintura monumental.
Entre 1920 y 1921 viaja a Italia, donde
conoce a los grandes maestros renacentistas y prerrenacentistas: Uccello,
Massaccio, Boticceli, Miguel Ángel, Rafael, Leonardo, poco antes de llegar a
México listo para crear un gran arte monumental y nacionalista enderezado para
expresar a los verdaderos actores de la revolución: los campesino y obreros
desheredados. En México se siente la necesidad de la expresión nacionalista,
producto de la recién finalizada Revolución. Luego del asesinato de Carranza en
Tlaxcalaltongo son los hombres fuertes de Sonora los que asumen el poder de
mando: Cales, Obregón, De la Huerta, quienes deciden para los mexicanos con una
política hábil, que combina el populismo verbalmente radical con la
conciliación y la represión. Por su parte el muralismo comienza con la ambición
de educar a las masas populares en su propia historia, en sus propias
tradiciones, haciendo a la par un retrato de su gesta histórica por liberarse
de sus opresores.
En el puerto de Saint Mazire se embarca para
América sin que Angelina supiera que esa despedida era para siempre. Llegando a
México recorre todo el territorio llenando cientos de libretas de dibujos
buscando una especie de realismo mexicano
donde se aliaran costumbrismo y naturalismo. Diego Rivera tiene entonces
36 años de edad. Cuando regresó a México en 1921 el clima de caos regenerador
donde todo es una explosión de vida y violencia y donde todo es nuevo, donde
afloran las pulsiones secretas del pasado indio, y la promesa de la cultura
ante un pueblo deseoso de aprenderlo todo y recibirlo todo.
[1] María
Blanchard murió el 15 de abril de 1932. En una velada en homenaje a l artista
celebrada unos días después en el Ateneo de Madrid, el poeta Federico García
Lorca leyó su Elegía a María Blanchard
haciendo en ella una desagradable referencia al gigantón Rivera, a quien
califica de artista sensual antítesis de la pintora que pinta de oro y esa el
ombligo terrible de Plutarco Elías Calles, agregando que el pintor mexicano
arrojaba sus botas contra las bombillas y quebraba todos los días el espejo y
el lavabo en París, creyendo que las personas y las cosas eran arañas que
venían a comerlo. Ver Catálogo de la exposición retrospectiva de María
Blanchard del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, enero-marzo de 1982.
Raquel Tibol, Luces y sombras de Diego Rivera. Op.Cit. Pág. 113.
[2] Ver Diego Rivera. Epopeya Mural.
Textos de Juan Rafael Coronel Rivera, Linda Bank Downs y Luis Rius Caso. INBA, CONACULTA. México 2007. Págs. 47
a 49.
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