El Palacio de Correos de Adamo Boari
Por Alberto Espinosa Orozco
El Palacio de
Correos
En los primeros años de estadía en nuestro país el arquitecto italiano
Adamo Boari proyecta, diseña y construye el Palacio de Correo Postal
(1902-1907) también conocido como la Quinta Casa de Correos. Trabó
relación con nuestro país 1897, cuando llegó a nuestro país para encargarse de
dos importantes edificaciones: la Parroquia de Matheguala, San Luis
Potosí (1897) y, la erección de una imponente catedral neogótica: el Templo
Expiatorio de Guadalajara (1899).
Contratado en 1901 por el gobierno de
Porfirio Díaz para la remodelación del Palacio Nacional y el proyecto a un
Monumento al mismo Porfirio Díaz, Adamo Boari se encargó también de la
edificación del Nuevo Palacio de Correos Postales, siendo su de su tercera obra
arquitectónica en México -contando con la colaboración del Ingeniero Gonzalo
Garita, quien dominaba las nuevas técnicas constructivas, específicamente la
cimentación tipo “Chicago”, consistente en una cimentación de estructuras de viguetas
de acero y el ensamblaje losas de
concreto prefabricadas de 70 centímetros.
Fue construido en el terreno de 1680 m2 del
que fuera el Hospital de Terceros de San Francisco u Hospital Real de Nuestra Señora de la Pura y Limpia
Concepción, en las calles de Santa Isabel, San Andrés y Callejón de la
Condesa, que databa de 1761 y que funcionó un durante todo un siglo auxiliando
a los franciscanos, hasta 1863, cuando por la conocida “ley de secularización” republicana
pasó a manos de particulares, siendo por un tiempo Oficinas del Imperio, y
luego Escuela de Comercio y sede de
la Sociedad de Geografía y Estadística,
antes de que fuera demolido en 1900. Sobre el gran terreno lindante con la última
traza de la antigua ciudad de Tenochtiltlán, de 3, 730 m2 de extensión, se
encontraba antiguamente la casa de la hija favorita del emperador mexica
Moctezuma II, la Princesa Tecuichpo o Flor de Algodón, conocida posteriormente
como Isabel Moctezuma (1502-1550).[1]
La
primera piedra fue puesta en la calle de Hombres Ilustres (hoy Hidalgo)
por Porfirio Díaz el 14 de septiembre de 1902 y terminó de edificarse en 5
años, el 17 de febrero de 1907, remplazando la Cuarta Sede de Correos,
en la Calle de Moneda, que funcionó en dicho local de 1852 a 1907. [2] El
nuevo edificio, con un costo de más de 3 millones de pesos ($2,921,009.94), fue
inaugurado por el mismo presidente Porfirio Díaz en 1907, poniéndose de
manifiesto la versatilidad y la magnificencia imaginativa del gran arquitecto
italiano, sino inconcusamente una de sus grandes obras maestras declarada en
1987 Monumento Artístico de la Humanidad.
El Palacio de Correo, situado
en la Calle de Tacuba #1, es un edificio de cuatro niveles, dominado en su
exterior por la sobria cantera blanca de
Tezoantla, Real del Monte, conocida como “Piedra Blanca de Pachuca”, Hidalgo,
en sillería labrada, que al oxidarse con el tiempo da un tono de oro pálido. Su
estilo ecléctico art noveau ha sido
denominado “pseudo-gótico veneciano” y “plateresco isabelino” –siendo en
realidad una bien lograda fusión de diversos estilos: plateresco, gótico e
isabelino, es verdad, pero también mudéjar y renacentista italiano, hallando
una de sus fuentes de inspiración en el Palacio Ducal de Venecia y en el Palacio
de Monterrey en Salamanca, siendo uno de los más bellos emblemas del
Centro de la Ciudad de México, con sus adornos platerescos donde predominan los
elementos góticos, los pináculos que rematan los torreones y los arcos falsos
sobre los peraltados de las ventanas del primer y segundo cuerpos.
Destaca asimismo su fachada ochavada, o en pan coupé, cuya fachada tiene chaflán en
la esquina con un paraguas sostenido por figuras esculpidas con la forma de dos
bueyes, como timbres o cimeras de grandes escudos, que enmarcan el elegante
alfíz mudejar de la puerta y representan el espíritu de sacrificio, en alusión
a los hombres que trabajan en silencio para bien de los demás –por lo que recuerda otros edificios de
portada similar, como el Palacio del Conde de Suchil de la
Ciudad de Durango.
En su espléndido interior descuellan las
escalinatas de dos rampas del hall, construidas hasta el segundo piso con
mármoles blancos de Durango, notables por la gracia de sus formas imbricadas y
su elevación, ya que suben en un espacio abierto por los cuatro pisos, hasta
encontrarse con un inmenso vitral transparente o domo central emplomado, que da
a todo el hall del cubo principal del recinto una extraordinaria transparencia
y claridad diurna, bañando a todo el recinto de una especie de luminiscencia
ingrávida, introduciendo así Adamo Boari en la arquitectura interior el
elemento de la claridad diurna natural.
Destaca también la herrería en bronce mandada
hacer a Florencia, realizada por la Casa
Fondera Pignone, junto con los barandales, elevadores, detalles de los
pórticos y los adornos de gárgolas y dragones en los faroles del exterior -sobresaliendo
a la vista también, en el interior, las lámparas con sus bombillas de cristal
de Murano. Todo el interior del inmueble está acabado con preciosos mármoles blancos
y negros de Durango, estando las columnas de acero revestidas con la moderna técnica llamada de “escayola” en tonos marmóreos
color ámbar.
El edifico cuenta con 4 fachadas, cada una
de ellas con su particular estilo y carácter. En la planta baja se sitúa el Museo
de las Estampillas, desde la primera estampilla impresa en México con
la efigie del Cura Miguel Hidalgo, de 1856, de medio real, hasta las más recientes, junto con
innúmeros matasellos postales; el recinto cuenta con una gran colección de
buzones antiguos, máquinas expendedoras y una obra de arte de Pablo Magaña González,
la que con timbres postales de 1890 a 1934 forma una impresionante “Águila Azteca” –mismo artista del que se
muestra otra obra, con igual técnica, en el segundo piso, sobre el “Valle del Anahuac”.
En el segundo piso del hermoso palacio se
encuentra la Sala de Recepciones Bartolomé Galoti, llamada así en honor al
artista italiano que pintó en ella 10 pequeños murales, frescos al temple,
sobre fondo de laminilla de oro, donde se representa, bajo la especie de la
alegoría de niños jugando, la evolución histórica del correo y las
comunicaciones, desde la paloma
mensajera, hasta la máquina de escribir, todo ello precedido por el dios
Mercurio portando sus atributos característicos: el casco de invisibilidad, el
caduceo y las alas talares –contando el mismo salón con una amplia serie de
óleos sobre los pioneros de las comunicaciones postales en México.
En la herrería de las escaleras del 3er piso
sobresalen los escudos de las naciones integradas en aquella época en la Unión
Postal Universal, mismo nivel donde se encuentra la Biblioteca Postal, con
más de 8 mil volúmenes, más archivos y catálogos. El tercer piso es adornado con otros motivos
platerescos, como son los arcos trilobulados, que en la parte superior ofrecen
escudos heráldicos rodeados de motivos fitomorfos. Los otros vanos de este
cuerpo presentan forma rectangular y están rematados por frontones circulares
que igualmente ostentan escudos, sostenidos por amorcillos. Entre este piso y
el cuarto, una interminable greca horizontal de escudos, cuya forma o campo es
un triángulo curvilíneo inscrito en un círculo.
Empotrado en el torreón del 4to piso se
encuentra el gran reloj monumental, de 700 kilogramos y manufactura alemana,
importado por los famosos joyeros Hermanos Dinner con una maquinaria especial
de 5 carrilleras hecha a partir de diferentes relojes, ensamblando en México
por la joyería “La Perla” y cuyas
campanadas podían oírse en su mejor época a 4 kilómetros a la redonda. En el
interior de ese mismo nivel se encuentra el Museo de la Cultura Naval.
Son notables también las esculturas en cantera de gárgolas en parte superior de
la fachada y, sobre la puerta de acceso a la cochera, una esmerada escultura en
cantera rosácea del símbolo nacional por excelencia: el águila azteca devorando
la serpiente.
El Palacio de Correos, obra del
arquitecto Adamo Boari, se encuentra en una zona sorprendente por su
magnificencia arquitectónica, a unos pasos del Palacio de Bellas Artes,
obra del mismo arquitecto italiano y
casi enfrente al Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas, edificaciones
representativas del espacio público de la era porfiriana –a las que hay que
sumar dos obras neoclásicas del insigne arquitecto español Manuel Tolsá: el Palacio
de Minería y el archifamoso monumento a Carlos IV, “El
Caballito” –sensible símbolo nacional hoy en día lamentablemente
cubierto por lonas envolventes, sostenidas por una post moderna estructura, se
diría que a manera de vergüenza pública, debido al daño sufrido por la
broncínea escultura ecuestre al caer en manos réprobas, que inconcebiblemente
aplicaron para su limpieza una desmedida gradación de ácido nítrico en toda su
superficie en el año de 2013. Pasemos a continuación a dar un vistazo al Palacio
de Comunicaciones y Obras Públicas, hoy en día convertido en el Museo
Nacional de Arte.
Continuará…
[1]
Tecuichpo Iscayochitzin,
fue la hija predilecta del huey tlatoani Moctezuma Xocoyótzin y de Tezalco
Tecuichpo de Tonalco, quien a su vez era hija del emperador Ahuzote. Fue madre de Leonor Moctezuma Cortés, también hija
del Conquistador, quien caso con Juan de Tolosa, 20 años mayor que ella, en
1550, fundándose con ese enlace lo que se conocería como la “Aristocracia de la
Plata”, que sentó sus reales en las ciudades de Zacatecas y posteriormente en
Durango por meido de el “Fénix de los Conquistadores”, Francisco de Ibarra.
[2]
La Primera casa de Correos estuvo situada entre las calles de Correo Mayor y
Soledad, a espaldas de Palacio Nacional, de 1621 a 1762; la
segunda en la calla de Guatemala, de 1765 a 1788; la tercera en la calle de San
Francisco de 1788 a 1852, y; la cuarta situado como Anexo al Palacio de Moneda,
la que funcionó en esa sede de 1852 a 1907.
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