Felipe de Ureña en
Durango: la Inmaculada Concepción
Por Alberto Espinosa Orozco
La pequeña escultura de la imagen de la
Inmaculada Concepción de María se preserva entre más de 200 joyas virreinales
en el Museo Sacro de la Catedral de la Basílica Menor de Durango. La escultura
estofada en caoba, encarnada y policromada, se debe a la talla del gran
artista, arquitecto y ensamblador novohispano Felipe de Ureña, y fue labrada en 1749.
La valiente fantasía de Ureña se manifiesta en esta preciosa escultura, siendo
una muestra extraordinaria del estilo barroco churrigueresco.
Hay que recordar que Ureña fue discípulo y
trabajó con el arquitecto andaluz Jerónimo de Balbás, quien introdujo en México
el estilo estípite, pues fue su alumno y aprendiz en la magna empresa donde labraron para la Catedral Metropolitana de la
Ciudad de México el Retablo Mayor, el retablo del Perdón
y el de los Reyes, entre 1718 y 1736.
A decir de Francisco de la Maza antes que Lorenzo Rodríguez soñara en labrar
en piedra El Sagrario Metropolitano, ya para el año de 1729 Felipe de Ureña
se lanza a una interpretación personal del barroco estípite en la Sacristía
de San Francisco, en su natal Toluca, tanto en el retablo mayor como en el
guardacalis, emulando a su maestro andaluz Balbás y acaso superándolo por su valiente
fantasía, con sus estatuas crecidas, sus cornisamentas de tanto vuelo, con sus
molduras tan ricamente adornadas. Antonio Días del Castillo se expresó entusiasmado
sobre los logros del artista toluqueño, de rara inventiva, pues los altares por
él construidos surgieron con gran ostentación y singular majestuosidad, siendo
la obra más primorosa de esa era.[1]
La obra extraordinaria realizada por Ureña en La Compañía de Jesús en la ciudad de Guanajuato, entre 1747 y 1749, se caracteriza por haber dotado a la iglesia tres portadas, como se hace con las catedrales para indicar sus tres naves, siendo la primera fachada churrigueresca de México, triunfo personal de Ureña, ya calificada por Francisco de la Maza como una obra espléndida, confirmando la originalidad de su obra de gran lucimiento, debiéndose a sus manos la introducción del barroco estípite, tanto en el retablo como en la fachada en piedra.
La obra extraordinaria realizada por Ureña en La Compañía de Jesús en la ciudad de Guanajuato, entre 1747 y 1749, se caracteriza por haber dotado a la iglesia tres portadas, como se hace con las catedrales para indicar sus tres naves, siendo la primera fachada churrigueresca de México, triunfo personal de Ureña, ya calificada por Francisco de la Maza como una obra espléndida, confirmando la originalidad de su obra de gran lucimiento, debiéndose a sus manos la introducción del barroco estípite, tanto en el retablo como en la fachada en piedra.
Por la originalidad de su trabajo el artista
toluqueño resulta una figura fundamental del arte barroco del Siglo XVIII. Fue
patrocinado por las grandes familias mineras vascas del norte de México,
quienes controlaban la Casa de Moneda, al igual que por las órdenes religiosas
de los franciscanos, los dominicos y los jesuitas -las dos potencias que
sufragaron los gastos de las grandes obras arquitectónicas y de los grandes
retablos en el Siglo XVIII.
El arquitecto, ensamblador y escultor Felipe
de Ureña nació en la ciudad de Toluca, y siendo un espíritu nómada y un gran
viajero ayudó a difundir en México las nuevas formas artísticas traídas por su
maestro Jerónimo Bálbas de España, denominadas como barroco estípite o churrigueresco
mexicano, ejercitándolas al mismo tiempo que su maestro andaluz y antes que
Lorenzo Rodríguez. Trabajó en toda la zona minera del norte de México, pasando
por Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas, y Durango, llegando su obra a
plasmarse imponente en la ciudad de Oaxaca. Hay que agregar que Ureña realizó
en México más de 11 retablos –cambiando entre 1740 y 1747 todas las columnas
del retablo mayor de La Encarnación por estípites,
introduciendo por primera vez los estípites en piedra externos en La Santísima,
entre 1770 y 1780.
El “maestro trashumante” dejo un increíble
testimonio de su obra durante todo el Siglo XVIII, formando un taller artístico
con sus hermanos, hijos y yerno, siendo uno de sus más ilustres continuadores
su hijo Francisco Bruno de Ureña, quien ensambló y proyecto retablos hasta
principios del Siglo XIX, abarcando ya las nuevas formas del neoclasicismo. [2]
Por su parte, de manera anecdótica hay que
decir que la hermosa escultura de la Virgen de la Inmaculada Concepción de María,
patrona de Durango, fue dañada el 1970 por uno de tantos locos sueltos, armado con un objeto
contundente, con el que dañó severamente la figura, la cual, aunque fue restaurada, lleva hasta hoy en día las huellas de aquel lamentable atentado, pues
conserva el ojo izquierdo sumido en su propia cuenca. El odio iconoclasta ha causado la irreparable pérdida de muchas obras expresivas y elocuentes de nuestro gran pasado colonial: en 1968 un bazucaso destruyó la puerta de San Ildefonso, tallada por Felipe de Ureña, y un siglo antes, en 1863 la soldadesca liberal comandada por Juan José Baz arrancó los retablos de la Capilla de Tercer Orden, tallados por Urena y uno más realizado por Jerónimo Balbás, para luego destruirla completamennte. Igualmente fueron demolidas la Capilla del Señor de Burgos. la Capilla de Aranzaú, la Capilla Jesuita con los restos de la de San José de los Naturales, la Capilla del Calvario, la Capilla de la Purísma y la de la Santa Escuela, para mencionar tan sólo algunas de las más importantes (Guillermo Tovar de Teresa, La Ciudad, un Palimsesto, La Centena. ESN. 2004. Pág. 31).
El gran maestro alarife y ensamblador Felipe de Ureña introdujo el estilo estípite en Durango, también conocido como churrigueresco. Sabemos que estuvo radicado y trabajando en la región por un lapso de tres años, de 1749 a 1752, justamente el año en que Jospeh Ignacio del Campo Soberón y Larrea, el Primer Conde del Valle de Súchil, casó con Isabel Erauzo, iniciando así su meteórica carrera de ascenso social como prominente minero y terrateniente, administrando las dos principales haciendas de su suegro Esteban Erauzo y Leogarda Ruiz y Somosurco: San José de Avino y Nuestra Señora de Aranzazú de Gamón.
Fue llamado traer de Aguascalientes, donde el maravilloso ensamblador y arquitecto tenía su taller en compañía de sus hijos, con la expresa encomiendo de labrar el retablo o pirámide para el Altar Mayor de la Catedral Basílica Menor de la ciudad de Durango. Se acordó su hechura por medio de un contrato que el alarife fijó por un costo de 25 mil pesos, en base a un mapa previo, que luego se fue modificando en la realización de la obra.
En 1752, cerca de la finalisación de la obra, el fantástico demiurgo del estípite mexicano enfermó, convaleciendo en una rica hacienda de Pánuco de Coronado. Parcialmente restablecido de sus males se marcho de Durango con rumbo a Aguascalientes, dejando sin terminar la obra, por lo que se le persiguió por incumplimiento de contrato. Sin embargo, en 1753 su hijo dio seguimiento y terminó la magna labor, la cual comprendió, además de la pirámide del retablo mayor, la composición del Facistol del Coro y el Tenebrario, la Capilla de San Jorge y el adorno de todas la bóvedas y de las torres, a lo que hay que sumar la composición de Ciprés central del templo, semejante al de Santo Domingo, en la ciudad de Puebla.
Sabemos que Felipe de Ureña esculpió con sus propias manos algunas de las imágenes de fantástico retablo mayor, de tres cuerpos, que resultó una obra primorosa, toda dorada, de 15 1/2 varas de alto, poblado por gran multitud de imágenes de santos de cuerpo entero, estofadas. Originalmente el retabló contó con 78 estatuas, entre grandes y chicas, de las cuales 45 medían un metro de altura. Destacaban los serafines, los Ángeles, las Virtudes, y un número no menor de muchachos desnudos. En el primer cuerpo se representaba el Trono del Divinísimo Señor Sacramentado. El segundo cuerpo albergaba a la Purísima Concepción de Nuestra Señora María, rodeada por un círculo de estrellas. En el tercer cuerpo se encontraba un vasta programa iconográfico con las figuras de san Joseph, San Juan Bautista, San Esteban, San Lorenzo y San Dionisio, escoltados por ocho ángeles junto con cuatro ángeles más portando palmas, a los que se sumaban San Juan de Dios. San Lucas, San Felipe Neri, San Bernabé y San Cosme. Los tres retablos estaban adornados con cornucopias, fruteros, festones y resplandores. En el Sagrario se encontraban las figuras estofadas de los cuatro evangelistas, de los cuatro doctores de la ley, seis medallones con escenas de la Virgen maría, las ocho Virtudes, más ocho ángeles de 70 centímetros de altura. Se contaban también 16 serafines en los estípites. La ornamentación en su conjunto constituía uno de los más altos alardes de fantasías barrocas en todo México, del cual, luego de la promulgación Leyes de Reforma de 1856 y su puesta en práctica en 1859, no quedaron, si acaso, sino un par de palillos: la Virgen de la Inmaculada Concepción de María, de la que nos hemos ocupado, y otra bellísima escultura más, que reposa en el centro del Ciprés central del tempo, correspondiente a la misma Concepción, pero ahora ataviada con celestes galas gloriosas, siendo una y la misma patrona de Durango. La Ley Juárez había cobrado su presa, enriqueciendo, entre dentelladas, a muchos oportunistas y furibundos amantes del arte.
III
Cabe agregar que dicha obra se suma a otras
muchas en la Galería Episcopal de la ciudad de Durango, donde se resguarda
celosamente gran parte el patrimonio cultural virreinal de la región. La casa
anexa a la Catedral Basílica Menor de la Inmaculada Concepción de la ciudad de
Durango, fue primero Casa de la Haceduría, luego Oficinas de la Mitra, para
convertirse recientemente en Museo Sacro, contando con 5 salas en la parte
superior que cuentan con una impecable museografía. Entre las obras más importantes
de su colección destacan cuadros de Juan Correa, Antonio de Torres, José
Juárez, entre otros; también el gran Tenebrario confeccionado con madera de
ébano y hueso de 4 metros de altura, usando en la ceremonia del “Oficio de la
Luz” en Semana Santa, y dos gigantescas Custodias en oro y pedrería.
Un tenebrario es un candelabro de forma
triangular con quince velas, dispuestas escalonadamente, que se iban apagando
progresivamente durante el Oficio de tinieblas u Officium tenebrarum, en Semana
Santa. En este oficio de tinieblas se cantaban los salmos y las Lamentaciones
del profeta cristiano y judío Jeremías, y al término de cada uno se iban
apagando las velas, normalmente amarillas, de este singular candelabro situado
en el presbiterio, empezando por el ángulo inferior derecho, quedando encendida
solamente la más alta, que en algunos sitios suele ser blanca.
Como había nueve salmos en los maitines y
cinco en las laudes, sólo se deja encendida la vela más alta del triángulo
después de haber cantado todos los salmos. Simboliza el día de la muerte de
Jesucristo en la Cruz. Las quince velas representan a los once apóstoles, las
tres Marías y la Virgen María, es decir, aquellos que acompañaron a Jesús en el
día simbolizado. El triángulo mismo simboliza la Santísima Trinidad; para
algunos, la vela más alta representa a Cristo, mientras que otros afirman que
es la Santísima Virgen, la única que creyó en la Resurrección, y la extinción
gradual de las demás tiene que ver con la fe menguante de apóstoles y discípulos.
El museo también alberga un tesoro musical
invaluable, pues en el Archivo de la Capilla se resguardan más
de 850 obras musicales completas de los siglos XVII y XVIII, y más 67 libros de
coro, 80% de las cuales son obras originales dedicadas a la catedral de
Durango, entre Conciertos, Motetes, Avemarías, Magníficats y Villancicos
Navideños. Obras inéditas muchas de ellas, escritas a propósito por
los Maestros de la Capilla de la Catedral , todos ellos músicos excelentes, pues Durango
fue en esa época un importante centro musical, a la altura de los más importantes
de México, como Guanajuato, Puebla, Morelia y Oaxaca. En el Acervo
de la Capilla se encuentra también obra de un importantísimo músico
italiano del siglo XVIII que trabajó y vivió en Durango, Santiago Biloni, cuya obra ha
sido comparada con la de los maestros barrocos más importantes de todos los tiempos, como
Locatelli, Corelli o Vivaldi. Obra valiosísima que está siendo paleografiada,
modernizada y repuesta por el Maestro Director del Coro de la capilla de la Catedral
de Durango y músico extraordinario Don Humberto Robles, quien está llevando a
cabo la titánica labor de montar de nuevo y reponer las grandes obras musicales barrocas y
virreinales escritas originalmente para la Catedral Basílica Menor, pues era Durango en esa época un importante centro musical, no sólo en la Nueva España, sino en toda América.[3]
Cabe destacar las pinturas que una sala del
museo se encuentran los retratos de cuerpo entero de todos los obispos de
Durango, desde el primero, Mons. Gonzalo
de Hermosillo y Rodríguez (12 de octubre de 1620 - 28 de enero de 1631), hasta
el último, Mons. Héctor González Martínez (11 de febrero de 2003 - 26 de
septiembre de 2014) –quedando aún por realizarse el cuadro del su más reciente
arzobispo, Mons. José Antonio Fernández Hurtado (26 de septiembre de 2014),
quien el día 21 de noviembre tomó posesión de su nueva investidura con un
mensaje de solidaridad a los jóvenes y pobres de la región.[4]
[1]
Antonio Días del Castillo, Mano religiosa de fray José Cillero.
Del año de 1730, con grabados de Francisco Silverio. Ver Francisco de la Maza, “Un
Arquitecto Barroco Mexicano” Revista de la Universidad de México. http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/8557/public/8557-13955-1-PB.pdf.
[2] María Rosario Fatima Halcón Álvares Ossorio, Felipe
de Ureña. La difusión del estípite en Nueva España “. Universidad de
Sevilla. 2013. España. http://tv.us.es/presentacion-del-libro-felipe-de-urena-la-difusion-del-estipite-en-nueva-espana/
[3] En
el año de 2010 se levó a cabo el 1er Festival de Música Virreinal de la Catedral
de Durango, para lo que se rescató el gran órgano de la Catedral, que se tocó
por primera vez luego de 100 años de silencio y olvido.
[4] Mons. Gonzalo de Hermosillo y Rodríguez,
O.S.A. (12 de octubre de 1620 - 28 de enero de 1631)
Mons. Alonso de Franco y Luna (7 de junio de 1632 - 30 de mayo de 1639) +
Mons. Francisco Diego Díaz de Quintanilla y de Hevía y Valdés,
O.S.B. (8 de agosto de
1639 - 21 de julio de 1653) +
Mons. Pedro de Barrientos Lomelin (31 de mayo de 1655 - 19 de octubre de 1658) +
Mons. Juan Aguirre y Gorozpe (17 de noviembre de 1659 - 21 de septiembre de 1671) +
Mons. Juan de Ortega
Cano Montañez y Patiño (1672 - 9 de septiembre de 1675) +
Mons. Bartolomé García
de Escañuela, O.F.M. (16 de noviembre de 1676 - 20 de noviembre de 1684) +
Mons. Manuel de Herrera, O.F.M.
(4 de mayo de 1686 - 31 de enero de 1689) +
Mons. García Felipe de
Legazpi y Velasco Altamirano y Albornoz (23 de agosto de 1691 - 5 de marzo de 1700) +
Mons. Manuel de
Escalante Colombres y Mendoza (1699 - 31 de mayo de 1704) +
Mons. Ignacio Diez de la Barrera (7 de mayo de 1705 - 20 de septiembre de 1709) +
Mons. Pedro de Tapiz y García (26 de febrero de 1714 - 13 de abril de 1722)
Mons. Benito Crespo y Monroy,
O.S. (9 de octubre de
1722 - 20 de enero de 1734) +
Mons. Martín de Elizacoechea (27 de julio de 1735 - 8 de marzo de 1745) +
Mons. Pedro Anselmo
Sánchez de Tagle (1747 - 26 de septiembre de 1757) +
Mons. Pedro Zamorana Romezal (19 de diciembre de
1757 - 21 de diciembre de 1768) +
Mons. José Vicente Díaz Bravo,
O. Carm. (20 de noviembre de 1769 - 24 de abril de 1772) +
Mons. Antonio
Macarayuca Minguilla de Aguilain (14 de diciembre de
1772 - 12 de junio de 1781)
Mons. Esteban Lorenzo
de Tristán y Esmenota (15 de diciembre de 1783 -19 de abril de 1793) +
Mons. José Joaquín Granados y Gálvez, O.F.M. (21 de febrero de 1794 19 de agosto de
1794) +
Mons. Francisco
Gabriel de Olivares y Benito (22 de febrero de 1795 26 de febrero de 1812) +
Mons. Juan Francisco
Castañiza Larrea y González de Agüero (18 de diciembre de 1815 29 de octubre de 1825) +
Mons. José Antonio
Laureano de Zubiría y Escalante (28 de febrero de 1831 - 28 de noviembre de 1863) +
Mons. José Vicente
Salinas e Infanzón (22 de abril de 1868 - 9 de enero de 1894) +
Mons. Santiago de
Zubiría y Manzanera (18 de marzo de 1895 - 25 de enero de 1909) +
Mons. Francisco de
Paula Mendoza y Herrera (7 de agosto de 1909 - 28 de julio de 1923) +
Mons. José María
González y Valencia (24 de marzo de 1924) +
Mons. Lucio Torreblanca ( 1959 - 24 de agosto de 1961) +
Mons. Antonio López Aviña (14 de diciembre de 1961 - 4 de marzo de 1993) +
Mons. José Trinidad Medel Pérez (4 de marzo de 1993 - 5 de junio de 2002)
Mons. Héctor González Martínez (11 de febrero de 2003 - 26 de septiembre de 2014)
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