miércoles, 2 de noviembre de 2016

Mictlán: Homenaje a Tomás C. Bringas Por Alberto Espinos Orozco (4ª Parte)

Mictlán: Homenaje a Tomás C. Bringas
Por Alberto Espinos Orozco
(4ª Parte)



IV
         A un año de la muerte de Tomás Castro Bringas (7 de marzo de 1962, Santiago Papasquiaro-18 de octubre de 2016, Durango) se mesclan los sentimientos encontrados, en pugna y contradictorios, de la gratitud y del pasmo. Por un lado, punzante sensación de luto, de pasmo, de malestar y de parálisis, de paso por la muerte, ante el espectáculo sombrío de su ausencia física, cuyos tonos umbríos nos recuerdan su viaje al más allá. Por el otro, luminoso sentimiento de gratitud y de fidelidad a su causa y su memoria, por el recuerdo enriquecedor que dejó entre nosotros su generosa personalidad encantadora, llena de dinamismo y energía y no exenta de ternura.
Al homenaje póstumo “Mictlán” a Tomás Castro Bringas, consistente en una exposición acompañada de una hermosa caja-objeto artístico con 25 grabados originales de artistas de toda la república, se suman una serie de reconocimientos que se han venido acumulando a lo largo de un año, que ratifican y autentifican su valor, tanto por su importante trayectoria artística e infatigable labor magisterial, como por haber sido y desde sus entrañas, por ello mismo muchas veces desapercibidamente, un destacado animador de la cultura durangueña.[1] Toca así ver en la fecha mortal lo que tiene de vida, de renacimiento, de inicio de un nuevo ciclo, de regeneración espiritual, de perdurabilidad y de memoria.







         La palabra homenaje, derivada del latín tardío “”homináticum”, proveniente del occitano o de la lengua de Oc, región de Provenza, al sur de Francia, donde nació, entre los siglos XII y XIII,  en la sociedad noble, la idea del amor cortes, base del romanticismo contemporáneo, consistente a la elaboración trovadoresca al vasallaje o subordinación del caballero hacia su dama. Su voz deriva de la raíz “homo”, que significa hombre, significando así una condición de humanización, una nota o cualidad esencial humana, digna por tanto de ser realzada públicamente, a manera de ejemplo, por ser motivo de orgullo colectivo.
El significado primitivo de “homenaje” es el del juramento solemne de fidelidad a un señor feudal, a un rey o a un igual. Juramento de fidelidad y de vasallaje, pues, al maestro Tomás Castro Bringas, en reconocimiento a sus copiosos méritos, a su dignidad o grandeza como persona, a sus cualidades propiamente humanas y a su visión de artista auténtico, siendo uno de los frutos más originales y logrados la cultura regional. Homenaje póstumo, que honra su memoria en actitud de respeto, de subordinación y acatamiento, de veneración y deferencia o consideración especial a su persona, de miramiento y admiración por ser su trayectoria artística motivo de orgullo colectivo, en reconocimiento a ser un bien social, ejemplo o a seguir y horizonte orientador de los valores.
Acto de reconocimiento de su valor, de enaltecer y exaltar su figura, de ensalzarlo por su honradez y rectitud, por su sencillez y generosidad, en muestra de respeto a su persona y obra, vinculadas a sus cualidades morales, a su virtud y merito en el cumplimiento del deber, al distinguirse en el servicio público de la educación y la difusión del arte, actividades que el maestro Bringas interpretó  como una obra esencial y completa de civilización y de cultura, rayando su tarea en la abnegación, el sacrificio e incluso, hay que decirlo, en el  heroísmo, por ser su ardua misión superior a sus fuerzas y acaso a las de toda una generación.

Porque la contribución de Tomás Castro Bringas al arte de la estampa fue, en efecto, la de una rica y compleja obra civilizadora, de refinamiento social y de alta cultura, íntimamente ligada a la tradición vernácula y popular, pero también inextricablemente ligada a su comunidad y a la historia. Su trabajo, así, sentó las bases para hacer de Durango un mejor lugar, por estar su labor orientada al servicio de los demás, en el sentido de explorar, en su calidad de artista, lo que cabalmente significa ser un morador, un hombre entre los hombres, un habitante del mundo.
Porque para el profundo y finísimo burilista durangueño ser un morador fue siempre y simultáneamente ser un hacedor, pues morar no es solo permanecer sino fundamentalmente es hacer, es construir la casa del hombre, esa segunda naturaleza adquirida que nos hace entrar en un mundo espiritual a conciencia, sin filisteismos, para habitarlo demorándose en su interior poniendo manos a la obra, haciendo las cosas que se deben o que hay que hacer, despaciosamente, con tiempo, lentamente, bien hechas, permaneciendo así en su sitio, como en una estancia. Habitar se convierte entonces en una manera de ser y en un carácter artístico, en un éthos estético, que entra en el mundo de la cultura para, luego de recibir y familiarizase con sus contenidos, recrearlos y fundar de nuevo el mundo.
Fidelidad a la visión de una fundación, pues, en la que el maestro Bringas habitó abiertamente, con autenticidad y transparencia, permaneciendo en su sitio, sin intentar ir más o allá ni transgredir la tradición, la cual asumió como fuente de todo cambio y de todo progreso, por lo que su morosa estancia en el orbe estético fue siempre también la del heredero.



Su tarea fue así la dar continuidad a una tradición artística, fijando en una nueva síntesis aquello que queda y que se recuerda, a partir de la intimidad de conocimiento de sí mismo y de la verdad personal. Dilatarse, detenerse morosamente en una tarea para arraigar en su suelo y levantar sobre él la morada de la cultura, ya purgada de sus rémoras e impedimentas, para establecer en esa estancia un proyecto civilizador, a la vez integrador de los otros y unificador de una comunidad. Su enseñanza se basaba así en ese foco de sentido que iluminaba una atmosfera, en un vivir que es a la vez un detenerse y un entretenerse, un compartir y llevar el conocimiento a otros, que es esa casa común y ese suelo compartido de la cultura y de la propia tradición, que circula oxigenando nuestra sangre al estar labrada por Memoria. 
Tarea eminente social, tanto  en el sentido pedagógico de instrucción técnica a los aprendices, como en el sentido humano de la ayuda mutua: de prestar ayuda desinteresadamente a quien lo solicita, pero también de pedirla, humildemente, cuando se necesita, en una doble movimiento complementario de reconocer el talento ajeno y las vocaciones, las predisposiciones de ánimo y aptitudes de carácter, para incluir al individuo dentro de la sociedad; también trabajo compartido, de compañerismo, que pide auxilio a otros para unificarlos a una comunidad, integrando, por la moral del trabajo compartido en una situación concreta, una sociedad de individuos.
Labor de inclusión de los otros, pues, y de la integración de una comunidad, que da por resultado una visión ética del arte, en una palabra, donde se vuelven a abrazar los valores de la verdad, la bondad y la belleza. Excelencia en el dominio de un oficio, es cierto, pero también arraigo en la tierra, en una raíz: penetración en lo que realmente somos. Conocimiento de sí mismo y claridad de la propia visión de las metas y de su realización, pero también enseñanza, exportación de esa visión a los otros. Porque habitar con los otros es, de hecho, educarnos unos a otros, en un proceso que no concluye sino con la muerte. Función general pedagógica de la vida, pues, que Tomás Bringas potenció como un proyecto educativo civilizador, formador de las nuevas personalidades, y cultural, de recuperación de nuestra memoria y de recreación de sus formas y contenidos fundamentales. Lección de humildad, de humanidad y de amor, fundada en una fe en la comunidad, por la convicción profunda no sólo de lo que esencialmente somos, sino de lo que, potenciándonos mutuamente, podemos llegar a ser.[2] 



Pararse, detenerse morosamente en la estancia de una actividad, que es sinónimo de abstraerse y profundizar en ella para hacer memoria. Porque para realmente morar hay que hacer la morada, hacer habitable la casa al encender las luces ciertas del  mundo de la cultura. Hacer la casa humana en el mundo también, creando y enseñando hábitos y costumbres de contemplación y de trabajo, de normas y valores, activando nuestros contenidos latentes espontáneamente a través de la realización de imágenes prístinas, afinando el juicio al discernir las luces de las sombras, teniendo como fundamento la libertad ascendente del espíritu, luchando simultáneamente por extirpar las rémoras, combatiendo abiertamente los estorbos, los miedos, las inseguridades y los falsos modos de relacionarnos socialmente, que nos merman o nos reducen y no nos dejan avanzar.
La creación de hábitos y el rescate de nuestros valores fue el eje de su enseñanza en los oficios tanto de de grabador e impresor como de la fotografía y el diseño de imagen donde, siguiendo el modelo tradicional en la elación diaria del maestro con el aprendiz, se daba paralelamente la transmisión del un arte de la vida como un entrar y residir en el ámbito humano de la cultura auténtica, no como una pose o como la apropiación rentable de un título o de una plaza, sino como una manera de autoconocimiento y de potenciar un alma colectiva. Sitio o morada de la tradición, ‘pues, que no nos pertenece, sino al que más bien pertenecemos, que es un lugar en el que entrar y al que volver o del que somos, en el que interiormente vivimos, siendo por ello su imagen símbolo de identidad. 
Su filosofía del arte del grabado fue así una filosofía del desarrollo individual de la persona, pero también del fortalecimiento de los grupos y de las personalidades colectivas, a través del conocimiento del oficio artesanal no menos que de nuestra circunstancia y de nuestra historia, redundante en hacer historia nosotros mismos por medio de acciones y obras concretas, creativas, de carácter positivo, en el ejercicio del arte y de la libertad ascendente del espíritu. Labor que implica también el superar los escollos y rémoras del camino que no nos dejan avanzar, aprovechando incluso dificultades del medio, como son la parquedad de recursos y el aislamiento cultural que caracteriza a la provincia norteña.
Pedagogía que, adoptando el camino va al centro interior y ascendente de la persona, se realizó en un doble movimiento, que parte del exterior y va hacia adentro, del paisaje rural y urbano y de la historia local a la memoria universal y la intimidad humana, para ascender progresivamente, de abajo hacia arriba, partiendo del automatización de los movimientos y procedimientos para regular el alma inferior mediante el adiestramiento e instrucción técnica y la recepción y asimilación de la historia de las artes gráficas, escalando, en el perfeccionamiento del oficio, hasta las excelencias y florituras de la estampación, a las zonas superiores de la recreación de las formas y los contenidos de la cultura.
El romanticismo y la nobleza del maestro Tomás C. Bringas en su amor a su dama ideal, tomó la forma simbólica de la pasión por la estampa, desarrollando su oficio como un verdadero vasallaje y como una misión, en cuya entrega abnegada construyó una casa interior, ensayando a partir de ella los modos más refinados de la cortesía, practicando en el trato con las demás personas los gestos más sinceros de la deferencia y el respeto, siguiendo las reglas más refinadas y elevadas del espíritu y de la expresión verbal.








[1] Homenajes póstumos que se ha sucedido, iniciaron con la presentación de su último libro objeto de arte “Sotol: la magia del desierto líquido” el mismo día de su partida, el 18 de octubre de 2016, al que siguió un homenaje en la EPEA (UJED) a su memoria el 27 de octubre del mismo año, escuela de la que fuera principal animador y profesor por muchos años. Llegando el reconocimiento de su labor después a Chiapas, donde  el Taller Caleidoscopio rindió un homenaje póstumo al maestro T. C. Bringas, el 2 de abril de 2016, con la exposición de grabados titulada “Historia Viva”, con estampas del artista sobre la Revolución Mexicana, piezas que fueron realizadas en el Taller de Grabado "Pentágono", ubicado en la ciudad de Zacatecas. Pasando por el recuerdo de su memoria, llevado a cabo el 22 de marzo del 2016 por el Taller de Grabado La Chicharra, el cual colaboró en el homenaje póstumo “In Memoriam”, organizado por el IMAC en la Galería de las Instalaciones del Teleférico de la ciudad de Durango.
[2] Proyecto de realización plena de una comunidad, que el artista visualizó bajo la forma de una morada, de una casa compartida, expresando ese ideal utópico con la realización de la Carpeta de Grabado “El Edificio Central de la UJED”, en el año de 2008, con una monografía y grabados del propio Tomás C. Bringas, trabajados en lámina de acero con técnicas mixtas e impresas por los alumnos de la carrera de Artes Visuales de la EPEA (UJED).    





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