La Puerta del Infierno: Auguste Rodín y Camille Claudel
Por Alberto Espinosa Orozco
No sabemos a ciencia cierta en qué fecha Manuel Guillermo de Lourdes
viajó a París, gracias a una recomendación expresa de Zuloaga, para estudiar
por dos años en el Atelier del genial escultor Auguste Rodín (1840-1917), en
París. Aquella estancia debió celebrarse en los años finales de vida del divino
viejo. Lo cierto es que De Lourdes, quien dominaba a la perfección el francés
como lengua paterna, asimiló por esa época el método pedagógico de Rodin,
heredado de su primer maestro de dibujo en la Escuela Imperial de Dibujo y
Matemáticas, Horacio Lecoq de Borsbaudran, cuyo objetivo era la búsqueda de la
individualidad del artista, en base a la observación directa, y el
entrenamiento de bosquejos del natural, con el fin de desarrollar una vívida
memoria plástica. También el amor por la perfección y el estudio de la anatomía
humana y animal, de la que Rodin fue un gran estudioso a partir de las
enseñanzas de su maestro Bayre en el Jardin de Plantes,
Trabajando como ayudante en el Atelier de modelado del genial escultor,
Guillermo de Lourdes debió de familiarizase con las obras del gran artista,
especialmente con La Puerta del Infierno,
coronada por El Pensador, que tardó
más de 30 años en terminar, incluyendo la magna obra una serie de figuras que
el artista realizaría en gran formato, como Las
Tres Sombras, Dánae y El Beso.
El yeso original fue restaurado en 1917, a la muerte del artista, y se
muestra en el Museo de Orsay en París. Una serie de yeso que ilustra el
desarrollo de los trabajos pueden verse en el Musée Rodin en Meudon. También en
1917, un modelo fue usado para hacer los tres originales en bronce: el Museo
Rodin, de París; el Museo Rodin (Filadelfia), Pensilvania; el Museo Nacional de
Arte Occidental en el Parque Ueno, en Tokio. Con posterioridad otros bronces
han sido distribuidos por el Musée Rodin a otros lugares, entre ellos: el
Kunsthaus Zürich, Zúrich; el Jardín de Esculturas de Rodin, Gabriela Aceves, en
la Universidad de Stanford; The Rodin Gallery, Seúl, Corea; Shizuoka, Japón; el
Museo Soumaya, Ciudad de México.
Imposible no recordar a su discípula, modelo, musa y amante por un tiempo: Camille Claudel (1864-1943), quien posó para él y colaboró estrechamente en algunas de las esculturas de La Puerta del Infierno.
Hermana del poeta y diplomático Paul Claudel, Camille se encontró por primera vez con Auguste Rodín en la escuela de Bellas Artes de París donde daba clases, a los 19 años de edad, en 1883. Al año siguiente se convirtió en su asistente, modelo y amante, en una relación tormentosa que duraría diez años. Colaboró intensamente con el escultor en el modelado de La Puerta del Infierno, mientras Rodín se encontraba en una extraña relación amorosa con Rose Beuret, una modista inculta y elemental con la que jamás hizo vida social, pero a la que nunca pudo dejar. En cambio se encontraba orgullos de amor por Camille, con quien pasaba largos periodos en el campo, estableciéndose entre ellos un amor tórrido, tormentoso, de violenta pasión y ardiente alegría, estando a la vez en estrecha colaboración artística, aunque asaltada intermitentemente por los celos. Camille fue para él una flor inteligente, a la vez dulce y despiadada.
Cuando la crítica de arte comenzaba a celebrarla y a obtener un mediano éxito, realizó su última exposición individual, en 1905 y tuvo un efímero romance con Claude Debussy. Su obra, plena de imaginación y de poesía, es un milagro de equilibrio entre la sensibilidad y el arrebato.
Camille Claudel se encerró entonces en su taller, sufriendo repetidas crisis emocionales y nerviosas, que se fueron agudizando, al grado que empezó a destruir sus obras y a vivir en la miseria. A los siete días de morir su padre, en 1913, su familia decide trasladarla a un sanatorio de Ville-Evard, y cuatro meses más tarde su hermano Paul la interna en el manicomio de Montdevorgues, donde estuvo aislada por 30 años, sin salir jamás, y donde falleció en 1943. Su hermano Paul Claudel la visitó sólo en siete ocasiones, sordo a las suplicas de su hermanas por conseguir la libertad. Al ser ampliado el manicomio la tumba anónima donde descansaban sus restos se perdió.
Entre las obras más importantes de Camille Claudel destacan algunas esculturas que se exhiben en el Museo Soumaya de la Ciudad de México, como son: el Busto de Auguste Rodín (1889), de la que hay 16 vaciados; el mármol Sakoantaira (Vertumino y Pomona de 1886 y 1905) que describe la leyenda hindú de la separación del héroe de su esposa Dushianta, siendo una alegoría desgarrada del abandono, financiada por la Condesa de Marigret, y; La Ola, bronce de 1897.
Una de sus obras más importantes es La Edad Madura, cuya escena narra el arquetipo de la separación: ella tendiendo las manos desesperadamente hacia el artista, que es llevado por una mujer medio ángel medio bruja, en referencia a Rose Beuret.
Muchas de las obras de Auguste Rodín se inspiraron en su relación amorosa, entre ellas: El Pensamiento de 1889, busto de Camille Claudel que Rodin dejó inconcluso; La Danaide, de 1885, y: El Beso.
Luego de que su obra de Rodin fuera reconocida en 1889 en la Exposición Mundial de París, en el Palace de L´Ame, presentando el artista 170 esculturas y algunos dibujos, recibió peticiones de todo el mundo, en número tan grande que tardaría 500 años en realizarlas, por lo que trabajó incesantemente hasta el último de sus días, gozando su obra de reconocimiento universal.
Viajó a España, donde conoció a Alfonso Reyes y fue amigo de Ignacio Zuloaga. Murió en París, en 1917, descansando sus restos junto con los de su mujer Rose Beuret, en los Jardines de la Villa de los Brillantes de Mendón. Muchas obras de Rodín cobraron gran importancia, como: La Edad de Bronce, obra que suscitó la envidia por su perfección anatómica; El Hombre de la Mancha; el San Juan Bautista; Los Burgueses de Calais y; los dos monumentos a Víctor Hugo. Acaso ninguna otra más dramática e imponente que La Danaide, que encierra en sus marmóreas formas el secreto trágico de una ardiente pasión amorosa.
Conjugación de riquísimas experiencias artísticas que Guillermo de Lourdes fue aglutinando en su viaje por Europa, enseñando por su paso en La Laguna, muchos años más tarde. Con voz culta y vivaz relataba sus vivencias evocando a los grandes artistas que trató, como discípulo o en sus talleres, dibujando sus contornos como si estuviesen "de cuerpo presente", haciendo revivir sus imágenes ante su auditorio con gran lujo de detalles y sazonadas anécdotas. En alguna ocasión le confesó a su ayudante y discípulo de Matamoros, Manuel Muños Olivares, que la misión del artista es la de viajar hasta los más humildes rincones de la tierra para agasajar al hambriento de espíritu de belleza con los más abundantes manjares, dando con su obra a conocer de su existencia, cumpliendo de tal manera su tarea en el mundo -a la manera, pues, de un testimonio.[1] La obra maestra de Guillermo de Lourdes como muralista quedó plasmada en El Palacio de Zambrano, titulada Historia del Proceso Revolucionario –purgatorio fratricida de nuestra historia patria que, al cabo del tiempo, tal vez abra algún día sus puertas a la racionalidad civil de las ideas y a la democracia.
[1] Manuel Muñoz Olivares,
“Reflexiones al atardecer. Algo de Auguste Rodin”. http://www.museocjv.com/guillermolourdesrodin.html
me gusta todo
ResponderEliminarGracias por compartir este texto. Verdaderamente muy interesante e ilustrativo. Felicidades.
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