Manuel Guillermo de Lourdes: Fray Diego de la Cadena
Por Alberto Espinosa Orozco
En el cubo de la escalera bifurcada, se encuentra, a
mano derecha, otro mural de Guillermo de Lourdes, de carácter votivo, hecho en
homenaje a los padres Franciscanos quienes, descalzos y enfundados en pobres
sayales color de alondra, llevaron sobre su humanidad la amorosa carga de la
promesa evangélica, encomendados a la tarea de la conquista espiritual del
nuevo territorio. Se trata del temple La
Fundación de Analco por los Padres Franciscanos, en el que se puede leer,
en grandes letras, la siguiente leyenda:
“Fray Diego de
la Cadena
Y el
michoacano Donado Lucas,
Trajeron la
primera misión
De religión y
cultura
A la Nueva
Vizcaya
Fundando San
Juan de Analco”.
El mural recrea la visión de la erección de la misión
de San Juan de Analco, en el año de 1553, un año antes de que el Capitán
Francisco de Ibarra partiera de Zacatecas para fundar la Provincia de Nueva
Vizcaya. Fue llamada San Juan Bautista porque los misioneros llegaron a esta
tierra un 25 de junio, siendo el principio en las inmensidades del Norte de la
Nueva España, un paso más allá de Sombrerete, y otro a cuyá del Trópico de
Cáncer. Imitando a San Francisco, los frailes llegaron cantando al sol y a la
armónica fraternidad de las cosas y, haciendo montón menospreciable de las
riquezas, pusieron toda su energía en formar los corazones y las manos de los
indígenas, tanto para enseñarlos en el trabajo como para orientarlos respecto
de la salvación eterna.
Los primeros en llegar al Valle del Guadiana fueron,
en realidad, los conquistadores. En efecto, el Valle de Durango fue descubierto
en 1533 por la expedición comandada por Cristóbal de Oñate y José de Angulo,
enviados por el sanguinario Nuño de
Guzmán, gobernador de Nueva Galicia. Ginés Vázquez del Mercado, buscando un
mítico cerro de pura plata en estado nativo, que soñaba como uno de los
yacimientos argentíferos más grandes del mundo, descubrió en 1552 el llamado
Cerro del Mercado, que resultó un inmenso filón de origen meteórico de puro
hierro, y cuyo hallazgo le costaría la vida.
Llegaron luego los misioneros franciscanos: Diego de
la Cadena, acompañado por Juan de Topia, Pedro de Espinareda, Jerónimo de
Mendoza y Jacinto, más claros que el sol entre esplendores, para predicar el
más alto ideal entre los naturales. Fundaron la Misión de San Juan Bautista,
que los indios llamaron de “Analco”, palabra de origen nahua que significa “más
allá del agua”, en referencia a la Acequia Grande, que manaba del Ojo del
Obispo. La misma misión albergaría más tarde a Alonso de Pacheco y en la que se
celebraría el primer bautizo de un indio, al que llamaron en castellano Vicente
Simón.
Francisco de Ibarra fundó la Villa de Durango un año
después, en 1554, tomando el nombre de
su tierra natal, que en un principio se decía Urango, el cual viene de las
raíces vascas: “Ur”, que significa
“agua” y “ango”, que significa
“lugar”; es decir, valle rodeado de enormes montañas, bañado por un río, en
referencia al río Tunal. Ibarra dedicó la villa recién fundada a la Virgen de
Uribarri, con advocación a la Asunción de la Virgen María, en recuerdo de la
iglesia de Durango, en España. Francisco de Ibarra gobernó las tierras por él
conquistadas, llamándolas de la Provincia de la Nueva Vizcaya, desde 1554 a
1577, año en que murió, a los 38 años de edad, en el Mineral de Pánuco, hoy
estado de Sonora.
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