jueves, 21 de noviembre de 2013

Diego Rivera y la Estética del Socialismo Soviético Por Alberto Espinosa Orozco

Diego Rivera y la Estética del Socialismo Soviético 
Por Alberto Espinosa Orozco 



    A su regreso de Rusia e influenciado por la revolución bolchevique Diego Rivera pintó La noche de los ricos y La noche de los pobres, y aprovechando la salida de Vasconcelos del ministerio no dejó de  ridiculizarlo en uno de los tableros. La serie de frescos en la SEP tuvieron dos etapas. En la segunda, 1928, pintó el Corrido de la Revolución Proletaria y Agraria, mientras que en Chapingo pintaba de 1925 a 1927, el Canto a la Tierra y a los que la Trabajan y Liberan.  
   Diego Rivera había viajado a Rusia  en octubre de 1927 para celebrar el X Aniversario de la Revolución Soviética, haciéndose incluir en la delegación de “obreros y campesinos”. En calidad de “pintor huésped” radica por medio año en Moscú, donde si no se entrevistó con Joseph Stalin al menos lo vio y oyó de cerca. Rivera estaba en Moscú cunado el XV Congreso del Partido Bolchevique decide deportar a Trosky a Alma-Ata, en Asia Central, el 28 de diciembre de 127, acusado de divisionismo. Trosky confesaría unos años más tarde, en 1933 que los frescos de Rivera le impresionaron por la mezcla de virilidad y calma, casi de ternura, por su dinámica interna y su tranquilo equilibrio, por la frescura y magnificencia al abortar al hombre y al animal-y por ser un revolucionario amigo de la oposición de izquierda.



   Hace multitud de dibujos y proyectos, y sus pinturas se impregnan de la pesantez trágica de la Revolución de Octubre. Proyecta un mural al fresco para el Club Dux del Ejército Rojo, situado en un afrancesado palacio imperial decimonónico, firmando incluso un contrato con Anatoli Lunacharski, Comisario de Educación Soviética, el cual queda sin ejecutar, pues se interpone siempre algún obstáculo burocrático  De hecho realizó multitud de apuntes de los desfiles militares y de la vida cotidiana, dictó conferencias sobre arte mexicano y fue nombrado Inspector de la Academia de Artes de Moscú, proyectando cuatro murales más: par el Club de Obreros Metalúrgicos, para la Fábrica Dínamo; para la Academia Comunista y uno más para Biblioteca Vladimir Ilich Lenin. Nada de ello pudo llevarse a cabo, principalmente porque inmediatamente surgieron diferencias irreconciliables entre los artistas soviéticos  y Rivera. Los artistas de Moscú le parecieron al pintor mexicano anacrónicamente academicistas y atrasados respecto e la modernidad y las innovaciones económicas e industriales de occidente, además de no tener ningún contacto con las tradiciones del arte popular local, por lo que su intento de introducir las novaciones de la estética vanguardista resultaron para él un doloroso fracaso, pesando en su contra también para el Partido su confesada simpatía por León Trosky.



   El artista no pudo soportar los gélidos fríos rusos y enfermó. Tuvo que ser ingresado en un hospital y al ser dado de alta, descubrió la hostilidad de los representantes del “realsimo socialista”, la ideología artística soviética -cuya misión fue mostrar la lucha proletaria por la ilustración de las masas y difundir los logros de la Revolución-, quienes empezaron a acusarlo de elogiar las iglesias y los íconos, es decir, la religión, uno de los mayores "enemigos del pueblo soviético". Le criticaron por querer volver a la representación de la naturaleza y por valorar incorrectamente el papel clave de la industrialización, calificándolo de “artista burgués”. Rivera descubrió que una gran parte de sus amigos rusos -pintores futuristas, expresionistas, cubistas y modernistas que había conocido en Francia- no podían ya alzar la voz y muchos de ellos tuvieron que abandonar el país. En mayo de 1928 el artista abandonó Moscú, lo que le costó la expulsión del Partido Comunista de México.
   En efecto, en mayo de 1928 el Partido Comunista Mexicano le pide que regrese de inmediato.  El 14 de junio de 1928 Rivera regresa a México en compañía de Siqueiros y su esposa, Graciela Amador, apareciendo fotografías de los tres en el número 119 de El Machete (junio 16 de 1928) bajo el título “Delegados mexicanos que regresan de la Unión Soviética”. Los pintores, representantes de las organizaciones mineras de Jalisco, dan una serie de conferencias sobre el país donde “gobiernan los obreros y campesinos”. Las conferencias no se realizaron, pero Rivera presenta un informe público con proyección de filminas el 23 de junio de 1928 en la sede del PCM, Mesones # 54, dando declaraciones a la prensa que había dejado bocetos en Moscú y que en dos años concluiría las decoraciones a las que se había comprometido. En ese año se edita en Berlín el libro Das Werk Diego Riveras con cincuenta reproducciones de los murales de la Secretaría de Educación y de la Escuela Nacional de Agricultura.



   La separación con Lupe Marín se ha consumado. Rivera la describiría posteriormente en varias ocasiones: “sus ojos verdes, tan transparentes que parecía estar ciega; dientes animales; una boca de tigre, manos como garras de águila”. Algo ha cambiado, pues ahora la belleza de sus frescos tiene algo de eslava frialdad sombría. La extraña fascinación que le produce la Unión Soviética, con sus enormes masas populares perfectamente adiestradas y organizadas, con la extensión del aparato revolucionario, lo lleva a pintar un retrato e Stalin, entonces Secretario General del Partido Soviético Socialista, donde puede leerse su voluntad de hierro, sus rasgos impecablemente lógicos, su físico violento y su tez a la vez sombría y caliente. Sin embargo, fracasan sus proyectos de frescos al servicio de la Revolución Rusa. En conjunto su experiencia en la URSS resulta desafortunada.



   Se trata de un ciclo que se cierra en la vida del pintor, marcado por su matrimonio con Lupe Marín, con quien se había casado en junio 1922. Guadalupe Marín y Diego Rivera vivían de hecho como marido y mujer en el taller de Mixcalco # 12 desde la decoración del Anfiteatro del ex-convento de San Pedro y San Pablo. Al enterarse desde Guadalajara viajó el padre de Lupe para hablar con el pintor y decirle, de manera cortés, que se moriría del dolor si una de sus hijas no estuviera casada por la iglesia. La hermana de Diego, María del Pilar, habló entonces con el cura Servín, canónigo de la Catedral y de la iglesia de San Miguel, quien le dijo que era Diego el que tenía que hablar con él. El pintor fue a verlo, enfundado en sus botas, empistolado, con el sombrero puesto y enfurecido. El sacerdote le dijo que los casaría, no por ella ni por él, que eran un par de sinvergüenzas, sino por la familia de Lupe. El requisito fue que Lupe se presentara al confesionario para darle la comunión y que Diego le llevara una boleta de confesión. Para la tarde su amigo Ignacio Asúnsolo, el escultor, fue al tempo de la Santísima a confesarse diciendo que su nombre era Diego Rivera y con ese nombre le dieron la boleta que exigía el padre Servín. La boda se celebró teniendo como padrinos a Concha Miguel y Amado de la Cueva por parte de Lupe y por Diego a Xavier Guerrero y Victoria Marín, la hermana de Lupe.
   El matrimonio no duró muchos años y la separación oficial se realizó a finales de 1928 mediante divorcio. Lupe Marín no soportó las infidelidades sistemáticas de Diego, con Tina Modotti y con otras mujeres, deteriorándose progresivamente la relación debido a los desbordantes celos de Lupe y a los sonados pleitos, varios de ellos a golpes y ante amigos y conocidos. Con una mezcla de cínico humorismo Diego Rivera confesaría más tarde: “Lupe era un hermoso animal lleno de espíritu, pero sus celos y su carácter dominante daban a nuestra vida en común una fatigosa, agitada intensidad. Y yo, desgraciadamente, no era un marido fiel. Siempre me estaba encontrando mujeres demasiado deseables para resistirlas. Los pelitos sobre estas infidelidades convertían en pleitos sobre todo lo demás. Horrible escenas señalaron nuestra vida conyugal. Una noche, por ejemplo, Lupe me sirvió un platillo de fragmentos de ídolos aztecas que yo acababa de comprar. Me dijo que, puesto que me había gastado mi dinero en esos ídolos, no había quedado nada para comprar comida.[1] 
  A su regreso de Moscú Diego Rivera, la gran esponja, ya no es el mismo. Abandona a Lupe Marín quien regresa derrotada a Jalisco en compañía de sus dos hijas. De la separación, no del todo terminante con Lupe Marín, surgen nuevos enlaces: Lupe, sintiéndose despechada, se refugia en los brazos del lúcido poeta, ensayista  y químico Jorge Cuesta; Diego se casará al año siguiente con Frida Kahlo, apareciendo Lupe Marín para hacer una de sus estruendosas escenas  Es también el en año de 1928 cuando en casa de Tina Modotti se reencuentra definitivamente con Frida Kahlo.
   En otro de los murales de la SEP se presenta a sí mismo con su sombrero Seston y camisola de pintor en el papel de arquitecto, pues a pesar de sus desilusiones de su viaje a la URSS Rivera acepta los grandes principios del arte al servicio del pueblo, la voluntad de representar la realidad del trabajo de los campesinos y el potencial revolucionario de los obreros. 



   A su vuelta de Rusia, en 1928 Diego Rivera pinta a la esposa del embajador soviético Aleander Macar-Batkina, Sofía, el cual fue obsequiado por ella misma Al Museo Pusquin de Moscú en el año de 1970. Para principios de 1929 forma parte como presidente del Bloque Obrero y Campesino, el cual apoyaba al general agrarista Pedro V. Rodríguez Triana como candidato a la presidencia de la república, teniendo como principal opositor al candidato oficial del callismo Pascual Ortiz Rubio. Ante el fracaso de la revolución, usurpada por los explotadores industriales y los latifundistas revolucionarios, se adhieren a bloque Ursulo Galván, Hernán Laborde, Luís G. Morazán, Julio Calderas y Rafael Carrillo. El Bloque estaba integrado por el Partido Comunista Mexicano, el Partid Unitario Ferrocarrilero, el Partido Durangueño del Trabajo, la Confederación Obrera y Campesina de Durango, la Federación Obrera de Michoacán. El Bloque fue ferozmente hostilizado y perseguido: Hernán Laborde fue desaforado de la cámara de diputados, Alfonso Soria renunció de su puesto como secretario adjunto en Morelos, el diputado Roberto Reyes Pérez es encarcelado en Guadalajara y a manifestación del 1o de Mayo por las calles de la ciudad es reprimida con lujo de violencia, resultando muchos golpeados y algunos detenidos, entre otros Rafael Carrillo, secretario del PCM, por insultar a D. Morrow, gobernado de Estados Unidos.
   El 15 de octubre de 1929 es ajusticiado en Durango José Guadalupe Rodríguez secretario del Partido Durangueño del Trabajo, miembro de la Confederación de Sindicatos Obreros y Campesinos de Durango y secretario y tesorero d la Liga Nacional Campesina. Al parecer fue asesinado por órdenes el general Plutarco Elías Calles, ante lo cual Diego Rivera realiza un dibujo del compañero caído, el cual fue la única colaboración gráfica para el número 168 periódico El Machete, pues con ello descabezaba al movimiento obrero y campesino. Los números 169, 170 y 171 de El Machete son secuestrados por la policía que asalta sus oficinas junto con las del Partido Comunista Mexicano. 



  Como muchos otros artistas embelesados por la novedad y llevados por el remolino de los tiempos modernos adoptó la vanguardia como una consigna, desarrollándola en México como un “istmo” más: el “revolucionarismo”, prendado en la concepción de Rivera por el afán de novedades. En el año de 1929 pinta el retrato de la esposa del embajador soviético Aleander Makar, Sofía Makar-Bátkina, quien obsequia la pintura en 1970 al Museo Pushkin de Moscú.
   Diego Rivera, quien no lo sabe, terminaría por casarse con la hija lisiada del fotógrafo alemán Kahlo avecindando en Coyoacán: Frida Kahlo, espíritu atormentado, sarcástico y libertino, que dejo algunas cuantas obras de pintura  de cruda introspección personal. Rivera la incluyo en cuatro de sus pinturas murales, fijando con ello su propia posición en la historia de la cultura mexicana. Ambos fueron comunistas y estalinistas hasta la muerte. Sin embargo, Frida, quien había recibido de su madre la fe religiosa perpetró una de las confusiones más caras al movimiento social mexicano: la transferencia de la exaltación mística de los santos y los ascetas a los hombres de poder y dominación, dando el lugar de lo sagrado a los héroes de la revolución. Dicho de otra manera, imaginando una religión de estado, presidida por Carlos Marx y Federico Engels y seguida por el nuevo clero de Lenin, Mao Stalin o Emiliano Zapata. Confusión de los órdenes cuya actitud básica es el esfuerzo de la divinización de la persona: el monstruo del totalitarismo, donde a la vez no se respeta a todos como personas.






[1] Diego Rivera, Mi arte, mi vida (en colaboración co Gladis March). México, Editorial Herrero, 1963. 







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