viernes, 8 de noviembre de 2013

Matrimonio de Diego Rivera con Frida Kahlo Por Alberto Espinosa Orozco

Matrimonio de Diego Rivera con Frida Kahlo
Por Alberto Espinosa Orozco 







      La boda tuvo lugar en Coyoacán, el día 21 de agosto de 1929. La prensa informó que el connotado pintor y líder obrero Diego Rivera de 43 años había contraído matrimonio con Frida Kahlo de 22 años en Coyoacán Su primera esposa, Angelina Belof, vendría posteriormente a vivir a México en 1932. 
   A la madre de Frida Kahlo, Matilde, no le gustaba que el futuro marido de su hija le doblara la edad, que fuera  gordo, feo, artista, bohemio, comunista, ateo, controvertido y mundano. La relación, que había empezado cuatro o cinco años atrás, no le pareció bien a su familia porque decían que Diego era comunista y que parecía un Brueghel gordo, gordo, gordo. En cambio Guillermo Kahlo aceptó los hechos prácticamente sin discusión, pero advirtiéndolo e Rivera que su hija era una persona enferma y que estaría enferma durante toda su vida, que era inteligente pero no bonita y que además era un diablo. Frida hizo todos los arreglos necesarios en el registro de Coyoacán y se casó con una falda que le pidió prestada a la sirvienta quien también le prestó la blusa y el reboso. Diego se vistió de americana: pantalón y chaqueta gris, camisa blanca y un gigantesco sombrero texano que portaba en la mano.
  Magdalena Carmen Frida Kahlo y Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez contrajeron matrimonio por lo civil en Coyoacán el 21 de agosto de 1929 cuando ella tenía 22 años y él estaba cumpliendo 43. Poco después del casamiento Diego y Frida organizaron una fiesta en casa de Roberto Montenegro. La fiesta de bodas terminó en un escándalo. Llegaron todos sus amigos y corrió el pulque y el tequila, se incendiaron las discusiones, hubo música, gritos y algarabía. Pero la segunda ex esposa de Lupe Marín se presentó a la fiesta y pidiendo la atención de todos se paró junto a Frida Kalho diciendo: “Fíjense bien” y levantándole la falda a Frida grito a voz en cuello “¿Ven estos dos palos?... Pues es lo que tiene Diego ahora en lugar de mis piernas” y abandono el salón entre risas y exclamaciones. Frida subió, saliendo para esconderse tras los tenderos de ropa en la azotea de la casa y Diego, completamente borracho, sacó la pistola disparando entre sonriente y agresivo. Cuando Frida llegó para tranquilizarlo Diego la bañó de injurias y el festejo terminó cuando Frida huyó para refugiarse en la casa paterna.
   A los tres días Diego fue a buscarla avergonzado y volvieron a la casa que habían rentado para vivir juntos, una grandiosa mansión en Paseo de la Reforma No. 104, donde vivía una sirvienta –pero además el Partido Comunista mandó a David Alfaro Siqueiros a vivir con ellos junto con su nueva esposa, Blanca Luz Bloom, en compañía de dos camaradas más, por lo que el matrimonio pronto se fue a vivir a la Casa Azul de Coyoacán. El mismo año de su matrimonio con Frida Kahlo el Partido Comunista Mexicano expulsa a Diego Rivera acusándolo de troskista, pues a nivel mundial se ha desatado la lucha de Stalin contra el ideólogo revolucionario. El elefante y la paloma que habían celebrado sus bodas en medio de la más conspicua intelectualidad del momento, terminan por llamarse el uno al otro “cara de sapo” y  “cara de perro”. 
   Por extraño que pueda parecer Lupe Marín se presentó un día en la casa de Frida revisando la despensa y los anaqueles de la cocina, mandando a Frida a la Merced para comprar ollas, sartenes y otras cosas, después de lo cual le enseñó a preparar la comida que le gustaba a Diego, como a llevarle hasta su andamio una canasta decorada con flores y cubierta con servilletas que contenían bordados con leyendas amorosas. En agradecimiento Frida pintó un retrato de Lupe que le regaló y que está hoy día desaparecido. Con el tiempo tenía en su casa sobre su cama un cojín con bordado que rezaba: “Despierta corazón dormido”.




   Cuando vivió en Cuernavaca un día le anunció feliz a Diego que estaba embarazada, empero el doctor Marín, hermano de Lupe, le diagnosticó una malformación pélvica por lo que provocó un aborto. En el único autorretrato de ese año “El Tiempo Vuela” aparece Frida pálida, con rasgos angulosos y la mirada encendida por una llama fría, levando en las orejas esas curiosas arracadas en  forma de jaulas en las que las mujeres del Istmo encierran luciérnagas como si se tratara de diamantes. Rostro de alejamiento en cuño máscara hay un gesto desdeñoso. Pinta también el cuadro “La Tapatía”, un retrato de Lupe Marín que le regala, exorcizando el temor que le tiene, cuyo cuerpo maternal y fecundo queda rodeado de flores y hojas en un paraíso imaginario del que Frida no quisiera que saliera (cuadro desaparecido).
   Diego Rivera está convencido de la necesidad de una fusión con las fuerzas del pueblo y su folklore. Entra en el movimiento folklorista y escribe artículos para la revista Mexican Folkways sobre las pinturas votivas, sobre los retratos naifs y sobre todo sobre los frescos que adornan las pulquerías, presentándolos como un arte auténtico y revolucionario. La fuente de la revolución estética es para él la fuerza del arte popular.  Frida llevará sobre ella esos colores de la revolución, esos colores que hablan de fiesta, de los mercados, de los ademanes milenarios de las mujeres en sus ropas tradicionales como la fuerza viva y el único tesoro de México. Jean Charlot, por un tiempo subdirector de la publicación de Frances Toor American Folways, junto con Orozco y Siqueiros le critican y reprochan sus éxitos, mofándose de su extrema entrega al indigenismo. Para complacer a Diego ella abandona el uniforme revolucionario (la falda ceñida atacada hasta la cintura, la camisola de militante y la corbata) con el pelo estirado terminado en un chongo. Cada vez más empieza a vestir la indumentaria de las mujeres indígenas, largas naguas de volandas de  tehuana de Tehuantepec, blusas bordadas de Oaxaca o de la sierra huasteca, grandes rebosos de seda de Michoacán, de Jalisco, camisas de satín de las mujeres del valle de Toluca, ceñidores otomíes, huipiles de flores multicolores bordados de Yucatán. Vestimenta en parte ritual, un disfraz, una escenificación cuyo centro solar es la obra de Diego Rivera. Frida Kahlo se convierte así en parte de la obra de Diego Rivera quien hace de ella un cuadro, un mural: la vestimenta de Frida habla así de las fiestas, de los mercados, de las multitudes y de las manifestaciones populares. Sus prendas naturales, sus duros collares, en las orejas arracadas de barro que encierran luciérnagas igual a diamantes –y la mirada de Frida encendida por una llama fría ante el sol enceguecedor de Rivera. ¿Más que una moda? Puede ser. Más que de un uniforme o indumentaria se trataba de un atavío y de una nueva fe. Es una estética del color –pues el mexicano es esencialmente un colorista. La fuerza de la evolución estética tomaba así su raíz del arte popular, dispuesto a remover con el las profundidades del tiempo y de los deseos escondidos.
   No es la modelo de Diego Rivera, ni en el Palacio de Cortés ni en los muros de Palacio Nacional, sino que se convierte en una obra de arte viviente, llevando sobre si los colores de la revolución, el atuendo de la fiesta, la moda de los mercados y de las manifestaciones populares. Y secretamente se identifica con la diosa de la fecundad y de la tierra; es Tlazoltéotl, la divinidad de los antiguos mexicanos, que lleva en su cuerpo la vida y la muerte y se ofrece a la mirada de los hombres –es esa diosa que duerme su seño bajo la turbulencia del mundo mexicano moderno. Escoge las ropas y el rostro de la diosa de la fertilidad. En las orejas arracadas de barro para encerrar luciérnagas como diamantes.  
































   Dos meses después de haberse casado con Frida, Rivera se separa del Partido Comunista, su “hogar”, en medio de una especie de happening político reseñado por Baltasar Dromundo, ex condiscípulo de Frida en la Preparatoria. Frida rompe también con el Partido y con los amigos que condenan a Rivera, en particular con Tina Modotti, la mujer que más había admirado por la fuerza de sus convicciones revolucionarias. Tina reprocha a Diego que haya aceptador los encargos del gobierno de Obregón y de Calles para seducirlo, considerándolo como un traidor.
   El Comité Central del Partido Comunista lo expulsa por culpa de Freeman, hombre mediocre envidioso de la independencia del pintor. El pintor no se somete a la disciplina del Partido y antepone el arte al compromiso político. Al año siguiente Diego Rivera es expulsado del Partido Comunista Mexicano, tanto por sus desviaciones estéticas como por su apoyo a Troski. En ese año inicia sus murales en el Palacio Nacional donde se dispone a escribir la historia patria –labor que se va volviendo extremadamente abigarrada, en ocasiones delirante,  y finalmente interminable.
   Baltasar Dromundo, condiscípulo de Frida Kahlo en la Preparatoria, reseñó el happening político llevado a cabo Diego Rivera en el Partido Comunista Mexicano, cuando fue criticado por el Comité Central por vivía en Cuernavaca en la mansión del embajador de Estados Unidos, Dwight Morrow: “Diego, como secretario General del Partido, anuncia solemnemente la expulsión del camarada Diego Rivero, pintor lacayo del gobierno pequeñoburgués de México”. Luego, acabada la requisitoria saca una pistola de barro y la rompe sobre la mesa a martillazos.[1] En octubre de 1929 es expulsado del Partido en el que se había inscrito desde 1921, contando para se entonces con una dimisión voluntaria, una readmisión y un viaje a Unión Soviética como integrante de una delegación de obreros para asistir a los festejos por el X aniversario de la Revolución de Octubre. A dos meses de haberse casado con Frida Kahlo , Diego sufre con la exclusión del Partido Comunista Mexicano al que tantos esfuerzos y dinero le consagró, confirma la amargura que ha experimentado en su viaje a la URSS. El combate unánime contra las fuerzas del capitalismo y la explotación se le revela como una ilusión juvenil ante cuya pérdida el artista toma conciencia de la soledad del artista en su búsqueda de la verdad.
   Diego Rivera recibe una oleada de críticas por parte de los amigos que lo consideran como traidor. Tina Modotti, en carta a Edgard Weston del 18 de septiembre, adelanta el juicio público: “Todos sabemos que el gobierno lo ha cubierto con encargos para seducirlo y para poder decir: los rojos afirman que somos reaccionarios, pero vean, dejamos que Diego Rivera pinte en los edificios públicos todas las hoces y martillos que quiera. Lo consideran como un traidor. No hace falta decir que yo comparto esa opinión.”.[2] Modotti aclara de desde ese momento todos sus contactos con el pintor se limitaran a sus negociaciones con respeto a la fotografía. Frida rompe también con el Partido y con Tina Modotti, la mujer que admiraba por la fuerza de sus convicciones revolucionarias y que la había llevado por primera vez al partido. Frida empieza entonces la búsqueda de su doble. En 1929 sobreviene también la ruptura de Diego con el Partido Comunista mexicano, en parte derivado de la muerte del revolucionario cubano Juan Antonio Mella. Tina Modotti es objeto de una campaña de denigración por parte de la prensa mexicana que la acusa de haber sido cómplice en el asesinato.
   Para complacer a Diego la recién casada también va a cambiar totalmente su apariencia, abandonando el uniforme revolucionario que imitaba al de Tina Modotti:   falda caída atacada a la cintura, camisola de estricto militante y corbata, peinado estirado acabado en rodete o chongo o el atuendo de obrero que heredaba de Rivera, camisola y overol –siempre con la cara de muchacho frustrado.. Ahora lucirá la indumentaria de las mujeres indígenas: largas faldas de volantes de las tehuanas de Tehuantepec, descendientes de una tribu gitana. Blusas bordadas de Oaxaca de la sierra azteca, grandes rebozos de seda de Michoacán o Jalisco, camisas de satín de las mujeres otomíes del valle de Toluca o quexquémetls o huipiles con flores multicolores bordadas de Yucatán. El peinado con el pelo abundante recogido en la nuca y tramado con estambres a la usanza yalalteca o con cintas de colores y los profusos adornos de collares y aretes prehispánicos junto con el profuso maquillaje, casi estridente, van a completar el atuendo con que Rivera la convierte en un cuadro viviente y en parte de su obra monumental. Arrebujada en sus espléndidos chales mexicanos, ensortijada con sus alhajas que casi le impiden mover los dedos, con sus faldas de india, huaraches en lugar de zapatillas Frida va a exhibirse en toda su belleza, con su cutis rojizo, su guapura morena de proporciones armónicas y esbeltas y senos duros y tensos.





   Los amoríos de Diego Rivera con Cristina Kahlo, linda y delicada hermana menor de Frida, fue probablemente la pena más grande en la vida de la pintora. Los acercamientos empezaron desde temprana fecha. En los frescos que Rivera pintó en la Secretaría de Salubridad y Asistencia, aparece, en el Salón de Actos, la figura de “El Conocimiento” para la que Cristina posó desnuda. Rivera firmó el cuadro el 13 de noviembre de 1929. Se había casado con Frida en octubre del mismo año. Su cuñada tendría 21 años de edad, Rivera estaba recién casado y Frida resintió que prefiriera a su hermana como modelo.
   De hecho Cristina había posado para el pintor como modelo desde antes, pues aparece en un desnudo en los muros de Chapingo, en una curiosa composición, pues ella aparece de espaldas sosteniendo la proverbial manzana, mientras delante de ella, escondido entre el  ramaje, un niño muerde el manjar como invitándola a probar de la fruta prohibida del conocimiento. El conflicto con su hermana y con Diego no estallaría sino cinco años después, cuando ella se compró un departamento en la calle de Insurgentes número 432. Para noviembre de 1934 perdona a su hermana y se reconcilia con Diego. Pero esa relación ya no es la que inspira el amor, sino una amistad, y más que nada una extraña complicidad. Imposible contener a Rivera, que amaba dos cosas en la vida: la pintura y a la mujer en general. Ella empieza también a establecer vínculos sexuales y amorosos con quien quisiera. A pesar del intento de convertirla en santa por intelectuales y artistas académicos de agenda política, Frida Kalho (1907-1949) fue en realidad un caso trágico de la revolución amorosa del siglo XX. Vivió la aventura de la modernidad al lado de Diego Rivera. Su relación, más que romántica o pasional, fue simbiótica, obsesiva y terriblemente destructiva. . Entre ellos realmente no hubo amor, sino un englobamiento de contradicciones, desviaciones, aberraciones, incluyendo lo indecible.
   Entre 1929 y 1930 Rivera pintó el fresco Salud y Vida (90 m2) en el edificio de la Secretaría de Salud, una lujosa construcción estilo art déco diseñada por el arquitecto Carlos Obregón Santacilia. Haciendo una analogía entre los procesos sociales y los orgánicos, metáfora con la que indicaba la germinación social propiciada por el gobierno postrevolucionario. Se trata de seis desnudos femeninos que con sobrias líneas clásicas  representan alegóricamente la salud y la vida en las bóvedas, además de la fuerza, la pureza, la moderación y el conocimiento en los paneles laterales.
   En el año de 1929, Diego Rivera es comisionado para restaurar y pintar los muros de la logia del Palacio de Cortés en la ciudad de Cuernavaca, siendo auspiciado por el embajador de los Estados Unidos en México Dwrigtht Morrow. Rivera, recién casado con Frida Kahlo, acepta el ofrecimiento y vive en la casa del embajador quien le ha ofrecido la estratosférica suma de 12 mil dólares por el trabajo de restauración y decoración del edificio. La prensa comunista lo acusa inmediatamente de colaborador del imperialismo. Dwigt Morrow fue el mismo que 1928 convenio al presidente Plutarco Elías Calles de firmar un convenio informal para modificar la legislación de los derechos petroleros mexicanos, beneficiando con ello a los Estados Unidos. En diciembre marcha junto con Frida a Cuernavaca instalándose en la misma casa de Monrrow quien junto con su esposa viajó a Londres en misión diplomática. El fresco representa la brutalidad de la conquista española y la gloria de la Revolución Mexicana, cuyo héroe Emiliano Zapata conduce un caballo blanco. Frida lo acompaña a Diego ayudando sus críticas, “pues tenía la capacidad de advertir la falsedad como la pretensión tanto en arte como en las gentes”.  El Palacio de Cortés el pintor retrata las ruinas de un infierno que quedaron empotradas en el jardín del paraíso.
  


   En 1929 Diego Rivera es nombrado Director de la Escuela de Bellas Artes, a la que determina denominar Escuela Central de Artes Plásticas. Es el año en que se casaría con Frida Kahlo y en el que impulsa desde la academia la idea del arte social, democrático y revolucionario. Por el conflicto con la escuela de arquitectura, de tendencias más bien funcionalistas, tiene que renunciar en el año de 1930. 
  Diego Rivera Marcha acompañado por su flamante esposa Frida Kahlo a estados Unidos, inaugurando  en diciembre de 1931 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (auspiciado por Abby Alrich Rockefeller) una exposición de 150 obras de óleos, encáusticas, acuarelas, dibujos y sanguinas, incluidos siete tableros al fresco (la rebelión, La liberación de peón, Caña de azúcar, Soldadura eléctrica, Zapata, Fondos Congelados y Taladro mecánico) de los que inicialmente sólo se expusieron cuatro.
   En noviembre de 1931 da una conferencia en el John Red Club de Nueva York ante la organización de Aristas e Intelectuales Revolucionarios siendo tachado de renegado por Bill Done, quien denunció sus múltiples traiciones al PC mexicano, de ser un propagandista del gobierno asesino de Calles y de ser un pintor de cámara… y de recámaras –en alusión a la Sra. Morrow, estando además al servicio del imperialismo yanqui. Hugo Gerlber señaló por su parte la degeneración del arte de Rivera pintados en los muros de la bolsa de San Francisco, donde retrato a la tenista Hellen Wills y no a Tom Mony Billings, trabajadores que habían caído en prisión por organizar una huelga.
   En 1932 Rivera diseña la escenografía y los trajes para el ballet Horse Power con música de Carlos Chávez, estrenado en la Academia de Música de Filadelfia bajo la dirección de Leopoldo Stokowski –puesta que según Frida resultó una pura y redonda cochinada. Un año después Diego Rivera pinta un fresco imponente en el Institute of Arts de Detroit, titulado La Industria (1932-1933), composición que repetiría en San Francisco, donde también pintara de 1939 a 1940 la Unidad Panamericana -alegoría en la que algunos críticos han visto una alegoría de Coatlícue bajo la moderna forma de la Maquina. 
   En 1934 la revista El Machete lo estigmatiza como “la inmundicia mayor del Trotskismo y el 29 de mayo del mismo año Siqueiros en el artículo “El camino contrarevolucionario de Rivera” lo califica de oportunista, demagogo tortuoso, snob, monteparnasiano, rotondiano y turista mental, Picasso de Aztecalndia y chovinista, seguido de una cadena de acusaciones, señalando que por ser víctima de las soporíferas mistificaciones de la burguesía había entregado a sus compañeros al gobierno sin entender que el are revolucionario debía ser políticamente funcional, que proclamando el trabajo colectivo destruyó toda posibilidad real de trabajar colectivamente. Indicaba también que para ser un pintor muralista no le importó vender su alma al diablo, siendo sus medios materiales no sólo inútiles como arte de propaganda sino también para las condiciones de una construcción moderna. Recordaba además que nunca había tenido experiencia sindical, ni tomó parte de las luchas cotidianas de la clase obrera, encontrando los turistas en Rivera a su pintor por excelencia y Rivera en ellos a los acrecentadores de su fortuna –habiendo sino valiente con los muertos y cobarde con los vivos cuando se trata de denunciar a los verdugos de hoy, que había regresado a México a trabajar para e gobierno, vociferando en favor de la Cuarta Internacional. A fines de 1935, convencido por Frida Kahlo, Rivera decidió publicar un folleto sin firma, redactado en tercera persona y subvencionado por él mismo en la Imprenta Mundial, titulado “Defensa y ataque contra los stalinistas”, reproducido por la revista Claridad de Buenos Aires, Argentina, en febrero de 1936, en el que contraatacaba, señalando que Siqueiros había sido usado por el partió oficial stalinista en escala internacional como instrumento para atacar a Rivera por  las simpatías  que tenía  hacia los bolcheviqus-leninistas, interesados en destruir el prestigio de Rivera como pintor revolucionario. En su defensa asentaba que él siempre había producido pintura que correspondía al medio material en el que vivía, encontrando la y expresando las condiciones reales y el carácter y la belleza de México, base de toda pintura que pretenda tener un contenido revolucionario dentro de la ideología materialista dialéctica, una pintura que tiende a ser útil a los obreros y a los  campesinos del mundo.[3]
   El PCM, al que había ingresado en 1922 y donde obtuvo el carnet 992, lo expulsa en julio de 1929 y la Cuarta Internacional lo expulsa de sus filas en 1938, plegándose entonces Diego Rivera a la campaña del acaudalado general Juan Andrew Almazán, el candidato presidencial de las fuerzas de derecha, ligado estrechamente a los círculos monopolistas de Estados Unidos, apoyado por los grupos reaccionarios del país que intentaban liquidar al movimiento democrático –consecuencia todo ello del aventurerismo político de Rivera que lo había llevado a renegar con tales hechos de su fe en el socialismo, llegando incluso a ofrecer públicamente sus servicios al Comité Martin Diez, órgano del congreso estadounidense para investigar las actividades norteamericana que en 1940 declaró que se preparaba un complot comunista, convirtiéndose de tal modo en un informante y en un delator de la embajada estadounidense en México.






   El Movimiento Muralista Mexicano, nacido de la Revolución cultural propulsada por Vasconcelos, comienza a declinar luego de su momento culminante: la batalla ganada por Diego Rivera en el Centro Rokefeller en 1933, donde se afirma como nunca el ideal revolucionario y su crítica feroz al mundo establecido. En seguida, Rivera cae en la obsesión y el deseo irrefrenable por las formas del cuerpo femenino. Mientras pinta los 21 fabulosos frescos móviles para la New Worker´s School de Nueva York, Diego recibe abiertamente a las jóvenes y flirtea con las mujeres que le sirven de modelo o que pretextan enseñarle inglés. Se hace amante de una mujer frívola, Louise Nievelson, nacida en Kiev en 1899, de apellido de soltera Berliavska, quien supuestamente trabaja como su asistente junto con su amiga Marjorie Eaton, viviendo cada día como una fiesta. Ella misma delatará en un retrato la peor faceta del pintor, el rostro más sórdido del artista mexicano.
   La revolución que cambiaría la sociedad, tan profitada por el líder artístico Diego Rivera, fracasa al interior de la persona. Rivera ha aceptado explícitamente las leyes naturales de la sociedad, con sus juegos crueles y frecuentemente criminales. Reitera la visión del hombre como un ser dispuesto a conquistar por la violencia y usando a los otros en beneficio propio, gozando del mal y de las lágrimas al ejercer el derecho de la fuerza; visión de la mujer como un ser condenado a la dependencia, al sufrimiento y a la soledad –de los que se desprende una especie de clarividencia y de premonición instintiva de los peligros y de los dolores. Como ha visto bien Jean Marie Le Clésio la guerra declarada entre Diego y Frida, que durará de 1935 al armisticio de  1940, es más que una anécdota conyugal: es una especie de puesta en escena de la pasión amorosa en el que los contrayentes no quieren o no pueden transformarse a sí mismos, estando por ello incapacitados para cambiar la vida y al mundo. La pintura mural como arte popular  decae notablemente cuando parte del gobierno mexicano rechaza los frescos de Juan O´Gorman que condenan la oscura alianza entre México y la Alemania hitleriana durante el cardenismo.



[1] Jean-Marie Gustave Le Clésio, Diego y Frida. Pág. 74. Ver también Diego Rivera, Iconografía Personal. FCE, México, 1986.
[2] Christiane Barckhausen-Canale, Verdad y leyenda de Tina Modotti, La  Habana, 1989, P. 170. (Editorial Diana, México, 1992), citado por Jean Marie Gustave Le Clésio, Diego y Frida. Pág. 75.
[3] Raquel Tibol, Diego Rivera: Luces y Sombras. Págs. 116 a 119.

Nota: Montparnasse es una zona de París , Francia , en la orilla izquierda del río Sena , con centro en la encrucijada del Boulevard du Montparnasse y la Rue de Rennes, entre la Rue de Rennes y el bulevar Raspail . El nombre de Montparnasse proviene del apodo de " Monte Parnaso ". La zona también es conocida por los cafés y bares,Montparnasse se hizo famoso en la década de 1920, conocido como Les Années Folles (los años locos), y la década de 1930 como el corazón de la vida intelectual y artística de París. Un estilo de vida “monte parnasiana” hace referencia a ese tiempo y a ese lugar macado por la invención y el desarrollo de las vanguardias artísticas. Es por tanto un sustantivo adjetivado, un calificativo que señala una época y un modo de vivir "loco", vanguardista, excéntrico y extremista en el sentido más radical de la modernidad, de los “nuevos tiempos” de la decadencia europea. .



































3 comentarios:

  1. Personajes revolucionarios en todos los aspectos. Nacieron el uno para el otro. Diego encontro a Frida un poco tarde y Frida encontro a Diego a temprana edad. Pesonas apasionadas el uno por el otro, una vez que se encontraron no podrian separarse jamas, aunque no estuvieran juntas.

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  2. Sr. Espinosa Orozco Reiteo que soy asidua lectora de sus trabajos. Sin embargo tambien confirmo que no parece que haya un editor responsable de estos escritos. Hay muchos errores de redaccion, hay repeticiones, incongruencias, fotos y parrafos repertidos. Creo que si no se lo han hecho notar otras personas es porque quiza han desistido de la lectura de estas historias. Que lastima.

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  3. Pensé que era.mejor lo mismo.repetitivo

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