Breve Apunte
Antonio Ruiz "El Corcito" y La Esmeralda
Por Alberto Espinosa
Antonio Ruiz "El Corcito" y La Esmeralda
Por Alberto Espinosa
(Corregido)
La escuela de arte “La Esmeralda”, creada a
instancias de Gabriel Fernández Ledesma y sus hermanos, quienes promovían la
creación de escuelas rurales y urbanas, tuvo como primer director fundador a
Antonio Ruiz “El Corcito” (1895-1964), guiando la Escuela de Pintutra,
Escultura y Grabado por 16 años, de 1942 a 1958.
El 10 de marzo de 1927 se abrió la Escuela
Libre de Escultura y Talla Directa, su antecedente inmediato, en el Patio del
Ex Convento de la Merced, implementando la escuela un método de trabajo colectivo,
a manera gremial, en un intento de realizar un arte auténticamente democrático,
que valorara el orgullo del trabajo manual, la sensibilidad y la espontaneidad,
haciendo obras saludables por su sencillez y naturalidad. Contaba también con
talleres de herrería y orfebrería, inspirándose en las formas tradicionales del
arte colonial y, en menor medida, del prehispánico.
Por esos años el número de maestros de
educación primaria aumento de 9, 560 en 1919 a 25, 12 en 1921. Los inicios de
actividades de la SEP se caracterizaron por su apertura, amplitud e intensidad.
Se organizaba cursos, se abrían escuelas, se editaban libros y se fundaban
bibliotecas. El proyecto educativo nacionalista recuperaba también las mejores
tradiciones de la cultura universal.
José Vasconcelos rechazaba el pragmatismo de la escuela norteamericana
de Dewey, cosa que daría un dramático vuelco con Calles. Vasconcelos lejos de
rechazar el trabajo manual lo tenía en aprecio –siempre que se añada a él el
razonamiento y el conocimiento teórico.
Sin embargo el callismo dio un giro espectacular a la educación
artística, la cual empieza a promoverse en un sentido decididamente pragmático.
Aunque se fundan los Talleres Técnicos e Industriales, donde pretendidamente se
fusionaría el arte y la técnica, lo cierto es que al trabajador sólo se le daba
una capacitación manual. Incluso los Talleres Infantiles preparaban sólo para
los oficios industriales. Así, el discurso oficial que hablaba de liberar la
fuerza creadora de la raza, de incentivar en el niño la propia creatividad, lo
hacia sólo como añagaza para la incorporación del proletariado al desarrollo
económico. El Estado en su alianza con la clase obrera desarrolla así una
“cultura proletaria” mediante las escuelas técnicas e industriales. Sin embargo
algunos programas siguieron vigentes, como los Centros Populares de Enseñanza
Artística Urbana, donde se vio en el arte un medio democratizador, en los que
los grupos marginados urbanos y rurales podían tomar conciencia de su entorno,
medir sus posibilidades expresivas y su propia sensibilidad.
La Escuela Libre de Escultura y Talla Directa
se ocupaba así de la formación de canteros, herreros y tallistas. Al finalizar
la década de los 30´s, en 1938, la escuela se traslada al callejón de “La Esmeralda”
y en 1943 se convierte en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado
“La Esmeralda”, llamada así por estar su edificio instalando en el callejón del
mismo nombre, contando para entonces con su primer plan de estudios ideado por
Antonio Ruiz.
La Escuela de Talla Directa de la SEP se
convierte entonces en Escuela de Pintura y Escultura, siendo su director
Antonio Ruiz y su personal docente maestros de probada capacidad como Diego
Rivera, A. Rodríguez Lozano, Mará Izquierdo, Francisco Zúñiga, Carlos Orozco
Romero, José Chávez Morado, Francisco Zúñiga, Feliciano Peña, Germán Cueto y
Frida Kalho.
Poco después, para dar prueba al pueblo de
los frutos de la renovada pedagogía Diego Rivera, acompañado por Frida Kalho,
decidió auspiciar un concurso al aire libre en la Alameda Central entre el 20 y
30 de noviembre de 1944 –apoyado por la Dirección de Acción Cívica del
Departamento Central. Siqueiros, que regresaba de su destierro luego del
atentado contra León Trotsky, aprovecho la convocatoria para arremeter contra
Diego Rivera, poniendo en duda los métodos pedagógicos y llevándose de corbata
a la Escuela Nacional de Artes Plásticas dirigida en ese entonces por el
prestigioso escritor e investigador Salvador Toscano (1912-1949). En el discurso
inaugural de la exposición Diego Rivera pidió que renunciaran a sus puestas en
la SEP el poeta Carlos Pellicer, y los pintores Roberto Montenegro y Antonio
Ruiz “El Corcito”, primer director de la Esmeralda, haciéndoles el cargo de que
saboteaban la obra pictórica revolucionaria Para recuperar el camino no quedaba
sino pintar a la vista del público quien con su voto erigiría a los ganadores.
Siqueiros, indignado por tan rampante populismo, replicó de inmediato,
señalando que llamar pintores a los niños y aprendices era desorientar
lamentablemente al pueblo de México. Por lo que Rivera invitó entonces a
Siqueiros y a los pintores profesionales a someter sus obras al voto popular el
20 de noviembre de 1944.
José Clemente Orozco le concedió la razón a
Siqueros, recordando que el experimento de la pintura al aire libre en la
Alameda era no sólo viejo sino fracasado, pues desde 1830 los pintores
parisinos impresionistas habían iniciando ese tipo de eventos artísticos, Monet
y un grupo de colegas profesionales salieron ala calle a exponer sus obras en
actitud de rebelión contra la antigua Academia, fracasando allá tal
procedimiento, mientras que en nuestro país no tiene sentido tal rebelión, pues
propiamente no hay Academia contra la cual rebelarse. Orozco consideró que
realizar tal evento no tenía sentido, por ser nuestro pueblo esencialmente
plástico –experimento inane que en 1914 Alfredo Ramos Martínez había traído del
extranjero, fundado poco después en México la primera Escuela de Pintura al
Aire Libre, multiplicándose luego tales escuelas hasta en los pueblos más
insignificantes. Orozco señalaba también que históricamente está probado que la
obra premiada nunca es la mejor, siendo los premios en el terreno del arte
completamente antipedagógicos e injustos –agravando la situación el hecho de
que Rivera pensaba que fuera el público quien diera u voto, quedando sujeto a
la ignorancia de la mayoría de las gentes votantes. Diego Rivera pretendía
poner a pintar a los niños junto con los jóvenes que no habían desarrollando la
mayoría de sus cualidades artísticas y los artistas profesionales con 60 años
de ejercicio, considerando Orozco tal lance tan infantil como impracticable.
Siqueiros habló entonces de asesinato intelectual de los alumnos y de suicidio
intelectual de los profesores al aplicar falsos métodos pedagógicos, señalando
la urgente necesidad de revisar ampliamente los sistemas actuales de la
enseñanza de las artes plásticas.
José Clemente Orozco aprovecho la
oportunidad para señalar los vicios endémicos en la enseñanza de las artes
plásticas en México y poner los puntos sobre las “ies” del futuro para ellas:
“Los jóvenes artistas que desean una orientación, un consejo, una verdadera
enseñanza para desarrollar sus facultades e expresión plástica, para hacerse de
una profesión definitiva que les permita continuar su vida material y
espiritual, se encuentran en México con el vacío, con una serie de comedias y
farsas al servicio de pequeños intereses de vividores; con una fementida
Escuela de Artes Plásticas que no es tal, sin una especie de cabaret barato,
donde sólo se piensa e organizar bailes de máscaras y bautizar novatos, en copiar diariamente la
misma naturaleza muerta, el mismo desnudo con el brazo o la pierna en igual
posición y el claroscuro de siempre que parte de la misma ventana desde hace
más de cuarenta o cincuenta años. Cuando ya aburridos y desesperados, los
noveles pintores se lanzan al campo, hay quien les señala todavía el mismo
árbol y el mismo indio que han pintado generación tras generación.
Periódicamente se engaña la joven con el fraude de las exposiciones, ya en las
galerías, en el Palacio de Bellas Artes o en la Alameda, haciéndolo creer que
así se pondrá en contacto con el pueblo y que tendrán fama, dinero y porvenir.
Por todo esto es difícil decir que será lo más engañoso, si las escuelas de
pintura, los “profesores” o las exposiciones. Lo único que acabará con los que
solamente pretenden divertirse en una bohemia estúpida de bailes de máscaras y
de francachelas de alcohol y mariguana, serán los talleres en donde se trabaje
como en una carpintería o herrería cualquiera, en donde hay una responsabilidad
individual, un trabajo definido, un objeto determinado de utilidad práctica y
real. En este caso no se trata de ponerse en contacto con el pueblo, sino que
será el pueblo mismo el que produzca su arte y lo viva y lo goce. No será un
arte de exposición, de turismo o de curiosidad para snobs y comerciantes, sino
como lo fue el de Egipto Grecia, un arte
que revele la parte más intensa de la vida de un pueblo. Claro está que hay que
organizar estos talleres de acuerdo a la vida moderna del mundo y por eso
sugiero la ceración de un Consejo Nacional de Artes Plásticas que unifique e
impulse el trabajo de aquellos. Necesitamos recobrar nuestra dignidad de
trabajadores porque la pintura y la escultura son, antes que nada, oficios, y
los artistas, obreros. Sin dar oídos al enemigo llevamos a cabo nuestro
propósito.”[1]
Salvador Toscano prometió concertar una mesa
redonda, pues la polémica había incendiado delo ánimos del gremio artístico,
participando en ella Antonio Ruiz, Manuel Rodríguez Lozano, María Izquierdo,
Rómulo Roso, Arturo García Bustos, Guillermo Monroy, Héctor Xavier y el mismo
Siqueiros. La mesa redonda nunca se celebró, pero Clemente Orozco entregó su
documento al periodista Carlos Vargas quien la publicaría el 10 de diciembre de
1944. El texto de José Clemente Orosco, en seis puntos sintéticos y una
conclusión, es el siguiente:
“1.- Es necesario
volver a considerar a la pintura como un oficio y al pintor como un obrero,
abandonando en absoluto el sistema de “clases” y de “profesores” y fundando por
tano verdaderos talleres donde se ejecuten obras ordenadas y pagadas. Los
talleres serán de pintura, escultura, fundición y grabado; cada uno estará a
cargo de uno o varios maestros competentes, asistido por oficiales y
aprendices; en conexión con ellos habrá cursos de materias necesarias, como
geometría, física, biología, etc.
2.- Se creará el
Consejo Nacional de Artes Plásticas formado por los representantes de todos los
talleres (incluyo aquí a los de Arquitectura); tendrán personalidad jurídica y
será autónomo, lo mismo que los talleres.
3.- Las atribuciones de
dicho consejo serán: mantener el carácter y el programa fundamental de los
talleres; representarlo oficialmente y servirles de conexión con el Estado;
resolver los problemas de carácter
común; distribuir equitativamente el trabajo; y ser el cuerpo consultivo en
todo problema relativo a las artes plásticas.
4.- Los miembros del
Consejo serán elegidos libremente por cada taller; pero tendrán que ser
necesariamente maestros.
5.- El Estado tendrá la
obligación de oír la opinión del Consejo Nacional para las Artes Plásticas en
todo esto: concederá subsidios y confiará al Consejo todos los trabajos de
pintura y escultura que necesite.
6.- Los artistas
independientes que no formen parte de los talleres también tendrán derecho al
trabajo del Estado, mediante concursos o decisión de la opinión pública.
Conclusión: las escuelas de pintura y escultura tendrán necesariamente que
desaparecer por anacrónicas y estériles.”[2]
Cabe agregar que en 1943 Antonio M. Ruiz
toma las riendas de la escuela y rediseña el edificio, separando la educación
en talleres y desarrollando el primer plan de estudios aprobado por la
Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1943 siendo aprobada de forma oficial
como Escuela de Artes. Los Maestros notables de esta época fueron Diego Rivera,
Francisco Zúñiga, Frida Kahlo, Carlos Orozco Romero, Federico Cantú, Luis Ortiz
Monasterio, María Izquierdo y Agustín Lazo. En el plan conformado por Antonio
M. Ruiz se incluían materias teóricas como aritmética, geometría elemental,
dibujo lineal y aéreo, teoría de la composición, anatomía descriptiva, historia
del arte precortesiano, arte moderno americano, arte oriental y africano, arte
europeo, inglés y dibujo del natural. Se impartían talleres que determinaban la
especialidad: pintura o escultura y el laboratorio, un lugar para
familiarizarse científicamente con los materiales.
Más tarde se estructuró un Plan Profesional
de Pintor, Escultor y Grabador que cambió en 1982 a las licenciaturas de
Pintura, Escultura y Grabado, siendo la primera generación de egresados la de 1987. A partir de 1994 se creó la licenciatura en Artes
Plásticas, mismo año en el que "La Esmeralda" se traslada de la
Colonia Guerrero al Centro Nacional de las Artes. A partir del 2007 un nuevo
plan de estudios entró en vigor, con el más que cuestionable objetivo de formar
profesionales en la “producción de las artes plásticas y visuales”, con
“capacidad para desarrollar un lenguaje, con sustento conceptual acorde a su
momento histórico y cultural”, el cual les permita integrarse a “circuitos de
formación, difusión y circulación del arte”, y que les posibilite la incursión
en “subsecuentes niveles educativos propios del ámbito de la producción,
docencia, promoción y teoría de las artes plásticas y visuales” (sic).
[1] Citado por Raquel Tibol en José Clemente Orozco. Una Vida para el Arte.
Op. Cit. Págs. 90 y 91.
[1] Carlos Vargas, “Alístense los pintores para la mesa redonda que reformará la
enseñanza”. Excélsior, 10 de diciembre de 1944. Citado por Raquel Tibol.
Op. Cit.Pá. 92.
https://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=Tl7jCeTdABg
Buenas noches, un excelente articulo sin duda.
ResponderEliminarDisculpe Alberto Espinosa, el ultimo retrato de un óleo, en el que esta una niña en una plaza y al fondo una mujer, ¿Es una obra de Manuel Rodriguez Lozano?