LA UVA
Por Alberto Espinosa Orozco
De pueblo aquel no quedó ni un racimo;
sólo una uva se salvó de aquella viña
que, oscura en sus congojas purpurinas,
se posa, ya sin candor, sobre la parra
esperando que la alegría de otros días
con que se tiñen ahora nuestros pasos,
como una sombra fatal, para llegar,
luego del golfo del quebranto, a la otra
orilla
liberados del polvo amargo y salitroso
de insensibles fantasmas rencorosos
que trocaron el mundo en pesadilla
obstinados por siniestras herejías
-mientras corren las hojas presurosas
sobre el espejo de agua que refleja
el cielo azul con nubes de corderos,
porque ya marcha desde abajo por arriba
el ejército fiel que lleva como guía
a la verdad que es vida y borradura
de las almas duras y que ahuyenta a la
negrura,
abriendo los senderos con la luz acrisolada
de su espada, iluminado con dulzura
a la eterna ciudad de la promesa
con una marca de gloria en la cabeza.
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