miércoles, 19 de abril de 2017

Valeria Zapata: las Máscaras y la Persona Por Alberto Espinosa Orozco

Valeria Zapata: las Máscaras y la Persona

Por Alberto Espinosa Orozco


 “Cuando te hagan sufrir en tu manada, solo repite
que ya Tabiquí, el chacal, resucita”.
Rudiard Kipling



I
   Pude afirmarse que gran parte del arte actual se postula como una crítica a la crisis de la modernidad por la que atraviesa la época contemporánea. La obra de la joven pintora Valeria Zapata (Neuquen, Argentina, 1982) no es una excepción a esa generalidad. Lo que empero caracteriza a su visión del mundo es la expresión de una verdad íntima y personal cuya representación estética se fragua a manera de una serie de enigmas y atmósferas de condensado dramatismo, en las que la  delirante perturbación emocional esta siempre sin embargo buscando el momento de la reconciliación con el espíritu de la vida para ser redimidas por la luz.
   Su obra se establece así como una tensión    en pugna con las verdades pavorosas dionisiacas de nuestra era, haciendo del patetismo o bufonesco nietzscheano y de la parodia real del mundo charlatán en torno, la arena superficial sobre la que cual giran en torbellino sus imágenes para profundizar en la circundantica y al fijar en los colores sus imágenes de fiel simbolismo cromático desenmascarando al escrutar en las estériles muecas de las máscaras marchitas.
   Así, surgen ante su visión prematuras abuelitas tibias, acosados por colmillos invisibles y larvas de toda estofa,  saturados la atmósfera con el falsete gris de la parodia, anegado de fantasmales humedades y homúnculos que parecieran  absorber para al estafar la esencia humana o succionarla de toda su sabia sustantiva. Mundos agostados por la angustia en mengua de la vida o que declinan en blandas  penas pálidas de diminutos seres expuestos a la intemperie o envueltas caperuzas rusas  puestas en peligro de muerte ontológica –exhibiendo de tal suerte algunos rasgos sociopsicopatológicos de la complejísima estructura del hombre moderno contemporáneo.
   Pintura, pues, que sin tapujos enfrenta la metafísica de la naturaleza humana, afectada en nuestra altura histórica de “doblez”, decadencia y disolución mental, cuyas neurosis, socialmente desarrolladas, agregan a nuestro tiempo un ingrediente más de presión generacional, de desequilibrio de cuerda floja y oscilación emocional compensatoria. Su mirada así atrapa en la composición las huellas expresivas de distorsionados cuerpos y rostros, haciendo de habitáculos y  recintos de la intimidad densas atmósferas y estancias donde la luminosidad se ahoga, se mancha o empantana; de la autonomía formal del carácter una cábala de australes astros invertidos y de la  autonomía formal del carácter expresiones cuyo refinamiento, por paradoja muchas veces rayana en lo simiesco o en la caricatura amorfa de lo humano, produce como resultado final la dolorosa sensación del espasmo, por rodearse de ominosas huellas de lo amenazador ausente o de lo súbito.
   Porque ante lo que la artista se enfrenta es al a la salvajería informe y sin ley de la libertad caída donde al apurar la copa de la vida se trasvolaran y revuelven todos los valores consagrados por la tradición, dando con ello cuenta y razón de una modernidad anómala y desorbitada -en cuya fuga de contenidos, aceleración,  distorsión de los módulos naturales de la vida y disolución de las jerarquías y las costumbres se producen las expresiones aberrantes de la libertad gregaria y chacalesca o de la canalla individual, abriendo paso a la jungla de la anomia moral. Porque la crisis occidental moderna, grabada ahora a escala planetaria, simplemente no puede, no ha podido resolverse con una vuelta edénica a la natural, irresuelta a su vez en llana voluntad de poderío o en el élan vital de la compenetración progresiva del impuso y el espíritu, por lo que ha de buscarse en estratos más trascendentes de la naturaleza humana. 



II
   Pintura a la vez tierna y ambiguamente infantil, porque se trata del orbe de lo cotidiano femenino y maternal, pero cuya recuperación de la inocencia y de lo habitable pareciera evocar un espacio vital  rodeado por sonrisas heladas en formol, embriagando el aire de la conservera antigua de suero o en el pintado espacio deprimido por el pesado lastre amargo de plomiza plastilina derretida en la sordidez del tufo en la evaporada carcajada de orangután idiota que de sí misma recordando a solas sus maldades y donde de todo se burla nadie. También ejercicio liberador de los aspectos inferiores y demoníacos, para expulsarlos, barriendo así atildadamente el aire y lavando la lluvia pulcramente -para abrirle un lugar en el espacio a lo habitable. Obra en cierto modo catártica, en efecto, que pone en fuga las tendencias irracionales y simiescas al conjurar de reojo sus siluetas  de vulgar instinto o de indistinta trasparencia. 
   Habitáculos en que pululan homúnculos y sombras apenas coloridas de seres dibujados en potencia, traspasados por el paso de tanto azar y contingencia del tiempo u orilladas a frustrar el acto y crecimiento que las realizaría en su destino. Mundo, pues, acosado por  miserias y gelatinosos sapos que salen de las lenguas, también de las ilusiones yertas o estafadas,  que marcan con ello la iniciación en el mundo adulto de la madurez y su penosa ascensión  -con toda la carga de lo negativo que lo devasta,  corroe y despilfarra.
   Sus rostros y figuras son así esculturas móviles que en su pastosa y agitada danza de festivas mutaciones  buscan un retorno a los orígenes de las costumbres cotidianas, fundado por ello de tal suerte una ética crítica en donde reencontrar la organización primigenia del mundo y de la sociedad. Intento, pues, de regeneración del tiempo y del espacio sustancial al hombre, que por la vía de la manifestación de los aspectos socarrones o sardónicos quisieran salvar a los valores de la degradación sufrida por las cosas arrojadas al vértigo del tiempo histórico, y encontrar en esa travesía la semilla que siembre así de nuevo el lugar de cada ente los seres del cosmos.
   Sin embargo, sus imágenes están lejos de intentar controlar o dominar mágicamente la multiplicidad de fuerzas espirituales invisibles que flotan con el polvo por el aire en la imagen especular de la representación plástica sensible, sino que mejor se exponen como testimonio de la gravitación anímica, específica del hemisferio austral, cuyos cónicos astros nocturnos e inversos acosan en el viento con la presencia vaga de las apariencias desmedidas, siendo así sus máscaras heladas imágenes del apetito descontrolado e insaciable de los deseos multiplicados pero sin sustancialidad. Así, los fantasmas de la angustia que se aprestan a devoran su presa, terminan por alimentarse de ellos mismos, dando cuenta con en sus trasparencias de vitral de azúcar su disolución baba hueca –y del silente aterrador vacío del mal.




III
   Las imágenes del bufón malicioso y las gracejadas de arlequín resultan formas plásticas, necesariamente estilizadas, de lo inestable y circense, de lo que forzado por el vértigo de la aceleración histórica y de las comunicaciones masificadas resultan prodigios de equilibrio evanescente y execrable, siendo por ello emblemas de lo indeterminado. e inconsciente, confundiéndose por ello con el dulce hedor imperceptible de lo ayuno de ideas, de lo horro de ideales o de la pereza confortable apoltronada  en su osamenta sin principio ni carácter. De tal suerte lo ligero y lo superficial se alían a lo vertiginoso, tocando la zona en que se confunden  los proyectos y las posibilidades al ser succionados por la boba boca del caos indistinto, dando a colación seres que no han podido individualizarse o que por abyección han renunciado a  la personificación. Exposición, pues, de las fuerzas contrarias en la lucha de la vida para lograr enraizar y formar para constituir a la persona y con ella dar armonía al universo. Lugar, pues, de las oposiciones excluyentes, donde chocan los cuerpos o se emplastan por las anárquicas fuerzas que los mutan y enquistan, que discordantemente modifican y dolorosamente distorsionan.
   También reconocimiento de esa otra cara de la realidad que reclama nuestra atención, para poner en su lugar, sin apelmazar o revolver, lo grave y lo anodino, la chanza y lo sagrado, lo digno y lo olvidable. Del champurrado, pues, que provocan los excesos de la conciencia irónica, que de ir muy lejos desde la posición perfecta, acaba por transmutarse en su contrario: en meta-ironía disolvente de toda fe,  de toda certeza instituida, de toda posición y perfección posible. Porque la conciencia irónica, de verdugo de la debilidad y la involución espiritual, de ácido aguijón para devolver al equilibrio, de  búsqueda de un orden más comprensivamente humano y de una humanidad mejor –para revolverse contra sí misma en la parodia mortal o trasfundir  la mera posibilidad de dividirse en naturaleza contraria y tomar los dos caminos en pugna contra sí misma.
   Porque lo que la artista Valeria Zapata revela en su obra son las figuras y fuerzas cotidianas captadas con una óptica insólita, cuyas  atmósferas de abyección y de miseria arrastran tras de sí, como la cauda del cometa, enormes sistemas parasitológicos destinados a sumir a la sociedad en la novedad excéntrica y la violencia entrañada en la disolución de las costumbres. Tono humorístico e irónicamente inocente, es cierto, por la composición caricaturesca espontánea de sus figuras, cuya ligereza de formas queda inmediatamente circunscritas en los contrastes colorísticos de pesada densidad de atmósferas ajadas por la manipulación ideológica o por el feroz cinismo ambiente. Retórica estética que la maestra grabadora méxicoargentina Satella Fabbri. ha practicado también desde la década de los 80´s –siendo prácticamente idéntica la búsqueda de esa inocencia perdida. .
   Así, seres sin sustancialidad que pertenecen al mundo de lo adjetival, de lo trivial, de lo somero e informe se vislumbran sumidos en reinos chabacanos o succionados por embudos   de valores invertidos cuyos malabares son presentados por la artista en posiciones hijas de la confusión, no pudiendo ser así sino padres del caos lóbrego o de la frivolidad. Mundo inconsistente de las habladurías y la ignorancia, cuya representación a veces indetermina un grito, cuya desarticulación revela las tensiones de la carpa, de lo meramente circense,  de lo aparente, teatral  y nocturnal. Obra pues de cultura: cuya doble intención creativa, a la vez crítica y civilizadora, pone el acento en la llaga de lo anodino, de lo parasitario y amorfo, viendo latir el corazón insípido del drama envuelto de patetismo, pero sólo para superar la indistinción desordenada o lo abismado y poder ubicar así y por contraste las coordenadas espirituales de lo hospitalario en que se expande, como la flor bañada por la luz en el frescor matinal del rocío, la verdadera libertad, vertical y ascendente. 

17.V.2007





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