La
Revolución en Guadalupe, Zacatecas
Por
Bernardo del Hoyo Calzada [1]
I
La entrada de las
tropas federales a la Plaza de Zacatecas.
Tuvo como preludio un
combate en los alrededores de la Villa de Guadalupe.- Detalles del combate.-
Entrada triunfal de las tropas a la ciudad.
Desde los primeros
momentos en que esta capital fue en poder de los rebeldes al mando de Natera,
comenzó a circular en todos los corrillos que, comentando los deplorables
acontecimientos que se desarrollaron los días 5 y 6, se formaban en las calles,
la especie de que estaba por llegar una fuerte columna federal a recuperar la
plaza.
La carencia de vías de
comunicación hizo que esta noticia circulara sin visos de certidumbre, pues
aunque se deseaba ardientemente que llegaran las fuerzas federales, nada se
sabía en firme.
Desde el viernes 13 la
especie se hizo más insistente, así como el sábado y el domingo, no sabiéndose
en definitiva nada de cierto hasta que las tropas estuvieron cerca de
Guadalupe.
Muchas personas ese
mismo día no sabían absolutamente nada y fue así como ignoraban que en la tarde
del domingo se libraba en las goteras de la Villa un combate reñido.
El Combate.
Una casualidad primero
y la deferencia del Sr. Teniente Coronel Antonio Delgadillo, Jefe del Estado
Mayor de la columna del Gral. José Delgado, nos permiten dar un detalle
aproximado del combate habido en las goteras de Guadalupe.
Uno de nuestros
redactores, teniendo que ir el domingo último a la Villa al arreglo de algunos
asuntos, tomo el tren que sale de esta ciudad a las 12 del día, ignorante de la
proximidad de las fuerzas federales. El pequeño viaje se hizo sin ningún
contratiempo, y grande fue la sorpresa de todos los numerosos pasajeros que en
ese tren viajaban, cuando al entrar en la curva que hay en la Hacienda de
Begoña, se presentaron a su vista los primeros federales. Era este un pequeño
grupo de ellos, entre los cuales vimos al Sr. Mayor Moreno, jefe militar muy
conocido en esta ciudad en donde goza de generales simpatías.
Posteriormente supimos
que el grupo de federales mencionados, acababa de ejecutar a un rebelde hacho
prisionero en las calles de la Villa momentos antes.
Pocos momentos después
y desembocando por las calles del Refugio, se vio avanzar un numeroso grupo de
soldados federales pertenecientes al Batallón Guerrero, que ocupando las dos
aceras de las calles, se dirigía con rumbo a la calle de San Antonio
continuando de las del Refugio. Tras de los soldados del Guerrero, venía otro
grupo numeroso de tropas perteneciente al 9° Regimiento.
Todo el trayecto
recorrido por los soldados, dentro de la población, fue para estos un triunfo;
pues fueron ruidosamente ovacionados por los numerosos vecinos que presenciaban
este desfile, en tanto que los aguerridos federales con una sonrisa o con una
palabra, agradecían estas muestras de simpatía.
Pocos momentos después,
llegaban a la Villa todos los rumores característicos de un combate reñidísimo,
que media hora después se resolvería en un triunfo para los federales.
El combate se
desarrolló de la siguiente manera:
El convoy militar
compuesto de siete trenes, tuvo que suspender su marcha de avance, en la
Estación de San Gerónimo, debido a que el puente que se encuentra en aquella
Estación, estaba quemado. Los rebeldes, posesionados de los cerros conocidos
con el nombre de San Ramón, La Virgen, y el Muerto, comenzaron a tirotear a los
trenes, pero como el único elemento de guerra de que disponen sus rifles
mausser y muchos de otras marcas malas, el efecto de sus tiros era nulo, no
haciéndose caso de este ataque y continuando la marcha hacia adelante después
de reparado el puente. Mientras tanto, la caballería que seguía la marcha del
tren por el camino carretero, tomaba el derrotero del Mezquital, con objeto de
desalojar a los rebeldes de las posiciones que tenían por el rumbo de la mina
de la Cantera. Más adelante, el convoy fue nuevamente tiroteado y como la
posición de los trenes en vista del avance efectuado era más cercana, el fuego
de los rebeldes era más efectivo también. Entonces con el cañón conocido con el
nombre de “El Niño”, se les hizo un disparo que bastó para desalojarlos
momentáneamente de las posiciones de los cerros. Siguió el avance de los
trenes, continuando el ataque de los rebeldes y haciéndose otra descarga de
cañón que los desalojó nuevamente. Entonces se destacó un grupo de soldados
pertenecientes al Batallón de ferrocarrileros que avanzó por la falda del
cerro, tratando de posesionarse de la cumbre del de la Virgen, protegiéndose
este avance con una descarga de cañón hacha con “El Niño.” Mientras tanto los
ferrocarrileros pudieron alcanzar la cumbre de los cerros, siendo pocas las
descargas que tuvieron que hacer para desalojar y dispersar completamente a los
rebeldes. La impresión que en la Villa causó el disparo último de artillería y
que fue el más cercano, fue parecida a la que se debe de experimentar al oírse
cerrar de un golpe todas las puertas de las casas y quebrarse todos los vidrios
de las ventanas.
Momentos antes de este
movimiento de los ferrocarrileros, el combate por el rumbo de la Cantera fue
muy reñido y puede asegurarse que por el nutrido del tiroteo, que en el ataque
a esta ciudad no llegó a ser igual en ningún momento. La infantería protegida
por el fuego de las ametralladoras y la caballería flanqueando las posiciones
de los rebeldes, hicieron que en un momento, poco más o menos veinticinco
minutos, se resolviera en un triunfo para las tropas federales, no escuchándose
ya ninguna detonación.
Periódico “Revista de Zacatecas”. Semanario de información. Zacatecas, Domingo 22 de Junio de 1913. Época 1°.Num. 112.
II.-
El regreso de las tropas a la Villa.
Los ferrocarrileros, después de haber
desalojado a los rebeldes de sus posiciones, se incorporaron desde luego a la
columna. Los soldados del Batallón Guerrero y los del 9° Regimiento que
entraron por las principales calles de la Villa, fueron de nuevo objeto de
manifestaciones de simpatía, viéndose por todas partes a los soldados
recibiendo de manos de los vecinos, entre ellos a las pollas más bonitas que
encierra el pueblito, cigarros, pan, leche y agua que tomaban con la
satisfacción y el gusto natural, después de un descanso tan necesario como
merecido.
Las bajas.
Respecto de las bajas
que de una y otra parte hubo en este combate, se puede decir que la peor parte
la llevaron los rebeldes pues, los federales solo tuvieron dos muertos y cinco
heridos, teniendo los rebeldes numerosas bajas que realmente no se pueden
calcular, pudiendo decir solamente que fueron muchos los objetos que se les
recogieron, entre ellos, rifles, chaparreras, espuelas, sombreros y más de 25
caballos; además se les recogió uno de los cañones que de esta ciudad se
llevaron.
La noticia en esta
ciudad.
Puede decirse que hasta
que se vio a los rebeldes pasar por los lomeríos que circundan a la ciudad y
por algunas calles, en desaforara carrera, se supuso la mayoría de la población
la proximidad de los federales, aparte de que el ultimo cañonazo fue oído por
algunas personas que se supusieron la presencia cercana de ellos.
Era grande el regocijo
que se notaba en los rostros de todos y todo se volvía comentarios. Con motivo
de que la ciudad cuando menos por esa noche quedaba sin resguardo, pues mal que
bien los rebeldes en cuanto pudieron, mantuvieron el orden, se formó una
policía que vigiló la ciudad toda la noche.
Al día siguiente.
El día amaneció
hermoso. Por todas las calles circulaba la multitud ansiosa de presenciar la
entrada de las tropas federales. En la estación se había congregado una gran
muchedumbre en la creencia que la columna haría su entrada por la vía del
ferrocarril, pero a las ocho de la mañana por la calle de Arriba, se vio entrar
a las avanzadas de la columna con el Mayor Moreno al frente. Seguían después el
Batallón Guerrero, el Batallón de Ferrocarrileros, cuatro automóviles de la
columna viniendo en el primero el señor General Delgado con su Estado Mayor y
el señor General Brigadier Emilio E. Campa, que tanto se distinguió en la
campaña del Norte en contra del Gobierno de Madero. En los restantes venían los
oficiales del Estado Mayor y principales de la columna así como también una
brigada de la Cruz Blanca, entre cuyos miembros vienen nuestros paisanos José
Castro, Joel Luévano y Dr. Jesús Arroyo, todos alumnos de la Escuela Nacional
de Medicina.
Seguían después las
secciones las secciones de artillería y ametralladoras, y por último, el 9°
Regimiento.
Todas las calles que
recorrió la columna estaban henchidas de gente, presentando igual aspecto los
balcones de las casas, partiendo de todas partes nutridos aplausos y vivas a
los federales arrojándoles flores a su paso.
La columna así formada
recorrió las calles de arriba, Avenida González Ortega, Mercado y Plaza de
Armas, tomando después los distintos grupos de que está formada, los rumbos de
los cuarteles que hay en la ciudad, en donde tomaron alojamiento.
Del periódico
“Libertad”, diario independiente, político y de información. Núm. 31 Zac.,
martes 16 de junio de 1914. Director, Salvador Gándara.
Más de 2,500 Muertos
Tuvieron los Traidores En El Asalto a la Heroica Plaza de Zac.
El Número de Heridos es
incalculable, -- Todos los Días se Recogen en las que Fueron sus Posiciones,
Grandes cantidades de Pertrechos de Guerra. -- Solamente en uno de los Ataques
Murieron Seiscientos Bandidos.
El comportamiento de la
Tropa, Siempre Abnegada, y de la Oficialidad, ha Fijado un Precedente de
Bravura y Valentía.
En su precipitada fuga,
no se detuvieron ni en la Plaza de Fresnillo. – Los traidores del Norte
confiesan su vergonzosa derrota.- El feroz cabecilla Tomas Urbina fue sepultado
en la Plaza de Guadalupe.
A pesar de nuestra
promesa que a los queridos lectores de “Libertad” hicimos ayer de dar hoy una
reseña completa de todo lo acontecido en la plaza de Zacatecas durante los ocho
días de rudos combates, no vamos a poder complacer a nuestro público sino en parte,
pues si bien se sabe ya, poco más o menos cuales fueron los principales
acontecimientos, en cambio no se tiene todavía las partes oficiales de cada
jefe, correspondiente a su retén, únicos que pueden alejar de nuestra
información cualquier falsedad involuntaria en que podamos incurrir. Pero a
pesar de todo, nuestros reporteros estuvieron requiriendo ayer y hoy en la
mañana de todos los sectores y puestos avanzados, los siguientes combates.
III.-
La toma de Guadalupe.
A las seis y media de
la mañana del día 10 de los corrientes, las avanzadas del cuartel del 90°
Regimiento, que hacía pocos días se había instalado en el cercano pueblo de
Guadalupe, dieron cuenta al Jefe de la guarnición de que por el rumbo de Rio
Tinto se habían avistado una gran cantidad de individuos, que luego fueron
identificados por rebeldes carrancistas, al hacer una descarga cerrada sobre
las avanzadas. El Coronel Soberanes, valiente Jefe del citado cuerpo, con mucha
calma comunicó a este Cuartel General la novedad que su guarnición tenia,
ofreciendo batir desde luego a los alzados. Pero apenas había comunicado esto a
la Superioridad cuando una lluvia de balas de los forajidos hicieron saber que
el grueso de los rebeldes se hallaba a las puertas de Guadalupe.
La guarnición con que
contaba el 90°, si bien no era numerosa, resistió con todo denuedo los ataques
de los alzados rechazándolos constantemente, ya no solo por el rumbo de Rio
Tinto, sino sobre todos los que circundan la ciudad y bien pronto pudo
apreciarse que cuatro a cinco mil facinerosos perfectamente armados y
pertrechados trataban de copar la reducida guarnición del 90° Regimiento.
El cuartel General
ordeno que inmediatamente salieran fuerzas a batir al enemigo, protegiendo con
la artillería de la Bufa la defensa de estas, pero de todos modos, ante la
furia de cinco mil bandidos, los valerosos soldados del 90 se reconcentraron a
esta ciudad, debidamente protegidos por la artillería del tren explorador, al
mando del Teniente Coronel Romero, de los cañones de la Bufa y del puesto
avanzado de Bolsas. A la oportuna intervención de la artillería se debió que la
gente que guarnecía Guadalupe no sufriera el rigor de las balas enemigas, y al
fin entraron al poblado haciendo, como de costumbre, toda clase de fechorías y
horribles atentados. Al evacuar el Coronel Soberanes esa plaza, invito a las
familias que quisieran reconcentrarse a Zacatecas, en previsión de los salvajes
crímenes de los “constitucionalistas” cometen siempre, y algunas de ellas aceptaron
salir con la heroica guarnición.
La Bufa defendida como
fue, resuelta inexpugnable.
Obra de titanes seria
en estos momentos poder señalar con exactitud la hora y efecto de cada uno de
los ataques que se sufrieron en los retenes y puestos avanzados, y así, como ya
lo dijimos al principio, vamos a relatar sucintamente lo que sabemos hasta
ahora, y después rectificaremos o ratificaremos, amplio también.
La Bufa, como el cerro
del Grillo, fueron las principales posiciones atacadas, como que ellas han sido
justamente consideradas las llaves de la ciudad, y a ellas dirigían sus más
tremendos asaltos los rebeldes.
Desde el día diez se
acercaron a estas posiciones verdaderos hormigueros de alzados y con una furia
sin igual atacaron por los rumbos todos que ellos creyeron más débiles. Si en
la Bufa no pasó, como en las Termopilas, que se nublara el cielo por los
millones de flechas arrojados por los combatientes, si estuvo a punto de
nublarse de balas. Tal fue la furia infernal con que se combatió en la ciudad
animaba a las huestes de criminales.
Pero si bien es cierto
que como olas humanas se acercaban a las posiciones los enemigos, también lo es
que el pudoroso y valiente Coronel Altamirano, hábilmente secundado por el
notable artillero, el Mayor Flores, por su digno compañero el Teniente
Alejandro Chavarría, y por otros muchos valientes oficiales, gloria de nuestro
ejército, cuyos nombres hemos de publicar oportunamente, rechazaron siempre a
los bandidos, haciéndoles una cantidad de muertos enorme.
IV.-
Más de mil muertos hechos por los defensores de la Bufa.
No es aventurado
asegurar, y así lo aseguramos, que solo la defensa de la Bufa causo al enemigo
más de mil bajas entre muertos y heridos que a estas fechas se hallan ya en
estado de putrefacción. Los federales que se acercaron temerariamente a las
posiciones contrarias, pudieron apercibirse de los efectos de los efectos de
nuestras balas, pues el campo estaba totalmente cubierto de cadáveres que
estorbaban a los atacantes en sus evoluciones ya pesar de los esfuerzos que
hicieron para llevarlos consigo, solo lograron conducir una pequeña cantidad de
heridos. – pequeña si se tiene en cuenta que la mayoría quedó en el campo,
soportando el mortífero fuego de nuestras posiciones.
En estos ataques a las
posiciones de la Bufa toco en suerte dejar fuera de combate a los cabecillas
Pedro Caloca, Martín Triana y Tomas Urbina, cuyos funerales se efectuaron
suntuosamente en la cercana población de Guadalupe, según confesión de ellos
mismos y conforme al testimonio irrefutable de honorables personas de la
localidad.
La muerte de Tomas
Urbina, al decir del dueño de la botica donde se le llevó, no fue inmediata,
pues en ella se le hizo una ligera curación, que de nada sirvió para salvar a
ese feroz cabecilla.
El informe de León
Canova.
Robert E. Quirk en su
libro “Como se salvó Eduardo Iturbe”, publicado en el año 2012, nos dice sobre
cierta correspondencia que León Canova, le mando al Departamento de Estado de
Washington, y nos lo dice de la siguiente manera: “… un día en que, estudiando
la convención revolucionaria de Aguascalientes, encontré, entre los papeles
particulares de don Roque González Garza, una carta que le escribió León
Canova, agente especial del Departamento de Estado Norteamericano en México,
con fecha 25 de enero de 1915, en ella le cuenta a su modo, el papel que ha
desempeñado en la rápida y secreta evasión de Eduardo Iturbide, de México a los
Estados Unidos a través del Ro Bravo, etc., y continua más adelante: Interesado
por la personalidad de Canova, decidí estudiar a este personaje, y aproveche
para ello la temporada de trabajo que pase en Washington en el verano de 1954.
Me puse a examinar los papeles del Departamento de Estado que se guardan en el
Archivo de la Nación (The National Archives), y me encontré con gran cantidad
de informes enviados al Departamento de Estado por Canova y por otros agentes
de gobierno norteamericano, etc.”
Por los años de 1914
era embajador de los Estados Unidos en México el tristemente célebre Henry Lane
Wilson, y Presidente Willian Howard Taft, Y el secretario de Estado Willian
Jenning Bryan. Bajo la categoría de agentes ejecutivos especiales en México, se
acostumbraban aquellas personas cuya misión requería su permanencia en el país
durante periodos considerables de tiempo. Así, George C. Corothers, León J.
Canova, John P. Silliman y John W. Beit, fueron agentes especiales durante la
administración Wilsoniana. Otros agentes importantes en México durante los años
críticos 1913 – 1915 fueron: Willian Boyard Hale, Reginaldo del Valle, John
Lind, James Keys, Paul Fuller, H. L. Hall, y Duval West.
En abril de 2007 llego
a Zacatecas el historiador Adolfo Gilly (Adolfo Atilio Malvagni Gilly) (n.
Buenos Aires, Argentina, 1928, naturalizado mexicano en 1982) es un Profesor de
Historia y ciencia política de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de
la UINAM. Colabora para el periódico de La Jornada, sobre el tema de la
globalización y el movimiento zapatista de Chiapas. El Dr. Gilly ha escrito
numerosos libros sobre la historia y la política de México y Latinoamérica.
Actualmente vive en
Coyoacán, Ciudad de México. En 1994 obtuvo su doctorado en Estudios
Latinoamericanos en la UNAM bajo la dirección del Dr. Octavio Rodríguez Araujo.
Su tesis de doctorado fue terminada en 1993 y lleva el título de "El
cardenismo: Una utopía mexicana". Al año siguiente el Dr. Gilly publicó su
tesis de doctorado bajo el mismo nombre. Ha sido profesor visitante en varias
universidades de los Estados Unidos incluyendo University of California,
Berkeley, Stanford University, Univesrity of Chicago, University of Maryland,
Columbia University, y Yale University.
Y reportándose en el
Archivo Histórico del Estado de Zacatecas, al cual fue a consultar sobre la
Batalla de Zacatecas, le dio al entonces Director del Archivo Histórico, el
Lic. Juan Valenciano Rojas, una información que se publicó en el Pregonero en
tres partes, y Juan Valenciano Rojas me dio copia del Informe que dice así:
“Zacatecas- Informe de
León Canova al Departament of State. (Las partes entre corchetes en verde
corresponden a corchetes marcados a pluma por el funcionario lector del informe
en el Departamento de Estado. Para explicación de su posible sentido, ver al
final el escueto comentario del Secretario Bryan). Traducido por: Adolfo Gilly.
Zacatecas, México, 4 de agosto de 1914. Honorable Willian Jenning Bryan.
Secretario de Estado. Washington, D. C.”
En el pregonero sacaron
esta nota que agradece la gentileza del doctor Adolfo Gilly, destacado
historiador mexicano, por haberle proporcionado el informe que hace León Canova
al Departamento de los Estados Unidos de Norteamérica, acerca de la Toma de
Zacatecas, recientemente desclasificado en los archivos de seguridad nacional
de Washington, recuperado en su versión original y trascrito por el mismo
doctor Gilly y hasta ahora inédito.
En el informe completo
se tienen varios artículos: El primer ataque sobre Zacatecas, El segundo ataque
sobre Zacatecas, Zacatecas tomada, Infierno a plena luz, La mañana después, La
voladura del Palacio Federal, Una espléndida victoria prostituida, Despojo
total de propiedad, Miguel Macedo, El general Tomas Domínguez, y La devoción
religiosa en dificultades.
V.-
El primer ataque sobre Zacatecas.
El viernes 10 de junio,
a eso del mediodía, las fuerzas del general Natera iniciaron el ataque sobre la
ciudad de Zacatecas, sobre la cual durante varios días venían avanzando y
tomando las guarniciones federales de los pueblos al norte de la ciudad. El
ataque comenzó desde el Norte, del lado de Veta Grande; desde el Este, del lado
de San Martin; y desde el sur, el lado de Guadalupe. Los constitucionalistas
capturaron Guadalupe después de algunas horas de combate, y las fuerzas
federales huyeron desde ese pequeño pueblo a Zacatecas, llevando consigo los
tranvías y trasportes cargados de muertos y heridos. Llegaron a Zacatecas a eso
de las 2 pm, y a esas horas los enfermeros de la Cruz Roja estaban muy ocupados
trasladando los heridos de os cerros fortificados. La Bufa y el Grillo. Desde
esta hora hasta las 5 pm el rugido del cañón fue incesante, y los disparos de
mausser como si fuera un continuo desgarrarse
De ropas, mientras la
ciudad se agazapaba en el valle tras una lluvia de balas. Durante esa tarde
cierta cantidad de no combatientes murieron en las calles. A las 5 pm la
infantería federal desmontó a los cañones constitucionalistas, que habían sido
colocados en el cerro de la mina San Martin, al este. Durante la tarde varias
granadas constitucionalistas cayeron en la ciudad sembrando confusión y matando
varias personas.
Entre las 4 y las 7
hubo algunos severos combates en la altura conocida como El Refugio, al oeste
de la ciudad, justo detrás de la estación de ferrocarril, y en varias ocasiones
las fuerzas atacantes llegaron muy cerca, pero cada vez fueron rechazadas con
pesadas pérdidas.
Durante toda la noche
del miércoles las fuerzas federales fueron amenazadas desde todos los puntos
del círculo, con la evidente idea de no darles ocasión de descansar y de agotar
sus municiones.
El jueves a la mañana,
11 de junio, se reanudó la lucha con vigor y los constitucionalistas capturaron
el cerro de Santa Clara casi al mediodía, con fuertes pérdidas en ambos bandos.
Santa Clara esta al noreste de la Bufa, y unas dos millas al este del Grillo.
Durante la tarde el personal de la Cruz Blanca, que trabajaba en el socorro de
los heridos y los llevaba a lugares seguros, fue balaceado tan insistentemente
por los constitucionalistas que tuvieron que limitar sus operaciones. Hicieron
dos intentos de bajar a la hacienda de la Florida, con bandera blanca, para traer
algunos heridos de ese lugar, que está a una media milla de Guadalupe. Cada vez
tuvieron que retroceder por el fuego constitucionalista, y más tarde, durante
una pausa en el combate, el Doctor F. W. Traube, un médico estadunidense,
arriesgando la vida salió hasta la Florida en su carro y trajo algunos de los
heridos.
Esa noche se soltó el
pandemonio alrededor de las 9.30, cuando la oscuridad de la noche fue iluminada
por los incesantes fogonazos del cañón y el fuego de más de diez mil máuser. El
ruido era ensordecedor, mientras las suaves brisas nocturnas llevaban nubes del
ácido humo al valle en el cual anida la ciudad. El gran faro buscador sobre la
Bufa mantuvo su brillante ojo único barriendo el campo, señalando a las fuerzas
constitucionalistas que avanzaban, sobre las cuales se centraba de inmediato
todo el fuego federal. Las pérdidas de Natera esa noche, en el ataque que
mantuvo hasta las 3 am, fueron terribles, mientras los federales pagaron un
fuerte tributo de muertos. Como los constitucionalistas llegaron a escalar esas
alturas, ante el fuego que los barría, es realmente maravilloso y es un alto
tributo a su valor.
La mañana del viernes
mostro a las laderas como una morgue al aire libre, donde los cadáveres estaban
desparramados en profusión y en pilas. Esa mañana se inició con una brillante
promesa para los defensores de la ciudad, dadas las noticias de que las fuerzas
del general Argumedo, unos 2,000 hombres, habían llegado a Soledad, a unas 35
millas de distancia, y se apresuran para unirse con las del general Vivanco, de
unos 750 hombres, que estaban en Ojocaliente, a unas 17 millas al sur de aquí,
y mitad de camino de soledad. La idea de estas fuerzas era llegar a Guadalupe
por sorpresa y flanquear a los constitucionalistas.
El general Trinidad
Cervantes de las fuerzas constitucionalistas, corrieron hacia Palmira, una
estación de Ferrocarril unas 17 millas al sur, para interceptar a Argumedo.
Pero este, yéndose hacia Ojocaliente, a unas 8 millas al este de Palmira,
aludió a cervantes.
El sábado 13 de junio
los combates no fueron tan terribles, pero cuando cayeron las sombras de la
noche, se renovaron con desesperada determinación por parte de Natera, y lo
único que mantuvo la moral de los federales fue el saber que nuevos refuerzos
se precipitaban hacia ellos. Una fuerte tormenta pluvial había ocurrido al
anochecer y espesos bancos de nubes negras hacían que esa noche fuera
excepcionalmente obscura. Durante la noche las fuerzas atacantes pasaron entre
los puntos fortificados al oeste y llegaron a la estación de ferrocarril, donde
hubo combate cuerpo a cuerpo, como también sucedió en varios otros puntos en
esa parte de la ciudad. Los federales combatieron con valor y barriendo a los
invasores de las calles. Cantidad de simpatizantes constitucionalista
dispararon como francotiradores desde los techos de las casas, pero los
federales rápidamente detuvieron esta acción ejecutando sumariamente a los
culpables. En una casa capturaron a cinco hombres y una mujer – prácticamente
una niña-, todos ellos atareados en derribar federales, y los seis fueron
fusilados de inmediato.
El domingo a la mañana
el general Median Barrón, al mando de las fuerzas federales, estaba contento
pues había resistido a los ataques más perversos y esperaba que Argumedo y
Vivanco llegaran a Guadalupe hacia la 1 pm. Tenía una gran columna de
caballería preparada para sumarse a estas fuerzas si fuese necesario, pero no
fue utilizada. Cuando Argumedo y Vivanco entraron a Guadalupe, vestido
exactamente igual que las fuerzas de Natera, estos creyeron que eran sus
propias fuerzas, y cuando se lanzó el “Quien vive”, ellos contestaron “Natera”,
y entonces estallo el zafarrancho en Guadalupe. Los constitucionalistas fueron
dispersados como conejos, tomados completamente por sorpresa. El mismo Natera
estaba en Guadalupe y voló de allí como hojarasca llevada por el viento. Los
cadáveres de hombres de Natera quedaron desparramados por las calles y caminos
que salen de Guadalupe. Caballos, municiones y alrededor de veinte prisioneros
llegaron a Zacatecas alrededor de las 5 pm. Entretanto, sin embargo,
simultáneamente con la llegada a Guadalupe de Argumedo y Vivanco, una columna
de federales avanzo contra los constitucionalistas en San Martin, obligándolos
a retirarse, cuando la artillería de El Grillo y La Bufa abrió fuego sobre
ellos, y los puso en desbande completo escurriéndose por los cerros hacia el
norte.
Las campanas de las
iglesias sonaron, la ciudad se entregó al festejo y las bandas empezaron a
tocar. La tensión había pasado.
La estimación de las
bajas fue de 400 muertos y unos 800 heridos, mientras se estima que las
pérdidas de Natera fueron de unos 1,500 muertos.
La defensa de Zacatecas
conto con alrededor de 7,000 hombres, ayudados por los 2,750 bajo Argumedo y
Vivanco, mientras se dice que Natera tenía solo unos 6,000 hombres.
VI.-
Recuentos
Lo que nos dice Manuel
Martínez y García:
“Como preliminar de
esta “batalla” se debe tener el asalto intentado por las fuerzas de la llamada
“División del Centro” al mando del jefe rebelde Pánfilo Natera, la cual el día
14 de junio fue completamente envuelta y derrotada en la Villa de Guadalupe por
las irregulares al mando de los Generales Argumedo, Salazar y Caraveo. La
acción no paso de una escaramuza sangrienta en la que los rebeldes abandonaron
impedimenta, prisioneros y pertrechos después de intentar una resistencia que
no se compadecía con la fama de invencibles de que el vulgo los había
adornado”.
-.-.-.-.-.
Felipe Ángeles.
Descripción tomada del
Diario del Gral. Felipe Ángeles.
Día 24 de junio.
A la mañana siguiente,
entramos en Zacatecas, visitando el campo de batalla por el lado de la Bufa, en
verdaderos nidos de águilas se había hecho fuerte el enemigo.
Pocos muertos había por
ahí, pero casi todos, estaban atrozmente heridos y sus actitudes revelaban una
agonía dolorosa.
Buscamos como botín,
los útiles de zapa y el material y municiones de artillería.
Con vigilantes,
asegurábamos la posesión de las cosas que íbamos hallando, mientras mandábamos
tropas a recogerlas.
Dentro de la ciudad
había muchos más muertos con las heridas invariablemente en la cabeza.
La acumulación de
nuestros soldados hacía por todas partes intransitables las calles de la
ciudad. Los escombros de la Jefatura de Armas, obstruían las calles
circunvecinas. Según decían en la ciudad, familias enteras perecieron en el
derrumbe de ese edificio, hacho por los federales, no sé con qué propósito.
Tanta era la tropa, que
Cervantes no pudo encontrar alojamiento para a artillería y decidí ir a
buscarlo en la dirección de Aguascalientes, en Guadalupe o más allá, cerca de
la laguna de Pedernillo (Pedernalillo), cuyo espejo vimos desde que por primera
vez subimos al cerro alto de Vetagrande.
¡¡ Oh, el camino de
Zacatecas a Guadalupe!!
Una ternura infinita me
oprimía el corazón. Lo que la víspera me causo tanto regocijo, como indicio
inequívoco de triunfo, ahora me conmovía hondamente.
Los siete kilómetros de
carretera entre Zacatecas y Guadalupe y las regiones próximas, de uno y otro
lado de esa carretera, estaban llenas de cadáveres, al grado de imposibilitar
al principio el tránsito de carruajes. Los cadáveres allí tendidos eran, por lo
menos, los ocho decimos de los federales muertos el día anterior en todo el
campo de batalla.
Los caballos muertos ya
no tenían monturas, ni bridas, y los soldados, ni armas, ni tocado, ni calzado,
y muchos, ni aun ropa exterior.
Por la calidad de
prendas interiores del vestido, muchos de los muertos revelaban haber sido
oficiales.
Gracias a la fría
temperatura de zacatecas, los cadáveres aun no apestaban, y se podían observar
sin repugnancia.
Todos los caballos
estaban inflados por los gases, con los remos rígidos y separados. En los
soldados, aunque ya habían sido movidos al despojarlos de sus zapatos y ropa
exterior, había infinidad de actitudes y de expresiones, quienes habían muerto
plácidamente y solo parecían dormir; quienes guardaban actitud desesperada y la
mueca del dolor y del espanto.
¡Y pensar que la mayor
parte de esos muertos fueron recogidos de leva por ser enemigos de Huerta y por
consiguiente amigos nuestros! ¡Y pensar que algunos de ellos eran mis amigos,
que la inercia del rebaño mantuvo del lado de la injusticia!
En Guadalupe, (como en
Zacatecas), los vecinos estaban amedrentados. ¿Sus propiedades serian
respetadas? Está bien: decían: que aprovechen los soldados lo que tengo, para
eso es, pero que respeten mi vida, la de mi esposa y la de mis hijos.
Una señora en un parto
prematuro, había muerto de espanto.
Y todos pedían salvo –
conductos, y todos se disputaban el honor de invitar a comer a los jefes
principales, para que tuvieran garantías. La guerra, para nosotros los
oficiales llena de encantos, producía infinidad de penas y desgracias, paro
cada quien debe verla según su oficio. Lo que para unos es una calamidad, para
los otros es un arte grandioso.
En la mina de la Fe me
aloje con el Estado Mayor, la tropa quedó en Guadalupe.
Muy agradecidos
quedamos de la hospitalidad bien dispuesta que nos dieron los señores Noble.
Guadalupe, Zac.,
29 de Mayo de 2014.
Mi admiración y reconocimiento al trabajo realizado en esta investigación, que nos da luz sobre los acontecimientos de la Revolución Mexicana, en Zacatecas y sobre todo en Guadalupe, datos que no son de conocimiento público y general.¡¡¡ GRACIAS !!!
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