El Unicornio
de Lana
Por Alberto Espinosa Orozco
“Dejad pasar la noche
de la cena
-¡oh Shakespeare pobre, oh Cervantes
manco!-
y la
pasión del vulgo que condena.
Un
gran Apocalipsis horas futuras llena
Ya
vendrá vuestro Pegaso blanco.”
Rubén
Darío
El unicornio
es un animal fantástico de la mitología medieval. Es un símbolo triple, pues
representa las virtudes regias de la potencia, la pureza y la fastuosidad.
Animal de buen augurio, el cual empero ayuda a la justicia real embistiendo a los culpables con el cuerno.
Como en la China, puede verse como una
variante del dragón, símbolo regio del señor de la lluvia que lucha contra el
calamitoso sol de la sequía, pues el dragón es como una nube capaz de tomar
cualquier forma y envolver, devorar a su enemigo.
Su cuerno único en medio de la frente
simboliza la flecha espiritual, el rayo solar, la espada de Dios, la revelación
y la penetración de lo divino en la criatura.
Verga frontal, falo psíquico que es
símbolo de la fecundación espiritual y que al mismo tiempo es símbolo de la
virginidad física. No es el hermafrodita al no reunir la doble sexualidad, sino
el asexual por trascenderla. Es también la encarnación del verbo de Dios en
la Virgen María. Para la iconografía cristiana representa la Virgen asistida
por el Espíritu Santo. Pero no debe interpretarse como mera lírica de renuncia
frente a la lírica de la posesión perversa, sino más bien como lírica de la
pureza donde sintetizar la lozanía de la joven con la revelación de la mujer
madura ante la manifestación del misterio encarnado.
El unicornio
está dotado del poder de descubrir lo impuro, por opuesto a su
naturaleza, la menor mácula incluso en el brillo del diamante. El cuerno así
aparta de las aguas contaminadas, detecta los venenos y no puede tocarlo
impunemente más que una virgen. Fuerza obrante, perseguido e invencible, el
unicornio es también el poder sobrenatural que emana de lo que es puro. Por lo
mismo el unicornio sólo es fecundo a nivel de las relaciones espirituales.
Emblema por excelencia de la castidad, el unicornio simboliza también por su gran
cuerno níveo la palabra y la espada de Dios. La tradición lo figura como un
caballo blanco con un cuerno en la frente, pero algunos tratados esotéricos le conceden
cabeza roja y ojos azules. Con su cuerno, como en la actualidad se hace aún con
los cuernos de rinocerontes y elefantes, se preparaban mezclas para nulificar
venenos y aumentar la virilidad o la fertilidad, por lo que resulta un poderoso apotropaico que conjura la mal suerte y aleja las influencias malignas. Su imagen indica una
aproximación a los asuntos religiosos, a la pureza y a la honradez, pues el
unicornio es una figura sagrada sensible al alma humana y un animal protector
de las personas de buen corazón.
Su cuerno
largo, recto y en forma de espiral, situado justo en medio de su frente, es
frecuentemente sumergido por el Unicornio en el agua de arroyos o ríos para
purificarlo. Espada de Dios, rayo solar o flecha espiritual el cuerno simboliza
el aguijón que penetra en la persona bendiciéndola e incluso logrando la
fecundación divina.
Aunque su
morfología es siempre la de un equino se representa en diversos tamaños y
temperamentos, que van del ciervo pequeño y desvalido al tremendo y atrevido
guardián que custodia la noche.
Para la
imaginería cristiana simboliza la santidad y la castidad absoluta, aunque para
la tradición milenaria China el animal fantástico es también emblema de
virtudes regias y símbolo de reyes, un animal de buen augurio que se avista
cuando un reinado será bendecido por los dioses. Para los chinos no es un
animal pasivo, pues enviste a las personas malvadas con su cuerno. Es asimismo
pariente del Dragón por devorar al calamitoso sol de la sequía, relacionándose
por ello con los dioses del agua y de la lluvia. Al igual que el Dragón es a la
vez Yin y Yang, reuniendo los principios opuestos y complementarios: es agua
y fuego, pájaro y pez, lluvia y tierra, tierra y cielo, Sol y Luna. Empero el
Unicornio se opone decididamente al Dragón ofidio, estandarte de las fuerzas
negativas y diabólicas opuestas a la fe cristiana.
En
su aspecto negativo, impregnado de impurezas de la carne y de tosca
materialidad, el Dragón representa nuestros deseos y pasiones incontroladas,
desmedidas o ilimitadas, las cuales, empero,
guardan tras de
sí los verdaderos
tesoros de la vida interior. En efecto, en la mitología
aparece como guardián del Vellocino de
Oro, del Jardín de las Hespérides
o de la Perla taoísta. El tesoro en
la caverna custodiado por un dragón es sólo comparable con el tesoro de un
niño. El premio es así el símbolo de la recompensa para quien vence al
adversario: es el saber oculto en parajes inaccesibles o en cavernas secretas.
En la
tradición cristiana el dragón simboliza las fuerzas demoníacas diabólicas, las
fuerzas negativas que se oponen a la fe o al espíritu. Su enorme parecido con
la serpiente engañadora de Eva en el Paraíso
Terrenal, lo estigmatiza como esclavo, encadenado al servilismo del mal,
del odio y del resentimiento, de la ignorancia y de la oscuridad. En este
sentido el Dragón se identifica con el Leviatán
(Salmo
74). El triunfo de Cristo contra el mal, como el del Arcángel San
Miguel o el de San Jorge, tiene como
prueba igual la serpiente destruida que la cabeza rota del dragón.
Guardián
severo, símbolo del mal y de las tendencias demoníacas y regresivas, tenebrosas
e inconscientes, el dragón tiene, empero, una simbología ambivalente, la cual
se expresa desde el extremo-oriente hasta
el hermetismo europeo y musulmán, pasando por el arte medieval, en la
imagen de los dragones enfrentados, en cuya lucha se neutralizan los principios
contrarios (el azufre y el mercurio alquímicos).
En tanto
símbolo celeste y potencia de vida y de manifestación, el dragón es quien
escupe de las aguas primordiales el Huevo
del Mundo, quien despeja el nubarrón sobre nuestras cabezas para verter los
aguaceros fertilizantes. Es también el rayo, rápido como el caballo y poderoso
como el león, el cual fulmina al enemigo con su filosa espada. Es entonces
símbolo regio y solar del emperador: de la potencia celeste, creadora,
ordenadora.
El Unicornio ha sido también considerado como un “dragón”, palabra que deriva del griego drakon, la cual a su vez
deriva de derkomai, término que significa mirar u observar. El unicornio
aparece entonces como el “dragón” que mira, pero también como el que crea, pues
para la mitología griega ambos términos están asociados. Es asimismo, como Eros intermediario entre mortales e
inmortales, un poderoso daimon o
demonio o ser intermedio, propiamente un eu-deminio
o demonio bueno. Ni hombre ni Dios, ni moral ni inmoral, pues el Unicornio,
como el Dragón, conjunta las fuerzas opuestas y complementarias que lo alejan
de las dicotomías terrenales.
Se
relaciona también con el mito azteca de la Serpiente
Emplumada o Cóatl (Quetzalcoatl),
no sólo por simbolizar la redención y restituir a todo aquel que desfallece,
sino sobre todo por ir siempre del agua a la luz, de la tierra al cielo, de la
conciencia interior a la sabiduría y a la plenitud –simbolizando con ello la
mutación, el trasvase de un mundo a otro.
Su
antecedente histórico hay que buscarlo
en la época del pleistoceno, hace un millón de años, pues de esa época
data el Procamptocerus brivatense, una pequeño antílope con dos cuernos
pegados sobre su frente cubiertos por una sola vaina.
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