jueves, 31 de agosto de 2017

In Memoriam: Maestro Don Héctor Palencia Alonso Por Alberto Espinosa Orozco

In Memoriam: Maestro Don Héctor Palencia Alonso
Por Alberto Espinosa Orozco


   A 13 años de la ausencia material del querido mentor e incnasable promotor de la cultura regional Don Héctor Palencia Alonso, exige la vuelta de los tiempos que corren expresar unas palabras de recuerdo, admirado, a su figura, así como a la magnitud de su tarea educativa, propiamente cultural. Porque el querido Maestro Don Héctor Palencia Alonso, mentor de toda una comunidad espiritual, purificó su concepto de libertad con las virtudes del ascetismo y la humildad, añadiendo a la verdadera libertad el valor social no sólo de la tolerancia sino de una actitud más elevada: la de la concordia -porque la actitud del querido jefe cultural era la del ser transparente como el cristal, abierto, siempre igual como las palabras que son modeladas por la expresión verbal de la palabra. El ser como apertura en su actitud liberal se manifestaba, en efecto,  en estar su vida tendida fuera de sí, dirigida hacia los otros y a lo otro radical –se llame igual Comunidad, que Poesía, Misterio o Dios.
   Quiero decir con ello que su vida estuvo siempre dirigida a los demás, referida hacia los otros, preservando la memoria y rescatando los valores de nuestra tradición e idiosincracia propia: que fue el blasón de vida, lo que la iluminaba y le daba sentido. Porque una vida con sentido es aquella que como la palabra no está referida a sí misma, sino al otro; que deja de interesarse en la propia mezquindad de la existencia, para procurar e interesarse en la esencia de los demás y de sí mismo, en lo que importa o que es valioso en ellos, que es la actitud del humanismo... y que así la justifica. La vida justificada es aquella que tiene sentido, pues, al revelar las notas esenciales del fundamento –que ya no tiene sentido, ni justificación, que ya no es para otro, sino que meta aludida que ya no alude, ser puramente en sí y para sí mismo que simplemente “es”, por su potencia, por su valor intrínseco.



   La vida y presencia fulgurante de Don Héctor Palencia puede verse así como un dilatado testimonio de aquello que la dirigía y orientaba: las actitudes y expresiones de su cultura nativa, de su comunidad, pero también de las manifestaciones más elevadas del espíritu -cuyas dos vertientes trató siempre de armonizar en su celebrada donctrina de la "durangueñeidad". Esa modo de afrontar y enfrentar la vida lo llevó a dejar de girar en la órbita cerrada de su propia existencia, dejando de lado la escoria y la negación del vivir en sí o para sí mismo, y disolviendo esa opacidad ganó positivamente para su ser abierto una transparencia hecha de luz que, en efecto, estuvo tendida siempre hacia lo otro diáfano y hacia los otros, y que fue siempre por ello una reiterada revelación de lo que esencialmente somos: una comunidad de espíritu, que el incalculable mentor  abrazó, pues en la comunidad buscaba también un suelo que lo fundamentara. Con ello no atendía a la formula de la vida económica, que postula una máximo de provecho por un mínimo de esfuerzo, sino a la ley de la caridad cristiana, en donde se da el conmovedor espectáculo de un máximo de esfuerzo por un mínimo de provecho personal.



   Ahí, en ese humilde y puro acto de la libertad, tiene que buscarse el misterio y el atractivo de la singular personalidad del Maestro Palencia. Porque el hombre cuya vida tiene sentido no se muestra él mismo, sino que al despejar la esencia del fundamento se hace es instancia revelante ...pero no revelada. Porque el ser para otro no revela nada acerca de sí mismo, sino acerca de la potencia que lo fundamenta... mientras que el fundamento que así apoya y justifica al sujeto tiene por lo contrario como esencia el ser revelado, pero ya no revelante... pues su ser ya no tiene más referencia o no es más para otro, sino que es en sí y para sí mismo. Es vivir teniendo el acento puesto no en propio corazón, sino en el alma que lo alimenta, que ara Don Héctor Palencia Alonso tomo la forma de la cultura y de la transmisión de su valores más caros, con los que hemos crecido como nación, con los que hemos con-crecido como hermanos, como coetáneos y condiscípulos de una misma cátedra del sol de cada día y de la vida que siempre la misma y siempre nueva.  
   Ante el terror de las libertades extraviadas producto del avance vertiginoso de la técnica y de la planificación totalitaria de nuestro mundo moderno acaso quepa entre nosotros el desarrollo colectivo de una nueva actitud espiritual de la que el Maestro Palencia Alonso dio fiel testimonio con su ejemplo heroico individual: la obediencia disciplinada a una autoridad superior, a una ética basada en un nuevo concepto de libertad, en donde pueda abrirse el mundo del valor y de la vida espiritual en una colectividad liberada, ya no de las fuerzas de la naturaleza, sino de las fuerzas destructoras del arbitrio individual. 





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